Hay personas que son tan tristes que lo contagian. Lo mustio
los identifica. Hay personas que son tan alegres que lo contagian. El
entusiasmo los identifica. Lo mismo pasa con las sociedades.
Existe una manera de ser y entender la vida que configura lo
que llamamos identidad. La identidad puede ser abordada desde el punto de vista
individual (identidad del sujeto), colectivo (identidad grupal) o extenderse a
grupos poblacionales más amplios (identidad social). La interpretación de lo
que somos y aquello que nos circunscribe en relación a la vida y al espacio que
ocupamos (algunos usan
el rimbombante término de cosmovisión),
hace que seamos diferentes dependiendo de dónde seamos. De las cosas
apasionantes de la vida es tener contacto con pueblos cuya identidad es
distinta a la nuestra y hacer el ejercicio intelectual de tratar de
comprenderlos.
Dirigiendo miradas
Si no pasamos la página de lo ocurrido
en el pasado, viviríamos en un foso al cual recurrentemente volveremos. Por eso
el olvido es una función mental propia de cualquier sujeto sano. Tratar de no
vincular el pasado con emociones negativas y ser lo suficientemente fuerte para
seguir adelante es el desafío de cualquier sujeto o sociedad robusta. Estarse
lamiendo las heridas de lo pretérito es fuente de deseos de revanchismo y
potenciales venganzas. Algunas sociedades quedan atrapadas en ese oscuro pasado
que las persigue y otras son más pragmáticas, lo superan y siguen adelante.
Los grupos humanos que están motivados
para avanzar parten de una situación de carencia, donde el sujeto no posee lo
que busca o anhela. Se orientan a un fin futuro y se tienden a satisfacer metas
concretas, las cuales, se supone, van a eliminar la carencia inicial. El
problema es cuando se alcanza la carencia y esto no satisface al sujeto. Se
genera una sensación de contrariedad. Si el sujeto no queda satisfecho al
satisfacer la necesidad inicial, se genera una terrible y paradójica sensación
de pérdida y desolación.
Toda motivación tiende a generar
tensión y una vez alcanzada la meta es imprescindible generar un nuevo fin o de
lo contrario el ser tiende a plantearse nuevos asuntos. La tendencia a la problematización
de la vida es propia del ser humano. La minimización de la problematización de
la existencia y el tratar de ser resolutivo es sinónimo de felicidad. Una sagaz
mirada política debería visualizar estos preceptos.
Psicología política
Hay una dinámica propia en la
psicología de las masas, que independientemente de los intentos por tratar de
inducirla, no siempre responde a las expectativas que unos y otros tenemos. Los
liderazgos trascendentes de la historia son aquellos que han tenido la
intuición para adelantarse a los inexorables cambios que son consustanciales
con el devenir de la humanidad y han ofrecido las respuestas que han permitido
la satisfacción de las expectativas de grandes mayorías. La capacidad de
predictibilidad es el arte de ejercer cualquier liderazgo y de hecho es la
esencia del animal político. El verdadero líder es el que va dos pasos adelante
del resto y crea una agenda que permite mitigar frustraciones y debilidades al
anticiparse a las necesidades colectivas.
Es normal que en cualquier sociedad se
aspire a vivir mejor y sería necio no aceptarlo. La tendencia al inconformismo
es natural, pero se hace más evidente en unas realidades que en otras. El ideal
de progreso va de la mano con cualquier espíritu sano.
Superficial como estilo
Hay gente banal. Es su esencia ser
superficial, plástica y vacua. Al ser vacío, el ser entra en conflicto consigo
mismo. En la enorme dificultad por tratar de componer su vaciedad, tiene solo
tres maneras reactivas de defenderse: A través de la tristeza, el miedo o la
rabia. No es raro que se mute de un estado a otro y de una tristeza agazapada y
de manos con la sensación de vacío, surja la rabia, que se transforma en furia
indómita y en conductas extremadamente violentas. Las personas con una tristeza
mantenida en el tiempo tienden a desarrollar un narcicismo tan poderoso que
consideran que el mundo gira alrededor de sus miserias. Si esto lo multiplicamos
por miles y miles que comparten el mismo sentimiento, se genera un caldo de
cultivo en donde nacerán los más contrariados sentimientos y las más controvertidas
conductas.
Lo superficial (o banal) de por sí
podría ser incluso algo meritorio y loable que da sentido a la existencia de
muchos. La moda es un ejemplo de cómo lo banal se puede transformar en algo
creativo. Lo potencialmente maligno de lo banal es cuando se acompaña del
sentimiento de derrota. Entonces se convierte en una bomba de tiempo que se
transformará en odio y el odio es una fuerza tan poderosa que si se implanta en
una sociedad se hace muy cuesta arriba poderlo erradicar. El odio es una manera
de conducirse desde lo triste de la existencia y representa el máximo triunfo
autodestructivo de la depresión emocional de cualquier conglomerado.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 24 de diciembre de 2020.
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