En
Curazao, Panamá, Ecuador, Perú, Argentina, España, Italia, Finlandia, Emiratos
Árabes y tantos otros países tengo amistades con las cuales mantengo
comunicación y cultivo afectos. Producto de una diáspora de proporciones
bíblicas, cada cual escribe cada día que pasa la historia de su vida y la de
sus seres queridos. Pareciera que el fenómeno migratorio venezolano está
detenido por la pandemia como si fuese un dique que abrirá sus compuertas al
abrirse las carreteras, los puertos y aeropuertos. La migración de los
venezolanos en el siglo XXI es un hecho que nos marca con nuestras
características, similitudes y disímiles capacidades adaptativas.
Ideítas
e “ideotas”
Nada
mejor que la cantinflesca expresión de dividir a las personas en quienes tienen
ideítas y los que desarrollan “ideotas”. Migrar es asunto serio que requiere de
gran preparación logística, puesto que es muy difícil escapar de algo. De
alguna manera el viaje del migrante no debe convertirse como fin último en una fuga
sino en un intento de encontrar un mejor destino. En ese intento de conseguir
un futuro más amable, cada migrante ha de cargar con su sistema de creencias,
lidiar con lo valorativo de quien lo recibe y tratar de no entrar en conflicto
al tratar de estabilizar las cargas en este acrobático ejercicio. Por eso la
migración y la vida del migrante es difícil. No es lidiar consigo mismo sino
con una triple dimensión de variables. Herederos de todas las razas posibles,
los venezolanos solemos jactarnos de nuestro origen y tendemos a dejar claro de
dónde venimos. Ningún país del Nuevo Mundo tiene un origen histórico tan épico
como el nuestro y ser producto de esa deriva histórica es parte de nuestra
forma de hacernos ver. Es difícil que, en tan complejo trance, nuestra forma de
ser sea comprendida desde otras culturas. Nunca habíamos migrado y la tendencia
a que nos encasillen con una palabra es una manera fácil y reduccionista de
tratar de entendernos.
De
todos los confines
Si me
preguntan: ¿Cómo somos los venezolanos? Seré claro al explicar algunos aspectos
generales, como ser extrovertidos, festivos por naturaleza, con tendencia a
reírnos de nuestras propias desgracias, dados a cultivar la amistad, tendientes
a confiar en la gente, familiares, generosos, dadivosos, incluyentes y
absolutamente directos al expresarnos. Sin embargo, por haber recibido
migrantes de todos los confines, particularmente desde mediados del siglo XX, nuestras
particularidades se van complejizando muchas veces, al punto de terminar siendo
una suerte de fusión de elementos étnicos y culturales que nos vuelven
policromáticos y difíciles de comprender. En lo particular, mi madre es
italiana de Sicilia, lo cual desde que nací me hizo singular, dado que conservo
y cultivo las costumbres del sur de Italia tanto como las de Venezuela. Esa
forma de ser y ver la vida es compartida por el innumerable número de migrantes
que somos mezcla de variados orígenes culturales y tengamos más de una
nacionalidad. De ahí que es dificultoso clasificarnos con un solo término y
cada venezolano será particular dentro de nuestras similitudes, asunto que no
tuviese ninguna trascendencia sino es porque estamos regados por el mundo, como
pocos pueblos en la historia reciente.
Diáspora
de diásporas
Bajo
ningún concepto se justifica que los venezolanos hayamos tenido que emigrar. No
es admisible tamaño desastre en el siglo XXI. Mucho menos después de que fue
derribado el muro de Berlín y la humanidad se preparaba para un mundo sin
chaquetas de fuerzas e ideologías malsanas. Es simple y ramplonamente una
tragedia en la cual cada uno ha quedado marcado por lo que tuvo que vivir en
Venezuela y lo obligó a irse. Las historias que he escuchado de nuestros
connacionales son tan inverosímiles como trágicas o heroicas. En algunos sitios
hemos sido recibidos con respeto, en otros con desconfianza y la xenofobia ha
sido tema de rigor al hablar de nuestro destino. La frase de Nietzsche ya es un
lugar común en cualquiera de mis compatriotas y decimos sin asombro que lo que
no nos destruye nos hace más fuertes. ¿Qué suerte nos espera en un contexto de
incertidumbres?
El
triunfo de la voluntad
Sin dudas, quienes tenemos la voluntad para trabajar intensamente vamos desarrollando resiliencia por segundo. Nadie dice que migrar es fácil, más cuando se nos cierran fronteras o se nos condena por nuestras ideas con las cuales le damos dimensión valorativa a la existencia. Hemos visto a nuestros amigos volverse famélicos por hambre o morir por imposibilidad de adquirir medicamentos en Venezuela. Nuestra dinámica como país es anecdóticamente espantosa y es obvio que no todos podrán conseguir un mejor destino. La necesidad de encontrar formas de emprendimiento honestas, en un sistema que juega en contra del ciudadano es un gran desafío para cualquier connacional que intente resistir en la que una vez fue la nación más asombrosa y próspera de la región.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 08 de diciembre de 2020.
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