martes, 27 de octubre de 2020

El inevitable cambio

Sería de una rigidez mental extrema pretender que en una sociedad no se den los respectivos e inevitables cambios. Responden a nuevas necesidades que conglomerados enteros se plantean como meta, forman parte de la épica de cualquier generación que desea escribir su propia historia, les permite dejar su legado sobre la faz de la tierra y se han producido sin parar desde que el mundo es mundo.

Como miembros de cualquier sistema, sus integrantes se mueven respondiendo a inquietudes y aspiraciones inevitables. Entre los polos de aspirar a transformar la vida de golpe y porrazo a través de acciones revolucionarias y la actitud propia de quien apuesta por la inflexibilidad (lo reaccionario), siempre existe un espacio para pensar.

El triunfo de la política

La política es el invento que impide que nos matemos unos a otros y el voto de carácter universal, directo y secreto es la tabla de salvación para quienes aspiramos a vivir con un poco de sosiego. Aceptar los resultados de cualquier acto político que se realice de manera limpia en buena lid, es un recurso que solo puede verse como la materialización de algo elevado que potencialmente puede traer beneficios para las grandes mayorías de cualquier nación. Comprender el beneficio del voto como instrumento de convivencia es propio de gente civilizada. Lo contrario es apostar a la barbarie. Esa misma política que permite que se plantee la idea de negociar cuotas de poder en la dinámica de cualquier sociedad, es la que debe propiciar los cambios de la manera más civilizada posible. No entenderlo es desconocer el principio básico de la existencia colectiva; sería no aceptar que el hombre es un ser gregario inmerso en una dinámica en la cual interactúa con personas con intereses distintos.

El arte de la predictibilidad

Tal vez de todas las disciplinas, la política es la más difícil de ejercer. No siempre responde a una lógica, los asuntos que la mueven son parte de nuestro centro íntimo y la asumimos como algo de carácter valorativo. De ahí que las posiciones encontradas sean una constante que hace que lo emocional se apodere de las personas, fluya la irracionalidad y se desaten las más atroces pasiones. De este fundamento es que puede surgir un liderazgo capaz de entender el espíritu de su tiempo, oler como sabueso hacia dónde apuntan los rastros de lo que la gente en general aspira y tratar de concretar los cambios de rigor antes de que a grandes mayorías las abrume el desespero. La capacidad de predecir es contraria a la necesidad de convencer a las personas de lo bien que están. Los numerólogos con sus rimbombantes índices, no pueden persuadir a la gente de lo bien que vive, aunque se encuentren en un palacio rodeado de lujos. La percepción de la experiencia de vida es propia. Si alguien dice o siente que la pasa mal, poco hacemos tratándolo de convencer de lo bien que se encuentra. La predictibilidad está en cómo generar una percepción de mejoría a través de cambios tangibles desarrollados a tiempo.

Las fulanas transiciones

Con ingenuidad, tratamos de extrapolar modelos de transiciones políticas de una sociedad a otra. Asunto por demás difícil, puesto que cada sociedad es diferente. El tejido social que la determina es único y su historia es de carácter irrepetible y no compartida. De ahí que fallan quienes creen que una receta es aplicable en un lugar de la misma manera como lo hacen en otra parte. Lo he experimentado en el Madrid de heridas abiertas y en el Santiago de sensibilidades a flor de piel. El pasado marca, genera un constructo en el imaginario de grandes grupos y se desarrolla un discurso que acompaña a cada acto en la vida cotidiana del ciudadano. Tanto de forma espontánea como inducida, se va creando una conciencia colectiva, la cual puede desarrollarse de manera sana, construyendo, o de manera autodestructiva. Venezuela es el caso de rigor a tocar cuando hablamos de suicidios colectivos.

Ahora me toca a mí

A la hora de aspirar a la toma del poder, sería propio de mezquinos y vengadores tratar de destruir y no construir. Con una votación en la cual participó menos de la mitad del padrón electoral chileno, se desarrollan unas elecciones en la cual casi 80 % apuesta por una reforma de la constitución (asunto este muy usual y nada extraordinario en América Latina). La clase media asume un rol protagónico y los ajenos a la participación política (más de la mitad) se abstienen. Como toda oportunidad de mejorar las cosas, es un escenario que bien puede ofrecer puertas y ventanas para: Construir una mejor sociedad o la hora de desquitarse de los enemigos reales e imaginarios que forman parte de la vida cotidiana de cualquier grupo humano. Lo sabremos en poco tiempo, porque, así como se fue sensato para transformar la violencia (2019) en política (2020), se requiere de mucha más sabiduría para que la conducción no se transforme en un invento disparatado o en una potencial frustración a futuro. Veremos. 



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 27 de octubre de 2020. 

martes, 20 de octubre de 2020

Amor de pareja


 

Dedicado a mi esposa Denice Fernández, celebrando los primeros veinte años de casados.

 

Hace días tuve el honor de ser invitado a dictar una conferencia acerca del “amor de pareja” en el postgrado de endocrinología de la Universidad de Los Andes de Mérida. Expliqué conceptos imbricados a esta expresión y señalé algunas estadísticas sobre cómo interactúan en términos generales las parejas en el siglo XXI. El asunto de la pareja ha sido tema de interés en mi vida no sólo desde el plano personal, obviamente, sino como objeto de estudio académico y desarrollo de ideas que he podido plasmar en mi libro Psicología. Lecturas para educadores (Consejo de Publicaciones de la ULA. Reimpresión 2015).

Al finalizar mi exposición, luego de la ronda de atinadas preguntas,  una joven médico se acercó y me dijo en voz baja: “Para mí la idea de vivir en pareja es confusa e inconcebible” y se marchó cabizbaja del auditorio.

Tratando de entender el extraordinario concepto de amor de pareja, me he paseado desde hace tiempo por el estudio de mitos antiguos, pasando por los griegos, aterrizando en los clásicos de la psicología y merodeando el pensamiento filosófico. En ese último campo me encontré con dos destacados hombres de ideas que se refirieron al tema desde perspectivas antagónicas que vale la pena señalar.

El primero es el destacado Bertrand Russell, quien señala que “…el amor es buscado, en primer lugar, porque procura éxtasis, alivia la soledad y evita que la conciencia del hombre se estremezca por el abismo frío e insondable, carente de vida”. Viniendo de un hombre que se casó varias veces en su vida y tuvo reputación de mujeriego (al punto que se conocieron sus amoríos con esposas de colegas y de importantes políticos, así como numerosas jovencitas deslumbradas por sus dotes intelectuales, entre otros atributos), le dieron un perfil terrible y cínico en lo que respecta al “amor de pareja”. Esta percepción fatalista, efímera y utilitaria de las vinculaciones interpersonales, creo que ha marcado a un sinfín de personas, como por ejemplo a la joven que acudió a mi conferencia.

El otro autor que ha hecho un aporte extraordinario en lo que se refiere al tema, es el madrileño José Ortega y Gasset, quien entre otros méritos está el de haber sido un articulista extraordinario a lo largo de toda su vida, tanto que el grueso de su obra es escritos periodísticos o ensayos breves. Ortega ha tenido una gran influencia en el pensamiento hispanoamericano y con el tiempo su obra se ha venido agigantando. Estudios sobre el amor es un texto de su autoría cuya lectura me atrevo a recomendar a todo el que se interese en este apasionante tema, con un nivel sobrio, sencillo y elevado, completamente distanciado de los banales textos de autoayuda. Son ensayos amables, que le dan forma a múltiples ideas que giran sobre la pareja, tanto ayer como hoy.

En lo personal pienso que existen algunos elementos (entre otros) que permiten que un par fluya con armonía: 

1) Pareja es “afecto sexual”. Si no funciona como tal, no es pareja o deja de serlo.

2) La palabra “crisis” proviene del verbo griego kríno, que significa “separar”, “limpiar”. Etimológicamente la “crisis” es el momento “crítico” en que se separa lo puro y lo limpio de lo impuro y lo sucio. Se utilizaba para designar el proceso de limpieza del trigo y otros cereales. De ahí que la dupla sólida es aquella que sigue cultivando el amor, a medida que pasa el tiempo y enfrentando las vicisitudes propias de la vida. Sólo existen parejas fuertes cuando sobreviven a los acaecimientos.

3) La idea de pareja como “movilización sentimental positiva” induce a que se mantenga vivo el deseo de que no se pierdan las bases que la sustentan.

4) La ridícula idea de que la gente se casa “para ser feliz” es un plomo en el ala de toda relación que se desee cultivar. Lo que llamamos “felicidad” no depende de otro.

5) Hay gente que no puede (ni debe) vivir en pareja porque su naturaleza no se lo permite. Es posible que la persona que considera el asunto como algo “…confuso e inconcebible” sea una de ellas. La aceptación de ciertas condiciones, como el sobreponer “en ocasiones” los intereses del ser amado por encima de los nuestros es uno de los puntos cardinales que someten a prueba esta incomparable forma de amor. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 02 de agosto de 2015.

El ataque de los pensadores


En las alborotadoras Confesiones, San Agustín señala que son más fáciles de contar los cabellos que las pasiones (“los afectos y los movimientos del corazón”). La aseveración que tantas veces he repetido con relación a la limitadísima capacidad racional de ser humano es una constante que marca una línea de trabajos. Ello no niega alguna posibilidad de aceptar la existencia de cierta racionalidad para lo cual existen múltiples precedentes por tratar de demostrarlo a través de investigación y recreación de sus resultados.

Para poder elaborar una visión con relación a la posibilidad de pensar y razonar, es muy difícil desdeñar los aportes de la epistemología genética del malacólogo y suizo Jean Piaget. Piaget se interesó en la idea de que la inteligencia cambia a medida que los niños crecen y este desarrollo ocurre por medio de la interacción de las capacidades innatas con los sucesos ambientales y progresa a través de una serie de etapas jerárquicas, cualitativamente diferentes. Todos los niños pasan por las etapas en la misma secuencia sin saltarse ninguna o, excepto en el caso de daño cerebral, regresando a etapas anteriores (son invariables). El esfuerzo que hace Jean Piaget es por demás encomiable y clasifica en cuatro las etapas del desarrollo cognitivo. Sensoriomotora (0-2 años), preoperacional (2-7 años), operaciones concretas (7-11 años) y de operaciones formales (11 años en adelante), asuntos que junto con otros tópicos que señalaré en estas líneas, aparecen en el libro de mi autoría Los cambios psicológicos, cuya primera edición por parte del Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes es del 2013.

Abstracciones y barbaridades

Ese libro está dividido en una introducción, 17 capítulos y un glosario, conceptuando la idea de vida desde la existencia, resultante de la pregunta epistémica: ¿Desde cuándo existe el ser? y el planteamiento de que somos consecuencia de una deriva filogenética que nos antecede en muchos años, abordando la dimensión psicológica humana desde la genética, el embarazo, el parto, el apego, la infancia, la adolescencia, la adultez, la vejez y por supuesto, la muerte como una parte del ciclo vital.

Piaget presenta la adolescencia como un estadio del desarrollo del ser humano ligado a la reestructuración de las capacidades cognoscitivas. Considera que con el acceso al pensamiento formal (forma suprema del pensamiento) se produce un salto cualitativo en el desarrollo con respecto al estadio infantil. Hasta este punto no hay ningún problema en aceptar que existe una coherencia concatenada en la manera como se desarrolla la inteligencia, e incluso que existe una racionalidad secuencial en lo humano, lo que ocurre es que el salto cuántico no necesariamente es una elevación de la psiquis, sino precisamente la máxima expresión de sus potencialidades de aberración imparables, ausencia de juicio y falta de razón que es el punto sobre el que trato de anclar el problema.

La fulana razón

Entiéndase por razón cualquiera de estas dos acepciones que aparecen en el cementerio de las palabras: 1. Capacidad de la mente humana para establecer relaciones entre ideas o conceptos y obtener conclusiones o formar juicios. 2. Acierto, verdad o justicia en lo que una persona dice o hace.

Bajo estas dos premisas se desvanece la posibilidad de ser capaces de fundamentar rigurosamente las cosas como especie, dado que la mayoría de los juicios son prejuicios (las ideologías, por ejemplo) y la verdad es inasible cuando se trata de temas de gran importancia (la idea de trascendencia, por ejemplo). Señalo las ideologías y la idea de trascendencia, por cuanto son asuntos que condicionan la vida de muchas personas a través de dos elementos recurrentes en lo humano: 1. Lo político y 2. Lo espiritual.

Espiritualidad y función mental

De mi libro Psicología y contemporaneidad (2012, p.17): Lo espiritual forma parte del mundo psicológico del ser humano. Acaso una función mental más. De hecho, consideramos que el elemento espiritual forma parte estructural de la naturaleza psíquica desde que el hombre existe sobre la faz de la tierra. El hombre de las cavernas otorgaba esa connotación a los elementos de la naturaleza como el agua o el fuego, bases sobre las cuales surgen todas las creencias místicas, sobrenaturales y, por supuesto, las religiones. Dado que es una función mental, al darse el encuentro con lo “anhelado” se retroalimenta la expectativa de lo espiritual.

Precepto que nos lleva a la idea de agnosticismo que es la doctrina filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano toda noción de Absoluto, Infinito y Dios. Cuando se asume desde una actitud positivista circunscribe y se reduce al conocimiento de lo fenomenal y relativo. El término se debe al biólogo británico Thomas Henry Huxley y fue adaptado por Darwin y Spencer. Muchos hemos visto en la filosofía de Kant (Crítica de la razón pura) una base para entender el agnosticismo.


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 20 de octubre de 2020. 

lunes, 19 de octubre de 2020

Perdón, compasión, arrepentimiento

 


Perdón es una palabra compuesta cuyo prefijo “per” proviene del latín y significa en este caso totalidad o completitud. El latinismo “don” significa “regalo”. Visto de esta forma, el perdón es el presente más apreciado, el obsequio más completo. El perdón es el más grande de todos los regalos.

Es estudio del perdón no solo compete al ámbito de la teología y es de alguna manera uno de los asuntos más trabajados desde lo psicológico y por supuesto, en la psicoterapia, al punto de que algunas escuelas o corrientes hablan de “terapia del perdón”. Su interés es asumido cada día con mayor seriedad por centros de estudio científicos reconocidos y es una expresión que denota una forma de asumir aspectos de la existencia y la manera en que nos conducimos.

Desde el punto de vista biológico-evolucionista, no estamos hechos para perdonar, pues el rencor es a fin de cuentas un mecanismo de defensa que evita que se perdone para que no nos vuelvan a lastimar. De ahí que se trata siempre de un ejercicio del más elevado nivel racional en donde el tiempo va actuando de manera natural, permitiendo la sensación de minimización de la afrenta a través de lo que denominamos perdón. Es curioso cómo una expresión y un concepto tan relevante apenas comienza a conocerse, siendo abultado lo que se ha pensado al respecto y mucho más ambicioso lo que falta por descubrir.

La “compasión” es el sentimiento de pena, de ternura y de identificación ante los males de alguien, por lo tanto, se encontraría corrientemente alejada e incluso reñida con lo que denominamos vulgarmente “lástima”. La compasión asumida racionalmente es el difícil ejercicio intelectual en el cual tratamos de comprender al otro porque nos ponemos en su lugar. Cuando asumimos un rol compasivo intentamos comprender cosas que los demás hacen, por qué y para qué las realizan. Si bien podemos estar completamente en desacuerdo con el proceder de quienes nos rodean, a través del acto compasivo al menos realizamos el ejercicio de comprenderlo y en ese acto de comprensión surge cierto acompañamiento. La lástima vulgarmente la asumimos como una condición maltrecha, mientras lo compasivo en términos más racionales consiste en colocarse en lugar de la otra persona o la otra causa. Viéndolo de este modo se trata de una instancia muy elevada que requiere gran control emocional. Es un ejercicio más cercano a lo estoico que a lo sentimental.

Es tan relevante el asunto de tratar de ponernos en lugar de otros, que algunos grupos religiosos cambian la palabra amor por la palabra compasión en sus textos. En lo particular, creo que ni son sinónimos ni son intercambiables, pero el hecho de que existan quienes sí lo ven como pares, denota lo trascendente del ser compasivo.

El “arrepentimiento” es una condición mucho más compleja por la manera como se asume, pues se basa en sentir pesar por haber hecho o haber dejado de hacer algo. De esta manera, el arrepentido simplemente sería quien cambió de opinión. De forma “simplista” el arrepentimiento no podría existir, al menos como lo asumimos, puesto que existen razones de peso como el hecho de que se trata de plantarnos ante algo que ya ocurrió, por lo tanto, algo que existió, o sea, que ya no existe.

Arrepentirse tiene sentido si ante idénticas circunstancias (condición improbable que lo idéntico se repita) la persona actúa de manera diferente. Quien roba un pedazo de pan por hambre y se arrepiente de haberlo hecho, aunque tuviese el mayor de los apetitos, no volvería a robar, aunque se muriese de hambre. Coloco este ejemplo raso porque con frecuencia muchos señalan que se encuentran arrepentidos de haber hecho tal o cual cosa, mas el asunto de arrepentirse no tiene sentido en función de pasado sino en futuro. El que se arrepiente no lo volvería a hacer.  

Escarbar en los hilos que determinan cada uno de estos pedestales requiere el complejo reto de pasearse por gran parte del conocimiento de lo humano, haciendo énfasis en las bases biológicas (el carácter animal) que las condiciona y por supuesto la instancia racional que trata de comprenderlo.

La vida colectiva suele manejarse cimentada en estos tres conceptos expuestos en este texto de manera muy sucinta. Los tres van de la mano, porque el perdón, la compasión y el arrepentimiento se encuentran en la misma dimensión de conceptos que le damos un carácter valorativo y determinan la dinámica de la vida en común. Independientemente de que se intente falsear o modificar el sentido o la interpretación de estos fenómenos, acompañan siempre lo humano, lo civilizatorio y lo universal.

Desde las relaciones de pareja o de trabajo, hasta el estamento legal que rige a un conglomerado, estas instancias están presentes como tres bases cuya capacidad de comprensión en ocasiones nos sobrepasa, al punto de que a veces parecen ser simples entelequias retóricas, cuando en realidad condicionan toda la vida en sociedad.

 

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 26 de diciembre de 2018.

martes, 13 de octubre de 2020

El ataque de los castrantes


¿Qué es pensar? En realidad, el ser humano no tiene capacidad para razonar. Puede construir una serie de argumentaciones basadas en sus experiencias, aprendizajes, distorsiones asentadas en lo que le circunda, alteraciones en relación con lo que percibe e interpreta, pero por encima de todo de sus prejuicios.

Entiéndase por prejuicio, juicio previamente elaborado con relación a un asunto en particular o lo que señala el diccionario: Opinión preconcebida, generalmente negativa hacia algo o alguien. En lo particular prefiero entender como prejuicio lo derivado de su construcción etimológica, concepto que asomé de primero.

Basado en los argumentos de los dos párrafos anteriores, debo cambiar la pregunta: ¿Existe lo racional en lo humano? Sostengo que con gran esfuerzo, somos seres argumentativos, lo cual nos lleva a un asunto todavía más peliagudo y es plantearnos si el ser humano tiene en su ser ontológico la posibilidad del libre albedrío, o sus respuestas obedecen a más de un determinismo: Lo que aprendimos, lo que interpretamos, lo que percibimos y distorsionamos, la presencia del deseo como pulsión, la naturaleza animal que nos condiciona y el inconsciente con sus claridades y tinieblas que se mueve en dura tempestad.

Atacan los rígidos

Nunca he sacado el cuerpo a un debate en términos civilizados. Eso me ha llevado a asumir posturas que en ocasiones incomodan porque ponen falsamente en peligro a quienes sostienen premisas rígidas frente a la existencia. Lo que sí he experimentado, dado que tiendo a expresar mis ideas, es el cuestionamiento natural de las mismas, lo cual es útil por cuanto lo induce a uno a volverlas a replantearlas y repensarlas. Cuando lo expresado es sometido al cuestionamiento de los que no piensan como uno, surge como potencial deriva el desafío de sopesar lo que uno plantea, lo cual es de enorme riqueza intelectual.

¿Por qué se tiende a asumir que el otro está vulnerándonos cuando expresa su parecer? Posiblemente por dos razones. 1. Porque puede salir airoso y tener un efecto persuasivo sobre otros, lo cual haría que unas ideas potencialmente tuviesen más credibilidad que otras. 2. Por un simple y clásico mecanismo de proyección. A lo que más tememos es a esos elementos que tenemos soterrados en nuestro interior y al verlos manifestados en el otro, literalmente se agitan los más enredados fantasmas. Puede ser una deriva de la primera premisa, relacionada con el terror al cambio.

Armonizando diferencias

Una cosa es asumir una posición de liderazgo en torno a las cosas que tenemos por ciertas y queremos compartir y otra es castrar, aplastar o tratar de hacer desaparecer al otro por lo que piensa. Uno de los ejercicios más delicados de lo humano es el difícil manejo de vivir de manera democrática. No comprenderlo es atentar contra la libertad de criterio y por esa razón lo democrático siempre está en peligro de muerte. He tratado de cultivar la epistemología como parte de mi quehacer ante lo cotidiano. La rimbombante palabra “epistemología” asusta a muchos y la define en buenos términos el peligroso diccionario: Parte de la filosofía que estudia los principios, extensión y métodos del conocimiento humano. A todas luces un territorio fascinante para quienes andamos dándole vueltas a las cosas que nos pasan por delante.

Si creamos un espacio para hablar de ciencia y el ámbito es de psiquiatras, se va a ver forzado a poner un encabezado como: “Sitio que reúne psiquiatras para intercambiar información relacionada con nuestra especialidad”, asunto que a su vez lleva a dos elementos claves: 1. No es posible delimitar lo científico en el contexto de la psiquiatría (asunto de gran interés epistemológico). 2. Gana la necesidad de abrirse ante la infinitud de lo humano y definir la psicología como: Disciplina que utiliza elementos de carácter científico para estudiar la mente, las cogniciones y la conducta del ser humano, todo ello ubicado en un escenario de interacciones que hacen del hombre un animal gregario y, por tanto, inmerso en una estructura social, noción que planteo en el libro de mi autoría Psicología y contemporaneidad, editado por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes, cuya primera de varias ediciones es de 2012 y omite la palabra “ciencia” del concepto, asunto absolutamente extrapolable a la disciplina que llamamos psiquiatría, que usa elementos de carácter científico en su quehacer, sin ser una ciencia.

Continuación de un ensayo

Básicamente nuestra postura epistémica es que desde la psiquiatría se debe abordar lo humano por encima de la chaqueta de fuerza que denota la palabra “ciencia”, porque ser psiquiatra es cultivar una disciplina de mayores ambiciones y alcances en donde la primera clase que debe recibir un residente o becario es leer e interpretar la dimensión de la Carta al padre de Franz Kafka o la psicopatología desde las imperecederas páginas de Fiódor Dostoyevski en Crimen y castigo.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 13 de octubre de 2020.  

lunes, 5 de octubre de 2020

El ataque de los biologicistas

 

Un día antes de presentar el concurso de oposición para ser profesor de la Universidad, mi esposa llegó con un montón de trabajos de Urie Bronfrenbrenner. Entró a la casa de manera presta y dijo sin vacilación: -“Debes hacer un último esfuerzo y aprenderte todo este material”. Con una hija recién nacida, había quedado desempleado por haberme negado a inscribirme en un partido político. Ganaba mi orgullo.

Desde el día que apareció en la prensa la notificación del concurso, mantuve una rutina constante y regia. Me levantaba con el amanecer, a las seis, desayunaba y estudiaba desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche. Eran doce horas de estudio continuo, en las que no reposaba. A las ocho cenaba ligero y me acostaba a las diez de la noche. Durante ese tiempo no salí ni una vez de la casa y el esfuerzo intelectual que hice lo consideraría como una gran hazaña si no fuese porque mientras yo estudiaba, mi mujer tenía el brío inmenso de seleccionar cuáles textos debía leer para el concurso. Agarró una conjuntivitis que casi pierde la vista de tanto escarbar en estantes de bibliotecas que tenían el desorden de los naufragios y de las causas perdidas.

El concurso y los sistemas

Habíamos quedado en que el día antes no iba a estudiar, pero de los contenidos de dos programas, el tema de la teoría ecológica de Urie Bronfrenbrenner era el único que me faltaba. Resulta que, para cubrir dos cátedras, el concurso salió con doble contenido programático, de manera que estaba estudiando para dos materias. Con la disciplina que llevaba no era posible que quedase un solo tema por estudiar, así que me tatué en el cerebro cada palabra del psicólogo ruso. Esta teoría trata sobre los sistemas, asunto que tiene una deriva muy interesante, dado que la idea de que existe una unidad en la totalidad es un concepto que antecede en más de quinientos años al nacimiento de Jesucristo. La idea de que “todo tiene que ver con todo” ha sido manoseada por la filosofía y por la física y obviamente tiene prestigiosos representantes en la psicoterapia, la psicología y la psiquiatría.

Pues resulta que en justa y buena lid veinte profesionales nos inscribimos en el concurso de psicología, de los cuales yo era el único psiquiatra. Por sorteo, se sacaba un papelito de la totalidad del temario y se comenzaba por dar un examen oral con público abultado. En tono de chanza, una de las concursantes preguntó quién se sacrificaba para presentar de primero y ni corto ni perezoso saqué el papelito para enfrentar al jurado. El tema no podía ser más sorprendente:

-“Desarrolle el contenido de la teoría de los sistemas elaborada por Urie Bronfrenbrenner”.

Enemigos de los sistemas

Desde temprana edad he estado vinculado con la docencia y la libertad de cátedra. Esto me ha permitido (por ser docente en una Universidad Autónoma), establecer una larga y continua carrera como investigador y publicar el resultado de las cosas sobre las cuales he reflexionado. Desde la Academia he podido publicar una docena de libros, tres de los cuales son textos de psicología, editados por el Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes: 1. Psicología. Lecturas para educadores. 2. Psicología y contemporaneidad y 3. Los cambios psicológicos.

Mis estudiantes han leído el contenido de esas tres obras y desde la enseñanza siempre he predicado una posición sobre la conceptuación del quehacer de quienes nos dedicamos a los asuntos atinentes a los desórdenes mentales. En mis libros he enfatizado una y repetidas veces que la aproximación al conocimiento es de carácter global y el entendimiento es una suerte de rompecabezas que vamos armando en el curso de nuestra existencia, tratando de entender aquello que nos apasiona conocer. La fragmentación y el ponerle límites al pensar es una tara, una puñalada al corazón de quienes nos hemos dedicado buena parte de la vida a conocer las cosas tratando de ver el todo. Una hazaña que mientras más imposible se nos hace, más atractiva se vuelve.

Comienzo de un ensayo

Que doscientos psiquiatras formemos parte de un chat en pandemia, en el cual se intercambia información sobre nuestra vocación es sin dudas un desafío atractivo, porque puede dar pie al intercambio y puntos de vista que necesariamente han de ser disímiles y enriquecedores. Por una parte, requiere ser congruente con los planteamientos, pero por encima de todo, ser receptivo y entender que no hay una manera de conceptualizar nuestro oficio, sino que existen múltiples formas. Los factores determinantes de la salud y la enfermedad mental son variables sobre las cuales no tendremos control y la inasible salud mental puede ser entendida como parte de un sistema de interacciones que va mucho más allá del sujeto y bordea los límites del arte, porque al darse una necesidad de transdisciplinariedad como la que se requiere para ser psiquiatra, el esfuerzo por acercarse al conocimiento se hace un desafío mucho mayor.

 

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 06 de octubre de 2020.  

sábado, 3 de octubre de 2020

Relatos de locura corriente

La vida de cualquier ser humano, de cualquiera, tiene escaleras que bajan y suben, pasadizos a lugares secretos, sitios de emociones encontradas, perfectos caminos de inmaculada felicidad y atesoramiento de vivencias miserables y perturbadoras. Un todo en uno, como esas ventas de comida en donde no se puede separar una parte de lo que ofrece el menú, porque sencillamente no se permite”.

Incluso en aquellos que creemos pusilánimes y apocados, se hallan elementos de vida, que si nos descuidamos o revisamos son infinitos recintos de lava volcánica, capaces de impresionar al más templado, si se inicia el movimiento inicial de rigor, capaz de hacer que alguien aparentemente inerte se vuelva trascendente. En la novela El profesor de inglés, de Jorge Masciangioli, el joven estudiante destaca por su mediocridad. Agudísima obra sobre los alcances de lo que percibimos de los demás y del efecto de nuestra presencia en el mundo aparentemente anodino de otros. Nuestras intervinculaciones potencialmente pueden generar un efecto tan importante en otros, que potencialmente se termina por producir influencias impredecibles.

El genio de un hombre

La vida de cualquiera es un relato de locura corriente, de carácter interminable y absolutamente persistente, que se encuentra caminando de la mano con aquello que llamamos la imagen”, que no es otra cosa que la mezcla que se produce entre lo que somos, en cómo queremos que los otros nos vean y en cómo nos ven los demás, porque en esta cosa que es la representación de lo que se percibe de nosotros, todos los elementos van sumando. La imagen es eso, pero también es eso y más y ser capaz de conceptuarlo es un desafío de rigor para todo el que tenga aspiraciones a tratar de comprender un poquito la esencia de lo humano.

En esa aspiración de hacerse entendedor de lo que significa lo más elevado de lo humano estará siempre presente el arte, entendiendo como arte: Aquella actividad o cosa, tendiente a ser inútil pero que puede generar goce o propensión a ser contemplada, experimentada o practicada con conciencia de que es algo que está por encima de lo convencional, superior.

Ternurita

Hace un montón de años, una amiga cercana me decía que le parecía el hombre más tierno del mundo, que si ternurita esto, ternurita lo otro… Me llamaba “ternurita”. De mi parte no podía parar de reír, porque a veces he sentido que carezco de ciertas áreas emocionales que en ocasiones me han hecho díscolo y difícil de sobrellevar, mientras ella insistía que la ternura era mi fuerte a la par que me sentía de las cavernas, incapaz de tener las herramientas para armonizar diferencias, como una especie de plomero de las peores trancas, capaz de hacerle frente a cualquier cosa que haya que destapar.

Al mismo tiempo, mientras una amiga elogiaba mi ternura, otra estaba sinceramente convencida de que era la representación no cinematográfica de RoboCop, versión andina de Mérida, Venezuela. La verdad es que las dos dieron en el clavo y una parte de uno es susceptible de compenetrarse con lo más sensible de la existencia, mientras otra suda por sobreponerse a las adversidades. No hay manera de que lo emocional esté ausente, así como en la vida ciertas decisiones poco amables aplican. La sensibilidad es el genio de un hombre y sensibilidad no es sinónimo de debilidad.

La vida es calle

Lo que sí creo es que para medio poder lidiar con los demás y tener un mínimo de capacidad de entendimiento de lo que es el ser humano y sus circunstancias, hay que haber pisado la calle, saber cómo, cuándo y a quién pintarle la cancha y saber con quién se puede ser bondadoso a rabiar. En el más puro mordaz y procaz lenguaje, la vida requiere que el olfato entre en contacto con aquellos lugares impronunciables” porque eso eleva al individuo, porque solo si se conoce lo más básico y tendiente a lo elemental, incluso si es vulgar (o mejor si es vulgar), el ser humano literalmente se puede elevar al punto de que logramos caminar unas cuantas pulgadas del suelo.

Para poder llegar a ser universal se debe ser impolutamente regional. Tal implica cual. Si no somos capaces de sortear lo micro, por favor no nos hagamos ilusiones de bordear lo macro. Desde los más elementales vínculos hasta la disciplina que implica tratar de entender aquello que somos, requiere calle y derrotas propias de la calle.

Teoría y práctica hasta la sepultura

Es muy improbable crear una resonancia trascendente si aquello que preconizamos no lo hemos experimentado. ¿A quién se le ocurre explicar lo que se siente cuando se besa si nunca ha besado? ¿Quién puede hablarnos del amor si su cobardía no le permite tener capacidad de entrega? ¿Acaso nos puede hablar de la muerte el que no ha sentido su respiración en la nuca? ¿Cómo saber en dónde queda el mundo si no se ha viajado? ¿Cómo explicar el desafío de lo que implica atreverse a vivir si no se está consciente de que cada segundo de vida es un escandaloso acto de fe?

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 27 de agosto de 2019.