domingo, 15 de diciembre de 2019

Lo contemporáneo


Durante quince años y de manera ininterrumpida, desde el Departamento de Psicología y Orientación de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, en Venezuela, en donde tuve el grato privilegio de ser Jefe en tres oportunidades, dirigimos un programa de actividades en donde tratamos de darle sentido a “lo contemporáneo”.


Con gran esmero y dedicación, colegas, preparadores y estudiantes, organizábamos cada una de estas actividades a las cuales asistía un número sustancioso de personas en forma regular. Los tópicos no podían ser más ambiciosos y simultáneamente terrenales. Básicamente la actividad se desarrollaba en un espacio de lujo, la Cátedra Simón Bolívar de la Facultad, en donde invitábamos a uno o dos expertos en un tema en particular y luego se establecía una conversación con el público asistente en donde la esencia de la actividad era exponer las ideas al debate público. Tuvimos invitados de primera categoría, tanto humana como académica y se generó respeto por las ideas del otro, independientemente de lo controvertido que estuviese con la forma de pensar de los presentes. El debate cordial como elemento dialógico, fue la esencia de esta actividad. 

¿Cómo te llamas y te diré qué eres?

Inicialmente, la actividad se llamaba Psicología del arte, lo cual era muy atinado por ser una invitación conceptual a la libertad, pero por razones que tienen que ver con los artilugios con los cuales se debe tratar de vencer la burocracia, la defensa de lo propositivo y dar sentido de certeza a las autoridades que avalaban la actividad, tuvimos que cambiarle el nombre por uno más rígido y serio: Programa de actividades interdisciplinarias del Departamento de Psicología y Orientación. Ese cambio nos permitió vencer resistencias, mostrarnos ceñidos a la camisa de fuerza que imponen ciertos dinosaurios intelectuales y finalmente hacer lo que quisiésemos, con un grado de libertar solo posible de desarrollar en el seno de La Universidad Autónoma Venezolana, lo cual representa una conceptuación sobre la docencia que dista mucho de parecerse a las instituciones privadas y/o las tuteladas por el gobierno, que no tienden a cultivar los preceptos de quienes nos formamos e impartimos docencia bajo el generoso manto de la autonomía. 

La obsesión por lo contemporáneo

Sobre por qué el tema de la contemporaneidad es asunto que obsesiona a quien escribe estas líneas, lo he dejado plasmado en al menos cuatro libros de mi autoría: Psicología. Lecturas para educadoresPsicología y contemporaneidadLos cambios psicológicos y Para todos y para ninguno y otros ensayos, todo lo cual traté de volcar en esa actividad que de manera colectiva desarrollamos de manera habitual por quince años en Mérida.

Lo contemporáneo forma parte de las cosas que más me atraen porque creo que el hombre, inmerso en su propio tiempo, difícilmente puede llegar a comprenderlo y se transforma en una especie de cordero que va de un lado a otro dependiendo de quién sea el guionista de ocasión. De ahí que una protesta callejera, un tumulto, la moda, la música que se populariza o una causa aparentemente ideologizada es el campo en donde trabajamos y pensamos quienes queremos comprender el tiempo en que vivimos. Pero por encima de cualquier cosa, tal vez lo que mayor fascinación ejerce en este servidor público son las expresiones de la cultura popular o las inducciones que se hacen para que la cultura popular repita patrones impuestos. 

1.Las expresiones de la cultura popular: De lo populachero y vulgar surgen locuciones universales de amor y valor, las cuales saltan y se convierten en símbolos y principios de culto. Imposible perderse tal riqueza, representada en consejas, expresiones musicales, manifestaciones creativas, razonamientos tan burdos como enriquecedores y la sapiencia de la calle y el mercado, ambos vertederos de lo mejor y lo peor del hombre común.

2.Las inducciones que se hacen para que la cultura popular repita patrones impuestos: Cunden laboratorios de la industria publicitaria y se establecen pautas de consumo e inducción de necesidades ficticias. Lo mismo pasa en el terreno de lo ideológico, en donde el pensamiento argumentativo pasa a ser un eslogan y se repiten las mismas consignas desvencijadas y fracasadas sin que se les pueda contra-argumentar sin recibir los cuestionamientos o pataletas de rigor. Las camisas de fuerza ideológicas pasan a ser consignas de limitados intelectuales en donde anida la histeria y las formas más bestiales de justificación de lo violento. 

Regresando a los buenos tiempos

Incapaz de mantenerme quieto frente a las cosas que he cultivado en la vida, otra vez cada jueves, a la misma hora, el Programa de actividades interdisciplinarias del Departamento de Psicología y Orientación sigue existiendo, pero en otras latitudes y con un tercer nombre. La contemporaneidad sigue enmarañando espacios y estaremos ahí, juntando a participantes y espectadores.   





Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 17 de diciembre de 2019. 





domingo, 8 de diciembre de 2019

Contracultura versus contracultura



El hecho de que existan individualidades que se opongan en forma tajante “al sistema” forma parte de los elementos de cualquier sociedad. Es natural que haya personas que manifiesten su contrariedad por la forma como se conducen las dinámicas grupales. El arte, por ejemplo, suele surgir como elemento que contraviene el sistema de creencias de los distintos conglomerados.

Sería muy poco lo que hubiese cambiado la historia de la civilización si no fuese porque individualidades o grupos no estuviesen permanentemente señalando aquellas cosas que incluso no queremos escuchar. Gracias a estas formas de interpretar la realidad y de percibir el entorno es que se inducen cambios, como el derecho al sufragio universal o los derechos sexuales y humanos, en general.

Esto no tiene nada de especial, al punto de que, con frecuencia, los movimientos que inicialmente son percibidos como contraculturales terminan por ser parte de la sociedad en términos de integración a la misma. Los movimientos “contra” o de vanguardia, acaban por formar parte de lo socialmente aceptable, se academizan y se normalizan con el paso del tiempo.

Contracultura de muerte

Bajo esa premisa, pudiésemos decir que existen propuestas vitalistas, que enaltecen lo humano y lejos de ser revanchistas u oportunistas, favorecen al desarrollo. En este sentido, existe una contracultura positiva que finalmente se vuelve adaptativa. De manera antagónica, existen movimientos claramente signados por el odio, la muerte, el deseo de venganza y la anulación del otro, que lejos de formar un aporte se vuelven taras civilizatorias con las que hay que lidiar. Son capaces de invalidar generaciones enteras y la búsqueda de un fin último de carácter maligno se convierte en una clara amenaza para la mesura y el alcance de logros.

¿Cómo distinguir unos de otros? Es una interrogante difícil de resolver, toda vez que hay claros ejemplos de movimientos contraculturales que acecharon la paz humana y terminaron por generar paz y conciencia de los problemas que se planteaban. De igual manera han aparecido formas de lucha que se mostraban benéficas (casi beatíficas) que escondían el espíritu de los lobos con piel de ovejas. De ahí que debe existir un mínimo de sentido común en los grupos que les permita hacer el discernimiento de rigor y separar la paja del trigo.

Los rebaños de ovejas

Lastimosamente para quienes somos parte de la gran nave planetaria, tenemos que ver casi con espanto cómo gigantescas multitudes hacen cosas sin saber por qué las hacen, dicen cosas sin saber por qué las dicen y difícilmente son capaces de pensar con un mínimo de profundidad. Esta muchedumbre es la que en ocasiones trastoca el buen sentido de los pueblos, apuesta por formas erráticas de convivencia o idealizan a líderes monstruosos. Son el acompañamiento mayoritario que conforma la tragedia humana, porque no son reflexivos al momento en que la primera de las ovejas tome la decisión de lanzarse al vacío. La secundan en una expresión malsana que apuesta por lo peor de lo humano, lo que es vulgar y carente de trascendencia. Es la gran chusma, capaz de destruir o poner en jaque de vez en cuando los cimientos de lo humano. Bajo el engaño y la manipulación de rigor son capaces de rebajar lo bello y elevado al punto de volverlo cenizas. El hombre con principios potencialmente se verá enfrentado al gran rebaño, si no tiene las suficientes habilidades para lidiar con él. Entre hacerse el tonto y asumir roles de liderazgo habrá de transcurrir la vida de quien tiene el suficiente talento para pensar por cuenta propia.

La educación es la gran llave que abre las puertas para poder desarrollar sociedades sanas. La insania social tiene que ver con incapacidad de tener ojo crítico ante los asuntos propios de la existencia. Pocas inversiones dejan tantos frutos como la inversión en materia educativa, porque permite la movilización y el igualitarismo social, generando equidad. Un Estado inteligente ha de fomentar la posibilidad de que sus ciudadanos se eduquen o de lo contrario estará generando el caldo de cultivo para que aparezcan las formas más inadecuadas de desenvolvimiento. La educación nunca es un gasto y siempre es una inversión. Pobre de quienes no perciban la educación como el mejor de los bienes humanos, porque tarde o temprano lo alcanzará la barbarie. La educación es la máxima expresión sobre cómo materializar la cultura en términos de equilibrio entre pares y de fomentar mejores niveles de vida en los habitantes de cualquier país.

En la medida que el acceso a la educación sea el privilegio de unos pocos o en la medida en que la educación se masifique al punto que pierda la calidad, cualquier sociedad estará en peligro de que las maneras más abyectas de comportamiento sean las que se apoderen el control de los estamentos de poder. Educar ha sido y sigue siendo parte de lo que soy. Esperemos que la pasión por la educación se contagie.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 10 de diciembre de 2019.  

Venezolanos: Navidad 2019


Va a ser una Navidad especialmente sensible para muchos venezolanos este año. Con familiares desperdigados por el mundo, será inevitable que en cada rincón de cada familia se derramen lágrimas por quienes se han tenido que marchar a otros confines, buscando mejores condiciones de vida. La fragmentación de las familias y el vacío de la separación estarán presentes este mes.

De todas las fechas del año, muchos, entre quienes me encuentro, esperamos los días navideños con emoción y alegría. Para cualquier venezolano, no tiene nada de especial que la Navidad se celebre desde el 15 de noviembre en adelante. Para quienes somos andinos, por ejemplo, Navidad es hasta que se hace la paradura del niño, por lo que la fiesta dura al menos dos meses. Este tiempo tan particular, con su enorme carga de religiosidad y tradición, permite  que una y otra vez nos miremos a la cara en torno a la mesa y a los más deliciosos platos de la comida de nuestro país. Esencialmente la navidad es una fiesta familiar.

Para quienes nos vemos forzados a pasarla en otros confines la vivencia no es menos rara, toda vez que quisiéramos que la reunificación de cada familia se hiciese algún día realidad. Ya ni entiendo el problema venezolano en términos de explicación política, porque el cansancio y el hastío de las expectativas no  satisfechas han hecho que de alguna manera haya terminando por aceptar nuestro país tal como es: Una repetición de yerros en los que se sobreponen intereses personales y grotescos idearios para tratar de justificar tamaño entuerto. Viví la fragmentación de una sociedad, tanto como ciudadano que trata de cumplir con las normas como desde el ámbito personal, lo cual remueve el mundo interior, los valores y los afectos.

En tierras de nadie

La idiosincrasia de cualquier compatriota lo hace vulnerable al desarraigo y a la sensación de vacío. No es cosa menor andar por el mundo escuchando música venezolana, comiendo arepas y cantando un cumpleaños feliz tan largo. Como errantes, nos encontramos con personas de otros países enjutas, encerradas en su neurosis, carentes de musicalidad vital, mientras la danza, la fiesta y la carcajada nos acompañan a donde quiera que vayamos. Es que ser venezolano lo hace a uno sin lugar a dudas un ser especial. Del país de las grandes celebraciones y la chanza de rigor, solo puede seguir brotando alegría, aun en las más difíciles circunstancias.

Contemporáneos y familiares están regados por la tierra, desde Australia hasta Canadá y cada vez que me nombran a alguien, casi por reflejo pregunto ¿en dónde se encuentra? y las respuestas no dejan de ser sorprendentes. En general, cada familia tiene al menos una persona fuera de Venezuela, mientras otros grupos de conocidos se han podido marchar en su totalidad.

Una colega, en una reunión a la que acudí recientemente, me decía que tenía tres hijos, en tres países diferentes, mientras se le escapaban las lágrimas. ¿De cómo llegamos a disolver la esencia de una nación? será tema de estudio de varias generaciones. En lo que a mí respecta, todo recuerdo hermoso de mi país lo llevo tatuado en mi memoria. Imagino que solo se puede vivir una vez en el paraíso.

De lo negativo, que es mucho, lastimosamente está vinculado con hechos políticos que escaparon a nuestra capacidad de resolución. Los que pudimos conocer las dos Venezuela, la que una vez tuvimos y la actual, sabemos que no es mala decisión migrar a otros confines si es imprescindible. En la medida que nuestras Universidades nos prepararon con una formación de calidad y bajo la premisa de que pudimos ser beneficiados con educación gratuita, se generó una condición de igualitarismo que se la agradecemos a quienes tuvieron la elevada visión de apostar por la enseñanza.

Cuando cada barril petrolero se invirtió en educar a los venezolanos de los más diversos orígenes, se nos estaba convirtiendo en potenciales entes transformadores de cualquier contexto en el cual nos desempeñásemos. Eso somos hoy en día quienes nos tuvimos que marchar, con el título por delante. Quien no estudió en la Venezuela potencia, perdió la posibilidad de adquirir una formación que pocos países están en condiciones de ofrecer a sus ciudadanos.

El mejor lugar del mundo

En estos días de Navidad, no puedo dejar de recordar las enseñanzas de mi abuela, con sus largas e impresionantes historias sobre la Segunda Guerra Mundial, su infinita gratitud con el país que la recibió y las insondables vicisitudes por las que transita cualquier migrante. En estos días no dejo de recordar a mi abuela cada vez que decía que el mejor lugar del mundo es donde a uno le vaya bien y lo decía rodeada de su familia.

Yo digo que el mejor lugar del mundo es donde a uno le vaya bien y eso tiene que ver con poder compartir cada día con las personas que amamos. En esta Navidad tan especial, en la cual el desarraigo está presente en muchos compatriotas, no puedo sino agradecer al país que tanto me dio.





Publicado en el diario El Universal de Venezuela el martes 03 de diciembre de 2019. 

martes, 26 de noviembre de 2019

Entre dos polos

Mientras cruzaba el Puente Internacional Simón Bolívar, como muchos otros venezolanos,  buscando mejores posibilidades de vida en otros lugares, gente de buena voluntad nos esperaba al otro lado de la frontera para ofrecernos un plato de sopa y una manta. Una sola muda de ropa (la que cargaba puesta) y una mochila en la que llevaba  los documentos legales de rigor, fueron los pertrechos que me acompañaron ese día, el cual solo era el comienzo de una infinitud de situaciones singulares, no ajenas a los peligros de rigor, que me permitieron terminar sentado frente al computador, escribiendo este texto.


De las vicisitudes, los viajes, los riesgos y las carencias vividas en mis últimos años de existencia, intentaré escribir en otros espacios. Por lo pronto la “gastronomía del ojo” acapara mi interés. Lo que veo y escucho cada día, en cada uno de los escenarios que me circunscriben acapara mi atención. Es difícil abstraerse por completo de las circunstancias, por más que cultivemos el placer de tratar de vivir lo mejor posible cada día. Ser migrante requiere de una voluntad y disciplina en la que no es inusual desfallecer.

Entre rivales

Habiendo experimentado en carne propia, durante la mitad de mi existencia, lo que conlleva el hecho de que una sociedad se polarice en bandos confrontados, algunas experiencias ajenas me son tan propias que es inevitable caer en el lugar común de sentir que estoy viendo la misma película por segunda vez. En estricto rigor, se trata de una auténtica estafa propia de la vida que a algunos nos ha tocado vivir. El tener que lidiar no una sino dos veces con la misma muralla de dificultades pareciera un producto solo concebible en una mente macabra, de un teatro de horrores con situaciones tragicómicas.  Eso tiene dos vertientes que generan pesadumbre: 1) Por un lado el sentir que ya sabemos cómo termina todo y lo otro: 2) El intuir lo que cada uno ya va a pensar y/o decir. Toda una pesadilla.

En realidad las sociedades están conformadas por multiplicidad de individuos que llevan a cuesta sus prejuicios o taras intelectuales, las cuales se disparan como un resorte en el instante en que una situación propia a la dinámica con los demás active su sistema de creencias, siempre matizado por las cosas positivas y negativas que conforman su percepción de las cosas.

En el momento en que una persona sienta vulnerado sus intereses personales, lo más probable es que deje de apoyar cualquier causa social, por más justa que parezca. En el momento en que sean vulnerados los derechos de otros y en el mundo interior del sujeto se active el revanchismo, el resentimiento, el complejo de inferioridad y la sensación de minusvalía, es bastante probable que se termine por aupar las más oscuras posiciones, como avalar estrambóticas formas de violencia o alegrarse por el sufrimiento ajeno.
Es la parte más oscura del sujeto la que aparece cuando se toman posturas lejanas a estar matizadas y se cae en el piloto automático del fanatismo. Es la historia del ser humano repetida al infinito una y otra vez.

El equilibrista

Si se quiere cultivar una posición medianamente objetiva en un contexto que tiende a dividirse en bandos enfrentados, se está haciendo todo el tempo un ejercicio de equilibrista del más alto nivel. El que se intenta mantener en una posición razonable, verá las embestidas de las posiciones más alocadas y carentes de juicio. En ocasiones haremos mutis porque sería un sinsentido expresar abiertamente lo que pensamos en un contexto de enloquecidos; en ocasiones solo expresamos lo que hemos vivido, sin ánimos de generar polémica, solo con el deseo de compartir la experiencia de vida.

Lo cierto es que es muy difícil construir. Destruir, por el contrario, requiere de poco tiempo. Lleva muchos años crear una sociedad unida en su esencia con personas remando hacia el mismo lado. En cuestión de horas un pueblo se puede fragmentar en sus cimientos. He vivido y vuelto a vivir la polarización de una sociedad, que traía odios y rencores mitigados a cuesta y en un abrir y cerrar de ojos, vemos cómo se pulverizan sueños y expectativas colectivas, al igual que aparecen los idearios más recalcitrantes, con el peso que lleva consigo el deseo de aplastar al otro.

Desde arriba

Aristóteles preconizaba la idea de intentar posicionarse en justo punto medio y ver la totalidad de lo que ocurre como si fuese una gran torta. Dos siglos y medio después, algunos tratamos de hacer el ejercicio filosófico de intentar mirar la totalidad y plantarnos desde arriba, mientras vemos con nuestros ojos cómo lo humano pareciera no haberse desarrollado tanto como preconizamos. La violencia, expresada en todas sus formas, nos sigue acompañando.

Lo bueno de lo malo es que, independientemente de lo que ocurra en nuestro entorno, podamos impedir envilecernos. Si nos salvamos de eso, estaremos en una posición tan elevada, que bien habrá valido la pena haber transitado por caminos tan torcidos.


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 26 de noviembre de 2019. 

domingo, 17 de noviembre de 2019

Entre la moda y la furia


Hay personas que son tan tristes que lo contagian. Lo mustio los identifica. Hay personas que son tan alegres que lo contagian. El entusiasmo los identifica. Lo mismo pasa con las sociedades.


Existe una manera de ser y entender la vida que configura lo que llamamos identidad. La identidad puede ser abordada desde el punto de vista individual (identidad del sujeto), colectivo (identidad grupal) o extenderse a grupos poblacionales más amplios (identidad social). La interpretación de lo que somos y aquello que nos circunscribe en relación a la vida y al espacio que ocupamos (algunos usan el rimbombante término de cosmovisión), hace que seamos diferentes dependiendo de dónde seamos. De las cosas apasionantes de la vida es tener contacto con pueblos cuya identidad es distinta a la nuestra y hacer el ejercicio intelectual de tratar de comprenderlos.

Dirigiendo miradas

Si no pasamos la página de lo ocurrido en el pasado, viviríamos en un foso al cual recurrentemente volveremos. Por eso el olvido es una función mental propia de cualquier sujeto sano. Tratar de no vincular el pasado con emociones negativas y ser lo suficientemente fuerte para seguir adelante es el desafío de cualquier sujeto o sociedad robusta. Estarse lamiendo las heridas de lo pretérito es fuente de deseos de revanchismo y potenciales venganzas. Algunas sociedades quedan atrapadas en ese oscuro pasado que las persigue y otras son más pragmáticas, lo superan y siguen adelante.

Los grupos humanos que están motivados para avanzar parten de una situación de carencia, donde el sujeto no posee lo que busca o anhela. Se orientan a un fin futuro y se tienden a satisfacer metas concretas, las cuales, se supone, van a eliminar la carencia inicial. El problema es cuando se alcanza la carencia y esto no satisface al sujeto. Se genera una sensación de contrariedad. Si el sujeto no queda satisfecho al satisfacer la necesidad inicial, se genera una terrible y paradójica sensación de pérdida y desolación.

Toda motivación tiende a generar tensión y una vez alcanzada la meta es imprescindible generar un nuevo fin o de lo contrario el ser tiende a plantearse nuevos asuntos. La tendencia a la problematización de la vida es propia del ser humano. La minimización de la problematización de la existencia y el tratar de ser resolutivo es sinónimo de felicidad. Una sagaz mirada política debería visualizar estos preceptos.

Psicología política

Hay una dinámica propia en la psicología de las masas, que independientemente de los intentos por tratar de inducirla, no siempre responde a las expectativas que unos y otros tenemos. Los liderazgos trascendentes de la historia son aquellos que han tenido la intuición para adelantarse a los inexorables cambios que son consustanciales con el devenir de la humanidad y han ofrecido las respuestas que han permitido la satisfacción de las expectativas de grandes mayorías. La capacidad de predictibilidad es el arte de ejercer cualquier liderazgo y de hecho es la esencia del animal político. El verdadero líder es el que va dos pasos adelante del resto y crea una agenda que permite mitigar frustraciones y debilidades al anticiparse a las necesidades colectivas.

Es normal que en cualquier sociedad se aspire a vivir mejor y sería necio no aceptarlo. La tendencia al inconformismo es natural, pero se hace más evidente en unas realidades que en otras. El ideal de progreso va de la mano con cualquier espíritu sano.

Superficial como estilo

Hay gente banal. Es su esencia ser superficial, plástica y vacua. Al ser vacío, el ser entra en conflicto consigo mismo. En la enorme dificultad por tratar de componer su vaciedad, tiene solo tres maneras reactivas de defenderse: A través de la tristeza, el miedo o la rabia. No es raro que se mute de un estado a otro y de una tristeza agazapada y de manos con la sensación de vacío, surja la rabia, que se transforma en furia indómita y en conductas extremadamente violentas. Las personas con una tristeza mantenida en el tiempo tienden a desarrollar un narcicismo tan poderoso que consideran que el mundo gira alrededor de sus miserias. Si esto lo multiplicamos por miles y miles que comparten el mismo sentimiento, se genera un caldo de cultivo en donde nacerán los más contrariados sentimientos y las más controvertidas conductas.

Lo superficial (o banal) de por sí podría ser incluso algo meritorio y loable que da sentido a la existencia de muchos. La moda es un ejemplo de cómo lo banal se puede transformar en algo creativo. Lo potencialmente maligno de lo banal es cuando se acompaña del sentimiento de derrota. Entonces se convierte en una bomba de tiempo que se transformará en odio y el odio es una fuerza tan poderosa que si se implanta en una sociedad se hace muy cuesta arriba poderlo erradicar. El odio es una manera de conducirse desde lo triste de la existencia y representa el máximo triunfo autodestructivo de la depresión emocional de cualquier conglomerado.




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 24 de diciembre de 2020. 
 




domingo, 10 de noviembre de 2019

De ciclos y otros escenarios




-¿Qué estabas haciendo el día que tumbaron (o “cayó”) el muro de Berlín?, es la pregunta de sobremesa de cualquier persona que tenga edad suficiente para recordarlo. A fin de cuentas solo han pasado treinta años de ese hecho histórico.

En lo particular recuerdo que los grupos comunistas y aquellos tendientes a preconizar el ideario de “izquierda”, se quedaron sin argumentos para explicar o darle forma a lo que estaba ocurriendo. Por su parte el pensamiento liberal y particularmente el liberalismo más clásico, habían conseguido ¡por fin! señalar que el camino inequívoco al cual debía transitar la civilización había quedado más que marcado. Creo que en el mundo contemporáneo, contrario a otras épocas, tres décadas es tiempo suficiente para intentar hacer el ejercicio intelectual de plantearse que se trata de un ciclo en el cual quedaron claras ciertas cosas que por la ceguera propia que implica vivir en un tiempo en particular, es difícil precisar.

La ceguera histórica

El hombre difícilmente puede llegar a entender el tiempo en que vive. No lo puede entender precisamente porque lo está viviendo y sus prejuicios lo obnubilan. Es casi imposible disociar la capacidad de pensar con los sentimientos y ese vínculo que se establece entre el intento de comprender las cosas (lo racional) y las emociones con las cuales las tratamos de entender (lo afectivo), es muy difícil de separar.

Tampoco puede entender el tiempo pasado, porque no lo vivió. La historia, que en realidad es historiografía, o registros de los hechos históricos, es en el fondo una profunda tergiversación de lo que aconteció en tiempo pretérito y sobre lo cual, por no haberlo experimentado, lo manejamos mentalmente como ajeno a nuestra realidad. La asumimos con la misma capacidad de falsear el presente, con el agravante de que ni siquiera lo hemos experimentado.

La fórmula mágica

En un intento de dar explicación a las cosas, recurrimos a los idearios cuando no al pensamiento utópico. José Ortega y Gasset señalaba que pensar en “izquierda” y “derecha” eran expresiones de hemiplejía mental. Por mi parte, creo que son reduccionismos atávicos y formas de expresión rudimentarias que no comparecen con los tiempos en que vivimos. Pronunciarse en términos de “izquierda” y “derecha” son expresiones contrahechas de dinosaurios intelectuales, como quien entiende la vida en sociedad alegando que existe un sistema capitalista enfrentado contra un sistema socialista. Son pobres formas de entender la compleja realidad humana y los cambios propios de cualquier tiempo. Se suponía que con el fin del muro de Berlín y sus implicaciones, íbamos a desarrollar sociedades más armónicas sin los eternos fantasmas de pasado. La realidad refuta a las ideas.

El comienzo de la historia

Menos de la mitad de los países de la tierra tienen sistemas democráticos como forma de convivencia. Muy por el contrario, en estos treinta años las democracias del planeta tuvieron su auge y ahora experimentan claras debilidades. En algunas regiones se podría cuestionar si son más los problemas o las soluciones a las cuales puede responder un sistema democrático. Quienes nos sentimos demócratas y aupamos esta forma de gobierno, nos parece una calamidad que esto esté ocurriendo, porque es regresar una y otra vez a Maquiavelo. El Príncipe es el libro de cabecera de cualquier persona que se interese en asuntos propios de la vida en sociedad y es una mengua no atender a sus enseñanzas. El eterno retorno a Maquiavelo pareciera ser la consigna de quien aspire a ocupar cargos de poder en el enmarañado siglo XXI.

Una cosa son las ideas, algunas veces simples ideítas prefabricadas y otra completamente distinta el ejercicio de gobernar. Son tiempos para monstruos políticos y no para hombres con mansedumbre espiritual. Numerólogos, estadísticos, periodistas, estrellas de la farándula, deportistas y ahora las redes sociales, tratan de imponer sistemas de creencias sobre la gran masa humana. En cuestión de horas una persona con influencia en las redes sociales, de pocas luces y amoralidad como norte, puede hacerle la vida cuadritos a cualquier político de la contemporaneidad. Es la politización de la vida en sociedad por parte de la chusma “opinadora”, haciendo tambalear estrategias y posturas en torno a los planes de quienes deben ejercer la imprescindible conducción de los pueblos.

Los políticos exitosos y trascendentes que se han venido aglutinando después de la caída del muro de Berlín tienden a ser de corte brutal, liderazgo cercano a lo animal, comportándose como líderes de manada con claras tendencia a la megalomanía y el narcicismo. Las sociedades se rinden ante estos perfiles y lejos de tender al equilibrio, tienen como fórmula para alcanzar el poder la inducción de la polarización de las sociedades o la eliminación física de cualquier potencial enemigo. A treinta años de la caída del muro, el escenario actual no era lo que se había previsto.




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 12 de noviembre de 2019. 

domingo, 3 de noviembre de 2019

El malestar del equilibrio



Era un diciembre cuando de manera afable, un grupo de amigos chilenos me invitó a cenar. Después de unos cuantos tragos de vinos espumantes y alardes de buen gusto y mejores maneras, me explicaron por qué los venezolanos, apostando al estatismo enfermizo y la poca capacidad de aupar la economía de libre mercado nos merecíamos la tragedia que estábamos viviendo. Estructuralmente tendientes a lo numérico, me explicaban el enorme producto interno bruto que tiene el país austral y la manera efectiva en que lograron disminuir la pobreza. Como tiendo a ser aplomado, escéptico y tengo la calle en las venas, trataba de disfrutar las buenas bebidas que me ofrecían.

Etnocentrismo negativo

El etnocentrismo es la actitud del grupo, raza o sociedad que presupone su superioridad sobre los demás y hace de la cultura propia el criterio exclusivo para interpretar y valorar la cultura y los comportamientos de esos otros grupos, razas o sociedades. Una de las cosas que he vivido en carne propia es aprender a escuchar la suciedad (inmundicia) de la calle. Ajeno a lo virtuoso, lo vulgar es la genuina representación del alma socavada de los pueblos. En el sentimiento marginal se halla la riqueza cultural de una parte invaluable que conforma la identidad de una nación. La clase media, a fin de cuentas, mantiene más o menos el mismo discurso en todas partes. Viví la autocrítica destructiva y malsana de los venezolanos clase media de los años 90 del siglo pasado y conozco los resultados de ese proceso social. Nos mataba el etnocentrismo y aspirábamos a ser el mejor país del mundo. Recuerdo que en cualquier conversación se decía que si los japoneses esto, que si los japoneses lo otro. Era la Venezuela etnocentrista que se consideraba lo peor y potencialmente, a la vez, lo mejor del mundo. Ese mismo discurso lo he escuchado en cada chileno con quien he compartido sobremesa. La queja como forma de conducirse es parte de nuestra estructura cultural. Creernos el sucio e inmaculado ombligo del mundo simultáneamente.

Pobrecito Ícaro

En la mitología griega, Ícaro tenía unidas con hilos las plumas centrales de sus alas y con cera las laterales. Se le advirtió que no volase demasiado alto porque el calor del sol derretiría la cera ni demasiado bajo porque la espuma del mar mojaría las alas y no podría volar. Cuando Ícaro comenzó a ascender, contrariando lo aconsejado, el quemante sol derritió la cera y las alas se desarmaron. Murió al caer al mar. Los procesos de ascenso social en América Latina una y otra vez se tropiezan con los mismos problemas. Países exportadores de materias primas, dependientes de los precios que establecen las demandas de los mercados, pareciera que existiese un techo de desarrollo que no se podrá superar. Quieren seguir ascendiendo en la natural escala de aspiraciones humanas sin tener con qué, a la par de intentar implementar modelos utópicos fracasados. Con poca capacidad de generar sus propias ideas, las antiguas formas de pensamiento rígido y encapsulado no dejan de resucitar.

El maldito equilibrio

Los seres humanos, en general, no somos muy dados a manejar el equilibrio como forma de conceptuar la vida. Creemos que se es inerte cuando logramos estar equilibrados y tendemos a romper esta dimensión. En los bolsillos cargo calderilla y billetes. Tiendo a pagar en efectivo y al contado y si bien le debo demasiado afecto y solidaridad a mucha gente, no le debo ni un centavo a nada ni a nadie. Oriundo de las montañas, aprendí a pagar las cuentas con dinero contante y sonante desde que tengo memoria. La primera vez que fui de compras en Santiago, el vendedor no podía entender por qué iba a pagar todo de un tajo en vez de hacerlo en una docena de cómodas cuotas. Tal vez mis niveles de aspiración en lo que respecta al confort son bajos y mi estatus lo tengo claro: No necesito demostrarle nada a nadie. Las maneras como se endeuda la clase media chilena no tienen comparación con otras sociedades que haya conocido. Lo digo como trashumante, mochilero, trotamundo y taguarero. Aspirar a tener más sin tener lo suficiente, conlleva a endeudarse en una espiral de la cual es casi imposible salvarse y la bancarrota tiende a ser el derrotero. Doblemente condicionados por nuestras pulsiones y lo aprendido, la falacia del libre albedrío es la excusa culposa culpante para explicar las deudas. Las sociedades de consumo esclavizan al ciudadano que aspira a verse mejor que los demás.

Relaciones peligrosas

Cuando, en términos marxistas el lumpenproletariado y la pequeña burguesía se ensamblan, se genera una bomba que tarde o temprano estalla. Si la clase media aplaude la barbarie que grupos delincuenciales realizan, se comienza a generar una bola de nieve de resultados impredecibles. El “caracazo” edulcorado por la inteligencia venezolana de la época, trató de dar las explicaciones más sesudas y contrahechas a lo delincuencial. Lo peor de sentir que las cosas se repiten es que anticipamos los resultados.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 05 de noviembre de 2019. 

viernes, 11 de octubre de 2019

Trabajo y esencia


En una ocasión, desde la centralizada y distante ciudad de Caracas, notable en la contemporaneidad por su decadencia y pobreza cultural inducida, se planificó un estudio para entender tres modelos de gestión, que en su momento llamaron la atención por su elevado nivel de éxito, lo cual era toda una novedad.


El primero era “Aguas de Mérida”. Cualquiera que haya ido a esa ciudad, pero más quienes allí nacimos, sabemos que no existe un agua tan sabrosa como la de esa parte de los andes. En mis afanes por hacer montañismo, en muchas ocasiones fui a tomarla en la fuente original de donde emerge, a más de 4220 metros de altura y se encauza en la Cascada El Duende, derivando en el río Mucujún. Era depurada por una empresa tradicional, con personal contratado desde hacía años, con instalaciones deportivas y recreativas al lado de la planta de procesamiento, en el sector conocido como El Vallecito.

El otro modelo de gestión exitoso era “El pasaje estudiantil”. Se trataba de una estructura estrictamente transversal (horizontal), en la cual, a través a la renta petrolera, se subsidiaba la posibilidad de que los estudiantes pudiesen usar el transporte público. El modelo era increíblemente exitoso, en donde de manera colaborativa, se repartían turnos de cumplimientos de trabajo de pares, sin una jefatura como tal. El fin último era el mismo y era motivo de interés la celeridad y eficacia del modelo.

El tercero era el “Hospital San Juan de Dios de Mérida. Centro de Atención Integral en Salud Mental”, del cual tuve el privilegio de formar parte en sus inicios, hasta que cumplió casi una década de funcionamiento. Se trataba de una estructura organizacional de carácter jerárquica, dirigida por una orden religiosa en donde la toma de decisiones era de carácter vertical, con pocas posibilidades de coparticipación en la toma de decisiones por parte de quienes formaban los niveles más bajos de la estructura piramidal perfecta.

Eran tres modelos muy disímiles entre sí, que llevaban a la pregunta: ¿Por qué tres modelos, con organigramas diferentes, con tipos de jefaturas y tomas de decisiones que iban desde la transversalidad más auténtica, hasta la verticalidad más absoluta eran exitosos?

Y mientras tanto

A la par que se desarrollaba este trabajo, la opinión pública venezolana, en múltiples estudios, señalaba que las tres instituciones que más generaban credibilidad, confianza y respeto eran: “Las Universidades Autónomas, La Estatal Petróleos de Venezuela y el Ejército Nacional”. Hoy las tres instituciones, por cierto, menguadas, colapsadas o caídas en desgracia. Era la gran Venezuela potencia de los 80 y los 90, de la cual se esperaba mucho, mientras a la par se cocinaban los más desmesurados esfuerzos por forzar la caída y desmembramiento de la estructura institucional, la cual se venía consolidando de manera continua, desde mediados de la década del 40 del siglo XX.

Volviendo a Mérida

Los resultados de la investigación en torno a tres modelos ejemplares, “Aguas de Mérida”, “El pasaje estudiantil” y el “Hospital San Juan de Dios de Mérida. Centro de Atención Integran en Salud Mental”, generaron gran expectativa entre quienes nos hemos dedicado a formar equipos, participar en la gerencia de instituciones o asumir roles de liderazgo. Los resultados iban a ser fuente de conocimiento de por qué esos modelos, pese a ser radicalmente distintos en su concepción, funcionaban bien.

La respuesta fue tan amable y perfecta como se pudiese esperar. Los resultados arrojaron que esos tres modelos funcionaban bien porque quienes trabajaban en esas instituciones los hacían trabajar bien. Dicho de otra forma: Era la gente que trabajaba en esos tres sitios la que hacía que fuesen paradigmáticos en su funcionamiento, generando magníficos resultados. Era más interesante aún cuando al revisar los salarios de los trabajadores, los mismos no representaban un atractivo especial, muy por el contrario, eran sueldos promedios e incluso nulos, en el caso de los estudiantes.

¿Cómo se generan climas laborales sanos que hagan que las personas den mucho de sí, de su sistema de creencias y valores, logrando pasar las horas en el trabajo de manera armónica y saludable y además alcancen niveles de excelencia en lo que respecta al cumplimiento de sus funciones?

Creo que existen varios elementos claves para alcanzar este logro, pero me focalizaré en esta ocasión en solo dos aspectos:

1.La selección del personal. La acuciosidad y delicadeza con la cual se determina cuál es el mejor talento humano es pieza clave para que las cosas fluyan.

2.La posibilidad de precisar de manera temprana aquellas individualidades y micro-grupos que funcionan como fuentes generadoras de conflictividad, capaces de acabar con el equilibrio que necesitan los equipos de trabajo. Esto último va de la mano con la cohesión de grupos sanos, capaces de funcionar como sistemas potencialmente autoregulados que limitan a quienes apuestan por alterarlos.






Foto: Andrea Estrada

Publicado en el diario El Universal, de Venezuela, el 08 de octubre de 2019. 

Dr. Alirio Pérez Lo Presti. Entrevista Bajos de Mena Radio








En un inicio del trabajo con el CRS Hospital Cordillera, hoy miércoles 09 de octubre de 2019 se realizó el primer programa de conversación, en esta ocasión hablamos sobre salud mental y qué mejor que con  el  Dr. Alirio Pérez Lo Presti , Jefe Servicio Clínico de Salud Mental del CRS.

martes, 8 de octubre de 2019

'La Salud Mental en estos tiempos'

Este miércoles 09 de octubre de 2019, desde las 15:00 horas, estaremos conversando sobre 'La Salud Mental en estos tiempos' por bajosdemenaradio.cl y la 106.3 FM


lunes, 7 de octubre de 2019

La maleta perdida



Todavía mi esposa y yo no estamos seguros de cuántas maletas hicimos cuando nos mudamos a Santiago. Fuimos muy meticulosos al decidir qué nos llevábamos y qué dejábamos, así que recordamos que una de las cosas que embalamos particularmente con cuidado eran nuestros álbumes fotográficos de toda nuestra vida familiar, la de antes de conocernos y la que hemos construido juntos.

Estaban mis fotos con mis abuelos, padres, hermanos, sobrinos, tíos, primos, amistades… cada una representando momentos relevantes de nuestras vidas de gente que hace lo posible por ser común y corriente. Los bautizos, las bodas, los aniversarios, las celebraciones de cumpleaños, las de los viajes, las de la playa, en fin , la recopilación en imágenes del ciclo temporal que un grupo de personas afines, ya sea por amistad o consanguinidad, tuvieron a bien compartir una repetida y subsecuente cantidad de instantes.

Los álbumes de fotos familiares son la representación tangible de la existencia del tiempo y sus consecuencias. Cuando los vemos nos llenamos de alegría, de nostalgia, de curiosidades y hasta nos invade el divertimento. Cada foto es la posibilidad de detener al tiempo y llevarlo a una materialización imposible de duplicar, que es la de nunca jamás poder repetir el momento captado. Con el auge de las redes sociales, parece que ya no es necesario cargar con una maleta de fotos importantes, mas el registro fotográfico que precede al auge de las nuevas tecnologías ha sido capaz de detener en imágenes momentos que lo cambian todo, tanto para la vida de una persona, como para la historia total de la civilización. En una imagen cabe un universo, y no es una metáfora.

Nos hemos sentado seriamente con la gente de la aerolínea y hay indicios de que por una alteración aparentemente poco probable de seriales, se presume que pueden haber pasado tres cosas: 1. La maleta que llevaba nuestras fotos está en el fondo del pacífico, como consecuencia de una eventualidad aérea que está registrada en los medios y coincide con el tiempo de nuestro viaje 2. Entre Uzbekistán y Tailandia debe haber llegado una maleta con un serial similar al de la nuestra y tal vez, presume la línea aérea, no llegó a un destinatario particular sino a una de esas compañías de Asia que tardan hasta años en revisar las menudencias que les llegan por tener poco personal para esos menesteres.  3. Simple y llanamente las tiene una persona o una familia en particular se quedó con los álbumes y a través de este artículo espero que reflexione y nos devuelva lo que no le (s) pertenece.

Como consecuencia de no tener ningún registro memorístico fotográfico de nuestro pasado, literalmente estamos tratando de generar una construcción iconográfica desde cero, en donde estamos planeando volvernos a bautizar, hacer la primera comunión, volvernos a casar y celebrar cuanto instante haya lugar, en una suerte de antológica segunda oportunidad de burlarnos un tanto del tiempo y con más de medio siglo de vida encima, hacer una representación en donde el pasado y el presente estarán graciosamente entremezclados y si había dudas de la existencia de una corriente de pensamiento llamada postmodernismo, con esta serie de imágenes reivindicaremos el concepto y haremos otra nueva contribución al pensamiento filosófico occidental.

Como en esas películas que tienen hasta una docena de episodios, en donde el protagonista intenta buscar una verdad inasible, estamos tratando de reconstruir una serie de imágenes que han de restituir la vida pasada que hemos tenido, que en realidad es un desafío ambicioso y hasta maravilloso. Estamos tratando de volver a vivir las cosas buenas que hemos vivido, como si mágicamente pudiésemos tener la oportunidad de volver a vivir otra vez la vida que uno siempre quiso haber vivido y en ese descubrir de lo mejor y lo peor, existe la posibilidad de erradicar instantes indeseables, torpes metidas de pata y lastres que ya el tiempo no me permite ver con nitidez.

Viéndolo con la lupa del que trata de buscarle lo bueno a lo malo, tenemos la posibilidad de hacer una especie de fumigación de las plagas iconográficas que no queremos, de aquellas que no llegaron a buen destino y de las que se hicieron innecesario olvidar, porque nada comprueba que alguna vez ocurrieron. De ese tamaño es lo que ocurre cuando se trastoca el eslabón de historia de vida cotidiana de un ser humano, que en realidad es nada pero a la vez lo es todo, porque el centro absoluto de cualquier individuo es él mismo.

El arraigo va de la mano con simbolismos, costumbres, sistemas de creencias y formas de vinculación que son la esencia de la noción de identidad que nos reafirma con nuestras particularidades, evitando el desarraigo y la sensación, muchas veces devastadora de soledad. El poder tejer pequeños espacios que nos recuerdan el lugar de donde somos y la historia de vida que tenemos es parte de una apuesta cercana a un acto de fe que caracteriza lo humano. 




Publicado en el diario El Universal, de Venezuela, el 06 de agosto de 2019.