lunes, 21 de diciembre de 2020

AMIGOS por Roger Vilain



Conocí a Alirio Pérez Lo Presti hace una punta de años. Desde entonces, la amistad ha sido una presencia que sabemos al alcance de la mano. No sé tú, pero en cuanto a mí, los amigos andan esparcidos por el mundo y qué más da, los sabemos, los intuimos, nos llena su presencia a cualquier hora y eso basta para darle carnadura desde ya al hecho feliz del próximo encuentro, aquí o allá o donde dispongan los hados. 

Decía Borges que la amistad no necesita de la frecuencia porque, a diferencia del amor, no caben en ella dudas, ansiedades y demás cuestiones por el estilo. Vaya si tenía razón el argentino. La amistad, una vez que se despliega por donde le venga en gana, crea en ti la certeza de que no volará en pedazos gracias a geografías, relojes o almanaques, así que tienes un amigo, lo ves cada tres o cuatro años y cuando por fin coinciden en el bar de alguna esquina, en tu casa o la de él o charlan media hora vete a saber en qué plaza, o calle o aeropuerto, pues nada, vives el asunto con la impresión de que la última velada ocurrió el lunes pasado. 

Con Alirio me pasa lo que con los escritores y sus libros, es decir, mantengo diálogo constante a través de lo que escribe. Mi amigo Alirio Pérez Lo Presti es un hojalatero de la palabra que entre página y página deja colar guiños, perfomances y formas de entender el mundo que suelo atrapar en el aire y responder ipso facto, ahí mismo, sentado en el sofá de mi sala que es atalaya perfecta para echarme en brazos de asuntos como éste. A veces los diálogos guardan bastantes coincidencias mutuas y en ocasiones dan pie para debates de lo más cojonudos, polvaredas que para qué te cuento, divertidos por donde metas el ojo. 

Mi buen amigo, un hedonista al mejor estilo de los griegos antiguos, aprecia vinos, puros, viajes, libros con una sabiduría que raya en lo asombroso -no exagero un ápice- y es capaz de disertar medio día acerca de la historia del tabaco en América, el papel del saxo en las orquestas de jazz contemporáneo o las implicaciones del psicoanálisis freudiano a propósito de la realidad política latinoamericana. De ahí que cuando le llevo la contraria -no lo niego, un poco por joder- enciendo a máxima potencia el ventilador de ideas, opiniones y argumentos que termina o por convencerme del todo, sin protesta y sin reparo en relación con lo que dice, o por espantarme sin chance de regreso debido a semejantes andanadas. Contundencia de cabo a rabo. 

Creo en los amigos porque tengo algunos que sustentan tal verdad con creces. Alirio por supuesto es uno de ellos y, desterrado en Santiago de Chile -ya caeremos por esos lugarejos así que guarda una botella y mucho hielo- ha resultado de los psiquiatras con los que ese país ganó de calle. Imagino su trabajo, sus talentos y su entrega a un Chile que lo recibió como suyo y sin dudas el producto es oro puro. Pero decía arriba que creo en los amigos mientras sirven estas líneas para dar cuenta de una verdad a veces disminuida. Conozco gente que perdió la fe hace años, sé de personajes incapaces de llevar a los amigos más allá de la otra cuadra, cosa que demuestra cierta realidad que mi abuelita repetía como se repiten los mantras: hay de todo, hay de todo, sí, y no te queda otra que elegir, ubicarte, tomar partido, construir lo que supones o imaginas con antelación. 

Que los amigos brillen por su presencia es un hecho para celebrar. Alzo mi cerveza y brindo por la fortuna de conversas, parrandas, combates en mitad de la calle y tantas aventuras sobre las olas de los días. En fin, la amistad al rojo vivo mientras haya quienes la cultiven. Y enhorabuena. 


Publicado en ORBI NEWS el 20 de diciembre de 2020. 

martes, 15 de diciembre de 2020

Tres sospechosos

 


Si tuviese que opinar acerca de cuáles han sido los tres hombres de pensamiento que más influencia han tenido en la historia de la cultura occidental desde el siglo XIX hasta el presente, no dudaría en afirmar que Marx, Nietzsche y Freud son los cabecillas.

“Maestros de la sospecha” es la célebre expresión que el filósofo Paul Ricoeur utilizó para designar a estas tres genialidades que siguen dando qué pensar en un siglo que obliga a replantearse la forma como se conciben las relaciones humanas y los nuevos cambios que acontecen.

Cada uno de estos pensadores propone una manera de entender al hombre y a lo que lo circunscribe, pero tal vez lo más trascendente es que plantean desde ángulos diferentes, estrategias para la resolución de la dura tarea de “ser un ser humano” en un mundo que cambia de prisa.

Para Marx, son las fuerzas económicas las que explican la condición humana, siendo el marxismo a fin de cuentas una propuesta para cambiar el curso de la civilización, en otras palabras, un método. Los intereses económicos y la recomposición de estos habrían de ser el camino para la creación de una nueva sociedad. Sin embargo, de esta premisa han surgido las peores formas de totalitarismo y cercenamiento de libertades. El fracaso marxista y la testaruda insistencia en retomarlo, sigue dejando huellas de dolor y desolación, que amenazan con prolongarse en este siglo que va sumando años.

En Nietzsche, se cuestiona la esencia misma del hombre, pues plantea una genealogía de la moral que habría estar más allá del bien y del mal”. Para entender a Nietzsche, hay que asumir que expresiones como la de señalar que “la esperanza es el peor de los males, porque prolonga el sufrimiento humano”, conducen a tratar de superar nuestra situación de seres vivos por un ser superior, un “superhombre”, que sería un intento de perfectibilidad de lo que somos en  realidad: Seres signados por la debilidad y las ataduras de los prejuicios y las creencias atinentes a lo aprendido para lo cual Nietzsche plantea la idea “política” de crear un hombre mejor. La exaltación de la conciencia individual por encima del colectivismo que castra el ingenio es una manera como el pensamiento del alemán deriva en la construcción de todo un bagaje de ideas que seducen.

Freud pareciera que resucita cada vez que se le da por muerto. La construcción de un sistema de pensamiento basado en premisas sin posible altercación hace que el psicoanálisis sea una manera de entender al hombre. Son las fuerzas más duramente arraigadas en el plano de lo inconsciente las que determinan la actuación humana. El psicoanálisis estudia al hombre desde la envidia que lo mueve, que lo marca y necesariamente envilece. Las fuerzas más oscuras son las que motorizan nuestra especie, condicionando una forma determinista de conducirse que termina por tratar de comprender el motivo del triunfo de lo irracional por encima de la inteligencia; de la barbarie por encima de la humano. Es allí donde entra el método a través del cual Freud plantea una modificación de las bases de la condición inconsciente, elevando al plano racional nuestras peores miserias.

Estos tres pensadores europeos siguen elevando la batuta de las maneras como necesitamos arraigarnos a las creencias para dar estructura a nuestro modo de pensar. Ahora bien, lo insólito de los tres no es lo que los diferencia, sino lo que los une. Para los tres, la conciencia humana es una conciencia falsa. El hombre es en ser desarraigado de su condición porque no se da cuenta de esta. Para Marx somos seres alienados porque las fuerzas económicas determinan nuestra vida. Para Nietzsche la blanda condición compasiva y enclenque hace que seamos desatinados al tratar de entender el mundo y Freud señala que lo inconsciente es lo que marca el destino del hombre.

En fin, que lo más atrayente de estas tres posturas frente a lo que significa la existencia y la condición humana está marcada por la percepción de estos tres filósofos de que el hombre no entiende la realidad que vive y difícilmente será capaz de comprenderla por su incapacidad para darse cuenta de lo que acontece en todo aquello que lo circunscribe. Tres formas de ver la vida, tres caminos para tratar de generar cambios, unidos bajo la paradójica visión de que el ser humano es incapaz de entenderse a sí mismo.

En un siglo que asoma la expansión de formas de pensamiento primitivo, donde se ha cosechado el fracaso de las utopías, y la violencia aterroriza a la humanidad, bien vale la pena volcarse al estudio del pensamiento universal, a sus desatinos y a sus enormes aciertos.

Un tiempo para cultivar la introspección y entender que, por encima de las diferencias, debe ser el respeto y la infinita tolerancia al otro lo que marque la civilización y condicione toda acción humana. Por encima de nuestra incapacidad de comprender el mundo, lo que une a las personas suele ser saludable y lo que las enfrenta entre sí tiende a ser malsano. 

 

Publicado en el libro de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos. Consejo de Publicaciones. ULA. 2015.

 



martes, 8 de diciembre de 2020

Sobre el tamaño del mundo

 


En Curazao, Panamá, Ecuador, Perú, Argentina, España, Italia, Finlandia, Emiratos Árabes y tantos otros países tengo amistades con las cuales mantengo comunicación y cultivo afectos. Producto de una diáspora de proporciones bíblicas, cada cual escribe cada día que pasa la historia de su vida y la de sus seres queridos. Pareciera que el fenómeno migratorio venezolano está detenido por la pandemia como si fuese un dique que abrirá sus compuertas al abrirse las carreteras, los puertos y aeropuertos. La migración de los venezolanos en el siglo XXI es un hecho que nos marca con nuestras características, similitudes y disímiles capacidades adaptativas.

Ideítas e “ideotas”

Nada mejor que la cantinflesca expresión de dividir a las personas en quienes tienen ideítas y los que desarrollan “ideotas”. Migrar es asunto serio que requiere de gran preparación logística, puesto que es muy difícil escapar de algo. De alguna manera el viaje del migrante no debe convertirse como fin último en una fuga sino en un intento de encontrar un mejor destino. En ese intento de conseguir un futuro más amable, cada migrante ha de cargar con su sistema de creencias, lidiar con lo valorativo de quien lo recibe y tratar de no entrar en conflicto al tratar de estabilizar las cargas en este acrobático ejercicio. Por eso la migración y la vida del migrante es difícil. No es lidiar consigo mismo sino con una triple dimensión de variables. Herederos de todas las razas posibles, los venezolanos solemos jactarnos de nuestro origen y tendemos a dejar claro de dónde venimos. Ningún país del Nuevo Mundo tiene un origen histórico tan épico como el nuestro y ser producto de esa deriva histórica es parte de nuestra forma de hacernos ver. Es difícil que, en tan complejo trance, nuestra forma de ser sea comprendida desde otras culturas. Nunca habíamos migrado y la tendencia a que nos encasillen con una palabra es una manera fácil y reduccionista de tratar de entendernos.

De todos los confines

Si me preguntan: ¿Cómo somos los venezolanos? Seré claro al explicar algunos aspectos generales, como ser extrovertidos, festivos por naturaleza, con tendencia a reírnos de nuestras propias desgracias, dados a cultivar la amistad, tendientes a confiar en la gente, familiares, generosos, dadivosos, incluyentes y absolutamente directos al expresarnos. Sin embargo, por haber recibido migrantes de todos los confines, particularmente desde mediados del siglo XX, nuestras particularidades se van complejizando muchas veces, al punto de terminar siendo una suerte de fusión de elementos étnicos y culturales que nos vuelven policromáticos y difíciles de comprender. En lo particular, mi madre es italiana de Sicilia, lo cual desde que nací me hizo singular, dado que conservo y cultivo las costumbres del sur de Italia tanto como las de Venezuela. Esa forma de ser y ver la vida es compartida por el innumerable número de migrantes que somos mezcla de variados orígenes culturales y tengamos más de una nacionalidad. De ahí que es dificultoso clasificarnos con un solo término y cada venezolano será particular dentro de nuestras similitudes, asunto que no tuviese ninguna trascendencia sino es porque estamos regados por el mundo, como pocos pueblos en la historia reciente.

Diáspora de diásporas

Bajo ningún concepto se justifica que los venezolanos hayamos tenido que emigrar. No es admisible tamaño desastre en el siglo XXI. Mucho menos después de que fue derribado el muro de Berlín y la humanidad se preparaba para un mundo sin chaquetas de fuerzas e ideologías malsanas. Es simple y ramplonamente una tragedia en la cual cada uno ha quedado marcado por lo que tuvo que vivir en Venezuela y lo obligó a irse. Las historias que he escuchado de nuestros connacionales son tan inverosímiles como trágicas o heroicas. En algunos sitios hemos sido recibidos con respeto, en otros con desconfianza y la xenofobia ha sido tema de rigor al hablar de nuestro destino. La frase de Nietzsche ya es un lugar común en cualquiera de mis compatriotas y decimos sin asombro que lo que no nos destruye nos hace más fuertes. ¿Qué suerte nos espera en un contexto de incertidumbres?

El triunfo de la voluntad

Sin dudas, quienes tenemos la voluntad para trabajar intensamente vamos desarrollando resiliencia por segundo. Nadie dice que migrar es fácil, más cuando se nos cierran fronteras o se nos condena por nuestras ideas con las cuales le damos dimensión valorativa a la existencia. Hemos visto a nuestros amigos volverse famélicos por hambre o morir por imposibilidad de adquirir medicamentos en Venezuela. Nuestra dinámica como país es anecdóticamente espantosa y es obvio que no todos podrán conseguir un mejor destino. La necesidad de encontrar formas de emprendimiento honestas, en un sistema que juega en contra del ciudadano es un gran desafío para cualquier connacional que intente resistir en la que una vez fue la nación más asombrosa y próspera de la región. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 08 de diciembre de 2020. 

martes, 1 de diciembre de 2020

Pre y post contemporáneo

 


Por más que tratamos de entender nuestro propio tiempo, el mismo siempre nos va a ser ajeno. El hombre no comprende la contemporaneidad en la cual vive por varias razones:

1.La contemporaneidad es en esencia cambio en función de presente y esos cambios son de carácter generacional. Conforme aparecen nuevas generaciones, aparecen nuevas necesidades. 2.En realidad las generaciones aspiran a los mismos cambios desde que el mundo es mundo, una apuesta por tener mayores derechos y menos deberes. 3.En la medida que el tiempo va pasando, van surgiendo grietas en el tejido social que con mucha dificultad somos capaces de percibir. Eso impide que podamos prever las consecuencias de los cambios y tomemos las medidas pertinentes para atender las desviaciones sociales a tiempo con el fin de enmendar lo que tuviese lugar. De ahí que el hombre, en cualquier tiempo ha sido ajeno a su propia contemporaneidad, más aún en los tiempos que corren con las variables que modificaron de golpe y porrazo los estilos de vincularnos entre nosotros en el siglo XXI.

Lo pre contemporáneo

Lo pre contemporáneo es lo histórico, que en realidad es historiografía. En otras palabras, lo que entendemos por historia es la recreación interpretada y potencialmente adulterada de quienes se consideran que son los guardianes del pasado. De ahí que no haya una historia sino múltiples maneras de posicionarse ante el pasado, sea para reverenciarlo, intentar replicarlo, denostarlo, tratar de hacerlo desaparecer o mutilarlo. El pasado de alguna manera nos persigue, tanto por su condición inasible como la real.  En cualquier circunstancia, del pasado se podría aprender y del pasado se podría malinterpretar lo que somos. Lo historiográfico, al adquirir una dimensión interpretativa, se vuelve subjetivo. Muchas veces hacemos del pasado un reducto de cómo nos gustarían que hubiesen sido las cosas o expresamos la disconformidad con las mismas. Lo cierto es que el pasado ya ocurrió y paradójicamente está siendo recreado cada día con nuevos y extraños alegatos. En términos generales se esboza la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”, lo cual es una generalización que no podía aplicarse en cualquier ámbito, sino en función de situaciones y lugares concretos.

La post contemporáneo

Lo post contemporáneo es el futuro y si hay un oficio especulativo es el de futurólogo. Podemos esbozar nuestras creencias de lo que va a ser el futuro basados en premisas que deben tener asidero en la realidad. Por ejemplo, podríamos hacer ciertas proyecciones de carácter económico para corto y mediano plazo, pero no a lo largo del tiempo. Así en todos los ámbitos: Relaciones interpersonales, aspectos de nuestra vida laboral, los temas relacionados con la salud y, a fin de cuentas, hasta en función de asuntos atinentes a las costumbres que se asoman por venir. La concreción de todos estos aspectos es más de carácter etéreo que tangible. Del futuro nos puede esperar cualquier extraña sorpresa y la muestra más representativa es la pandemia que azota a la civilización en el año 2020. ¿Quién podía predecirlo? Es la insólita materialización de todos los potenciales temores que podrían ocurrir en un tiempo determinado. Precisamente en este terreno de tratar de desanudar lo que no existe y construir a mandarriazos lo que queremos llegar a ser, se nos va la vida y se cometen los más estruendosos yerros.

Lo contemporáneo

Lo contemporáneo es el tiempo que estamos viviendo y que no podemos comprender. Carecemos de las piezas completas para armar el rompecabezas del presente y a duras penas podemos hacer planes puntuales para asuntos atinentes a nuestras necesidades más prestas. Somos ajenos a lo que ocurre porque generalmente desconocemos los elementos que se mueven tras los bastidores del gran teatro que es la vida en sociedad. Han sido muy encomiables los logros civilizatorios y reivindicaciones en derechos civiles alcanzadas en el siglo XX y lo que va del XXI en algunos lugares de occidente. En oriente las cosas son distintas al punto de que en gran parte de la tierra lo religioso y lo político siguen funcionando en forma similar. Lo que sí creo que tiene cabida en cualquier tiempo y lugar, sea en relación con el pasado, al presente y al futuro es el crítico social.

El crítico social es y ha sido (esperemos que lo siga siendo) una suerte de elemento que advierte o trata de hacer entender a los demás los asuntos que potencialmente están mal en el nicho de lo gregario. El crítico social es por antonomasia contracorriente y tiende a alejarse de las manadas. Quien ve a la sociedad con la intención de tratar de comprenderla es siempre un elemento que ha de ver lo oscuro en su ancha plenitud. Potencialmente será fuente de adoración y rechazo simultáneamente y habrá de entrar en una dimensión controvertida con lo mediocre y malsano. Si llegase a desaparecer, se esfumaría la esencia del individuo, de lo más granado de lo civilizatorio.


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 01 de diciembre de 2020.