martes, 28 de julio de 2020

Genios y cadáveres políticos

Vivo al sur del continente americano. En la parte más sur del sur y todo por consecuencias políticas. Después del derrocamiento del General Marcos Pérez Jiménez, en el año 1958, se desarrolla en Venezuela un pacto de gobernabilidad en la cual tres partidos políticos, Acción Democrática (AD), el Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI) y Unión Republicana Democrática (URD), se comprometen a establecer un modelo que contemple los pilares fundamentales de la democracia: La independencia de los poderes públicos, el voto universal directo y secreto y la alternabilidad en el poder de quienes vencieran en los comicios, lo cual era una deriva de respetar los resultados electorales. Así nació la democracia producto del consenso loable conocido como Pacto de Punto Fijo.

De esa manera, en Venezuela se crea una democracia con un robusto sistema de partidos políticos, que permitía que sus ciudadanos pudiesen de manera alternante aspirar a la posibilidad ocupar cargos públicos y permitir la transformación del país conforme se plantease la hoja de ruta de quien ganase cada elección. El sistema llegó a su punto más elevado en el sentido aspiracional cuando, a finales de la década de los años ochenta del siglo XX, se materializa la expectativa de elegir gobernadores y alcaldes en las distintas regiones del país.

Enemigos de un sistema

Las democracias siempre están en peligro. La acechan sus enemigos externos y de eso la historia de Venezuela tiene experiencia. Rómulo Betancourt es el primer presidente del período democrático que nace con el pacto entre AD, COPEI y URD y considerado el padre de la democracia moderna en Venezuela. Desde comienzo de su mandato se ve forzado a defender el sistema de los enemigos más crueles y oprobiosos. Los demócratas venezolanos se tienen que enfrentar inicialmente con los tradicionales cultivadores de las tiranías, pero lo que más complica la estabilidad inicial del sistema es la llegada de Fidel Castro al poder con el triunfo de la Revolución Cubana. Si no fuese porque en Venezuela se establece un pacto de gobernabilidad y los partidos políticos gozaban de gran fortaleza, el comunismo cubano se hubiese apoderado del país.

Para comprender a Venezuela, se debe contextualizar lo siguiente: Se trata de un país con amplias riquezas naturales, particularmente artífice de una de las empresas petroleras de mayor calidad del mundo. Con Petróleos de Venezuela (PDVSA), se garantizó una renta que permitió una inversión educativa y de infraestructura que de ninguna otra manera se hubiese logrado. Con una cantidad tan grande de dinero, producto de la materia prima, no fue difícil que en el país cundiera la corrupción. A la par, los enemigos del sistema democrático, destacando como centro de sistema la corruptela, se dan por fin último la destrucción de la credibilidad de los partidos políticos. Por omisión, los miembros de los partidos no defendieron los valores democráticos y por acción, los enemigos de los partidos crearon un clima de percepción de tragedia que no se correspondía con la realidad. Mucho menos con la realidad que existe en el segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez. Es tan grave el deterioro en los partidos, que el propio cofundador de COPEI, Rafael Caldera, se desliga del mismo, acaba con sus discípulos, castrándoles la posibilidad de acceder al poder y asume una segunda presidencia en 1994.



El tiempo de los mesías

Incapaces de defender el sistema de partidos, tanto desde el interior como de sus adversarios externos, se genera una paradójica debilidad partidista a la par de que las más influyentes figuras de la opinión pública del país apuestan por el retorno al militarismo como suerte de gran remedio a los reales y ficticios problemas que la nación tenía, mientras, hasta las telenovelas de un extinto canal televisivo, RCTV, no se dan tregua para atacar al sistema con todas sus fuerzas y a través de las más ingeniosas maneras. 

Incluso se llega al extremo de romper con el sentido común al invitar en 1989 a Fidel Castro a la toma de posesión del segundo mandato de Carlos Andrés Pérez. 911 intelectuales desquiciados firman un manifiesto en apoyo al controversial político cubano y poco después de la toma de posesión de Carlos Andrés Pérez ocurren actos vandálicos conocidos como El caracazo, que fueron reprimidos con fuerza. En torno a estos hechos delincuenciales se establece un falaz discurso que termina por catapultar la idea de que el sistema debía ser cambiado por otro. No la idea de que debía mejorar, sino que había que modificarlo de raíz, asunto a todas luces y dadas las pruebas del tiempo no era una idea inteligente. Es en esa encrucijada de elementos en los que se da el golpe militar del año 1992 y aparece en la escena pública el Teniente Coronel Hugo Chávez Frías, con los medios de comunicación del estatus quo avalando día y noche la necesidad de una ruptura radical con el país que teníamos.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 28 de julio de 2020. 

sábado, 25 de julio de 2020

Adiós a los héroes


Bien abrigada, tanto que ni la conocí a pesar de estar sentada a mi lado, me preguntó si me acordaba de ella. Era una colega que trabajó conmigo en la Universidad de Los Andes, con quien incluso llegué a publicar un trabajo de investigación en una prestigiosa revista de psiquiatría, actualmente desaparecida.

La última vez que nos habíamos visto en Venezuela, me explicó que se dedicaba  a la magia. -¿Cómo así?, le pregunté- Domino el difícil arte de estirar la quincena, me respondió. Lo cierto es que las circunstancias pudieron más que ella, trató de seguir dando clases y montar un negocio, como emprendedora, vendiendo comida congelada, pero la falta de electricidad en el país no solo acabaron con su negocio, sino que sus artimañas con el sueldo, por más estiramiento que pudiera artificiosamente crear, terminaron por reducir su dieta a cambures con agua.

Primero trató de trabajar en Colombia, pero no dio pie con bola con los empleos, luego trató de dar clases en Ecuador, pero las trabas burocráticas fueron más fuertes que ella, luego pasó por el Perú de las inestabilidades laborales que le hicieron perder otra media docena de kilos, para terminar en Chile, en donde es mesera y ya está planeando irse para Uruguay. Posee un currículum como pocas personas que conozca, con un pregrado con menciones de honor, una especialidad y una maestría, ganadora por varios años consecutivos de premios como investigadora. Tiene hoy en día la mirada de mis compatriotas, en la cual la profundidad de la tristeza hace contraste con la facilidad de sonreír ante tan brutales adversidades.

En una ocasión asistió a una conferencia que di como invitado en el Colegio de Médicos, en la cual expliqué un ensayo de mi autoría, en donde señalo que las protestas de calle se comportan como cualquier duelo humano, en el cual se comienza con una actitud y van pasando las distintas fases emocionales conforme pasan los días, hasta llegar a la decepción y fatal aceptación, todo lo cual tiene una duración de tres meses y medio, un poco más, un poco menos.

En tres meses y medio sube la ola hasta el clímax para estrellarse aparatosamente en la orilla, con la subsecuente resaca.  Se genera un efecto devastador desde el punto de vista emocional para cualquiera. Se arranca con un ánimo y actitud voluntariosa, casi al borde del paroxismo, para despedazarse con una especie de fatalidad difícil de bordear: Nos damos de frente con la simple y llana realidad.

Esos ciclos de tres meses y medio ya tienen un patrón en el país del norte de Suramérica, en donde se genera una euforia de gran emocionalidad colectiva para después aterrizar en el frío suelo de lo real. Por eso, a los de mi generación se nos hace tan difícil sentirnos representados por un liderazgo que repite tácticas y estrategias similares con resultados similares. En conclusión, es difícil tener sentido de realidad en un país gobernado por las más etéreas e inconsistentes esperanzas.

Un sentido de vinculación con héroes de pacotilla y un mesianismo tan necesario como inútil, son parte del sino de la tragedia de la venezolanidad. Para muestra un botón: Nuestro Libertador es una suerte de brújula a la cual invocamos a cada rato como si se tratase de un talismán. Simón Bolívar es el gran héroe universal por antonomasia que termina señalando que el fin último de su gesta libertaria fue haber “arado en el mar”. Tratar de hacer de su pensamiento un ideario para el siglo XXI no solo es irresponsable sino francamente retorcido. Héroe de héroes por antonomasia, su pensamiento romántico solo podía ser factible en una genialidad del siglo XIX. Hoy es un interesante referente histórico, hombre por demás admirable, absolutamente descontextualizado con el mundo actual.

Cuando escucho a uno de nuestros jóvenes políticos repitiendo frases fuera de contexto, muchas de las cuales pertenecen a la correspondencia de Bolívar (dictó más de 10 000 cartas), no sé si sentir susto o compasión. Lo cierto es que terminé por ser un simple sobreviviente con capacidad de tratar de darle contexto de realidad a aquello que nos ha ocurrido como pueblo con sus particulares elementos congruentes con un sentido colectivo que nos identifica.

A partir de los radicales cambios sociales que inician en Venezuela justo a finales del siglo XX y van de la mano con el siglo XXI, no puedo sino ser categórico al afirmar que el país donde nací ya no existe, porque el proyecto que pretendió transformar de manera “revolucionaria” a la nación se impuso y somos el producto de lo que se sembró.

Total que mi colega me preguntó cómo veía la cosa en Venezuela y traté de ser lo más esperanzador posible, hasta que detuvo la conversación con la frase que dejó las cosas claras. -Tú y yo nos fuimos y somos la representación de lo que pensamos que se debe hacer ante una situación que vemos difícil de resolver. Tú y yo migramos.

No podía menos que brindarle un café y sentarnos juntos a ver el atardecer.




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 21 de mayo de 2019.

 


viernes, 17 de julio de 2020

Borges el mimoso

“…Borges ha sido lo más importante que le ocurrió a la literatura en lengua española moderna y uno de los artistas contemporáneos más memorables”, señala Mario Vargas Llosa en su reciente compilación de trabajos sobre el escritor argentino, titulado Medio siglo con Borges. Es muy difícil que una persona afín a la lectura no sea particularmente seducida por la manera de escribir del singular escritor sureño, quien no solo escribe cuentos perfectos, sino que desarrolló una técnica de escritura, la cual es imitada por muchos de quienes quedan deslumbrados ante sus textos.

Esta técnica, potencialmente replicable, ha condenado y malogrado a quienes, en su asombro, tratan de calcar al gran maestro de la literatura. Dicho de otra forma, Jorge Luis Borges deleita a quienes lo leen y envenena a quienes lo imitan. En lo personal leí a Borges hace ya algún tiempo y mientras más tiempo pasa, más distante lo siento en algunos aspectos. Desde lo puramente racional, es un escritor avasallante por lo inmaculado, siendo esa pulcritud temática y estilística, una condición cada vez más ajena a lo que me agrada de la literatura. Hace mucho fui cautivado por aquello que hoy me parece una rareza que no dejo de celebrar y acompaño la comparsa de lo borgiano al ritmo de una guaracha.

Escritores sucios

Creo que Nicolái Gógol, Jack London, Guy de Maupaussant, Fiódor Dostoievski, Horacio Quiroga, Alberto Moravia, Milan Kundera, quienes también escribieron cuentos, son en esencia imperfectos, acontecidos, erráticos en su escritura y expresan en su obra la savia de sus vivencias y de quienes le acompañan en el curso del tiempo. Desafían las más pedestres y simultáneamente extraordinarias circunstancias, que van desde enredos amatorios hasta haberse inmiscuido en tormentosas situaciones políticas. Su esencia es lo controvertido y la conflictividad. Están situados en el polo contrario de la aquiescencia y en ocasiones huelen mal. Su prosa es imperfecta por cuanto está salpicada de fluidos orgánicos y vahos no siempre posibles de soportar.

Si hubiese la posibilidad de contrastar la obra de Borges en su propio medio, diría que es la antípoda perfecta del también Argentino Julio Cortázar, escritor de cuentos maravillosos, que sin dejar de ser sorprendentes no gozan de la perfección de lo borgiano. La erotización contrariada es un pilar de esa obra maestra que conocemos como Rayuela.

Niños de pecho

En Borges triunfa la asepsia, la erudición, la infinita valoración por la cultura y la tendencia a ser preciso con lo que escribe, lo cual solo una persona como él y sus circunstancias pudieron forjar. Como lo borgiano tienta, la gente limpia se acerca a él. Siempre acunado por su madre, ajeno a la experiencia vital y apegado al regazo maternal, no podía ser más chocante para Borges que tener que enfrentar lo psicológico. Por eso huye de ello. No es raro que sus personajes, matones y pendencieros, sean en realidad propios de quien tiene una imaginación al calco de los textos y no de la propia experiencia vital. Esa rara falsedad de lo no vivido da un carácter curioso e inigualable a su obra. Un Borges ajeno a lo psicológico necesariamente corre ante lo psicoanalítico que propende a estudiarlo con la destreza del entomólogo que cuenta las patas de una hormiga. De ahí que lo borgiano y lo tendiente a ser apegado a la mamá, van de la mano, como elementos propios de un universo que Borges crea para deleite, goce y capacidad de cultivar seguidores desafiantes y defensores de su legado. Sus cultos seguidores lo endiosan en buena lid y lo ubican en el justo lugar de la historia que merece. Borges es un faro para quien busca en el conocimiento una manera de darle sentido a la vida, olvidándose un tanto que vivir a plenitud la existencia.

Asexualidad atómica  

Si algo llama la atención de la obra de Jorge Luis Borges es su distanciamiento con el erotismo y la sexualidad. Sus textos tienen la limpidez de lo asexual, tanto como su propia imagen personal pareciera tenerlo. Lo sexual conceptuado como mácula que empastela el texto y a la propia vida. Esa asexualidad va de la mano con una figura materna omnipresente y un matrimonio efímero. También va de la mano con la bomba atómica para el mundo de la cultura, el divertimento, lo humano, lo extravagante, lo ridículo, lo festivo y lo amatorio, así como la posibilidad de imaginar escenarios posibles e imposibles que se resume en un par de palabras: María Kodama. Una jovencita acompañándolo por los laberínticos caminos de la existencia que hacen de Borges una persona, un hombre, un ser enamorado y lograr lo que su propia obra repele: La erotización perfecta.

De laberintos, tigres y demás elementos ajustados a la simbología borgiana, se agarra de la mano una chica con falda que le lee, lo acompaña en sus viajes y se presenta junto a él en entrevistas televisadas. El exquisito olor de la mujer hace que antes de morir, finalmente se parezca a cualquiera de nosotros.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el martes 21 de julio de 2020

 


viernes, 10 de julio de 2020

Armando Rojas Guardia y la intemperie



En el recientemente realizado Congreso Venezolano de Psiquiatría desarrollado en la ciudad de Caracas los días 13,14 y 15 del mes de noviembre, tuve el privilegio de dictar la conferencia: “Armando Rojas Guardia. El dios de la Intemperie”. El interés por este escritor venezolano por parte de una comunidad científica surge de una larga relación entre psiquis y filosofía, lo cual en Rojas Guardia va más allá, por el hecho de que hay algunos elementos inseparables a la ¿transgresión? que están presentes en su obra.

Existen tres condiciones de gran interés que destacan en el texto El dios de la intemperie, las cuales nos llevan a concluir que su obra y su persona se encuentran ligadas intrínsecamente con la labor de la psiquiatría que razona y propende a dar frutos. Estos tres elementos se hallan vinculados con lo que pudiésemos llamar la condición “marginal” (y marginada) universal del ser humano.

El primero es la enfermedad mental, percibida como condición que ubica al individuo en un plano que induce temor a “los otros”. Mezcla de miedo y compasión, que de no ser por las habilidades intelectuales o el poder económico de quien presenta una estructura psicopatológica, estaría condenado al ostracismo inherente a lo sociocultural. No es la visión expuesta por Foucault en la Historia de la locura en la época clásica. Se trata de un escritor que le dedica su libro a su psiquiatra tratante, quien no sólo es un “personaje”, sino que existe una genuina amabilidad de Rojas por quien es un terapeuta reconocido con quien ha vivido la experiencia del “acompasamiento” propio del al acto médico, especialmente psicoterapéutico. Contrario a muchos textos antipsiquiatras, en esta obra Rojas muestra gentileza por el oficio de los terapeutas, siendo notable el valor y respeto que les adjudica.

Lo segundo que plantea Rojas Guardia es la condición homosexual. Elemento que sigue siendo de marginación social que ubica al individuo en un plano muchas veces de carácter paralelo que le impide mantener vínculos en común con sus pares. Debemos sacar cuentas en este punto. Sólo una minoría de la actual civilización tiene aceptación genuina por la homosexualidad. El no rechazo o repudio a la misma sólo ocurre en algunas sociedades (predominantemente las que conocemos como occidentales). Lo homosexual como elemento marginal que hace del individuo un ser que todavía es visto como diferente y casi contracultural en muchas latitudes.

Lo tercero es la condición de “poeta”, la cual es una elaboración de carácter artístico ajena a la comercialización y al “marketing”, ubicando a quien cultiva el lirismo en una posición  singular, propia de seres ¿incomprendidos? a quienes la sociedad ubica al margen, en parte por insensible, por considerarlos inútiles, pero por encima de todo porque vivimos en una comunidad básicamente ágrafa, en donde la ignorancia es casi una norma, o peor aún, un elemento necesario para el “triunfo”. 

Rojas Guardia es un gran poeta y ensayista. Su obra marcha como un espejo que nos permite intentar entender elementos propios del enmarañado siglo que corre. Es un talentoso hombre de ideas que se encuentra entre nosotros, produciendo un legado de gran valor para esta y futuras generaciones. El dios de la Intemperie es un ensayo publicado por primera vez en el año 1985 reeditado por la ULA a través del destacado médico humanista Osman Gómez en 2003, existiendo ediciones más recientes.

Obra de profundo contenido filosófico, enraizada con lo más pedestre del espíritu humano. En una muestra de erudición propia de un hombre culto, Rojas muestra su profundo conocimiento filosófico expuesto de manera sencilla, lo cual es relevante, ya que con frecuencia el ensayo que induce a pensar, puede resultar de difícil lectura. En Rojas el libro se lee de un solo tirón, característica que tienen las obras escritas con pulcritud. Si un elemento consiente el anclaje que deriva en otras ideas, es el sustrato de carácter Nietzscheano que posee el libro. Nietzsche para entender elementos consustanciales con la moral, pero particularmente la exaltación de la obra del filósofo alemán que teje un hilo conductor que determina el ensayo. La idea de Dios, propia a una cultura de la cual formamos parte, con sus atavismos, primitivismos y desatinos. La genealogía de la moral que puede ser convincente y dar estructura, o puede conducir al individuo al nihilismo y lo tormentoso.

La lectura de Rojas Guardia, con su estilo afable y su límpida prosa, es asidero para cultivar visiones que nos permiten desarrollar sosiego y tratar de buscar luces en un siglo complejo. Escritor de siglo XX con proyección inseparable al corazón del siglo XXI, El dios de la intemperie seguirá dando que hablar (y pensar) en un país que desde hace rato pareciera necesitar con urgencia de mayores referentes intelectuales para encontrarse consigo mismo. Para lograr desde el respeto y la diferencia, transitar los mismos espacios sin atropellar a los demás.


Publicado en el diario El Universal de Venezuela, el 1 de diciembre de 2014.

Ilustración de Osvaldo Dumont @odumontdibujos


martes, 7 de julio de 2020

2020 en la granja



George Orwell es en realidad el seudónimo que usaba el escritor británico Eric Arthur Blair, nacido en Motihari, India en 1903 y fallecido en Londres, en enero de 1950. Alcanza la trascendencia por dos de sus novelas: Rebelión en la granja y 1984

¿Por qué se sigue leyendo a Orwell en el 2020? Autodefinido como un socialista demócrata, en Rebelión en la granja hace una parodia sobre Stalin, la revolución rusa y su infinita degradación y corruptela. En 1984 plantea el horror totalitarista en un futuro cercano al tiempo en el cual lo escribió. Su inobjetable permanencia siempre me ha parecido que obedece a dos factores:


1.Estas dos obras, que bien pudieron haber sido ensayos, Orwell las elabora a través de la narrativa, dándole una dimensión atemporal y universal que puede ser leído por cualquiera en cualquier tiempo.  El convertirlo en novela, lo hace artístico, por consiguiente, más tendiente a ser descubierta por una mayor cantidad de personas. En lo personal, considero que Rebelión en la granja es incluso un texto de iniciación para la lectura de personas jóvenes con inquietudes intelectuales.

2.Es fácil encontrar elementos tanto tangibles como simbólicos con los cuales nos sentiremos identificados. La sensación de injusticia que se va tejiendo en Rebelión en la granja deja de ser ficción y alegoría para convertirse en dura realidad que inexorablemente está viva ante nuestros ojos. Con las retorcidas aproximaciones a lo político, no es difícil darse cuenta que los totalitarismos tal como se vivieron en el siglo XX, se perfeccionaron y lograron convencer a los politólogos para caracterizarlos de manera más amable. 


El escritor y la conciencia colectiva

Para muchas personas, cuando un escritor es reconocido y su obra se hace del dominio colectivo, se genera la idea de que este ser, instruido y con capacidad de expresar aquellas cosas que piensa y además de expresarlas de manera artística, genera la reputación de ser conocedor o tener la pericia para interpretar y plasmar aquello que lo circunda. No es raro que en las entrevistas que se les hacen a los escritores reconocidos, por ejemplo, se le tienda a preguntar de lo humano y lo divino, como si el escritor se convirtiese en un referente social de los alcances de la cultura universal y las posibilidades de desarrollar un entendimiento que no todos tienen. Al escritor reconocido se le suelen atribuir capacidades y de una u otra forma entra al imaginario colectivo como símbolo de sapiencia real e identificable. 

El miedo a los intelectuales

Al hacerse de un grupo de personas que perciben en el escritor una figura poseedora de un talento especial, entra en la atención de quienes esencialmente lo van a observar con sospecha. En términos generales, el escritor, al plasmar el tiempo en el que les toca vivir desde la experiencia personal y darlo a conocer, se transforma en un seductor de los lectores. Los atrapa en sus narraciones y potencialmente puede llegar a convencer multitudes. Por eso, desde el poder, se le mira con reserva, rechazo, odio, desprecio, pero fundamentalmente con miedo. El miedo a los intelectuales, bajo el entendido que son personas que se dedican a cultivar el pensamiento, es una deriva de su potencial capacidad de torcer voluntades y señalar lo más oscuro del poder. Nada de raro tiene que sean perseguidos políticos en las horas oscuras que generan los regímenes que se oponen a las libertades.  

De genialidades está lleno el catálogo de obras prohibidas, así como las genialidades ocultas abundan, sin haber podido hacer trascender ni una línea de cuanto escribieron. Ese raro fenómeno forma parte de lo humano y seguirá siendo de esa manera, porque a veces, pareciera que el azar gusta salirse con las suyas.

Eric Arthur Blair, cuyo seudónimo es George Orwell nos lleva a lugares por demás conocidos, cuando a través de su obra señala:

“TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS SON MÁS IGUALES QUE OTROS”. El ideal revolucionario con la luna de miel que lo caracteriza y el entusiasmo colectivo que genera; el temerario concepto de revolución y su inexorable decadencia y ruindad; la tesis del enemigo interno y enemigo externo como instrumento para manipular multitudes; la tendencia a distorsionar progresivamente la historia en la medida que favorezca a la estructura de poder imperante; la inducción del olvido del pasado y modificación perversa del mismo; la clásica receta de alterar los símbolos que unifican a las personas en torno a un ideal agrupado; la propensión a convertir villanos en héroes y demoler a los héroes para que sean percibidos como villanos.

Todo eso hace Orwell en Rebelión en la granja y por eso sus libros han sido prohibidos en los lugares en los cuales la libertad es aplastada de manera metódica. De ahí que los escritores son temidos y perseguidos, cuando no eliminados físicamente. En muchos casos se intenta que su obra desaparezca y que no queden vestigios de su existencia.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 14 de julio de 2020.  


Ilustración de @Rayilustra

viernes, 3 de julio de 2020

El populismo necesario



El 07 de marzo de 2016, publiqué un trabajo en el diario El Universal de Venezuela, en donde planteaba la idea de que los latinoamericanos hemos sido asociados con la exaltación del mesianismo y el culto a los personalismos, lo cual no deja de ser cierto. Lo que también es cierto es que el fenómeno populista no escapa a ningún conglomerado. En ese texto, literalmente señalé: “Es probable que Pablo Iglesias sea presidente de España y Donald Trump dirija la nación más poderosa del planeta. No tiene nada de extraordinario. Lo que sí es raro de comprender es la ligereza con la cual ambos fenómenos políticos fueron asumidos desde el comienzo de su aparición”.

Efectivamente, las circunstancias ubicaron a ambos en importantísimos cargos de poder. Los que inicialmente vieron a Donald Trump mostrando sus aspiraciones de ser el presidente de los Estados Unidos incluso llegaron a burlarse de sus pretensiones y no tardaron de calificarlo como un referente de la antipolítica, lo cual es usual escuchar. El asunto despertaba curiosidad y la pandemia tal vez modifique sus posibilidades de ser reelecto, asunto que hubiese ocurrido sin mayores contratiempos de no ser por el manejo tan particular que hizo en torno a la grave crisis sanitaria mundial, que ha afectado severamente a los Estados Unidos.

La estrategia de Trump

Los venezolanos estamos tan familiarizados con su discurso, que nos parece la aplicación de una aburrida y obvia receta de bolsillo. Él simplemente dice lo que el ciudadano norteamericano promedio desea escuchar. Habla en función de futuro, prometió aumentar el salario de los que trabajaban mucho y ganaban poco, señaló que debían pagar menos impuestos quienes menores ingresos recibían, se definió como un acérrimo enemigo de la clase política dominante y lo más peliagudo, señaló la existencia de un enemigo interno y uno externo, al cual había que ponerle un muro divisorio para evitar que le quitase el empleo al estadounidense necesitado y esos extranjeros cometiesen delitos en el país del norte. Donald Trump se apegó a la receta de rigor que ha hecho que desde que el mundo es mundo, los populismos vayan y vengan, sin importar en cuál lugar han de hacer su aparición. Dicho en términos más tangibles, apostó a la división y polarización de la ciudadanía de manera que toda la agenda pública girase en torno a él, sea para defenderlo o atacarlo, y como bien sabemos los que lo hemos vivido, quien tiene la agenda pública en la mano, tiene el control.

¡Vivan los iluminados!

El populismo se alimenta de la necesidad de satisfacer los más inconfesables anhelos de grandes grupos humanos. Fiel a la receta, Trump es divisionista y escandaliza a cualquier persona medianamente sensata. Contrario a lo que pueda parecer, en eso radica gran parte de su éxito político. Psicodinámicamente el populismo es una necesidad. Desde lo racional puede ser percibido como una tara y se puede intentar luchar contra él, cayendo en el eterno círculo vicioso que lo caracteriza, en donde lo que se haga en favor o en contra, coloca a la persona en el centro del debate. Los demás giran alrededor del líder, lo cual termina transformándose en el fin último de cada carácter. Aun con los esfuerzos por delimitar el pensamiento mágico como antípoda de la razón, el inconsciente y lo irracional suelen salirse con la suya. El votante se proyecta.

Cronología del ganador

El proyecto que Donald Trump se traza para llegar a la presidencia de los Estados Unidos se remonta a la década de los años ochenta del siglo pasado, habiendo intentado llegar al poder tanto a través del partido Demócrata como el Republicano. Incluso, en el año 2000 participó en la candidatura presidencial del Partido de la Reforma, partido fundado por el multimillonario Ross Perot en 1995 como alternativa ante los dos grupos tradicionales de los Estados Unidos, ganando las primarias de ese partido en California. Pero es más que un proyecto que se fraguó bajo las normas propias de la democracia. Donald Trump ha sido un consuetudinario y permanente presente en los hogares norteamericanos a través de los shows televisivos que lo hicieron inmensamente notorio. La cadena NBC con el popular programa El Aprendiz, construyeron desde 2007 una imagen en torno a Trump inusitadamente exitosa. En ese programa, que consistía en una competencia por 250.000 dólares y un contrato para dirigir las empresas de Donald Trump, el actual presidente se mostraba de manera teatral, exagerada y radical. Logró un encandilamiento y una atracción que pudo seducir multitudes de norteamericanos.

Por eso, cuando escucho personas señalando que es un arribista de lo político, pienso que, por el contrario, se preparó durante décadas para llegar al poder. No hay que olvidar que Trump es un cultivador de las teorías conspirativas, lo cual hace de fácil inferencia pensar que todo movimiento previo a su triunfo, eran los de un particular jugador que sabía hacia donde iba.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 07 de julio de 2020. 



Ilustración de @odumontdibujos