domingo, 24 de octubre de 2021

De conspiración en conspiración

Sería necio no aceptar que han existido grandes conspiraciones en el curso de la civilización. Organizaciones secretas, grupos al margen de la ley, transgresores de oficio que se Inter vinculan para generar caos, revoluciones puestas en marcha de manera simultánea por los mismos cabecillas, en fin, una buena tajada de la historia humana. Con eso estamos familiarizados, porque es propio de lo humano la tendencia a romper con el equilibrio. La no aceptación al otro es parte de nuestra esencia como especie que propende a las contrariedades. En esta parte del siglo, con nueva una geopolítica que parece indetenible, desde la poderosa China aparece un virus y se trastoca la historia. Un terreno impensablemente fértil para cualquier especulación de quienes tienden a creer que el eje central de la vida es lo conspirativo.

Vacunas y antivacunas

Como ya lo hemos señalado en trabajos previos, es tan propio del pensamiento la tendencia a buscar la exactitud y la certeza, de la misma manera, lo especulativo y ausente de fundamento también es certeza para muchas personas. La incertidumbre, si bien es propia de los fenómenos físicos y humanos, en el ámbito emocional es inaguantable.  Cuando un grupo de antivacunas se expresa, en realidad lo que hace es aferrarse a la posibilidad de que las vacunas son dañinas y son parte de un plan conspirativo. Eso es certeza para ellos. De la misma manera, quienes insistimos en el carácter científico y necesario de ser vacunado como mecanismo para vencer a la pandemia, también estamos preconizando lo que consideramos certezas. Son maneras de asumir la existencia a tal punto que se generan paralelismos perfectos. El asunto, para el hombre de pensamiento, muchas veces no es saber quién tiene la razón, sino porqué y para qué las personas asumen las distintas posturas en la vida.

Conspiraciones y poderío

Quien ejerce el poder y tiene la necesidad de implementar una determinada acción porque le parece beneficiosa para la mayoría de las personas, en muchas ocasiones, y de manera indefectible, tendrá que generar acciones que parecen o son actos forzosos. Creo que la mejor manera de predicar es con el ejemplo y cada vez que me preguntan por la vacuna, explico que me he colocado tres dosis (o dos dosis y un refuerzo). En ese caso, no solo estoy validando la importancia y necesidad de vacunarse, sino que lo hago conmigo mismo. La posibilidad de verificar la acción de una vacuna se puede medir, comparar y replicar, lo cual constituye un terreno propio de lo científico y no de lo especulativo. Las vacunas representan a quienes creemos en las bondades de la ciencia. Los antivacunas representan a quienes desconfían de sus bondades al punto de convertir sus preceptos en actos de fe. La vacuna ha ido ganando terreno conforme pasa el tiempo. Enhorabuena que así sea.

El futuro del hombre

De pandemia, se pasará tarde o temprano a endemia y aprenderemos a convivir con este y con cualquier otro virus que aparezca. En algunos países ya se ha naturalizado la idea de que la pandemia vino para quedarse y se están creando fábricas para poder producir vacunas a granel. Si algo nos dejó claro la experiencia del Covid es lo vulnerable que somos como especie y a la vez lo hiper adaptativos que solemos ser. Con propensión a adaptarnos a casi cualquier cosa, el ser humano está condenado a sobrellevar cargas que jamás deberían caer sobre sus hombros. En eso se nos ha ido la gran historia de lo humano, en generar espacios y tiempos de equilibrio que nos estructuran, para luego generar desequilibrios que forman parte del continuo de la existencia. Ese tira y encoje es la esencia de lo social. En ese terreno anidan los negacionistas, que piensan como los antivacunas y tratan de refutar las cosas más tangibles que han ocurrido en la tierra. Los negacionistas, hermanados con los “consparanoicos”, llegan al extremo de negar el holocausto.

La esperanza. Nuevamente la esperanza

De esperanza no solo se vive, sino que tal vez sea el motor que impide que venza la oscuridad y la muerte. Cuando Víctor Frankl estuvo en el campo de concentración, pudo ver cómo algunos judíos obtenían prebendas al ponerse del lado de los Nazis. La idea de salvarse como fuese deja de lado lo moral y lo ético. El ser deja sus escrúpulos a un lado y se convierte en una monstruosidad. Víctor Frankl, el psiquiatra judío que sobrevivió a un campo de concentración, desarrolló una técnica psicoterapéutica y escribió el libro El hombre en busca de sentido. Se aferró a dos ideas futuristas (esperanzadoras) para poder tener algo por lo cual vivir. Una era la de reencontrarse con su esposa, quien también estaba confinada. La otra: El poder reescribir el libro que le fue arrebatado y destruido cuando entró al campo. Cuando de manera milagrosa y documentada en su libro, sale libre, no se reencuentra con su mujer, porque ha sido asesinada. Entonces se propone a terminar su obra, la cual agradecemos.

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 26 de octubre de 2021.

domingo, 17 de octubre de 2021

Pensar en tiempos de pandemia



Existe un montón de desafíos para el hombre de pensamiento en el contexto de la pandemia. En el siglo XX, Werner Heisenberg, ganador del premio Nobel de Física en 1932 hace una contribución notable a la física cuántica. Afirma que es imposible medir simultáneamente y de forma precisa la posición y el movimiento lineal de una partícula y formula de esta manera el Principio de incertidumbre. Como es tan propio del pensamiento la tendencia a buscar la exactitud y la certeza, de la misma manera, lo especulativo y ausente de fundamento también es certeza para muchas personas. La incertidumbre, si bien es propia de los fenómenos físicos y humanos, en el ámbito emocional es insoportable. 

La insoportable pesadez de la incertidumbre

Como bien lo señala el gran maestro literario Milan Kundera, la levedad del ser puede ser insoportable; de manera análoga, la incertidumbre se vuelve una carga porque el ser humano no la tolera. La puede experimentar por un lapso específico y delimitado, pero no puede convivir con lo incierto de manera indefinida en el curso del tiempo. De ahí que se aferre de manera desgarrada a cualquier ápice de certeza. La religiosidad en todas sus formas, la “infalsable” espiritualidad, las ideologías en su totalidad plena, los sistemas de pensamiento y las fórmulas amasadas para sobrellevar la existencia nos dan sensación de sosiego y nos apaciguan. Funcionan como bálsamos tranquilizantes que despejan de los caminos a las temidas piedras propias de lo incierto. Si bien la incertidumbre puede ser el estado natural del universo, no así lo es el hondo mundo interior de las personas. Tratar de darle sentido a lo que experimentamos, requiere una visión que trascienda cualquier disciplina o conocimiento específico. Tratar de dale sentido a lo experimentado por vivencia, necesariamente va a flaquear en cualquier intento de darle forma, a menos que se vuelva un dogma, o sea, "una posibilidad imposible de comprobar".

La gran torta

Es un lugar común señalar que los seres humanos somos: O platónicos o aristotélicos. Los platónicos son más dados a lo especulativo en el sentido abstracto y los aristotélicos tienden a hiper valorar la lógica, la exactitud y aquello potencialmente comprobable y de ahí viene la ciencia. En esa visión aristotélica, lo ambicioso no está ausente. Para Aristóteles, para poderse acercar a una visión medianamente cercana a lo real, se requiere conocer la gran torta, la totalidad posible de lo cognoscible. De allí que para desarrollar una visión de las cosas se necesita un manejo de muchos conocimientos en forma simultánea y acumulativa y de ahí viene lo interdisciplinario.  Si no podemos ver la realidad como una totalidad, solo estamos viendo un fragmento de las cosas. La ambición de aspirar a conocer es de las más grandes ambiciones humanas, lo cual nos condena al eterno retorno al génesis bíblico y religiones más primitivas, regresando de manera recurrente a ese pasado falsamente feliz, el que nos transporta al Árbol de la ciencia, del bien y del mal.

Viejas tecnologías

Lo tecnológico avanzó de tal manera que ya no se puede decir que se trata de un fenómeno nuevo. Es un asunto que ha avanzado a velocidad exponencial y que fue catapultado por la pandemia. Cuando aparece la sorpresiva pandemia, todos los canales digitales estaban al alcance de la mano para poder tele comunicarnos. La pandemia hace que, de manera exponencial y sin dudas inédita, la comunicación humana se modifique. Asuntos como la socialización propia del contacto físico que nos identifica, el lenguaje, las fobias atenientes a la proximidad al otro, el consumo de sustancias psicoactivas que mitiguen la ansiedad que surgió como consecuencia de los nuevos escenarios y los más clásicos y tradicionales mecanismos de defensa de lo humano hayan resurgido a flor de piel. No podían estar ausentes los viejos y muy trajinados mecanismos de defensa psíquicos frente a una realidad que se presenta a quemarropa. Gana la gran herencia evolutiva y respondemos ante lo inesperado de la misma manera en que hemos respondido antes a cualquier fenómeno que nos parezca un tanto extraño.

Adáptate o muere

Si de algo se puede ufanar la raza humana es de su inconfundible, maravillosa incomparable y nunca antes conocida capacidad adaptativa. Para bien o para mal somos una especie que se adapta absolutamente a cualquier escenario, por impensable que parezca. Nuestra capacidad de adaptación no solo no hace los únicos seres vivos capaces de asumir cualquier forma mimética para sobrevivir, sino que eso, que potencialmente debería ser una gloriosa virtud, es también la mayor de nuestras debilidades. De verdugos pasamos a víctimas en un parpadeo y las pasiones humanas pueden derrotar por su frenético alcance cualquier posibilidad de juicio razonable. Ser hiper adaptativos lleva consigo el culmen de la gloria como especie y a la par la mayor de las desgracias que puede acompañar a un ser vivo. 


Publicado en El Universal de Venezuela el 19 de octubre de 2021.

 

Pateando largo en cuatro tiempos

 


Domingo a medio día. El sol se apodera de todos los espacios y en las ciudades latinoamericanas se siente un vientecillo en el que se entremezclan olores rancios y sudor de gente cansada. La pandemia ha dejado su marca tatuada en el subcontinente y en ocasiones pareciera que no es un virus sino los estragos de una guerra lo que estamos padeciendo. Las diferencias entre una y otra ciudad son ostensibles y muestran el rostro desfigurado de una región que en ocasiones coincide con los mismos aciertos y problemas y en ocasiones pareciera que cada país de América Latina es una nación que a duras penas comparte elementos culturales con la que tiene al lado. En un lugar con tantas contrariedades, ¿cómo no apostar por mejores escenarios?

Asuntos contemporáneos

Es difícil que exista una dimensión tan apasionante como tratar de comprender el propio tiempo en el cual uno vive. De hecho, no somos capaces de entender nuestra propia contemporaneidad porque la vivimos (o padecemos). Sin la perspectiva que da el tiempo, cada minuto de nuestro existir es abrumador y tiende a ahogar al sujeto que intenta dar un poco de orden a cuanto le acontece y aquello que le circunda. Las expectativas no quedan satisfechas y en el intento de tratar de comprender el tiempo en que vivimos, perdemos la brújula para finalmente terminar de pie en el mismo sitio después de hacer un largo recorrido. No ayudan para nada los historiadores, que recrean una época que ni vivieron ni conocieron. Solo tienen la perspectiva del tiempo, que se va haciendo lejana en relación con lo que nos interesa. Lo contemporáneo enceguece porque está demasiado cerca, es nuestro momento.  

De una a otra Venezuela

Nuestros más conspicuos prohombres han tratado de hacer un esfuerzo inusitado para comprender a Venezuela. Del país rural, pasando por el boom petrolero hasta los actuales tiempos atribulados, es difícil tratar de ordenar la secuencia de hechos en los que la nación ha pasado por tan duros escenarios y oscuras perspectivas. Nada indica que va a mejorar en lo profundo y a corto plazo el país, salvo la posible e insalvable necesidad de dar alivio económico a una población que lidia con la dureza del día a día. Desde la conquista hasta la nación que construimos en el presente, a veces pareciera que, salvo las cuatro décadas de democracia, todo lo demás es un sumidero de desgracias que van marcando a un grupo humano para bien y para mal. Coquetear con lo historiográfico y con la tentación de darle forma a tamaño amasijo de circunstancias es un desafío para cualquier venezolano con inquietudes intelectuales a quien le interese lo que hemos sido y hacia dónde vamos.

La rebelión de las minorías

En una paradoja propia de lo humano, ha sido reiterativo que algunas minorías victimizadas o realmente víctimas de injusticias, terminan por posicionarse en sitios relevantes en lo que se refiere a toma de decisiones. De manera paradójica, y también repetida, aquello que se muestra o es francamente minoritario, hace tanto ruido que termina por imponer su visión de las cosas. Probablemente nada nuevo bajo el sol en un mundo que no deja de dar vueltas. A la par de la Rebelión de las masas, expuesta en forma magnífica por el filósofo madrileño, existen francas rebeliones minoritarias que asoman causas aparentemente contraculturales para terminar por controlar a grandes grupos humanos cuya capacidad de discernimiento obedece al grito de la supuesta manada. Así funcionan las modas y los estereotipos. Inician como islas para terminar imponiéndose como norma. Se construyen en una oficina y la máquina del mercadeo termina por uniformizar el pensamiento. Víctimas y victimarios van de la mano porque se necesitan. En esa estamos, de esa venimos y a esa vamos. Se construyen y destruyen muros a mandarriazos.

¿Para qué pensamos?

En los tiempos que corren, tratar de hacer el ejercicio intelectual de pensar parece una pérdida de tiempo. Darle vuelta a asuntos que parecieran desgastados por tanto sobarlos o tener que replantearse los mismos lugares comunes una y otra vez, es como llover sobre mojado. Lo cierto es que necesariamente pensamos para conseguir las rendijas que permitan construir espacios de encuentro y tratar de generar ideas que puedan darle una nueva oportunidad a la esperanza. Quizá, con la minimización progresiva de la pandemia y sus terribles consecuencias, tendremos una luna de miel que nos hará replantearnos nuestra existencia. No solo desde lo individual, sino como conglomerado que merece mejores oportunidades y solo con el curso del tiempo y el esfuerzo colectivo irán surgiendo. Pensamos, porque a través de la formulación y reformulación de nuestras expectativas reales y nuestros sueños por alcanzar, lo esperanzador, tan propio de lo humano como el respirar, dará sentido a los que somos. Más o menos de eso se trata. Que lo bueno resurja en los lugares que amamos para darle cabida a lo que queremos alcanzar. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 12 de octubre de 2021.

 

domingo, 10 de octubre de 2021

Eterno retorno a Nietzsche

 


Han sido muchos los aportes del filósofo alemán Friedrich Nietzsche al pensamiento occidental. No solo introdujo una serie de elementos de carácter novedoso a través de su obra, sino que actualmente, en plena contemporaneidad, pareciera que sus textos hubiesen adquirido más relevancia que nunca. El pensamiento de Nietzsche ha sido utilizado por los denominados postmodernos como constructo para intentar explicar sus posturas. Poseedor de un gran talento literario, huyó de la exposición filosófica sistemática “tipo ladrillo” y de “estilo científico” y encontró su medio expresivo en una prosa altamente poética. De los múltiples elementos que seducen en la obra de Nietzsche y lo hacen propenso a crítica por parte de sus detractores, es precisamente el tipo de lenguaje que utiliza para expresar sus ideas (estratagema). Es un lenguaje típicamente político-proselitista y de ahí su capacidad para cautivar, en aras de lograr cambios en la forma de pensar de quienes se acercan a sus escritos.

Feroz en muchas ocasiones, sus textos parecieran una especie de cántico guerrero que buscase derrumbar murallas intelectuales. Quizás su ambiciosa labor así lo requería. Al menos Nietzsche pensó que el uso de un lenguaje fuerte y en ocasiones aplastante era imprescindible para poder contrariar un montón de ideas previamente elaboradas por filósofos que lo precedieron. Es interesante el furor con el cual desarrolla la tesis del anticristo y todo lo relacionado con su énfasis por convencer a los demás de la inexistencia de Dios y de los postulados valorativos que rodean la idea del dios cristiano. El cristianismo es un proyecto político de carácter expansivo concretado en Roma y ejecutado por el proselitismo instaurado por los seguidores de Pablo. El ateísmo de Nietzsche busca convencer sobre la potencial posibilidad de instaurar la tesis del superhombre. Nietzsche predica en sentido contrario al cristianismo, a favor del surgimiento de un hombre mejor, no cristiano, siendo el Zarathustra de Nietzsche el profeta de sus ideas. El lirismo de su obra es intencionalmente confuso y propenso a lo simbólico e interpretativo, en un afán de crear una “biblia” anticristiana. 

La moral nietzscheana se basa en el desprecio a la escala de valores de la ética cristiana, a la que considera propia de resentidos, es decir, de hombres que, al no ser capaces de realizarse a sí mismos, valoran positivamente la humildad, la benevolencia, la utilidad, cosas solo propias de esclavos y no de hombres libres, señores, capaces de llegar a ser superhombres como consecuencia de una conducta que va “más allá del bien y del mal” y consiste en la afirmación de lo vital por excelencia: la fuerza, la voluntad de dominio. Todo hilvanado de tal forma que es planteado como posibilidad factible de realización. De allí que exaltamos ese elemento político que es propio de la obra del filósofo alemán y que tiene su punto de partida primigenio en los filósofos preplatónicos. Paralelamente a esta visión, opone al ideal del progreso histórico la teoría del desarrollo humano concebido como una repetición, un eterno retorno; para él, el mundo es un devenir continuo que no desemboca en un estado final de perfección, sino que permanece bajo el signo de la contradicción, la lucha y el retorno constante de lo igual en el ser. 

Releyendo a Nietzsche no dudo en afirmar que su impulso vitalista y transgresor forma parte de lo más decantado del pensamiento occidental, siendo constantemente criticado tanto por cristianos como por igualitaristas, comunistas y otras derivaciones del pensamiento que trata de hacer del hombre un ser homogéneo. En Nietzsche figura una constante exaltación al individualismo que seduce por su pasión. Sin embargo, no se puede negar que existe el riesgo de que su obra caiga en las manos equivocadas y de exaltación del potencial poder de cambio de la humanidad, se modifique el contenido de su obra y de manera lineal su interpretación se incline por ser una apología al deseo de tratar de tiranizar a las mayorías. Odiado, seguido, segregado, amado, ridiculizado, exaltado, criticado, controvertido, adorado y temido, creo que hizo su tarea como pensador. 

Pero no debe haber Crimen sin castigo para el hombre en una sociedad con bases mínimas morales y el Rodión Raskolnikov de Fiódor Dostoievski es el más diáfano ejemplo de cómo quien se creyó con la capacidad de transgredir lo normativo, terminó por cometer horribles crímenes y fue devorado por la idea de culpa. La enorme mitología Nietzscheana, llena de fantasías, señala que en cada uno de los morrales de los soldados alemanes había un libro del Zarathustra. Es de conocimiento que la propia hermana de Friedrich abrazó el nacionalsocialismo y en las páginas de La rebelión de las masas de Ortega y Gasset se encuentra el espíritu de este singular hombre. El loco fascinante, harto sospechoso, siempre dará para pensar. Que así siga siendo, diría Zarathustra. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela, el 07 de octubre de 2021.