martes, 30 de marzo de 2021

Tiempos serios

 


Hoy el teatro de ilusiones abrió una hora más temprano. ¿Quién debería ser la persona o institución encargada de señalar lo que está ocurriendo en la actualidad con la pandemia? Después de más de un año del comienzo de esta calamidad, pareciera que se cometen las mismas conductas erráticas que pudimos ver a comienzos del año 2020. Políticos con ostentaciones mesiánicas, sin contemplación ni respeto por la inteligencia humana, hacen uso de su poder para imponer lo que ellos consideran que deben ser las pautas para enfrentar una desgracia que lejos de alejarse, se profundiza creando mayor desolación y dolor. Si una persona sin conocimiento de causa es la que nos dice cómo debemos actuar ante tal adversidad: ¿Cómo no van a cundir cualquier clase de especulaciones y posiciones argumentativas que cuestionan si las cosas se están haciendo o no de la mejor forma? ¿No sería mucho más transparente que fuese la representación de la comunidad científica el portavoz de aquello que nos inquieta sobre lo que estamos viviendo?

Pescadores en río revuelto

Como a la par de la pandemia el mundo continúa dando vueltas, siguen actuando los que no duermen pensando en las atrocidades que van a hacer. La pandemia ha devenido en una continuidad que no se detiene, por lo que no es posible hablar de una post pandemia. Lo que vemos es una dinámica indetenible que da paso a otra y así sucesivamente. Los ejemplos de nuevos escenarios pueden llegar a ser tan tangibles como lo que pasa en el mundo empresarial: Lo que se llama de manera eufemística “teletrabajo”, ha terminado por abaratar costos de inversión en personal en ciertos casos, aumentando la cantidad de desempleados en algunos sectores de la economía. Por otra parte, no es posible una civilización sin la presencia del músculo y la fuerza física. Para productores agropecuarios la dura dinámica del trabajo no se detiene y el contacto con la tierra sigue a la par de los giros que da la tierra alrededor del sol. La producción y venta de licor se ha incrementado a la par de los repartidores de comida a domicilio, así como quienes con sus manos elaboran aquello que nos llevamos a la boca para alimentarnos. La pandemia también ha puesto en evidencia las infinitas brechas entre la tecnología y los centros que la ocupan y el trabajo físico con su sudor y de cómo no se puede prescindir de él. Mundos diferentes que corren haciendo un paralelismo perfecto. En ese escenario de elementos antagónicos, cada día aparece un vendedor de ideas más destornillado que el otro.

Hilando fino

Con perfección de relojero, los asesores de las campañas políticas crean estrategias que dejan con la boca abierta al más plantado. Las personan que aspiran tener el poder de las sociedades contemporáneas se aferran a las carencias propias de los tiempos que corren. No es raro que, en el afán de hacerse del control de las sociedades, resurjan en el mismo saco de gatos las luchas reivindicativas más disímiles, de manera que la defensa al medio ambiente y la lucha a favor del aborto aparezcan como causas comunes. En el tiempo de las redes sociales, videojuegos, superhéroes y villanos, se debe cautivar a los más jóvenes para que persigan y muerdan la carnada. No es casual ver políticos formados ideológicamente aparecer de manera infantilizada para vender su discurso con adornamientos y ofrecimiento de prebendas de rigor para las poblaciones de menor edad, que necesitan desesperadamente conseguir asidero en alguna forma de liderazgo. Tal vez ser de Venezuela nos hace leer con mayor facilidad el meta mensaje del discurso político contemporáneo, en donde un grupo mayoritario de connacionales fuimos derrotados de manera generacional por quienes hoy ostentan el poder en el país del norte de Sur América. La compulsión a la interpretación de lo discursivo está permanentemente en nuestra cabeza, desde esa esquina de migrante que sobrevive en la isla de incertidumbres. Hoy me pongo a pensar que en el siglo pasado las cosas parecían ocurrir con demasiada prisa. ¿Cómo imaginar que en este siglo íbamos a vivir a la velocidad de la luz?

¿Adáptate y sobrevives?

Parte del proceso adaptativo es resistirse a aceptar los elementos propios del cambio. Se entiende que el cambio es parte de la vida, lo cual es asunto de interés para cualquier persona que trate de entender aquello que lo circunda, pero una cosa en tratar de entender lo que pasa y otra muy diferente compartir y estar de acuerdo con lo que ocurre. De ahí que una de las cosas que precisamente es propia de cualquier tiempo es que nos resistamos al esfuerzo que hacen algunos para doblarnos el brazo. Quien por querer adaptarse rompe con su sistema de creencias, buscando aceptación social, estaría rompiendo la bitácora de su existencia y terminará llevando su vida a pique. La caída libre y la autodestrucción van de la mano con atacar nuestro centro íntimo y su sistema de valores. Hoy el teatro de ilusiones cerró una hora más tarde. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 30 de marzo de 2021.

martes, 23 de marzo de 2021

Clavos y martillos

 


Sube el telón: “Resiste que algo queda”: La frase puede ser de aliento para muchos, pero no funciona en nuestro caso. La resistencia por causas sobrevenidas tiene un límite, el cual en mis circunstancias era volverme pedazos. Durante la mayor parte de mi vida he pertenecido al mundo universitario. Hice vida académica fundamentalmente en la Universidad de Los Andes y en la Universidad Central de Venezuela. He sido testigo de cómo instituciones que superaron el par de siglos de tradición se volvieron añicos, lo cual no puede sino marcar a cualquiera en relación con el sentido de la educación. En ningún momento he creído que la universidad venezolana va a desaparecer. Lo que sí creo es que los fundamentos de lo que era la universidad en mi país ya no existen ni podrán volver a existir. No nos bañamos dos veces en el mismo río, dijo mi paisano Heráclito.

Pues resiste, que algo queda

“El ser humano es muy resistente, para bien y para mal, lo cual termina por generar situaciones lamentables”. Eso me decía una amiga con la sabiduría que la caracteriza a propósito de la situación que se vive en el país de donde vengo. Migrar lleva consigo la marca de los que tenemos como esencia el desarraigo y lo controvertido, a menos que asumamos un rol universal y ser universal es una paradoja perfecta por cuanto solo se puede ser de todas partes si se tiene una base de partida fijada en un sitio, como Don Quijote, cuyos asuntos se vuelven propios de cualquier lugar del planeta porque sus vivencias son de un área específica y un tiempo muy particular. Desde ese sitio y ese tiempo, se plantean los temas de costumbre, como el amor, la identidad y la verdad, las cuales son ideas que han de estar presente de manera recurrente en el pensamiento humano y se materializarán en cualquier terreno. El ser humano es muy resistente porque es capaz de hacerse el ciego y ser ciego de verdad, negando lo que está al frente de sí mismo.

Entre leones y ratones

¿Qué cuáles son sus expectativas en la vida? decía el conferencista, a la vez que señalaba que era cuestión de aspirar entre ser cabeza de león, cabeza de ratón, cola de león o cola de ratón. La cosa es que me dejó pensando en lo falso de lo que señalaba porque soy de los que no se cree el cuento en la capacidad de tomar decisiones tan libremente y tengo gran dificultad para entender eso que llaman “libre albedrío”. Creo en un multi determinismo que marca cada acción de nuestras vidas en donde tratar de atajar un poco de libertad en medio de la manada se hace cuesta arriba cada día que pasa. El espíritu de los tiempos lo lleva la marcha de las muchedumbres, las montoneras, los medianos de espíritu, todos guiados por líderes iluminados cuando no trasnochados, esbozando consignas como si fuesen ideas y creyendo en pensamientos contrahechos. Ganan los derroteros del porvenir de la mediocridad. Lo cierto es que eso de ser cabeza o cola no es sino un asunto circunstancial. Se puede pasar de un extremo al otro si no somos lo suficientemente hábiles o en los casos en los que las dificultades nos superan. El hombre mediocre expuesto como masa que se rebela a la historia forma parte de las cosas con las que lidiamos desde hace rato. Ahora pareciera que hay que pedirles permiso a ciertos grupos para poder pensar en secreto. Los que hemos cultivado la disciplina de pensar estamos en apuros.

Pregunto: ¿Aquí se puede hablar?

El espíritu (o la falta de este) de los tiempos de la postmodernidad dificultan hasta el entendimiento más básico. La jerga catalizadora de entuertos, que va desde el apadrinamiento de ideologías oscuras (en realidad son trastornos) hasta el lenguaje que mutila el pensamiento (lo llaman inclusivo) va ganando terreno. Se alza la ola inquisidora y el pensamiento, que es la capacidad de argumentar y contraargumentar una premisa, se ha vuelto un riesgo que nos regresa a una suerte de mixtura entre los tiempos de Calígula y los de Torquemada. En esas vamos, cuando las cosas están bien, por no decir que entramos en la montaña rusa de las emociones que nos llevan a la cima para después aterrizar en los lodazales de lo malsano. Menos mal que sigue existiendo el buen gusto y el tiempo que ha pasado desde la invención de la imprenta nos permite volver una y otra vez a los clásicos, que son los guardianes e islotes del único orden que se mantiene incólume. En la Venezuela del presente, con la desaparición de la universidad en su sentido primigenio que es consustancial con el deseo de alcanzar metas propias del siglo XX, desapareció la posibilidad de argumentar y jalar en contra, que es lo mismo que decir que desapareció la posibilidad de pensar. No en término de individualidades que sueñan con hacer de su vocación un sacrificio, sino en el sentido de que se terminó por imponer una sola manera de ver las cosas. Resistir, es verdad, es sinónimo de fortaleza, lamentablemente también nos puede llevar al camino de la complicidad. Baja el telón.

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 23 de marzo de 2021.

martes, 16 de marzo de 2021

Entrevista con Tuto López. 16-03-2021-23-03-2021

Las entrevistas-conversaciones con Rafel Tuto López siempre son de gran satisfacción para mí. Finalmente pudimos materializarla el 23-03-2021.  


Granizadas de esperanza

 


Estaba soñando con un viejo profesor que insistía en que había dos clases de personas: Las que se lanzaban al ruedo y las que veían los toros desde la barrera cuando nuevamente una amiga me llama para interrumpir mi sueño un domingo en la mañana. Termino de hablar largo por teléfono con ella, desayuno y me siento a escribir frente a la imponente cordillera de Los Andes durante buena parte de la mañana de domingo de un largo verano. Al momento en que nos arrope el desánimo se nos daña la existencia. De ahí que la vida es como una precaria montaña rusa de subidas que elevan a lo impensable y bajadas que casi terminan por convertirse en aparatosas estrelladas. En ese subir y bajar de escenarios imprevistos, en los cuales la mayor parte del tiempo improvisamos el discurso que nos toca repetir, bien vale la pena atreverse a pensar en que se puede cultivar un equilibrio mínimo de actividades indetenibles en las cuales, en vez de correr, caminemos despacio sin detenernos.

La épica venezolana

Ella insistió mucho en que recordara mi origen, asunto en el cual le doy razón. Hay una épica de la venezolanidad que está presente en quienes somos de esas tierras. Los excepcionales talentos de los prohombres que construyeron nuestra nación son incomparables. Es difícil que en un solo país se junten tantas personas inteligentes, que a la par de tejer y desarrollar sus sorprendentes habilidades, no podían dormir sin dejar abierto un ojo por tener que lidiar con la bestialidad. La perfecta combinación entre talento y barbarie es el sino de cualquier venezolano talentoso, como lo es para cualquier persona de bien que haya vivido en nuestra tierra. Venimos de una larga historia en donde los dos extremos de lo humano han estado permanentemente de la mano. El profesor insistía en que él veía los toros desde la barrera, cosa totalmente falsa por cuanto no había asunto de su interés sobre el cual no opinase ni actividad en la cual no participase.

Cansancio natural

Las sociedades atraviesan ciclos en los cuales se escriben páginas gloriosas de sus logros para luego destrozarlos en cuestión de días. De esa dinámica es esperable que se genere un cansancio natural. Ese viejo profesor era proverbial porque nunca parecía cansado, menos afectado por las circunstancias y siempre dinámico, con fortaleza y agilidad para enfrentar las adversidades, con gran capacidad de voltear lo desfavorable y convertirlo a su favor. Era literalmente un guerrero de la cotidianidad, un prohombre que enseñaba con su ejemplo y fino verbo lo que pensaba de la vida y el rol que ocupaba. Se veía indetenible y triunfante, incluso cuando las cosas parecían implacablemente adversas. Tuve mucha suerte de conocerlo y más de que me diese clase.

Sale el sol

Que al final el sol siga saliendo para todos va de la mano con el gran milagro de la vida. En estos días que he tenido más tiempo de lo habitual para volver repetidamente a las ideas de siempre, me he preguntado qué motivaba al profesor a ser indetenible y perseverante en las cosas que se proponía y no dudo que era la gran convicción de estar vivo y divertirse al falsear el discurso. Era el eterno protagonista de las mil y una aventuras que creaba, a la par de decir que se limitaba a ver los toros, sin participar en la faena. ¡¡Menos mal que no participaba, pues qué tal si lo hiciera!! En una ocasión me contó la cantidad de situaciones enredadas que había protagonizado en solo un año y a mí me pareció que daba tela para varias vidas. Vidas posibles, que podrían parecer sensatas o insensatas, pero iban de la mano con el convencimiento de que estaba obrando para hacer las cosas bien y que estaba aportando una pizca de sí mismo para hacer un mundo mejor.

Esperanzados como estilo

Tal parece que la pandemia enlentece los tiempos, mientras Latinoamérica se asemeja a un polvorín de incertidumbres en el que cualquier acontecimiento puede cambiar el curso de las vidas de sus habitantes en cuestión de días. La impresión que desde hace tiempo se cuecen planes en relación con el futuro oscuro de la región es algo que con facilidad pasa por nuestra mente. La posibilidad de pensar de manera centrada, sin polarizaciones ni visiones en blanco y negro de las cosas no es el espíritu común que sobresale. La resurrección de vetustas y anacrónicas ideas utópicas se hace una constante creciente. Pasadizos que nos regresan a los mismos lugares y callejones sin salida hacen de las suyas en el universo de las ideas. De eso más o menos iba la conversación telefónica con la amiga que me despertó mientras soñaba con ese viejo profesor que era y sigue siendo una inspiración en mi atareada vida de nómada sin descanso y luchador de causas perdidas. De eso más o menos va hilándose el destino de cada día que me levanto y trato de mantener la frente en alto y el tronco erguido mientras camino por aparentes senderos anteriormente transitados en donde siempre hay espacio para las buenas sorpresas.

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 16 de marzo de 2021.

 

martes, 9 de marzo de 2021

De atardeceres y pandemia


Uno de los balcones da al norte y el otro da al oeste. El balcón del norte me obsequia una estupenda vista de la ciudad y la posibilidad de disfrutar de las cuatro estaciones. El balcón del oeste me regala los más bellos atardeceres que he visto desde que nací y una serie de montañas detrás de las cuales está el imponente océano pacífico, mientras un viento helado se cuela desde el sur. Es un espacio para usarlo solo durante el verano, a menos que queramos enfrentarnos con buenos abrigos al frío austral. En el contexto de esta larga pandemia se hace más que notable la preponderancia de la exaltación de las emociones. Probablemente en ninguna otra época se había dado tanta relevancia a la conceptuación de lo que significa la salud mental como en nuestro tiempo. La fuerte experiencia de la muerte nos ha tocado directamente, sea porque hemos perdido a seres queridos o conocemos personas cercanas que se han marchado. De tumbo en tumbo va el siglo XXI y como si no hubiese suficientes entuertos por resolver en el planeta, ya la necesidad de sobrevivir se ha vuelto la meta.

Encandilados y enceguecidos

A la par de tener que lidiar con una calamidad y como si no existiesen problemas de muy difícil resolución, ha surgido una enardecida legión de personas que se manifiestan de manera fanática contra el uso de las vacunas. Herederos del desquiciamiento propio de quienes se aferran a la bandera de la “consparanoia”, no podían tener mayor enceguecimiento y exaltación de sus pasiones sino hubiese aparecido el coronavirus. Los consparanoicos encontraron la gran causa universal que por fin los unifica y terminan por creer que se ratifican sus enajenadas creencias. Es la eterna lucha entre la oscuridad y la sombra, la ignorancia y el conocimiento, la superchería y la ciencia. A veces pareciera que resurge una nueva edad media en pleno siglo XXI. La inquisición y el mundo visto a través del lente del prejuicio se sigue moviendo a pasos agigantados. Por una paradoja sin comparación, volvemos a los tiempos en los cuales se preconiza la higiene, el hospital es la meca del sistema de salud y volvimos aparatosamente de nuevo al tiempo de la invención de la vacuna. Es como si hubiésemos viajado en la máquina del tiempo.

La gran caída

Imposible haber predicho que los organismos internacionales encargados de hacerle frente a tan aparatosa situación iban a actuar de forma errática y en ocasiones con contradicciones aparatosas. Con la pandemia va de la mano la catástrofe económica que ella acarrea y la recesión que lamentablemente nubla el panorama en términos presentes y futuros. Esta situación afecta a las economías más débiles de manera más significativa y el país de mis afectuosidades está a poco tiempo de experimentar más cambios de los que ya ha padecido. Importantes centros de análisis han manifestado de manera pública que se espera una estampida migratoria de antología histórica sin precedentes en la región. Esta ola migratoria, agravada por la pandemia, complica el escenario en función de futuro para los venezolanos. Si no hay un acuerdo interregional para atender la catástrofe que significa el éxodo venezolano, las consecuencias serán muy oscuras. Pensar en términos humanos requiere el tino de pensar fríamente. Ayudar a los venezolanos esparcidos por el mundo desde una instancia internacional será beneficioso para las naciones que creen un frente común. Abocarse al gran drama que sufre la nación del norte del subcontinente es proteger los propios espacios de cada uno de los países que tome la iniciativa en buscar soluciones mancomunadas para tan apremiante causa.

La esperanza

Afortunadamente se tomó la decisión de usar la vacuna en fase 3. Las circunstancias no permitían tomar otra disposición y los avances de algunas naciones ya señalan el sendero de lo que va a ser el futuro cercano: Por una parte, países que van a vacunar a su casi totalidad de la población y otros que tardarán mucho más tiempo en consolidar las metas propias de una sociedad que piensa en la salud de sus habitantes. En el caso de Venezuela, bien valdría la pena que quienes la dirigen apostaran por un poco de sentido común y asumiesen con responsabilidad el hecho de que en sus manos reposa el destino de millones de almas. No es menor el esfuerzo titánico que se requiere para recuperar la nación, más cuando pareciera que no existe la voluntad de muchos actores en conseguir un punto medio de encuentro para que el país que una vez fue potencia lograse encauzar su rumbo.  Por otra parte, están nuestros vecinos. Si no son capaces de ponerse de acuerdo para hacer un esfuerzo en concretar soluciones colectivas, no se podrá atender a una crisis que terminará por no tener precedentes en la región. Estamos construyendo una historia atropellada de gente que huye de escenarios que la mayoría no puede soportar. Abro de nuevo cada balcón y veo un nuevo atardecer con la esperanza de que mañana sea un día mejor. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 09 de marzo de 2021.

jueves, 4 de marzo de 2021

Buenas y malas historias

 


Pareciera que lo que llamamos decadencia cultural, en ocasiones resulta ser la máxima expresión de lo que potencialmente puede aspirar a ser una sociedad. De manera paradójica, algunos aspectos civilizatorios han sido circunstancialmente exaltados, y el implacable paso del tiempo nos ha aclarado que se trataba de solo fugaces elementos decadentes.

Con cierta estupefacción me he impresionado por la banalidad con la cual algunos historiadores contemporáneos desarrollan lo que ellos consideran elementos enriquecedores de la historiografía, los cuales, a mi juicio, no pasan de ser asuntos superficiales que lejos de recrear la historia y ubicar los hechos contextualmente bajo los parámetros culturales en los cuales se desplegaron, terminan por generar chismografía y necedad que si bien pueden impresionar a cierto público, carecen de profundidad argumentativa.

Lenguajes y gregarismos

Lo civilizatorio está profundamente anclado en el lenguaje; particularmente en la expresión común, en la manera como nos comunicarnos cada día. Pensamiento y lenguaje van de la mano al punto de que es precisamente a través del signo lingüístico como logramos modificar la forma de percibir y conceptuar todo aquello que nos circunda. Al modificar el modo de hablar de un conglomerado, se logra cambiar la manera de pensar del mismo. El lenguaje no sólo es la base de la comunicación entre pares, sino que es propio a todas las manifestaciones culturales: Al comercio, a lo político, a lo afectivo, a lo cotidiano, a lo trascendente y a lo histórico. Se puede ser muy conservador con respecto a algo en particular, pero las circunstancias obligan a que aparezca un mínimo de capacidad adaptativa para aceptar las modificaciones atinentes a la existencia, por más moderado que se pretenda ser. Lo propositivo es lo que fluye, entendiendo que los cambios son inseparables a la vida, propios al movimiento de las cosas y al paso del tiempo. De hecho “la vida” es el mejor ejemplo de cambio.

Las palabras y sus cambios

El lenguaje va cambiando, en ocasiones de manera acertada y en otras en forma “errática”, todo como consecuencia de ciertos equilibrios propios de la dinámica de los sistemas. Por ejemplo, una de esas palabras que de manera temeraria y victoriosa logró calar e insertarse por tiempo prolongado en la atareada sociedad venezolana es el término “oposición”. “Opositor” y “oposición” en realidad son desatinos retóricos que logran dispersión. Ser opositor a algo es (limitadamente) trabar, dificultar, evitar e incluso evadir o escapar de una circunstancia particular. Tendría sentido si el término ocupase un tiempo delimitado, pero se desvirtúa cuando se mantiene indefinidamente. La razón: Oposición sin proposición es la exaltación de la nada, de lo inexistente.  Al calar en el discurso la palabra “oposición” (como proposición), cuando en realidad significa poco, los resultados en relación con impacto a largo plazo podrían ser nulos, porque sólo a través de lo proactivo se llega a algún resultado. Por ello, una de las técnicas de confrontación más elementales propias del manejo discursivo es la siguiente premisa: “Una proposición sólo puede ser contrarrestada con otra”. Al menos en el terreno de lo pragmático, de lo operativo, de aquello que es capaz de producir un efecto que se mantenga a largo plazo.  Si alguien me dice verde y yo le respondo amarillo, estoy haciendo una contrapropuesta, pero si alguien me dice verde y yo le respondo que no me gusta el verde, estoy cayendo en la doble repetición discursiva. Dice verde, yo digo verde, al final es verde dos veces. Sin darme cuenta, estoy ratificando la premisa de que sólo el verde es el color que nos ocupa.

Historia y firmeza

El permitir el manejo poco acertado del discurso es consustancial a sociedades “pasionales”. El manejo atinado del discurso, por su parte, es propio de quien sabe operar tácticas y estrategias persuasivas. Si en algo han fallado de manera notoria los que han realizado el encomiable papel de tratar de guiar a la sociedad con fines benévolos, ha sido precisamente en no contra argumentar con firmeza. Sólo se logra minimizar cualquier discurso propositivo cuando se emplea otra proposición.

El hombre tiene una “necesidad de creer” que es consustancial a su naturaleza. Quien esgrime el discurso en términos positivos y proactivos tendrá mayores posibilidades de concretar metas que aquel que sólo se satisface con hacerle frente a una premisa sin sustituirla por otra. Mientras más impacto tenga esta premisa, mayores posibilidades de éxito tiene y mientras una premisa tenga parecido con la ya existente, menos logros ha de alcanzar. Quienes manejan el discurso dirigido a grandes mayorías tendrán que ir afinando sus palabras. No sólo a través del encantamiento que produce la manera de decir las cosas, sino interesándose porque lo que se diga sea efectivo, contundente, propositivo. El tema da para cortar largas telas. Seguiremos. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 02 de marzo de 2021.