viernes, 26 de febrero de 2016

¡Es el sistema!


Ha sido una obcecación humana el tratar de comprender el mundo y las realidades en las cuales nos encontramos inmersos. Este esfuerzo por querer dar explicación a las cosas se remonta al origen de la civilización. Son muchas las propuestas y enfoques que han intentado crear una gran teoría, una especie de “explicación total” a través de la cual los diferentes asuntos que conciernan a lo humano puedan ser expuestos.

El apegarse a los dogmas de fe es una manera básica de tratar de comprender las cosas. De hecho el paradigma cristiano puede resumirse con la expresión que señala que “lo mejor es lo que pasa”, dándole un carácter ético y estético a la dimensión que tiene que ver con la manera como nos vinculamos. Sin embargo los dogmas de fe no detienen ni son contrarios a las ideas, siendo en muchos casos posiciones que se complementan.

Uno de estos intentos por comprender la manera en que nos “intervinculamos” es lo que se suele conocer como “teoría de sistemas” o “teoría general de los sistemas”. Básicamente y de manera muy sucinta, la idea es que cualquier cambio que ocurra, por más pequeño que sea, terminará modificando o afectando la totalidad. “El cambio de una de las partes modifica el todo”.

La aplicación de esta manera de asumir los vínculos entre los cuerpos del universo fue desarrollándose en el campo de la cibernética. Es fácil comprender que si se daña un solo engranaje de una máquina, el funcionamiento completo de la estructura va a ser afectada. Si una pieza de un reloj se daña, el mismo deja de funcionar. Pero pronto la aplicación de estas ideas cundió en las más variadas disciplinas y su aplicación ha sido útil para entender aspectos que van desde la economía hasta la psicología.

En materia económica, por ejemplo, la aplicación o puesta en práctica de medidas aisladas termina siendo contraria al sentido de los sistemas porque lo económico depende tanto de los procesos internos de una nación como lo que ocurre fuera de la misma. Si hay una guerra al otro extremo del planeta, los precios del petróleo cambian y nuestra economía se afecta. El pensamiento basado en la idea de sistemas tiende a ser de tipo complejo por su carácter filosófico y “transdisciplinario”, permitiendo comprender lo que nos acontece tanto en el plano social como en el plano individual.

El que aprende a pensar en función de sistemas abriga una mejor manera de comprensión de los fenómenos y puede aclarar incluso aspectos de su mundo íntimo o personal. El uso más pragmático de esta visión de las cosas está presente en cualquier decisión de carácter político que se tome, puesto que las decisiones de esta índole afectan la economía, la seguridad ciudadana, las maneras de cultivar el ocio, las relaciones amorosas y la dinámica familiar, solo para señalar algunos elementos.

Ha sido de mi interés el estudio de los sistemas y su aplicación a la vida en sociedad, al punto que dedico una parte de mi libro “Los cambios psicológicos” (Consejo de Publicaciones de la ULA 2013) a este asunto. Particularmente en lo que respecta a la dinámica familiar, el “modelo ecológico” desarrollado por el psicólogo “estadounidense” Urie Bronfenbrener es una derivación de la teoría de sistemas aplicada a la psicología. Bronfenbrener concibe el ambiente social como una organización anidada en cuatro sistemas concéntricos donde las interacciones fluyen entre los mismos. Lo expone de la siguiente forma:

El “microsistema”, o primer nivel, se refiere a las actividades, roles e interacciones del individuo y de su entorno inmediato: La casa, el centro de atención diurna o la escuela. En el hogar, por ejemplo, el desarrollo puede verse estimulado por la sensibilidad de la madre ante los intentos de dependencia de su hijo y éstos a su vez la impulsan a pensar en nuevas formas de favorecer esta clase de conducta.

El “mesosistema”, o segundo nivel, se compone de interrelaciones  entre dos o más microsistemas. Inciden las conexiones formales e informales entre el hogar y la escuela o entre el hogar, la escuela y el grupo de compañeros. Por ejemplo, el progreso de un niño en un centro de atención diurna puede verse favorecido por una estrecha comunicación de sus padres con sus profesores. 

El “exosistema”, o tercer nivel, designa los ambientes u organizaciones sociales que están más allá de la experiencia inmediata del niño y que influyen en él. Los ejemplos abarcan desde ambientes formales como el lugar de trabajo de los padres y los sistemas comunitarios de salud y bienestar hasta organizaciones menos formales como la familia extendida del niño o la red  de amigos de sus padres.

El “macrosistema” lo constituyen las leyes, los valores y las costumbres de la sociedad en que vive el individuo. A su vez, el éxito o fracaso de cualquier decisión de carácter político afectará directamente la dinámica familiar. En el desarrollo de esta teoría este nivel es de gran importancia. Lo vivimos cada día en nuestra amada Venezuela.




Twitter: @perezlopresti




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 22 de febrero de 2016

jueves, 25 de febrero de 2016

Pesadilla y realidad


“La suerte está echada”, digo mientras atravieso el río a caballo rumbo a Roma. Es un 15 de marzo y no creo en quienes me han dicho que existe una conspiración fraguándose en mi entorno. Menosprecio los anuncios y las murmuraciones. Es temprano en la mañana y me dirijo hacia el Senado. Alguien me entrega un escrito denunciando la conspiración y no me digno a leerlo. Subo las gradas, entro en el salón y cuando tomo asiento mis más cercanos me rodean. Uno de ellos me toma por el cuello y asesta la primera puñalada. Me pongo de pie y trato de defenderme con una pequeña lanceta, pero son muchos, entre quienes distingo a uno que quiero particularmente y lo había incluido en mi testamento en el grupo de herederos. Con más de veinte heridas, lo miro a los ojos y en griego le digo: “Tú también, hijo mío”. Sin voz, me cubro el rostro con un manto y quedo tendido.

Grito ansioso y despierto a mi esposa, quien me tranquiliza diciéndome que todo es una pesadilla. Le cuento lo soñado y me serena. -“Es Julio César, no eres tú el del sueño”. Son las tres de la madrugada y se me ha trastocado el sueño. A pesar de que vivo en una zona rural, se escuchan a lo lejos las alarmas de algún vehículo que suena una y otra vez. Mis perros mucuchiceros están alertas y gruñen. Me caliento una infusión, pero se me hace imposible dormir. Ahora tengo pesadillas en las cuales soy Julio César. ¿Qué habré leído recientemente? ¿Qué cené?

Me pongo a pensar en la historia de la humanidad y me viene a la mente un sinfín de impresiones. Guerras desde la edad de piedra, la crucifixión de Jesucristo, la persecución de los cristianos, Pablo de Tarsos, las enfermedades a las que nos enfrentamos, el horror de los que sufren los desvaríos de la mente, la pobreza y mendicidad de los indígenas con los que conviví cuando trabajaba como médico en las regiones fronterizas de mi país, el ser un emigrante porque no hay más opciones, el motorizado que se estrelló contra el retrovisor de mi carro y siguió como si nada. Lo duro de la existencia, con todas las injusticias y horrores que nos acompañan.

La infusión está reposando y la endulzo con miel de carcanapire que me obsequió un vecino. Así se va atenuando la angustia de la pesadilla. Recuerdo una ocasión en la cual me encontraba en un centro nocturno, cerca de Abejales, estado Táchira, en donde bailé con todas las muchachas que se hallaban presentes. Nadie hablaba de política, ni leía prensa, ni escuchaba radio y mucho menos llegaba la señal de las televisoras. Hubo un intento de golpe de Estado en la Caracas de ese tiempo y me enteré a los tres días. 

Pienso en la vida agitada de quienes se dedican a la política y de mis intentos por escapar de la misma. Pero ni siquiera alejándome lo logro. Tengo pesadillas en las cuales no soy una persona cualquiera, sino el más grande de todos los políticos: El propio César.

En una ocasión un colega que trabajó conmigo en un hospital psiquiátrico durante casi diez años me dijo: “Abraza la filosofía para que no pases la vejez tan solo”. Hay mucho de cierto en esa frase. La madrugada arrecia por lo oscura y helada. Nietzsche determina la filosofía de José Ortega y Gasset. De ahí que para Ortega lo que existe es la biografía humana. “Yo soy yo y mi circunstancia” (…) “y si no la salvo a ella tampoco me voy a salvar yo”. Expresión magnánima tan criticada, pero desmesuradamente cierta. Una manera de expresar la grandiosa o pequeña vivencia humana que cada día marca y determina nuestra existencia.

El filósofo es alguien que ha caído del barco, un náufrago en el océano arremolinado que debe hacer todo lo posible para intentar nadar y poder salvarse. La filosofía es el intento de nadar cuando nos estamos ahogando en la realidad en la que hemos caído. La filosofía es precisamente el intento de salvación a través de los manotazos que damos en el agua. No es una dimensión meramente académica, ni al abrazarla estamos acudiendo a un espectáculo agradable, sino que se trata de una manera de saber cómo vivir, una forma de conducirse. Tiene que ver con saber a qué atenernos. Tratar de darle sentido a las formas como nos vamos a seguir involucrando con la realidad. La tesis de Ortega está más vigente que nunca.

El apego a lo terrenal, a lo resolutivo, a nuestra capacidad de sobreponernos a las adversidades y la idea de salir triunfadores se apodera de mi ánimo. Hago una lista de las cosas por hacer cuando llegue a la ciudad, estreno la agenda que me regalaron en navidad. El sosiego finalmente llega. Si me apronto, tal vez rescate más de una hora de sueño. Debo dar clase a las siete de la mañana y uno de los cauchos está casi en la lona. Debo manejar lento y apuntarme en la lista de los que venden neumáticos. Seguro la cola va a estar muy larga porque desde hace meses no les llegaba ni un caucho. Trato de no despertar a mi esposa, pero ella me da un beso en la frente al acercarme y me dice que duerma tranquilo. Todavía queda noche.



Twitter: @perezlopresti   




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 25 de enero de 2016

Psicología General. Psicología Evolutiva. Calificaciones. Notas



PSICOLOGÍA GENERAL  2017
NOTAS DEFINITIVAS

CI                  CALIFICACIÓN DEFINITIVA

26.021.433    12
27.229.967    07
27.068.945    11
25.793.601    08
26.875.537    10
26.553.574    02
26.128.935    10
20.431.106    11
26.875.444    10
27.507.169    03
26.765.863    03
26.749.110    10
19.422.969    08
12.779.322    01
26.749.066    11
23.724.903    11
26.667.108    10
26.667.325    03
11.465.074    11
  








PSICOLOGÍA EVOLUTIVA  2017
NOTAS DEFINITIVAS

CI                 CALIFICACIÓN DEFINITIVA


27.340.934    15
26.749.683    13
26.667.506    10
26.589.544    15
26.769.036    14
27.241.120    11
26.985.142    19
26.285.946    14
13.676.704    18
26.558.822    16
26.026.816    20
26.959.975    15
27.576.081    20
26.761.835    18
23.722.006    11
27.399.794    13
23.583.136    03
26.765.466    20
20.849.185    13
27.241.916    13




PSICOLOGÍA GENERAL
(Publicado el 26-03-2017)
Entrega pública del tercer examen escrito: El 30-03-2017 10:00 am en la Cátedra Simón Bolívar). 


CI:    CALIFICACIÓN DEFINITIVA FINAL

25560451    13
26655320    03
26504490    11
26026816    20
27917530    10
27576081    19
23493954    16
26667214    07
23723576    01
24584509    06
26810423    12
27128310    11
26274965    10
26589481    14
26587369    05
27965839    13
26285946    13
23724903    06
23722006    10
23305865    08
26765466    14
20431808    10
24196200    10
26810054    12



PSICOLOGÍA EVOLUTIVA
(Publicado el 26-03-2017)
Entrega pública del tercer examen escrito: El 30-03-2017 10:00 am en la Cátedra Simón Bolívar). 
  
CI:    CALIFICACIÓN DEFINITIVA FINAL

26558403    16
26043042    07
23381513    16
14806900    12
26274385    07
26214403    13
20708633    03
20829744    01
22987296    11
24584692    07
20432161    10
25475310    13
26765561    13
26553563    12
25560642    13
20848568    10
26990559    17
24197854    14
25643765    15
26992758    15
20465735    18
26749295    08
26052524    16
25474869    18
26256686    11
26439449    12
28038917    14




PSICOLOGÍA GENERAL


CI:       CALIFICACIÓN DEFINITIVA


23.725.529    10 puntos
26.043.929    10 puntos
26.765.561    10 puntos
22.658.626    10 puntos
23.555.293    03 puntos
26.052.524    16 puntos
26.250.666    10 puntos
26.274.316    02 puntos
26.749.295    12 puntos
26.256.686    17 puntos
25.004.523    11 puntos
28.038.917    20 puntos
26.667.697    02 puntos
26.992.758    18 puntos
19.568.231    14 puntos
26.880.445    02 puntos





23723443    10 puntos

26198195    10 puntos

20199857    10 puntos

23305538     08 puntos

26021833     12 puntos

26128243     10 puntos

25806404     10 puntos

24197385     08 puntos

20198446     12 puntos

22657258     12 puntos






PSICOLOGÍA EVOLUTIVA 


CI:       CALIFICACIÓN DEFINITIVA


25.974.388   12 puntos
20.134.352   13 puntos
23.723.443   07 puntos
24.349.251   13 puntos
19.899.226   15 puntos
24.166.714   18 puntos
18.798.580   16 puntos
20.199.857   11 puntos
25.153.804   14 puntos
18.619.214   17 puntos
19.145.808   17 puntos
26.467.061   13 puntos
19.144.014   13 puntos
19.751.964   11 puntos
26.214.829   13 puntos
20.831.294   14 puntos
21.182.065   10 puntos
24.147.752   17 puntos
25.886.273   14 puntos
23.719.222   14 puntos
24.350.242   16 puntos
26.765.654   10 puntos
20.198.446   16 puntos
26.398.999   12 puntos
24.350.900   15 puntos
26.542.545   06 puntos
23.442.564   14 puntos
25.586.126   10 puntos
27.241.052   17 puntos
23.724.827   02 puntos
25.151.980   12 puntos







26467714     15 puntos

23723756     04 puntos

24191110     14 puntos

26371982     06 puntos

25886682     11 puntos

25560559     08 puntos

23390386     10 puntos

19330876     13 puntos

25151489     20 puntos

22664962     14 puntos

23717270     11 puntos

26667849     13 puntos

23304599     20 puntos

21069199     20 puntos

20200550     19 puntos 

20123187     20 puntos

26285636     10 puntos

23497181     04 puntos

26630663     07 puntos

26441696     12 puntos

26587944     17 puntos

26589540     14 puntos

26043348     18 puntos

15074274     20 puntos







sábado, 20 de febrero de 2016

EI TIEMPO APREMIA. Oscar Arias Sánchez

Discurso de Oscar Arias Sánchez @oariascr ante la Asamblea Nacional de Venezuela. 17 de febrero de 2016


Señor Henry Ramos, Presidente de la Asamblea Nacional; Señoras Diputadas, Señores Diputados; amigas y amigos:

Quiero agradecer a cada uno de ustedes, y a través de ustedes al pueblo de Venezuela, por la invitación para hablarles esta mañana. Quien ha escogido la senda de la política, aprende muy pronto que su oficio le ofrecerá pocas oportunidades para la osadía, y que la práctica cotidiana de la función pública es modesta en sus alcances y también en sus efectos. Y, sin embargo, hay ocasiones en que las fuerzas convergen de forma decisiva, y una clase política se ve a sí misma sosteniendo el hilo del destino entre los dedos. Hay coyunturas en que no es hipérbole decir que un grupo de representantes tiene, si no la capacidad de operar milagros, sí la responsabilidad de evitar catástrofes. Esa es la condición de esta Asamblea Nacional. Ese es el sagrado mandato que ha recibido, en las urnas, cada uno de ustedes: la labor de evitar un daño mayor al pueblo venezolano.

Es cínico pretender ocultar la realidad. Es cínico dar explicaciones implausibles a las madres que apenas tienen alimento para sus hijos, a los hospitales que carecen de medicinas para sus pacientes, a los comercios que operan en los intervalos entre apagones eléctricos y racionamientos de agua. Es cínico hablar de conspiración internacional, de guerra económica, de inflación inducida, de sabotaje del sector privado, a quienes han sido testigos de primera mano de los errores y los abusos cometidos por las propias autoridades, y de los excesos en la implementación a ultranza de un modelo que ha fracasado en todas partes. No puede un gobierno decirle a su pueblo “no confíes en lo que ves, sino en lo que te digo”, porque nadie tolera que le obliguen a engañarse a sí mismo. Ninguna campaña de opinión pública, por más orwelliana, logrará ganarle la carrera a la evidencia.

Partamos, entonces, de la más elemental honestidad: Venezuela atraviesa actualmente una emergencia humanitaria que es consecuencia directa de políticas públicas equivocadas; de una estructura endógena en donde la riqueza se ha esfumado entre la ocurrencia, la corrupción y la ineficiencia. Concurren en este escenario tres crisis paralelas y mutuamente reforzadas: una crisis económica, una crisis social y una crisis institucional. Empiezo por la crisis económica, que en este momento ejerce mayor presión sobre las condiciones de vida de los venezolanos.

Dos cosas resultan evidentes: primero, que no es posible salir de esta crisis profundizando el modelo económico actual, sino abandonándolo. Y segundo, que ese golpe de timón implicará una difícil transición para todos los venezolanos, en particular para los sectores más débiles de la sociedad. El tiempo apremia. Cada día que pasa se hace más oneroso el ajuste y más lenta la recuperación. Es inútil invocar el pasado y preservar al statu quo. Prolongar la situación actual es, en el mejor de los casos, empujar una utopía fenecida, y, en el peor, aferrarse al poder por el poder, y proteger canonjías a costa del bienestar de millones de ciudadanos. Venezuela no puede esperar meses, ni siquiera semanas, para corregir las profundas distorsiones en los precios, las distintas tasas de cambio que enriquecen a unos pocos empobrecen a la mayoría, las subvenciones irracionales, y en particular las limitaciones al derecho a la propiedad y al ejercicio de la actividad económica. Es urgente devolverle al sector privado la seguridad jurídica y la confianza necesaria para inyectar recursos en el país y generar empleos. Venezuela únicamente logrará salir del marasmo mediante la labor conjunta del sector público y el sector privado, una labor que permita aumentar la inversión, diversificar la economía y abandonar esa condena disfrazada de bendición que es disponer de la mayor reserva de petróleo sobre la Tierra. La recuperación requerirá también de la asistencia de los organismos financieros internacionales.

El chavismo pudo satanizar el financiamiento externo durante el tiempo en el que la factura petrolera sufragó la cuenta de apasionadas proclamas de soberanía. Esa cuenta está hoy sobregirada. No hay soberanía en las filas de anaqueles vacíos en los supermercados, en la zozobra de los diabéticos sin insulina, en la desesperanza de quienes han visto evaporarse, con la inflación delirante, los ahorros de toda una vida. No hay soberanía en el drama de un pueblo cuya verdadera suerte se juega en el mercado negro. Negociar con los organismos internacionales no es, pues, una renuncia al compromiso con la justicia social. Por el contrario, es la única forma de preservar ese compromiso. Lo que queda del sueño chavista, el sueño de una sociedad más solidaria y más equitativa, demanda un baño de realidad, la valentía de admitir errores y la voluntad de negociar un nuevo rumbo para la economía. Si la prioridad del programa de ajuste debe ser, en lo económico, generar confianza, en lo social debe enfocarse en proteger a los sectores más débiles de la población. Esto me lleva a la segunda crisis que he mencionado: el severo deterioro social que ha venido experimentando Venezuela, en forma de aumento de la pobreza y de la delincuencia.

Si en algún momento la revolución bolivariana se justificó por sus intenciones, hoy es menester juzgarla por sus resultados. Una mayoría 4 de este país vive en condiciones que no pueden calificarse como dignas. A la escasez y la necesidad, se suma el temor y la desconfianza, fuerzas que carcomen el tejido social. No es posible ufanarse de promover una agenda progresista y hacerse de la vista gorda ante el hecho de que Caracas se ha convertido en la ciudad más peligrosa del mundo, ¿o es que eso también se explica por una conspiración internacional? Algunas de estas tendencias tardarán años en revertirse, pero su atención no puede posponerse: por más difícil que sea, el proceso de ajuste debe, al mismo tiempo, rescatar la economía y prevenir un descalabro social aún mayor, mediante redes de asistencia que se encuentran ya instaladas, aunque deben fortalecerse y despolitizarse.

Dentro de la crisis social quiero también incluir la dolorosa polarización que actualmente exhibe la población venezolana, atizada en muchos casos desde las cúpulas del poder. Un mejor futuro para Venezuela no está en la exterminación política de unos por otros, ni en la supresión de un movimiento o una agrupación, cualquiera que sea. Un mejor futuro para Venezuela está en la reconciliación, la tolerancia y la disposición de trabajar conjuntamente por el progreso de un pueblo que no necesita añadirle, a la carestía, el conflicto social. El primer signo de esa reconciliación es, y debe ser, la liberación de todos los presos políticos, que tramita esta Asamblea Nacional bajo el proyecto de ley de amnistía. Esta es una señal obligatoria de parte de un régimen cuyo record democrático ha transitado de cuestionable a deshonroso.

Cada líder de la oposición que se encuentra en prisión, en arresto domiciliario, o en juicio por causas espurias, es una prueba indiscutible de autoritarismo, y una afrenta que aísla más y más al gobierno de Nicolás Maduro. Lo digo sin exagerar: de la libertad de los presos políticos depende que Venezuela pueda volver a ser reconocida como una democracia que respeta los derechos humanos. Y de democracia se trata. La crisis institucional es la más insidiosa de todas, porque subvierte los mecanismos por los cuales puede atenderse la crisis económica y la crisis social. La desaparición de los límites que separan a los poderes del Estado, el creciente control militar sobre las funciones civiles, la flagrante falta de independencia de los órganos contralores y supervisores, la interpretación complaciente de la legislación, los límites a la libertad de prensa, la persecución a la oposición, han permitido que el modelo se perpetúe más allá de su agotamiento. El sistema de pesos y contrapesos existe no solo para prevenir los abusos y respetar las libertades, sino también para garantizar un buen gobierno. Un régimen que concentra el poder no puede decir que le sirve al pueblo porque remueve, por ese acto, el control de calidad de la gestión pública.

Servirle al pueblo es someterse a su escrutinio, es ser interpelado y rendir cuentas. La transparencia no tiene signo político. Ser transparente es de demócratas, de la izquierda o de la derecha. Revertir la concentración del poder que durante años ha venido operando en Venezuela es un requisito sine qua non para la recuperación. Para combatir la delincuencia, se requieren fuerzas de seguridad al servicio de la ley y no de alguna tendencia política. Para generar certeza jurídica, se requiere un sistema de administración de justicia absolutamente independiente. Para que la población pueda premiar o castigar, con su voto, el desempeño de las autoridades electas, se requiere de una institucionalidad electoral objetiva y apartidista. Y, sobre todo, para garantizar una verdadera representación de todas las voces de la sociedad, se requiere de una Asamblea Legislativa enérgica y capaz de llamar a cuentas al Ejecutivo.

Se avecinan discusiones en extremo delicadas. Desde mi experiencia en la negociación de los acuerdos de paz en Centroamérica, quisiera advertir sobre el altísimo costo que tendría sumirse en una guerra de trincheras. El pueblo venezolano ha demandado un cambio. El contenido de ese cambio implica una negociación en donde ambos bandos hagan concesiones. Para el gobierno, esto puede implicar incluso el término anticipado de su mandato, según los mecanismos previstos en la propia Constitución Política. Pase lo que pase, hay que recordar que el test de un líder que ama a su pueblo es amarlo por encima del poder. Lo peor en este momento es aferrarse en extremo a las posturas, bombardear de antemano cualquier puente y bloquear las avenidas. Eso entrañaría un tormento adicional para un país que requiere, hoy más que nunca, de política de altura.

La principal responsabilidad de cada líder y de cada representante venezolano es prevenir el colapso. Se requieren estadistas que se sienten a la mesa, y no caudillos que golpeen la mesa. El diálogo hace milagros. Cruentas guerras civiles, espantosos conflictos armados, luchas descarnadas entre enemigos mortales se han resuelto con el arma suprema de la inteligencia humana: la palabra. ¿Qué no es posible entonces en Venezuela?

Amigas y amigos: Nuevamente les digo: ustedes sostienen el hilo del destino entre los dedos. Esto es más grande que cualquier aspiración personal, más importante que cualquier proyecto político, más trascendente que cualquier ideología o dogma. Esto es la supervivencia de personas concretas, de millones de venezolanos que merecen que sus gobernantes tengan la capacidad de transigir y pactar.

En este momento hay niños naciendo en Caracas y en Maracaibo. Hay niños naciendo en Mérida y en Valencia. ¿Qué tipo de vida les espera? Durante casi dos décadas, este país siguió un espejismo a través del desierto. Hoy ha dejado de llover maná del cielo. Y, sin embargo, el chavismo insiste en señalar en la dirección del delirio y la entelequia. Nunca como ahora es necesario encontrar la senda entre la arena.

El 6 de diciembre pasado el pueblo de Venezuela exigió un cambio profundo en el rumbo del país. Solo le pido a cada uno de ustedes, y a todos los que ocupan cargos de decisión pública en este país, que no le paguen al pueblo con sordera. Yo no dudo que vendrán días mejores para Venezuela. No dudo que este pueblo, doblado de angustia y desazón, resurgirá de la mano de quien asuma la tarea de emprender las reformas, aunque duelan. No dudo que Venezuela volverá a ser próspera y segura y unida y plena, y que una vez más cantará en el Arauca vibrador, hermana de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol. Muchas gracias.