jueves, 27 de agosto de 2020

La fulana contemporaneidad


Si algo caracteriza al ser humano de inteligencia promedio es la necesidad de tratar de darle explicación a las cosas, intentar conocer las circunstancias que le rodean, esgrimir multiplicidad de argumentos que le den sentido a su vida, todo lo cual conlleva a que termine creyendo en lo que serán las bases del mundo que lo sostiene. Lo importante es creer, aunque sean falsedades. 

A fin de cuentas, el hombre es, ha sido y será un animal. Es esta su condición básica. Por razones que no sabemos, desarrolló un lenguaje hiperelaborado” que incluso se tradujo en escritura. El desarrollo del signo atinente al lenguaje es la marca que lo distingue y persigue. Es esta condición dual de animal-racional, la que ha hecho de nuestra especie un ente difícil de comprender. Por una parte, está la parte animal, en la que lo pulsional y el deseo prevalecen; y por otra, la parte racional, preñada de culturización, que está en conflicto permanente con el deseo. Dura dualidad que coloca a la persona en un permanente conflicto. Una cosa es lo que se quiere y otra lo que se debe.

Son muchos los intentos de tratar de dar una explicación a esta condición que caracteriza al ser humano. Desde lo religioso hasta lo filosófico, el hombre es para cualquier estudioso, una tinaja (como la de Pandora), que al abrirla plaga todo de aparentes contrasentidos y múltiples dualidades.

Pero en su naturaleza profunda, pareciera que el ser humano abrigar elementos como la solidaridad, que le permitieron en sus tiempos remotos cazar en grupo, todo ello para alcanzar el fin último: La supervivencia.

El rito ha formado parte de la condición humana, apaciguando su ímpetu animal, y si bien es cierto que pareciera un ser profundamente contrariado por su naturaleza, también pareciera ser adepto al anhelo de que ocurran cosas que le favorezcan. Eso ha recibido el nombre de “esperanza”.

Cuando el hombre se considera ajeno a lo espiritual, tiene la necesidad de racionalizar, o sea esgrimir argumentos para justificar la ausencia o presencia a medias de esa función espiritual. Ello conlleva a tener que replantearse la existencia, apareciendo la política, las ideologías y el auge de extrañas creencias, como, por ejemplo, ciertos cultos religiosos, como recursos que satisfagan la mengua aparente de la función espiritual. El hombre tiene la necesidad imperiosa de creer, o en su defecto, convencerse de su ausencia de creencia, que, aunque parezcan contrarios, son cabeza y cola de lo mismo. La racionalidad humana ha llevado a que muchos se consideren incapaces de comprender la dimensión denominada espiritual, lo cual recibe el nombre de agnosticismo.

Básicamente, el agnosticismo es la doctrina filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano toda noción de Absoluto, Infinito y Dios. Cuando se asume desde una actitud positivista circunscribe y se reduce al conocimiento de lo fenomenal y relativo. El término se debe al biólogo británico Thomas Henry Huxley y fue adoptado por Darwin y Spencer. Muchos han visto en la filosofía de Kant (Crítica de la razón pura) una base para entender el agnosticismo.

Todos son intentos tímidos que no terminan por descifrar enigma alguno y sólo crean espejismos que tratan de satisfacer una condición que es consustancial a nuestro centro íntimo. Con tantos años trajinados, el hombre contemporáneo, sigue arrastrando todas estas características, con una condición que lo hace aun más extraño: Es incapaz de comprender su propio tiempo, o sea, el hombre no tiene la capacidad para comprender el momento que vive, precisamente porque lo está viviendo. Desconoce los alcances de lo que está haciendo. Motivo por el cual, de manera paradójica, cualquier hombre de su tiempo es ajeno a su tiempo. Esa condición lo hace replantear y cuestionar lo que vive, puesto que su naturaleza hace que sus propias vivencias le sean ajenas e ininteligibles. De lo contrario, no cuestionaría nada. La pobre capacidad de entender lo que nos ocurre conlleva al acto filosófico.

En el siglo que nos ha tocado, el XXI, ocurrió un fenómeno muy curioso y es que ante el fiasco de la puesta en práctica de múltiples creencias (desde ideologías hasta religiones tradicionales), se opta por:

1)Mostrarse distante frente a lo ideológico o religioso. De esta postura surge multiplicidad de enredos conceptuales en un intento generalmente insulso de crear una especie de espiritualidad sin bases que la sustenten.

2)Retomar antiguas creencias, tanto ideológicas como religiosas. Eso explica el hecho de que algunas ideologías que se consideraban absurdas, puesto que su implementación en el siglo XX resultaron ser un estrepitoso y sangriento fracaso, propendan a resucitar. El caso emblemático es, por supuesto el marxismo que trata de existir, dando las pataletas de rigor.

Todo para poder tener la sensación de que la función mental-espiritual esté rellena con cualquier cosa. Sea porque se asumen posturas o se cree que se rechazan.

 

 

Publicado en el libro de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos. Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. 2015.

 

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