martes, 29 de agosto de 2017

Corcho de limonada


La migración de venezolanos a los múltiples confines del mundo tiene varias aristas. Por una parte, otros países están recibiendo una de las generaciones mejor preparadas desde el punto de vista académico sin necesidad de invertir ni un centavo en la formación del más depurado talento humano del continente.

Por otro lado, están quienes en la desesperación emigran como advenedizos, cargando las características propias de una peregrinación desesperada, que no se encuentra depurada de los males de una sociedad como la nuestra. Países vecinos se han visto afectados por las actividades que al margen de la ley realizan algunos de quienes hoy en día se van de nuestro país.

Pero lo que a mi parecer es más grave, independientemente de que nos estemos convirtiendo en un problema y a la vez una solución para otras naciones, es que con la desbandada venezolana, quienes seguimos apostando por nuestra nación, nos estamos quedando sin los prestadores de los más importantes servicios. Miles de profesionales de las más disímiles áreas, pero particularmente los más jóvenes, se marchan de Venezuela como quien huye de la peste o un mal mayor.

Tratar de obstaculizar la partida de connacionales no tiene mucho sentido, porque por una parte no somos una isla y los canales para salir del país son infinitos, además de que se estaría vulnerando con los derechos más elementales de una persona, como lo es el poder decidir en cuál lugar del planeta desea vivir. A mi juicio, en estos tiempos tan enrarecidos, debería ser tema de reflexión para quienes ostentan el poder en la Venezuela contemporánea, cómo hacer que nuestra nación se vuelva un lugar en donde las nuevas generaciones apuesten por un mejor porvenir. Cada vez son más los jóvenes que corren disparados como si estuviésemos viviendo el fin de los tiempos mientras los vecinos de la región presumen del sano equilibrio que han logrado sus sociedades.

Todo ello pasa por dos elementos sin los cuales la estampida de venezolanos seguirá siendo indetenible. El primero es que nadie en su sano juicio y a edad temprana vivirá en un país con los niveles de inseguridad personal que tenemos, lo cual lleva a la necesidad de acabar con la impunidad, aumentar el carácter represivo de las fuerzas del orden público y ofrecer los más variados y mejores empleos.

Lo segundo es condicionante de lo primero. Por más estrambóticas o ilusas que puedan parecer unas consignas políticas, una y otra vez se van a estrellar con la realidad que representa el tema económico. Con una economía crónicamente enferma y sin atisbos de asomar cambios a cercano o mediano plazo, quedarse en Venezuela es una apuesta que difícilmente se puede sostener a través del razonamiento lógico.

Las migraciones son parte de la historia de la civilización y nuestra nación atraviesa por ese fenómeno, que toca de cerca a cada familia en los más diversos estratos sociales. La diferencia con otras situaciones, como por ejemplo los desastres naturales o las guerras, es que en nuestro caso no solamente es algo que de alguna manera se indujo, sino que además se pudo evitar.

Para quien no vive por estos lados, debe tratar de hacer el dificilísimo ejercicio de entender que el país que una vez conoció no existe ni volverá a ser como era, simplemente porque cuando las sociedades cambian en su esencia valorativa, dejan de ser lo que les daba identidad y mutan a sociedades con características diferentes, imposibles de revertir.

El asunto venezolano es y será por muchísimo tiempo tema de estudio para las más audaces mentes que una y otra vez se toparán con el problema de la necedad humana. Incapaces de aceptar que el mejor país es el que ofrece mayores elementos de bienestar colectivo y armonía social, los que aquí habitamos somos testigos de un insólito caso en el cual una nación que iba bien encaminada, se desvió por los senderos más agrestes y difíciles de transitar.

Nada nuevo bajo el sol y es pertinente asomar ejemplos: La Alemania dorada de grandeza histórica, termina con el advenimiento de Adolfo Hitler y el surgimiento del nacionalsocialismo que llevó a la ruina de Europa. El esplendor del más ambicioso de los imperios dio como hijo a una figura como Calígula, manifestación de la depravación en Roma. Los atenienses que crearon lo más granado de la civilización y de quienes heredamos la filosofía, desaparecieron en su nicho original. Ejemplos que representan un sinfín de casos de países o culturas que luego de haber alcanzado un alto grado de relevancia humana tocaron fondo, llegando al subsuelo de lo impensable.

Ojalá los cambios imprescindibles se puedan dar y no naufraguemos como tantos predecesores, que aquel país de gente alegre y divertida se recupere de las embestidas de estos tiempos y sea la inteligencia y no la autodestrucción la que se imponga. Ojalá que no pasemos a formar parte de la larga lista de naciones que eran una promesa y lo que anhelaban ser se transformó en un recuerdo.



Twitter: @perezlopresti

Ilustración: @Rayilustra 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 29 de agosto de 2017

sábado, 26 de agosto de 2017

Luis Rodríguez Torres

El 25 de agosto de 2017 estuve compartiendo con una de las personas que más he admirado. El matemático y erudito Luis Rodríguez Torres, con quien tengo una amistad de casi 40 años. 




viernes, 25 de agosto de 2017

Mariano Nava Contreras: De la esperanza entre los griegos


Leyendo el artículo de Alirio Pérez Lo Presti, “La esperanza y el ciudadano”, aparecido la pasada semana y cuya lectura recomiendo, recordé las ganas que tenía desde hace tiempo de hacer una revisión del concepto de esperanza en la literatura de los antiguos griegos, ahora que tanta falta nos hace a los venezolanos.
Como se sabe, la palabra española “esperanza” no es de origen griego, sino que, como la inmensa mayoría de nuestras palabras, procede del latín, del término latino spes. La palabra griega para nombrar la esperanza es elpís, que aparece ya en los primeros poemas griegos y continúa casi sin cambios en el griego de nuestros días: elpída. En el canto XVI de la Odisea el héroe llega por fin a Ítaca. Allí, disfrazado de mendigo, dice a Eumeo que “aún queda la esperanza de que Odiseo pueda regresar”. Al rey todavía no le conviene que se sepa su regreso, pero sí le interesa conocer las reacciones ante la posibilidad de que esto ocurra. Mientras, a otro rey que regresa de Troya, Agamenón, en la tragedia homónima de Esquilo, también se le aguarda con ilusión. El heraldo que anuncia su llegada confiesa jubiloso: “¡Se me ha cumplido una esperanza entre otras tantas que me fallaron!”. Por su parte Píndaro, siempre más profundo y solemne, afirma en la Pítica II que “dios consigue toda meta según sus propias esperanzas”, como para explicarnos que los límites de la divinidad son sus propios anhelos.
Los griegos, tan visuales y figurativos, pensaron que la Esperanza era hija de la Noche (Nyx) y madre de la Fama (Fême). La representaron como una mujer joven que lleva flores o una cornucopia (símbolo de la riqueza) en su mano derecha, mientras que con la izquierda hace ademán de levantarse la falda. De esta manera tan elocuente todavía aparece representada en una moneda tardía, un tetradracma de bronce acuñado en Alejandría en el siglo III para conmemorar el primer aniversario del reinado de Dioclesiano.
Pero es en los Trabajos y días, poema escrito unos mil años antes, donde se narra el gran mito en aparece la esperanza. Hesíodo cuenta allí la historia de la trampa que le tendió el titán Prometeo a Zeus, con el objeto de robarle el fuego y dárselo a los mortales. Zeus, enfurecido, tramó entonces una terrible venganza contra los hombres: ordenó a Hefesto que modelara en barro la figura de una hermosísima doncella a la que Afrodita dio todas sus gracias, Atenea enseñó sus labores y Hermes “dotó de una mente cínica y un carácter voluble”, “mentiras en el pecho y palabras seductoras”. A esta bellísima mujer le dieron por nombre Pandora, porque traía un ánfora de barro lleno de engañosos regalos de todos los dioses, los cuales, en realidad, eran males con que perjudicar a los hombres.
Temeroso de la venganza de Zeus, Prometeo le había pedido a su hermano Epimeteo que no aceptara ningún regalo de los dioses. Sin embargo, al ver aquella irresistible doncella, Epimeteo olvidó las advertencias de su hermano y aceptó el engañoso regalo. Entonces Pandora abrió la tapa del ánfora que traía y salieron de ella todo tipo de males que se diseminaron por el mundo, calamidades, bajas pasiones y enfermedades, “procurando a los hombres lamentables inquietudes”. Solo la esperanza no pudo salir, quedando atrapada en el procurando a los hombres lamentables inquietudes"la irresistible doncella, Epimeteo olvidánfora.
Muchos de los elementos del mito de Pandora se repiten con sospechosa insistencia en casi todas las mitologías del Mediterráneo oriental, desde las sagas egipcias al Poema del Gilgamesh. También en el libro del Génesis, Adán es modelado a partir del barro, y Eva, la primera mujer, es culpada de los males que aquejan a la humanidad. Es sin embargo el papel de la esperanza lo que ha intrigado durante años a los helenistas estudiosos del texto hesiódico, al punto de haberse convertido en una de las controversias filológicas más antiguas a la vez que enconadas. ¿Por qué la esperanza es lo único que queda atrapado en el ánfora? ¿Por qué se trata del único bien que envían los dioses, mezclado con todos los males? Con ambigua determinación Hesíodo nunca lo aclara. Tal vez quiso decirnos que la esperanza no quería mezclarse con los males, y por eso prefirió quedarse a salvo, resguardada en el interior del ánfora que llevaba aquella hermosa aunque nefasta doncella. O todo lo contrario, que la esperanza viene siempre acompañando los males, pero prefiere tomarse su tiempo antes de salir a remediarlos. Quizás Hesíodo quiso que la esperanza deseara quedarse adentro, en lo más profundo, como para decirnos que es allí donde debe permanecer, en lo más íntimo y recóndito de cada uno de nosotros. O tal vez el poeta prefirió que nosotros, en la posteridad, sintiéramos y pensaráramos lo que nos viniera en gana, siempre según el tamaño y la razón del mal que nos aqueje, con tal de que tengamos por cierto que la esperanza siempre estará allí, guardada, en algún lugar del interior de algo. Quién sabe. Cosas de poetas.

Twitter: @MarianoNava

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 25 de agosto de 2017

Enlace: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/esperanza-entre-los-griegos_666939

lunes, 21 de agosto de 2017

El “yaísmo”


Cierto pensamiento filosófico que se suele predicar en las academias distingue dos tipos de irracionalismo.

La justificación de los yaístas”

1.El irracionalismo gnoseológico afirma que la razón humana no es capaz de explicar la realidad, pues su intrínseca complejidad está más allá de los límites de la mente humana. En este caso estricto, ciertas doctrinas filosóficas podrán calificarse de irracionalistas: así, por ejemplo, el escepticismo, que antiguamente negaba la existencia de todo tipo de verdad; en la Edad Media el misticismo y la teología negativa, que reducían todo conocimiento a una simple y pura forma de intuición; y también el moderno romanticismo, que prácticamente plantea que el arte y los sentimientos son la única forma posible de conocimiento.

2.El irracionalismo ontológico afirma que es la propia realidad la que se rige por los principios no racionales del azar, de la casualidad, de la vida, entendida esta como proceso imprevisible. Esta forma absoluta y metafísica de irracionalismo, que considera al mundo como algo absurdo, ilógico, insensato y falto de objeto, es típica y exclusiva de la época contemporánea y elocuente expresión de lo que muchos ven como la crisis de nuestro tiempo.

La voluntad de vivir 

Durante el segundo decenio del siglo XIX, Shopenhauer formuló una doctrina más esencial: la voluntad de vivir. La describió como un impulso primordial, una fuerza ciega que va más allá de la dimensión espacio-temporal. La doctrina y la figura de F. Nietzsche fueron aún más determinantes para el nacimiento del irracionalismo contemporáneo. Este filósofo interpretó de una manera aún más radical las profundas exigencias de la reacción antipositivista, por lo que se convirtió en un efectivo estímulo para la renovación filosófica, aún en curso, conocida como crisis de la razón. Por el impulso de las ideas de Nietzsche, el irracionalismo se ha configurado como una importante y peculiar forma de la cultura y el arte moderno de la que surge una nutrida y variada serie de vanguardias.

Irracionales al ataque

La postura irracionalista típica de nuestro tiempo puede sintetizarse en los siguientes aspectos recurrentes:

La desconfianza respecto a las posibilidades del pensamiento científico, lógico o histórico para explicar la realidad. Rechaza la idea de que el pensamiento se produzca mediante la intervención de razón e intelecto, y propone que éstos sean sustituidos por la intuición y la acción: es decir, por la experiencia concreta de la vida.

El rechazo de los modelos tradicionales y de todo valor moral, político o religioso, ya que los considera expresiones de un mito racionalista y metafísico. Es una posición que puede llevan al rechazo total de la civilización occidental desde sus orígenes. Nietzsche también adoptó una posición dura al respecto, afirmando la negatividad de toda filosofía desde Platón en adelante, apostando al intento de inventar o imponer un nuevo sistema de valores distinto del tradicional. La doctrina del superhombre de Nietzsche ha aportado el modelo para la asunción de conductas consideradas socialmente desviadas, comportamientos revolucionarios o provocadores.

El fracaso del “ya”

En medio de todo esto, ha sido una especie de slogan o forma de conducirse de ciertos sectores el apostar porque las cosas se materialicen de manera inmediata, jugando a la vida en sociedad como si fuese una consecución de espasmos a efectos de lograr las cosas. Cada vez que leo o escucho la consigna “YA”, sea a través de le lucha por conseguir espacios de poder o de materializar cambios, no puedo dejar de ser suspicaz frente a quien hace la proclama. Posas cosas en la vida, y menos las dinámicas sociales, se materializan de manera instantánea y quien promueve el “yaísmo” no sólo se hace eco de una fantasía propia de los tiempos que corren, sino que en su obscura irresponsabilidad termina por prolongar la agonía de los males que vivimos en colectividad.

Quien corre como un caballo muchas veces termina como un burro, porque las cosas tienen una razón de ser y existe una causalidad que rige la historia. Una cosa deriva en la otra y salvo los imponderables, hay una lógica detrás de cada uno de los movimientos de los pueblos. Mucho daño hace y sigue haciendo el “yaísmo” porque es parte de la forma de pensar de nuestro tiempo en donde la razón queda aplastada por la intuición sin fundamento y la acción mal conducida que termina en fracasos, desilusiones y prolongación de lo caótico. 


En lo personal, sigo apostando por la razón como brújula que guía, entendiendo que en la sociedad existen múltiples actores, que simultáneamente van tejiendo un entramado de base cuyos alcances son difíciles de predecir, pero que se puede hacer el esfuerzo por entender. Más daño han hecho quienes han apostado por las decisiones inmediatistas que aquellos que en su serenidad van construyendo con bases fuertes los senderos que han de transitar los pueblos. Mi rechazo a quienes apuestan por las soluciones mágicas, porque su fundamento es y seguirá siendo nuestra mayor condena. 


Twitter: @perezlopresti

Ilustración: @Rayilustra 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 20 de agosto de 2017


La esperanza y el ciudadano


Como consecuencia de los cambios que vivimos cada día, estamos expuestos a experimentar una montaña rusa emocional y es natural que tarde o temprano llegue un momento en el cual nos sintamos desmotivados, incluso francamente desesperanzados frente a las adversidades.

Adaptativamente, como elementos de supervivencia, se suele reaccionar de tres formas: 1. Quedarnos paralizados o negar aquello que está pasando, sea porque no nos involucremos en lo que ocurre o francamente nos apartemos de cuanto nos circunda. 2. Reaccionar de manera hosca, irritable o francamente violenta ante aquellas cosas que no podemos resolver y las percibimos como injustas. 3. Literalmente salir corriendo frente a los problemas, ya sea para escapar de un peligro, sea imaginario o real, para buscar mejores escenarios de vida, abrirnos nuevos caminos y trazar senderos para consolidar otras oportunidades.

Caso 1: Cuando se decide por hacerse a un lado o cerrar los ojos ante lo que ocurre, puede que funcione por un tiempo, pero tarde o temprano la realidad nos va a alcanzar, ya sea porque nos la topemos en la estantería de un supermercado y los alimentos sencillamente no están a nuestro alcance o debamos hacer la más mísera de las colas para alimentarnos con un poco de harina o nos alcance la violencia.

Caso 2: Las demostraciones de violencia no son propias del ciudadano, primero porque en las sociedades medianamente equilibradas, el ejercicio de lo violento no es un acto amparado por las normas de convivencia y porque generalmente la violencia forma parte de lo institucional como instrumento para repeler conductas antisociales. La violencia suele crear un espiral de generar mayores formas de violencia y al ciudadano solo le queda el derecho a la legítima defensa.

Caso 3: Escapar frente a una situación a la que percibimos como irresoluble no solo es una conducta adaptativa, sino que las grandes migraciones y éxodos humanos han formado parte de la historia de la civilización. Esas grandes masas de gentes lidiando frente a las adversidades de tener que controlar nuevos escenarios de vida ha sido consecuencia de cosas espantosas, pero en muchos casos ha derivado en lo más depurado de las mejores cosas propias de la cultura, como por ejemplo el mestizaje venezolano.

A veces vale la pena detenerse un rato a pensar y recordar que cierto tipo de desesperanza es claramente inducida y se ha apostado por la perfección de las técnicas para provocar estos estados, los cuales no solo han sido aplicadas con efectividad muchas veces, sino en los más distintos contextos.

Pero si el escenario no es quedarse paralizado, ni aislarse de lo que ocurre, ni actuar de manera violenta y la idea de salir corriendo no está planteada, entonces queda lidiar cada día que pasa con realidades que pueden ser inesperadas y suelen estar marcadas por la más radical incertidumbre. De esta manera, la posibilidad de ser invadidos por la desesperanza está siempre latente y para poder sobrevivir no queda otro camino sino calcular los pasos que se hagan, lo cual debe cumplir con unas premisas para no ser arrastrado por la vorágine de las agitaciones sociales.

La vida sin esperanza es sencillamente inviable, porque la esperanza sustenta el equilibrio emocional de cualquier ser humano y al abandonar esta idea, nos desestructuramos. Es imprescindible tener un marco referencial de creencias que nos den ordenación ya sea que se encuentren fundamentadas en creencias de las denominadas espirituales o en formas de pensamiento con rasgos ideológicos. A fin de cuentas no se puede estar mentalmente a la deriva, porque nos hundiremos inexorablemente. El ser humano nació para soñar y creer.

Las grandes causas humanas son largas y penosas. Con solo pasearnos superficialmente por la gran historia del hombre, nos encontramos de manera repetida con persecuciones, confrontaciones, adversidades, calamidades y las más abyectas injusticias, las cuales han sido derrotadas una y otra vez por el genio de lo humano que batalla sin cesar, entendiendo que la vida es una lucha sin tregua en la cual se vence solo si se tienen los más elevados sentimientos propios de lo civilizatorio, lo cual incluye el mirar con aplomo hacia adelante aferrados a nuestras convicciones.


¿Qué son a fin de cuentas las convicciones y en qué se sustenta la esperanza? En el sistema de valores que mantiene la vida social y personal. Desde lo social, se apuesta porque el valor adquiera incluso el carácter de norma, de ahí que se premia a quien obre de manera justa y se cuestione al que hace daño. De manera personal, lo valorativo es precisamente el punto más elevado de nuestro mundo interior y quien abandona su sistema de creencias y hace a un lado los valores, o se destruye como ser o se desvirtúa como persona.  El sistema de valores es la brújula que nos dice hacia donde se debe dirigir cada paso que damos, siempre de la mano con lo proactivo, el temple y lo esperanzador.


Twitter: @perezlopresti

Ilustración: @Rayilustra 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 15 de agosto de 2017


miércoles, 9 de agosto de 2017

ENTREVISTA: “La esquina caliente”

El jueves 10-08-2017 a las 8:30 a.m. estaremos en vivo en la Televisora Andina de Mérida (TAM), en el prestigioso programa “La esquina caliente”, conducido por el amigo Rafael Augusto (Tuto) López.




martes, 8 de agosto de 2017

Retratos de la histo(e)ria


Milan Kundera pensaba en su personaje Tomás desde hacía años, pero no había logrado verlo con claridad hasta que se le iluminó esta reflexión: lo vio de pie junto a la ventana de su piso, mirando a través del patio hacia la pared del edificio de enfrente, sin saber qué debía hacer. Tomás sintió entonces un inexplicable amor por una chica casi desconocida. Pero ¿era amor? La sensación de que quería morir junto a ella era desproporcionada: ¡era la segunda vez que la veía en la vida! ¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo?

Infinidad de obras literarias han tomado como el eje central de su trama la dinámica propia de las relaciones amorosas. La fascinación del hombre por el amor ha sido recreado en todas las formas de expresión inimaginables, que van desde el fragmento de la novela La insoportable levedad del ser, que aparece en el primer párrafo de este trabajo, hasta las más inescrutables maneras de expresión artística, generalmente en un contexto sociocultural que determina lo que los personajes piensan, dicen y hacen. De hecho, sin ese contexto histórico, la valoración completa del arte se encuentra menguada.

Cuando un artista o creador de cualquier parte del planeta o de la Venezuela del siglo XXI se encuentra ensimismado haciendo sus quehaceres relacionados con la expresión artística, su obra va a estar profundamente marcada por las cosas que están ocurriendo en su entorno, las cuales van a modificar desde su estado de ánimo hasta el tema que ocupa la realización de lo que produzca. No puede escapar de esto la forma como se van tejiendo las relaciones interpersonales, mucho más el amor, que es afectado o condicionado por lo que vivimos cada día.

Una chica me invita a cenar en un restaurante de Caracas y la cuenta es lo suficientemente abultada como para superar lo que suelo ganar en un mes dando clases en la universidad; presencio un asalto al salir del restaurant y atravesamos la noche caraqueña en su carro, corriendo a gran velocidad sin detenernos en los semáforos por “cuestiones de seguridad”. Pareciera que el elemento prisa es propio de la manera como nos intervinculamos en los tiempos que estamos, tanto por un asunto relacionado con la supervivencia, como por una forma de conducirnos que se hace natural en nuestros días.

-¿Te diste cuenta del precio del dólar?- Me pregunta a quemarropa mientras hago la digestión y nos dirigimos a nuestro destino. ¿Acaso cada cosa que vivimos cada día no modifica incluso nuestra manera de amar o estoy siendo poseído por la histeria de la cual nos habla Tomás? En la noche caraqueña necesito sacar dinero de un cajero automático y mi acompañante suelta una carcajada: es imposible.

Creo que para muchas cosas las personas tenemos un límite. En las relaciones amorosas de nuestro tiempo el plantearse la posibilidad de irse del país no es ajeno a lo que se dice cada día. Forma parte de lo que se podría concebir como el proyecto futuro de cada cual para poder tener una vida mejor. Por una parte se encuentra la dura realidad que vivimos y pagamos y por otra la disociación aparatosa de la información que recibimos. Existe una especie de antagonismo mediático que señala la existencia de dos realidades ante la cual el sentido común de cada uno debe imponerse para estructurar su propia impresión de lo que ocurre.

Quizá nunca antes en lo que va de civilización hacía quedado un registro periodístico e historiográfico tan abultado como en la Venezuela del presente, en la cual cada ciudadano graba, escribe y comenta todo aquello que acaece. Cuando en un futuro se reconstruya lo que estamos pasando, la desolación inundará a los investigadores y seremos un ejemplo de estudio para reformular cosas y polemizar en relación a los alcances de los problemas propios de la ética de los pueblos.

La invasión de Checoslovaquia en 1968, nos señala Kundera, fue fotografiada y filmada por completo y está depositada en los archivos de todo el mundo. Los fotógrafos y las cámaras checos se dieron cuenta de que solo ellos podían hacer lo único que todavía podía hacerse: conservar para un futuro lejano la imagen de la violencia. Todos los anteriores crímenes del imperio ruso tuvieron lugar bajo la cobertura de una discreta sombra. La deportación de medio millón de lituanos, el asesinato de cientos de miles de polacos, la liquidación de los tártaros de Crimea, todo eso quedó en la memoria sin documentos fotográficos y, por lo tanto, como algo indemostrable, de lo que más tarde o más temprano se afirmará que fue mentira.

En nuestro caso venezolano la historia será implacable con quienes no se han conducido conforme a las normas que como sociedad hemos convenido. Lo registramos cada día en nuestros actuales medios de comunicación y nos marca en la manera como lidiamos con los amores de nuestra vida. 






Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 08 de agosto de 2017.

Ilustración: @Rayilustra 

miércoles, 2 de agosto de 2017

Una temporada en el infierno


La historia de la civilización ha cultivado un deslumbramiento tradicional en relación a las cosas asombrosas, que posean una marca de teatralidad, de misterio o de franca locura. Lo vemos en el arte, en todo aquello que tenga que ver con las ciencias o los asombrosos adelantos tecnológicos de nuestro tiempo. Siempre existe una larga cola detrás de cada una de estas manifestaciones humanas, percibidas por el común de las personas con deleite, fascinación, temor o admiración.

La historia de la poesía moderna, por ejemplo, tiene la marca de lo tenebroso. No es casual que un poeta maldito como Arthur Rimbaud sea el que haya surcado el rumbo de la creación artística de este género literario. Lo poético cambia porque solo con la avasallante presencia de la locura es que se crean las cunetas que deslumbran y hacen que se imiten los modelos a seguir. La breve obra de Rimbaud posee el suficiente poder y la aplastante fuerza que se necesita para “demoler  la creación”. Sus obras: Poesías, Cartas del vidente, Una temporada en el infierno, Iluminaciones y Cartas completas, marcaron una ruta creativa que va desde los movimientos vanguardistas como el surrealismo hasta el peso de la creación de las más disímiles artes del siglo XXI.

Pero el asunto obviamente va mucho más lejos en el tiempo y la larga lista de extraordinarias relaciones entre lo que percibimos como anormal y la fascinación que nos produce es parte de todas las manifestaciones de la cultura universal. En la tragedia griega, lo extremadamente grave es los que termina por fascinar: desde el incesto del rey Edipo hasta la filicida Medea, que en un ataque de locura por celos, les da muerte a sus hijos, cada expresión artística del hombre no hace sino rendirle un culto a la locura macabra que se encuentra presente en cada rincón de la existencia. Miguel de Cervantes Saavedra pudo expresar su percepción del mundo solo a través de la enajenación y logra recrear en un viejo loco los temas fundamentales en relación al hombre y sus múltiples vínculos con el entorno. De esta manera se burla de tantas cosas prohibidas y plantea los más peliagudos problemas sin entrar en conflicto con las personas de su tiempo y logra que sea la risa la que se apodere de los lectores.

Haciendo un recorrido por el brillo de la música, pareciera una especie de biografía psicopatológica en donde muchos de los más grandes representantes del humor musical parecieran necesitar de la muleta del alienado para recrear sus producciones. No menos presente está el artista plástico y su intensa relación con lo raro que va desde la grandeza creativa de Van Gogh hasta el deslumbrante Armando Reverón.

La idea del científico loco como potencial hombre que seduce y que es capaz de destruir, suele causar tanta fascinación como rechazo y no menos extravagantes son los creadores contemporáneos de las más intrincadas microtecnologías, que son capaces de ingeniar desde juegos hasta las inusitadas formas de comunicación con neolengua incluida, que las nuevas generaciones asumen como parte cotidiana de sus vidas. En los deportes, la competencia se ha vuelto cada vez mayor, porque las inalcanzables marcas ya no son ni siquiera pensables de lograr por el hombre común y el superatleta se muestra como una forma anómala de ejercitar el cuerpo, con su redundante impacto en la mente del individuo y de lo cultural.

Pero todas estas maneras de encantamiento hacia lo mórbido, de manera paradojal, terminan por formar parte de la cultura cotidiana y pierden su carácter de hallarse al margen de lo social para finalmente ser objeto de interés de los centros de estudios, convirtiéndose en un saber de tipo convencional. Nada de especial tiene, porque así ha funcionado lo civilizatorio. 

El asunto se hace más que interesante cuando sobrepasa al individuo y adquiere un carácter social y no podía estar por fuera de estas premisas que asomo, el caso de los liderazgos. Cuando después de un Adolfo Hitler, parecía que la humanidad iba a entrar en una época de reflexión, surgen los más descabellados personajes y el siglo XX llegó a parecer una especie del museo del terror por la cantidad de guías con los más disonantes desvaríos y la relación con las grandes masas precisamente por los desvaríos mentales del líder.


Ese rasgo de intervinculación entre lo insano y las muchedumbres es la marca de Caín que nos sigue persiguiendo incluso en nuestro tiempo, en donde los más disparatados sujetos siguen haciendo el papel de conductores de las naciones, llenando de interés las vidas y las carencias más retorcidas que se encuentran en el mundo íntimo de los pueblos en una espera acechante para disparar a la escena del protagonismo a los líderes más insensatos. Con todas las cuotas de progreso que podamos adquirir y con los más impresionantes avances tecno-científicos, está en la naturaleza social del hombre el ser seducido por las fuerzas oscuras que se hallan siempre latentes.  


Twitter: @perezlopresti


Ilustración: @Rayilustra 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 01 de agosto de 2017