domingo, 13 de marzo de 2022

Migraciones y destinos literarios


Durante el tiempo en que me desempeñé como profesor universitario en Venezuela, mis aspiraciones literarias iban bien canalizadas hasta que tuve que migrar de manera forzosa. En 2017 dejé en la imprenta universitaria mi última obra, la cual no se ha podido materializar hasta el día de hoy. La migración obliga a ganarse la vida de la manera como mejor podemos, los compromisos sobrevenidos tienen fecha de caducidad y hay realidades más apremiantes que otras. La supervivencia es parte del gran viaje. Todo migrante es un ser desencajado y apremiado por el afán de satisfacer necesidades inmediatas. La capacidad de abstracción queda minimizada por tener que concretar elementos de carácter tangibles. De ahí que cuando se migra, el sujeto queda minimizado por el hecho de tener que responder a exigencias propias de lo más básico de la cotidianidad. Lo banal termina por imponerse sobre cualquier posibilidad de desarrollo personal y lo que consideramos una búsqueda de espacios esperanzadores termina siendo expresión del pragmatismo radical.

Amores que matan

Hay amores que son muy difíciles de entender o que son tan fáciles de entender que nos hacen la vida difícil. El amor a la madre es un asunto con el cuales estamos consustancialmente familiarizados: De ahí venimos. El amor al lugar donde nacimos forma parte de los elementos propios de la identidad del sujeto en el sentido esperanzador del término. El lugar de donde una persona proviene marca y de alguna manera configura su percepción de la realidad. El hecho de tener interacción con dinámicas o realidades distintas al lugar donde proviene la persona significa un descomunal esfuerzo desde todo punto de vista. Ese es uno de los grandes desafíos para cualquier persona: El adaptarse a una dinámica con la cual se es ajeno y formar parte de una cultura que no es propia, a la par de no desvincularse con el sistema de valores y creencias. El chance de quedarse estático e inmóvil frente a los peores escenarios es una manera de asumir la vida. El migrante asume una condición distinta al que se detiene y el movimiento forma parte de cualquier acto que tenga que ver con desvincularse de las raíces. Migrar es el viaje que nos moviliza hacia un lugar un sitio o una idea o una esperanza que generó en el sujeto un gran esfuerzo. El migrante se debe focalizar en ver función de futuro y solo quien mira hacia adelante logra lidiar con el asunto. Los peores enemigos de quien migra son la nostalgia y los recuerdos paralizantes.

La madre, la patria

La madre es de donde partimos. Desvincularse con la madre es ridículo. La patria, por el contrario, es el constructo que nos crean en relación con las zonas delimitadas que asumimos como propias. El amor a la madre tiene sentido mientras el amor a la patria es una creación propia de las limitaciones del pensamiento. A veces escucho personas que denigran de quienes no nos place tener afinidad por la patria. Esa relación ambigua de amor y odio hacia la patria no solamente es profundamente legítima, sino que forma parte del éxodo. Sería absurdo que quienes estamos migrando de un sitio que nos ha tratado mal y hemos vivido calamidades o penurias tengamos afinidad por ese origen. Precisamente la ruptura con el nicho de dónde provenimos es la esencia de quien se salva. El odio a la patria es tan legítimo como el amor a la misma. Solo radicales sin capacidad de discernimiento son capaces de ejercer una actitud punitiva y moral hacia quien ve la patria como un engendro que nos genera dolor. Ni somos libres ni existe el libre albedrío. No decidimos porque permanentemente estamos presionados o inducidos a ir por el camino de aquello a lo cual podemos aspirar. No existe el libre albedrío porque lo humano está condicionado por aquello que nos circunda y solo podemos llegar hasta donde nuestras posibilidades nos lo permiten. De ahí que el ser, salvo muy pocas excepciones, es incapaz de decidir. Escoger es una falsedad. La migración lleva a tener que satisfacer elementos tan básicos como el manejo de dinero para llevar el día a día en buena lid. Una de las cosas propias del migrante es la posibilidad de universalizarse, lo cual a mi juicio es el elemento más positivo de la migración. Quien migra y mantiene su sistema de creencias y valores se protege desde la desestructuración del ser a la vez que se incorpora un sistema de creencias y valores con el cuál no necesariamente congenia, pero con el que debe lidiar. Que seis millones de venezolanos estemos dando vueltas por el mundo es una tragedia en la que nos acompañan solo quienes huyen de situaciones de guerra como lo estamos presenciando. No estamos solos en la tragedia sino al margen de la sombra de quien la pasa peor que nosotros. Esa es la condición de quien ha trascendido fronteras y que día a día se levanta para concretar las metas que deberán ser replanteada para poder llegar a lo máximo que podemos aspirar como personas: La felicidad. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 15 de marzo de 2022.

domingo, 6 de marzo de 2022

Sustos cotidianos

 


Al doctor Hernán Martínez todavía le retumbaba uno de los oídos. Durante la realización de la resonancia magnética nuclear, se le había soltado de la oreja uno de los tapones de goma y los estrepitosos sonidos del sofisticado estudio con contraste y técnica de difusión lo habían dejado aturdido, con un punzante dolor de cabeza. Todo indicaba que el resultado iba a ser malo; el estudio podría dar un resultado definitivo y de pésimo pronóstico. Parecía que un tumor maligno haría estragos su vida en cuestión de días. Su esposa estaba ansiosa y al doctor le preocupaba el futuro de tantas personas que dependían directamente de él. Él sabía disfrutar la vida plena que llevaba, en sus noches y días.  

Estoicismo, vida y muerte

Se había descubierto el tumor un martes mientras se afeitaba frente al espejo. El bulto era grande y sólido y se encontraba definido en la parte superior de su brazo izquierdo. Como cirujano, no dejó pasar el momento, se palpó con acuciosidad y esa misma tarde se estaba habiendo un ecosonograma que mostraba una lesión a la cual le llegaba sangre y tenía al menos dos o tres tipos de tejidos diferentes. Parecía malo. Sin embargo, no suspendió ninguna de las intervenciones quirúrgicas que tenía agendadas para ese día. Se había creído siempre un estoico y aspiraba a seguirlo siendo, por lo que fue directamente a consultar con su mejor amigo, un oncólogo de gran experiencia y sabiduría de vida que palideció cuando vio las primeras imágenes y palpó la consistencia del bulto. Un poco más allá, el periodista del noticiero de la noche hablaba de la pandemia que estaba azotando gran parte del mundo y una guerra contra civiles por parte de una potencia mundial apenas comenzaba. El doctor sintió que su tumor era una tragedia insignificante al compararlo con su entorno.

Entre el acá y el más allá

A veces, la vida gusta de ser sarcástica y nos pone sobre la mesa una especie de desafío que pareciera un juego si no es porque es el futuro de nuestra existencia se decide. Entre el acá y el más allá solo basta un suspiro y eso lo sabía el buen doctor Hernán Martínez que tantas vidas había salvado y a tantas personas había visto morir. La cirugía era su gran vocación, asunto que enriquecía con su tendencia a escuchar buena música, tener conversaciones con buenos amigos y cafés mientras observaba la infinitamente hermosa cordillera de Los Andes. Su casa tenía una vista monumental, pues por el frente veía la inmensidad de la ciudad de Santiago y el patio trasero daba con la gigantesca muralla nevada. De esos y otros pequeños placeres vitales estaba llena la vida del doctor, como también del amor que sentía por su esposa.

Se van los buenos

En ocasiones, el doctor Martínez invitaba a su amigo Antonio, psiquiatra, con quien conversaba de cualquier cosa. Había estudiado la carrera de médico con él y lo consideraba el mejor de su promoción. Alberto se reía de cuantas cosas se asomaban como tema de conversación y siempre una sonrisa a flor de piel estaba en su rostro. Mientras jugaban una partida de ajedrez, se enteró por lo que pasaba su amigo el cirujano y no pudo sino asomar la posibilidad de que tal vez en el más allá los cupos estaban congelados por ahora para el cirujano. Un silencio largo los acompañó ese día. Ninguno de los dos se creía lo que decían. Lo cierto es que faltaba el fundamental examen confirmatorio, que, si daba el peor de los escenarios, se iba a generar un vacío insustituible, asunto que pasa con la gente buena y talentosa que se va al más allá.

Amor y resultado exprés

La esposa se mostró como si se hubiese preparado toda la vida para enfrentar un escenario como este. Nadie y mucho menos ella, había imaginado siquiera que el hombre que amaba se fuese a enfermar de algo grave a tan temprana edad. Sacó su fortaleza legendaria y como compañera de batallas de su esposo, se disponía a derrotar junto a él a la muerte. En esas estaba pensando cuando el doctor Hernán Martínez salía de hacerse el estudio especializado, que tardó más de una hora, con sus minutos y segundos que se hicieron una eternidad. El resultado les llegó al día siguiente por correo electrónico y ambos pensaron que las noticias malas viajan más rápido que las buenas. No hubo dudas: Era una lesión benigna que con el estudio especializado se disipaba cualquier duda en relación con su origen y definía el pronóstico. Solo había que observarlo sin mucho énfasis. El peligro había pasado y el acecho de la muerte, tan caprichoso y temible, se disipaba a la par de que estaban descorchando una botella de espumante francés mientras la buena música los acompañaba. No morir era una gran alegría y la celebración no podía esperar. Entre lágrimas, la esposa de Hernán Martínez le mostraba su infinito amor, el cual era correspondido, lo cual lo había doblemente elevado. El doctor Martínez se fue de vacaciones con su esposa. No le dijo a nadie a donde iba, pero estamos seguros de que la están pasando bien.


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el martes 08 de marzo de 2022.