Si hay algo gozoso en la relación que establecemos con los libros es poder es leer lo que a uno le plazca, sin compromiso, sin ataduras y por puro deleite. Arthur Conan Doyle fue un médico nacido en Escocia a mediados del siglo XIX que creó un personaje extraordinario, que no solo fascinó por sus aventuras aparecidas en entregas y en libros, sino que cundió por la cultura universal a través del teatro, el cine, la televisión y un sinfín de manifestaciones artísticas.
El
personaje, más que conocido es Sherlock Holmes; el genio detective capaz de
hacer las deducciones más sorprendentes y descubrir los más brutales y
extravagantes asesinatos a través del desarrollo y puesta en práctica de una
capacidad perceptiva y un manejo de la razón que asombran. La grandeza de
Holmes es mostrada a través de la mirada de Watson, quien no solo es su más
conspicuo admirador, sino que, en la obra de Arthur Conan Doyle, se da una
dupla en la cual un personaje no podría existir sin el otro, en una inseparable
e inigualable amistad. De esa obra magnífica, cada lector señalará cuáles son
sus aventuras preferidas, las cuales van superándose cada una en generar
interés, comparada con la siguiente.
Sherlock Holmes. Muerte y resurrección
Sir
Arthur Conan Doyle, fatigado por escribir en relación a sus dos célebres
personajes, y en uno de los relatos, La aventura del problema final,
contenido en Las Aventuras de Sherlock Holmes, intentó matar a Holmes en
manos de su más inteligente enemigo. Los lectores no lo aceptaron y hasta hubo
protestas populares que obligaron a Doyle a resucitar a su protagonista en la
narración La casa vacía (uno de mis relatos favoritos), incluida en El
retorno de Sherlock Holmes (1903-1904). En La Casa Vacía, Watson
describe: “Tal fue, lectores míos, la historia emocionante que en una noche
de abril oí de aquellos labios que creí mudos para siempre, mientras mis ojos
no se saciaban de contemplar la amada figura de Sherlock Holmes, un poco más
delgada, un poco más vieja pero siempre noble, altiva y fugaz. Cuando terminó
de hablar me tendió los brazos y nos estrechamos silenciosamente durante unos
minutos. Pronto surgió en él la personalidad inquiete y voluntariosa, enemiga
del sentimentalismo y de la ociosidad, y separándose de mí, exclamó: -Ya ve,
querido amigo, cómo el trabajo es el supremo antídoto del dolor. Durante estos
tres años no estuve inactivo un solo día… -Pero esta noche… -Esta noche,
Watson, mucho menos. Hemos de trabajar muy rudamente, y si triunfo (que así lo
espero), bien puede admirarme y bien puedo enorgullecerme de la victoria.
De
esta manera Watson se percata de que Holmes ha vuelto, en un pasaje donde
Holmes “resucita”, cundido de gran afectuosidad y expresión de incomparable
amistad.
La publicación de su primera novela, Estudio en escarlata,
1887, y su consiguiente éxito le reveló que había creado unos personajes que
encantaban a los lectores de las más diversas edades, generando aficiones
variadas entre jóvenes y admiradores cultos que se fascinan con las
emocionantes habilidades de sus personajes y pudo ser reconocido en su tiempo. Conan
Doyle tuvo una vida intensa, la cual conocemos a través de su autobiografía Memorias
y aventuras, publicada en 1924. De esa savia, que es su propia vida, extrae
la materia con la cual es capaz de encantar a sus leedores. Estudió medicina en
la Universidad de Edimburgo y su experiencia como médico en la guerra de los
Boers le permitió escribir La guerra de los Boers, 1900, y La guerra
en Sudáfrica, 1902. Ambas obras le valieron en 1902 el título de Sir.
Grandes amigos. Grandes
enemigos
Sería poco congruente que con una díada como la de
Holmes-Watson, no existiese toda una constelación de fantásticos personajes,
que van desde Lestrade, el inspector mediano de Scotland Yard hasta la dupla
Profesor Moriarty-Coronel Moran. El profesor James Moriarty es la versión
genial pero escalofriante del propio Sherlock Holmes, al cual tradicionalmente
se le ha adjudicado en calificativo de archienemigo del famoso detective. Quizá
Moriarty es más aventajado intelectualmente y de ahí que sea un contrincante
muy difícil. De origen adinerado y prodigiosa inteligencia lógico-matemática es
el adversario perfecto para el gran detective. El coronel Sebastian Moran había
prestado servicio en Las Indias y tenía fama de ser uno de los cazadores más
notables; mejor dicho, el primero en la cacería de tigres. Era la mano derecha
de Moriarty, experto en armas y de una inescrutable crueldad. Sería la
contraparte del bueno y generoso Watson, quien también tenía destacadas habilidades.
La idea amistad es tan propia de la obra de Conan Doyle como lo es la de enemistad. Tal implica cual, y así como Holmes puede jactarse de tener el mejor de los amigos, no menos presuntuoso puede ser al señalar el tipo de persona a quien se enfrenta, en una apología a la eterna lucha entre los polos de la balanza entre el bien y el mal.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 11 de agosto de 2020.
Enlace:
https://www.eluniversal.com/el-universal/77629/baker-street
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