Leyendo el
artículo de Alirio Pérez Lo Presti, “La esperanza y el ciudadano”, aparecido la
pasada semana y cuya lectura recomiendo, recordé las ganas que tenía desde hace
tiempo de hacer una revisión del concepto de esperanza en la literatura de los
antiguos griegos, ahora que tanta falta nos hace a los venezolanos.
Como se sabe, la
palabra española “esperanza” no es de origen griego, sino que, como la inmensa
mayoría de nuestras palabras, procede del latín, del término latino spes.
La palabra griega para nombrar la esperanza es elpís,
que aparece ya en los primeros poemas griegos y continúa casi sin cambios en el
griego de nuestros días: elpída. En el canto XVI de
la Odisea el héroe llega
por fin a Ítaca. Allí, disfrazado de mendigo, dice a Eumeo que “aún queda la
esperanza de que Odiseo pueda regresar”. Al rey todavía no le conviene que se
sepa su regreso, pero sí le interesa conocer las reacciones ante la posibilidad
de que esto ocurra. Mientras, a otro rey que regresa de Troya, Agamenón, en la
tragedia homónima de Esquilo, también se le aguarda con ilusión. El heraldo que
anuncia su llegada confiesa jubiloso: “¡Se me ha cumplido una esperanza entre
otras tantas que me fallaron!”. Por su parte Píndaro, siempre más profundo y
solemne, afirma en la Pítica II que “dios consigue toda meta según sus propias
esperanzas”, como para explicarnos que los límites de la divinidad son sus
propios anhelos.
Los griegos, tan
visuales y figurativos, pensaron que la Esperanza era hija de la Noche (Nyx) y
madre de la Fama (Fême). La
representaron como una mujer joven que lleva flores o una cornucopia (símbolo
de la riqueza) en su mano derecha, mientras que con la izquierda hace ademán de
levantarse la falda. De esta manera tan elocuente todavía aparece representada
en una moneda tardía, un tetradracma de bronce acuñado en Alejandría en el
siglo III para conmemorar el primer aniversario del reinado de Dioclesiano.
Pero es en los Trabajos y días, poema
escrito unos mil años antes, donde se narra el gran mito en aparece la
esperanza. Hesíodo cuenta allí la historia de la trampa que le tendió el titán
Prometeo a Zeus, con el objeto de robarle el fuego y dárselo a los mortales.
Zeus, enfurecido, tramó entonces una terrible venganza contra los hombres:
ordenó a Hefesto que modelara en barro la figura de una hermosísima doncella a
la que Afrodita dio todas sus gracias, Atenea enseñó sus labores y Hermes “dotó
de una mente cínica y un carácter voluble”, “mentiras en el pecho y palabras
seductoras”. A esta bellísima mujer le dieron por nombre Pandora, porque traía
un ánfora de barro lleno de engañosos regalos de todos los dioses, los cuales,
en realidad, eran males con que perjudicar a los hombres.
Temeroso de la
venganza de Zeus, Prometeo le había pedido a su hermano Epimeteo que no
aceptara ningún regalo de los dioses. Sin embargo, al ver aquella irresistible
doncella, Epimeteo olvidó las advertencias de su hermano y aceptó el engañoso
regalo. Entonces Pandora abrió la tapa del ánfora que traía y salieron de ella
todo tipo de males que se diseminaron por el mundo, calamidades, bajas pasiones
y enfermedades, “procurando a los hombres lamentables inquietudes”. Solo la
esperanza no pudo salir, quedando atrapada en el procurando a los hombres lamentables
inquietudes"la irresistible doncella, Epimeteo olvidánfora.
Muchos de los
elementos del mito de Pandora se repiten con sospechosa insistencia en casi
todas las mitologías del Mediterráneo oriental, desde las sagas egipcias al Poema
del Gilgamesh. También en el libro del Génesis,
Adán es modelado a partir del barro, y Eva, la primera mujer, es culpada de los
males que aquejan a la humanidad. Es sin embargo el papel de la esperanza lo
que ha intrigado durante años a los helenistas estudiosos del texto hesiódico,
al punto de haberse convertido en una de las controversias filológicas más
antiguas a la vez que enconadas. ¿Por qué la esperanza es lo único que queda
atrapado en el ánfora? ¿Por qué se trata del único bien que envían los dioses,
mezclado con todos los males? Con ambigua determinación Hesíodo nunca lo
aclara. Tal vez quiso decirnos que la esperanza no quería mezclarse con los
males, y por eso prefirió quedarse a salvo, resguardada en el interior del
ánfora que llevaba aquella hermosa aunque nefasta doncella. O todo lo
contrario, que la esperanza viene siempre acompañando los males, pero prefiere
tomarse su tiempo antes de salir a remediarlos. Quizás Hesíodo quiso que la
esperanza deseara quedarse adentro, en lo más profundo, como para decirnos que
es allí donde debe permanecer, en lo más íntimo y recóndito de cada uno de
nosotros. O tal vez el poeta prefirió que nosotros, en la posteridad,
sintiéramos y pensaráramos lo que nos viniera en gana, siempre según el tamaño
y la razón del mal que nos aqueje, con tal de que tengamos por cierto que la
esperanza siempre estará allí, guardada, en algún lugar del interior de algo. Quién sabe. Cosas de poetas.
Twitter:
@MarianoNava
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 25 de agosto de 2017
Enlace: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/esperanza-entre-los-griegos_666939
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