miércoles, 25 de octubre de 2017

La ¿implosión? de la “unidad”



Dedicado al Profesor Fernando Mires


Ha sido tenaz el intento de crear una sistematización discursiva en las llamadas ciencias sociales. Herederos del más depurado naturalismo del siglo XIX, emerge la sociología tratando de darle un carácter numerológico y metodológicamente cartesiano a los fenómenos que ocurren en los pueblos.

En esa línea, se tiende con frecuencia a asumir posturas de carácter dicotómico y maniqueo que son susceptibles de ser contra argumentadas. Si apostamos a la idea de que la sociedad posee un funcionamiento con bases políticas que le dan cierto grado de predictibilidad, en esa misma dirección se debería ser más flexible con respecto a los intentos clasificatorios que se hacen. El caso venezolano no puede ser más interesante, porque esa predictibilidad era hasta cierto punto obvia al estudiar la situación venezolana actual.

La agrupación de partidos que llamamos MUD tiene sentido si el fin que pretende conseguir es el mismo entre los distintos partidos que la conforman. En el caso venezolano, la MUD siempre ha estado atomizada en cuanto a propósitos. Ha sido tan incongruente esta coalición que en el seno de la misma se ha apostado por el llamado abstencionista como método de lucha, lo cual para un civil es difícil de entender.

Con el estrambótico sustrato deleznable que representa la Constitución de 1999, la cual de origen fue rechazada por factores pertenecientes a las fuerzas actuales de la MUD, es difícil establecer un ancla de lucha que le dé empoderamiento de propósito al ciudadano. La constitución populista y de Chávez” de 1999 sencillamente no se cumple porque no es más que un instrumento nominal con el cual es muy difícil establecer un apego de carácter coherente. Ese texto no rige los límites normativos de la República, sino que por el contrario, ha sido asumido por el hombre común como un librito curioso, que Chávez no pudo reformar y cuyas propuestas no son apoyadas ni por quien la creó. De hecho, la inicialmente constitución de Chávez” adquirió un carácter casi surrealista cuando por voto popular y bajo la solicitud del propio Chávez, los venezolanos apoyaron mayoritariamente que no querían que la modificaran.

De manera progresiva, todo el aparato legal venezolano se fue amoldando a lo que se le ha dado el nombre de Plan de la Patria, aparato de normas dispersas que son las bases jurídicas por las cuales se ha venido marcando lo normativo en nuestra nación.

Esto obliga a que sin una base que sirva de bandera de lucha sólida asumida por los miembros de la MUD, de manera inevitable se tienda a la improvisación política como método de lucha, lo cual lleva a la pregunta: ¿Es la improvisación un método de lucha? -Si lo es en cuanto existen fallas de origen en relación al marco normativo que rige a la sociedad venezolana. Una estructura de reglas que obedece inicialmente a los caprichos de un momento coyuntural en el cual se apostó al hombre fuerte como salvador de la patria. La Constitución de 1999 es difícil de arropar como causa porque asumir que se lucha para defenderla no es más que una frase retórica. Una Constitución que no la quería la oposición, no la quiso Chávez pero insólitamente el pueblo se negó a eliminar a través de elecciones. Chávez la sometió con un leguleyo sistema que la neutraliza y la hace inútil desde hace más una década.  

Sobre la falacia normativa que conforma la constitución de 1999, la cual solo ha sido aplicada cuando le conviene al gobierno y cuyo gran logro democrático por parte de la oposición venezolana es la conquista de la Asamblea Nacional, nos intervinculamos entre connacionales, mas no hemos podido convivir de manera medianamente tranquila.  

Pienso que una falaz raíz de propósitos de origen obliga a la improvisación recurrente, que obedece a la necesidad de apelar a un elemento normativo que escasamente ha sido cumplido. El texto constitucional  fue relativizado por todos los actores políticos y la misma MUD que apela al artículo 350 (que es absolutamente disparatado), a la vez llama a votar de manera masiva. El texto errático que se pretende defender, por una parte promueve el orden y por otra el caos. Flaco favor hace al intelecto apegarse a una constitución plagada de contradicciones si se quiere ser coherente con un proyecto político.

El Profesor Mires, como ya lo he escrito en otro texto, representa un referente intelectual en estos tiempos para Venezuela. Estudio y valoro su obra y conozco la fe que tiene en Henrique Capriles Radonski. Entiendo que lo vea como el principal artífice de un potencial cambio en nuestro país. Lamentablemente para Capriles, y tal vez para Venezuela, veo difícil la posibilidad de concretar logros políticos por su parte en la actualidad. Mires es un hombre que dedica tiempo al estudio del psicoanálisis y sabe bien el poder de lo emocional en las causas sociales. Como venezolanos somos particularmente expresivos y la conexión emocional con el líder está enclavada en nuestro mundo interior. Capriles ha conectado con sectores de la clase media venezolana, pero no con las grandes mayorías de personas pobres que son el grueso de nuestra población.

Esa suerte de hombre con chispa, capaz de conectar emocionalmente con los votantes y que nos recuerda lo más sombrío del populismo negativo no existe en la Venezuela actual. La cruda realidad es que en muchas ocasiones, esta suerte de saltimbanqui catalizador de los grandes cambios de la civilización hace su aparición en el momento más inesperado. Mientras tanto, el escepticismo gana terreno.

Técnicamente vivimos una suerte de esquizofrenia política en donde cada uno de los actores que se opone al gobierno alega tener la razón. Era más que obvio que el chavismo iba a conminar a los gobernadores electos a presentarse y juramentarse ante la ANC. Ante los rasgos de carácter totalitario del actual gobierno, para algunos miembros de la MUD era imprescindible ganar las gobernaciones de algunos estados y conquistar terreno político sondeando una cohabitación con el chavismo.

A mi parecer, no había mucho qué escoger. Opción A: Ganar varias gobernaciones y juramentarse ante la ANC para ocupar espacios políticos. Opción B: Valorar cuántos de los candidatos de “mi grupo” político ganaron y en base a eso presentarse ante las instancias legales de rigor para ser inhabilitado por la ANC y ganar fuero internacional siendo víctima del sistema.


Acción Democrática cumplió con la opción A.


Primero Justicia cumplió con la opción B.


El resto de los partidos de la alianza MUD entiende que no tiene resonancia actualmente en los votantes.



Ante tan angustioso escenario en el cual la velocidad con la cual se tienen que tomar decisiones políticas sobrepasa la capacidad de adaptación del ciudadano, en donde no ha terminado de asimilar una información cuando ya el escenario es otro, la improvisación y la capacidad de decidir acertadamente se convierte en la brújula alocada de los políticos. A fin de cuentas, en términos generales, solo sabemos si hemos realizado la elección adecuada al comenzar a ver los resultados.

El vacío social no existe. En la “teletragedia” venezolana el piloto automático del chavismo  sigue funcionando a la perfección. Esto seguirá ocurriendo hasta que el liderazgo político pise tierra. Creo que al contrario de las culebras, la venezolana no se mata por la cabeza. A menos que terminemos con una salida de fuerza, cada espacio desocupado por un demócrata será ocupado por un chavista.

No se resiste abandonando el juego. ¿Qué hubiese pasado, por ejemplo, si en una suerte de baile psicótico se jugase como juegan los chavistas y luego de juramentarse ante la ANC, los gobernadores también hubiesen sido juramentados por la AN? ¿Acaso no es esa la fórmula mágica que aplican los chavistas para mantener el poder? ¿Recuerdan que Chávez hablaba de Mao y de Nietzsche a la vez y hacía que las masas le aplaudieran a rabiar? ¿No es el caso venezolano absolutamente inédito que requiere de formas de lucha absolutamente inéditas?

Acompañado de una serena y aplomada explicación, la gente tendría una visión más clara de lo que hacen los políticos de la MUD, que la mayor parte del tiempo es percibida desde fuera como contrahecha y desordenada. El balance hasta ahora es un aumento del poder del chavismo como fuerza política y una oposición absolutamente atomizada y acéfala.

El chavismo apuesta a las más grotescas prácticas ventajistas que inducen a que las masas entren en desesperanza de manera estrictamente planificada. Aunado a esto, por la repetición de fracasos progresivos por parte de la MUD, cada hora en Venezuela avanza la antipolítica, cunde el desánimo y aumenta el espíritu abstencionista, lo cual hace fácil predecir que perderemos las elecciones de alcaldes sin necesidad de que el chavismo haga trampa y Maduro se perfila sin contrincante a triunfar en las elecciones presidenciales del próximo año.

El elemento pedagógico fundamental de los partidos políticos, en el cual los mismos le explican a las personas las razones de por qué hacen lo que hacen no está funcionando. El chavismo, por el contrario, no abriga contradicciones.

Como lo estudio, admiro y respeto, considero necesario dedicarle estas líneas al Profesor Fernando Mires porque francamente, el neotelegrama “posmoderno”, que llaman twitter, me parece poco adecuado para cualquier intento de debatir. Umberto Eco fue claro al respecto.


martes, 24 de octubre de 2017

Eternas amistades


La amistad está presente en lo más arraigado de cada uno. Forma parte de los elementos fundamentales de la cultura y se le da un valor que es comparable con pocas cosas de la existencia. Por ejemplo, si no fuese por la amistad con Pedro, Jesús y su obra estaría francamente menguada. Por una parte está el carácter anticipador de Cristo al saber que Pedro lo va a negar, no una, sino varias veces, y, por otra está el autocastigo que se impone Pedro de haberle faltado a su maestro.

Mi abuela solía decir que encontrar un amigo es encontrar un tesoro y luego hacía la correspondiente pregunta: –“¿Tú conoces a alguien que se haya encontrado un tesoro?”... y acto seguido solía cuestionar la autenticidad de la amistad. Sin embargo, a pesar de su suspicacia, llegó a tener muy buenos amigos en su vida. Más lejos que mi abuela había llegado Federico Nietzsche cuando en su obra señala la amistad como una especie de moneda de dos caras y lanza su aforismo: “Tu amigo es también tu enemigo”.

En lo particular tengo grandes amistades, siendo una tendencia propia de mi naturaleza el cultivar la amistad femenina, la cual muchos han dudado de su autenticidad por su trasfondo de carácter potencialmente erotizado, mas mis amigas del alma parecieran un par de compadres que con faldas y buenas piernas se comportan más cercano a los camioneros que  a lo que se espera de una damita de sociedad.

También tengo buenos amigos, seis de los cuales los conozco desde muy temprana edad, habiendo sido nuestra hermandad probada por el fuego de la vida. Digo seis, porque creo que a duras penas la mayoría de las personas llega a tener tantos amigos como el número de dedos la mano. Eso de tener amigos me induce a preguntar cuántos amigos realmente tiene cada uno y quien llegue a leer este texto me gustaría que se hiciese la pregunta –“¿Cuántos amigos verdaderos tengo?”.

Pero de amigos de amigos, recuerdo uno en particular que murió hace poco y me ha inducido a cavilar sobre los alcances de la amistad. Estando de médico rural, en un remoto pueblo fronterizo, un hombre acudió a mi consulta llevándome a su nieto con una crisis de asma. Lo atendí con celeridad y el niño mejoró con la medicación de rigor. El hombre, cuando di de alta al nieto me dijo: -“Mi hijo mayor murió ahogado recientemente y usted se parece mucho a él. Cada día al mediodía va a haber un plato de comida en la mesa esperándolo a usted. Si no puede ir, no se preocupe, que igual en mi casa no se pierde la comida.”

Tres días después, más por curiosidad que por hambre, me presenté a la hora del almuerzo donde en la casa del buen hombre y un plato de comida caliente estaba en la mesa esperándome. Diré que se llamaba Juan por confidencialidad, pero pocos almuerzos pudieron ser tan llamativos. En una casa que asombraba  por su humildad, degusté uno de las mejores comidas de mi vida, servida en una vajilla de bordes de oro y cubiertos de fina plata. A raíz de ahí, fui conociendo a mi buen amigo, con quien mantuve una estrecha camaradería durante más de veinte años.

Hay cosas de él que por prudencia no pregunté y un halo de misterio lo cubrió siempre. Era viudo y vivía con su segunda esposa y por lo que entendí, probablemente ni se llamaba como me dijo y tal vez vivía en ese pueblo escondiéndose de alguien o de algo. Mas la muerte de su hijo fue de manera progresiva mitigada por las largas conversaciones, las infatigables partidas de ajedrez o los rituales de los viernes en donde el buen ron hacía que las palabras se soltasen con frescura. Su aindiada esposa lo atendía en una especie de ritual de excesivos esmeros y la cara de ella se alegraba poco a poco conforme me integraba a la dinámica propia de esa vida en la cual terminé por ser un hijo adoptivo.

Ambos me trataron como a un miembro de la familia, en esos tiempos de energía avasallante y alegrías a borbotones, recibiendo una afectuosidad que para mí ha sido una de las amistades más profundas que he cultivado. Los platos con bordes dorados y la magnífica vajilla era lo que había podido salvar de sus misteriosas correrías y un saco de vivencias que configuraban una infinitud de historias entretejidas, iban apareciendo cada vez que nos sentábamos a conversar. Ambos cultivábamos carcajadas al filo de las madrugadas bajo una luna amarillenta por los vientos de las quemas, en el corazón del llano venezolano. Era lo que cualquier psicoanalista llamaría una amistad por desplazamiento, pero esas explicaciones mejor se las dejamos a los estudiosos de los complicados asuntos mentales. Para mí, Juan fue un hombre que se portó de manera magnífica conmigo, en un “acompasamiento” que rara vez se da. 


Los lugares y las circunstancias en donde brota la amistad son inesperados. La vida en ocasiones se nos muestra sorpresivamente grata. Una de las cosas que agradezco es haber tenido los amigos que tengo, a los cuales que he querido y cuidado. Los  amigos que tengo y los que lastimosamente voy perdiendo. 




Twitter: @perezlopresti

Ilustración: @Rayilustra 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 24 de octubre de 2017



El día de la raza humana


El calor de las luchas políticas de estos días hizo que pasara muy por debajo de la mesa un tema de carácter recurrente en el pensamiento venezolano, que en la actualidad ha terminado por plantearse de manera interrogativa: ¿por fin qué es lo que se conmemora el día 12 de octubre?

La fecha ha pasado a ser tema de infinitud de debates, siendo incalculable la tinta vertida alrededor del mismo asunto, lo cual ha hecho que se asuman dos posiciones de manera antagónicas que tienden a la polarización y a distanciarse cada vez más. Por un lado están los que de manera radical manifiestan que la conquista es un genocidio realizado por los españoles contra los indígenas que generó los más condenables actos de barbarie en contra de los denominados pueblos “originarios”. A esta condena se debe dar una especie de juicio moral de reproche institucional, y la fecha, lejos de ser vista como una celebración, es un duelo que debe generar una especie de auto-castigo infinito.

Por otra parte, y en el otro extremo, asoman sus ideas quienes argumentan que, a partir de la llegada de Cristóbal Colón a América, ocurre un acto de carácter civilizatorio en el cual los españoles nos dejan como mejora el idioma, la religión y muchos otros importantes legados culturales, sin los cuales no existiría Latinoamérica como un centro de pobladores civilizados. Se asume la posición de que se debe celebrar el día y se agradece le gesta conquistadora como un acto de lucha contra la barbarie.

Mantengo la idea de que ambas posturas tienen planteamientos inadecuados. Si bien es cierto que toda gesta conquistadora lleva en su sino la crueldad de la violencia, no menos cierto es que somos consecuencia directa de ese proceso de carácter cultural en el cual mis antepasados indígenas, mis antepasados negros y mis antepasados blancos confluyeron al punto de crear una tipología de ser humano de la cual formo parte. En sangre, sudor, lágrimas y semen revueltos es lo que en definitiva se viene a convertir ese extraordinario acontecimiento representado por la creación de una forma de ser y entender la vida que es el pertenecer a América Latina.

De ese origen en el cual confluyeron las más increíbles diferencias genéticas y culturales venimos y ese origen precisamente es el que nos marca como pueblo. Nuestra cosmovisión parte de esa raíz y lo bueno y lo malo que tenemos como ciudadanos nace de esta primigenia manera de construir lo que somos: la consecuencia del más insólito mestizaje en el cual absorbimos de tres grandes troncos culturales nuestras asombrosas características.

En Venezuela, la situación genera más desconcierto por razones que siempre son necesarias recordar: en otros países de Latinoamérica el mestizaje no fue tan pronunciado como en nuestra nación, lo cual hace que las tipologías entre grupos étnicos sean más marcadas. El caso venezolano debe ser una inédita expresión de mezcla de razas sin parangón en la historia de la humanidad. Todo esto hace que el desarrollo de una conciencia acerca de nuestra historia tenga un carácter emocional que en ocasiones tiende a la histeria y exaltación de las pasiones. Nuestra historiografía cuenta con esa marca febril que impide ver el pasado con cierta objetividad.

Por mi parte creo que el 12 de octubre es un día de fiesta en donde se celebra nuestro origen. Esa raíz debe ser motivo de jactancia, siendo pobre el favor que hacen los que crean la maliciosa postura de plantearse el asunto del pasado como una desgracia. Que el mismo tenga la marca de Caín no lo hace diferente a cualquier otra celebración, como las fiestas independentistas, manchadas todas de sangre. El tener una visión objetiva sobre los inéditos alcances que tiene esta fecha minimiza las posiciones divergentes y tiende más hacia una unidad nacional y continental que, en nuestro caso, apenas estamos tratando de construir en el siglo XXI.

Las poblaciones indígenas deben ser respetadas en todo el continente y la protección de la cultura de estas es un deber del Estado, el cual se halla contemplado en nuestra atropellada legislación. Un ideario sobre la venezolanidad o el ser Latinoamericano sigue siendo tema de rigor en donde se establecerán las posturas más irreconciliables. Lo cierto es que nuestro destino marcha hacia los mismos derroteros y asumir una posición de calamidad en donde la lástima sea la bandera enarbolada, no puede sino sembrar desconcierto y confusión.

Ver el pasado como una maldición es propio de una sociedad inmadura, claramente malcriada y con visos de torcida irracionalidad. Las fechas oficialmente señaladas como días de asueto son temas para pensar sobre lo que hemos logrado como naciones y lo que nos falta por alcanzar, en esa suerte de grupo de gente variopinta con los más disímiles temples y las más emotivas maneras de asumir nuestra historia, que en realidad es siempre un lugar de unión, en donde el peso de las confrontaciones francamente está de sobra.   

  

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 17 de octubre de 2017.

 

Ilustración: @Rayilustra


miércoles, 11 de octubre de 2017

De remate


Soy de los que piensa que la lucha por las causas sociales ha de darse en todos los campos posibles, tratando de generar el menor sufrimiento colectivo. De ahí que en el terreno de la democracia, el legítimo derecho a votar es una condición de carácter irrenunciable que no puede representar un dilema. El demócrata vota cuando puede y defiende los resultados de la causa que preconiza.

Después de un período de terribles confrontaciones, el escenario venezolano se transformó y la percepción de la realidad en algunos de nuestros sectores se modificó de golpe y porrazo. Mucha gente en un furor esperanzador cundido de ingenuidad apostó porque “el yaísmo” se materializara. La realidad es que los cambios no suelen plasmarse de manera abrupta sino a una velocidad más lenta de lo que muchos esperan.

Las modificaciones de carácter social ocurridas en la Venezuela contemporánea sobrepasaron la capacidad de adaptación de muchos ciudadanos. En términos prácticos, ocurrió un fenómeno de inundación emocional que ha creado confusión y malestar en vastos sectores, por lo cual es de esperar que la desesperanza y el escepticismo se apoderen del espíritu colectivo por un tiempo. Demasiadas contrariedades y carencias hacen que la persona se preocupe/ocupe por sobrevivir, haciendo a un lado la convivencia lúcida entre quienes compartimos espacios.

El pensamiento político no puede ser resumido a un simple “slogan” publicitario de carácter fútil y francamente panfletario. Si somos una sociedad de personas medianamente exigentes, lo normal es que se cree una expectativa en la cual tengamos la posibilidad de exigir una explicación sobre los asuntos en las cuales terminamos comprometidos. Si alguien quiere mi voto, obviamente debe convencerme que lo merece, mas el juego político sigue, a una velocidad que generalmente no satisface nuestras legítimas aspiraciones. 

Ese escenario es uno de los más desalentadores, porque mientras el entusiasmo baja, de manera inversamente proporcional los cambios siguen ocurriendo sin control ciudadano. En términos concretos, mientras la tristeza y la desesperanza nos inundan, de la misma manera se va creando un fatalismo y una tendencia a la aceptación que ha terminado por inmovilizar a muchos.

En la fuerza propia de una dinámica social, el cambio es indetenible, existiendo situaciones que conducen a otras, que generan las condiciones para que se den otros escenarios y así sucesivamente se va tejiendo todo un entramado propio de los procesos colectivos que en algunas oportunidades requiere de una capacidad de moldeamiento que exceden las posibilidades de ser aceptadas por quienes lo viven. 

Mientras una gran cantidad de ciudadanos espera poder materializar su esperanza de cambio a través del voto, que es la más civilizada manera de expresión política, otros viven en el subsuelo emocional de la desesperanza y esperan ser comprendidos en su fatalidad por personas que les den claridad en su sufrimiento. De ahí que se vino a formar una suerte de deslenguados, quienes en una mezcla de odio con incapacidad de adaptación, preconizan formas autodestructivas de nihilismo y rechazo a las maneras más elementales de convivencia.

El escepticismo como manera de conducirse no es reprochable si se hace desde una posición individual. Lo que me parece menos que abyecto y francamente despreciable es que se trate de crear matrices de opinión que buscan sacar al ciudadano de toda forma de participación política sin ofrecer nada a cambio. Quien  preconice posturas “anti” o “contra” sin dar a cambio una actitud “pro” es doblemente un negador. Por una parte es una negación en su postura de rebelarse ante lo que considera inapropiado y desea que desaparezca, pero por otra es doblemente negador porque no está proponiendo algo a cambio, lo cual lo convierte en un factor de carácter abiertamente destructor. Pescadores en río revuelto asoman la cabeza para tratar de demoler lo que ha costado tanto en hacer. Van de la mano con la falsedad de creer que la historia de los pueblos se remedia de manera mágica y espasmódica.

Existen formas rasas de intervincularse con lo social que a su vez conducen a sembrar todo un clima de insalubridad que en la mayoría de los casos lo acompaña la estrambótica fantasía de que las cosas se pueden construir “empezando de cero”. Las cosas no parten de cero y mucho menos en lo que respecta a la vida en comunidad. Con los canales de participación que existen, es mucho lo que se puede aprovechar en términos de bienestar colectivo. Oponerse de manera activa a que las personas se expresen a través del voto universal, directo y secreto, es servir de comparsa para detener los cambios que muchos esperamos que ocurran en Venezuela.


Mientras se desguace lo hecho y se fomente de manera fantasiosa e irresponsable el escepticismo más radical, sin tener nada que ofrecer, habrá pasado una buena parte de nuestra existencia, apostando a la más cruel y desalentadora nulidad.  



Twitter: @perezlopresti

Ilustración: @Rayilustra 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 10 de octubre de 2017


miércoles, 4 de octubre de 2017

Yordano para siempre


Yordano Di Marzo es el cantautor venezolano que más he escuchado. Son innumerables las satisfacciones personales con las cuales lo relaciono y sus melodías me transportan mágicamente a un saco de vivencias, emociones a montón y gratos momentos. Lo coreaba mientras conducía de noche, a gran velocidad, por la recta de El Tigre, también estuvo presente en un rincón de un bar de mala muerte en los tiempos de El Cantón, estado Barinas y me ha acompañado en la más profunda intimidad de mi morada.

La vinculación entre un artista y las grandes masas de personas que lo escuchan no solo es un fenómeno que nos hace la vida mejor, sino que la música de nuestros admirados cantantes es el colofón de nuestra propia existencia. Sea para pasar un ameno instante o un barranco profundo, el rol de los artistas en la vida de las personas comunes y corrientes genera desde pautas de comportamiento hasta creencias elaboradas.

Este asunto del hombre que se enlaza con las costumbres propias de su tiempo nos lleva a otra reflexión forzosa y es la cuestión de la moda. La industria de la moda es una relación que se basa en un doble vínculo. Por una parte está quien de manera absolutamente planificada trata de imponer una pauta relacionada con el gusto. Se apuesta por una propuesta estética que sea asumida como una manera de conducirse. Para que esta propuesta tenga eco en las masas, desde los centros de poder se intenta crear la necesidad de consumo. El problema es que no toda pauta que se intente imponer resulta favorecida por las apetencias de los consumidores y se establece el segundo vínculo. Este otro vínculo es el que está latente en las poblaciones que quieren hacerse eco de las distintas propuestas estéticas.

Por ejemplo: la minifalda aparece en el contexto de una generación rebelde y desenfadada que estaba luchando por imponerse al rigor de la generación precedente. El diseñador crea esta magnífica prenda y las mujeres, deseosas de transgredir, salen corriendo a mostrar importantes partes del cuerpo. Así como la industria de la ropa es una representación de las apetencias colectivas y las capacidades de leer estas apetencias por quienes generan lo creativo, de esa misma manera se establece la dupla entre quien expresa una melodía y quien queda fascinado con ella. Por eso la moda nunca es una imposición en términos absolutos sino una pareja que baila al mismo ritmo. La dupla se establece cuando se da la relación entre quien propone estéticamente y quien dispone ser el gustoso experimentador de la vivencia.

Lo mismo ocurre con los deportes, los juegos, los colores, las ideas, las formas y lo que podríamos definir como la concepción estética y ética que caracteriza a cualquier sociedad en un lugar y un tiempo en particular. Obviamente que la música no podría escapar de esta manera de conducirse de las grandes mayorías; de ahí que la gente al escuchar la melodía de la época en la cual tuvo mayor vitalidad no pueda evitar el suspiro y la exclamación: “-Esa canción es de mi tiempo”.

¿Qué viene a representar Yordano para la sociedad venezolana? Ni más ni menos que el espíritu de su tiempo, lo cual significa, en términos concretos, el período en el cual las personas con mayor fogosidad de la sociedad quedaron encantados con sus composiciones y se intervincularon con el artista de manera personal, lo cual es un fenómeno fascinante. Yordano no solo es genialidad musical y buen gusto, sino que representa el carácter de los centros poblados del país de las últimas décadas del siglo pasado. Esta manera de ver el fenómeno musical nos lleva a otro asunto y es el darnos cuenta tanto de lo divertido como de lo apesadumbrado del tiempo del artífice.

Es un deleite recrearse en su música, en la cual se fusionan los más depurados ritmos caribeños, la presencia magnífica del bolero, la melodía con instrumentos de salón europeo y por supuesto el jazz, entre otros. Pero cuando nos detenemos en las letras de las canciones, la cosa se enmaraña, porque las composiciones van desde el realismo mágico latinoamericano, el mundo subterráneo de la noche, la mala vida del alma del lenocinio, los problemas sociopolíticos y por supuesto, el amor. Aquí me detengo para hacer énfasis en este último tópico, porque el amor en las canciones de Yordano representa el amor de dos décadas de la vida del venezolano, en lo cual la candidez tiene una tesitura muy especial y los idilios fluyen con las complejidades perfectamente ubicadas en su lugar.

No tengo idea de cuál podría ser el alcance de la música de Yordano en términos de temporalidad. Lo que sí tengo claro es el lugar que ha ocupado en la vida de las personas que lo asociamos con tiempos muy especiales y nos reconfortamos al saber que sigue dando qué hablar cada vez que se presenta en algún lugar, sea para robarnos una lágrima de nostalgia, un nudo en la garganta, una fresca alegría o la más perfecta felicidad. Más o menos así de importante me parece Yordano.





Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 03 de octubre de 2017.


Ilustración: @Rayilustra