miércoles, 20 de mayo de 2020

Puntada con dedal



Especie o individuo que no se adapte a las condiciones ambientales, desaparece. Esta, que es una premisa consustancial con la vida, pareciera perderse de vista cuando necesariamente debe ser extrapolada a los asuntos propios de la cotidianidad. En una situación interesante entre dos psicólogas, ambas de clase media alta, y autodenominadas de izquierda, en los tiempos en los cuales trabajaba en Venezuela, se produjo un debate, que a decir verdad, he presenciado varias veces.

La psicóloga A decía que ante una paciente en particular, que era vendedora ambulante y debía lidiar todos los días con la calle en un sector popular, se le deberían enseñar habilidades sociales que le permitiesen tener la posibilidad de aspirar a un trabajo mejor remunerado, como aprender a vestirse en forma más arreglada y mejorar el dejo violento de su lenguaje.

La psicóloga B señalaba que la manera ordinaria de vestirse y la ferocidad discursiva de la paciente eran elementos protectores que le permitían sobrevivir cada día a los peligros y amenazas de la calle. Que proveerla de recursos inútiles para defenderse en su medio laboral era exponerla a bajar sus defensas y la colocaba en una condición de vulnerabilidad. 

La gran vía

Sin haber revisado el mapa, atravieso de largo a largo la calle que más meretrices concentra en la ciudad de Madrid. Muchas procedentes de la antigua Yugoslavia y montones de Ucranianas eran el grueso de lo que observé. Conforme se caminaba el ambiente se enrarecía y habían pelanduscas con patas de palo, como la que aparece en la obra de Henry Miller, varias en sillas de ruedas por estar amputadas de ambas piernas, algunas enanas, mujeres sin dentadura y lo más rudo, las que no necesitaban un letrero para asumir la certeza de que estaban contagiadas de HIV, siendo notables las lesiones propias del Sarcoma de Kaposi en varias parte de sus cuerpos. Este corredor de particularidades terminaba en un local comercial en donde filas completas de familias degustaban el mejor perro caliente (hot dog) de Europa. Hice la cola y degusté la comida, tratando de espantar el horror que acababa de presenciar. Todo esto a la luz del día, por lo que no quiero imaginar cómo será de noche. Sería infinito nombrar las características de la calle y sus cualidades subterráneas, así como las habilidades que se requieren para sobrevivir al duro asfalto de nuestras urbes. La idea de que un infierno va paralelo a un paraíso es propia de entender que el mundo es la no confluencia de dimensiones que en muchos casos conforman un paralelismo perfecto. 

Lo que llamamos calle es un corredor de gente y circunstancias en las que no tiene cabida la debilidad. En la calle se ve mejor que en cualquier lugar la dinámica entre halcones y palomas y quien no desarrolló a tiempo una serie de artilugios para defenderse, difícilmente lo podrá hacer en etapas más avanzadas de la existencia. Hay hombres de la calle que literalmente han nacido en ellas, o sobrevivido a las mismas, así como también existen los que las controlan sin haber puesto un pie en ninguna. Hay un tercer grupo que por circunstancias excepcionales debieron aprender a lidiar con los territorios y algunos pudieron ejercer el duro ejercicio. El culmen de las calles se encuentra en las plazas o el mercado, la versiones más edulcoradas y amables de las mismas.

Las psicólogas y sus teorías

¿Qué pasó con las dos psicólogas que mencioné al comienzo del texto? 

La psicóloga A terminó siendo víctima de un hurto por parte de su propia paciente. Frustrada por su poca capacidad de ver el fruto de sus ideas, se fue de Venezuela hace ya una década y le perdí la pista por mucho tiempo. Gracias a las redes sociales, me enteré que actualmente vive en Portugal y no ejerce su profesión. No pudo materializar el desarrollar capacidades de ascenso social y mejor remuneración económica en quienes buscaron su ayuda.

A la psicóloga B le fue muy diferente. Estableció un programa de reinserción social para ciudadanos en condición carcelaria. Desconozco la operatividad y éxito del mismo, pero me consta que varias instituciones nacionales y de otros países se han interesado por sus ideas. Ha sido bien remunerada y también, gracias a las redes sociales, me enteré que sigue en Venezuela, ocupando un importante cargo en la Administración Pública. En la calle, que es la escuela más dura de la vida, quien no es el jefe o no tiene la protección del jefe (pónganle el nombre que quieran, igual es el jefe de la calle), debe someterse a la negociación propia de la dinámica de la vía y si no tiene el poder de la violencia a su favor, no puede darse el lujo de seguir en la calle.

Es bien conocido en el mundo de lo vulgar que para poder sobrevivir, es necesario hacer concesiones y negociaciones con los truhanes de rigor. Así como la política y la guerra son formas distintas de expresión de diferencias, existe una ley de la calle. Quien no la acepta, que ni se acerque a las aceras. 




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 19 de mayo de 2020.

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