miércoles, 19 de agosto de 2015

Anclas para pensar


Tal vez existan sólo dos tipos de escritores, los que escriben (bien o mal)  y los que escriben de manera extraordinaria. La diferencia puede llegar a ser sólo una sutileza, pero termina siendo abismal. A manera de ejemplo, entre los grandes maestros de la palabra escrita se encuentra el venezolano Arturo Uslar Pietri y el colombiano Gabriel García  Márquez.

Existe otro grupo de personas que se dedica a escribir, pero a las cuales no se les puede calificar como ¿escritores?  Son aquellos que ponen la palabra escrita al servicio de ciertos intereses, como quienes les elaboran los discursos a los políticos o aquellos que usan diferentes medios de comunicación para dar a conocer ciertas ideas en aras de conseguir un fin particular. Ese grupo de personas que escribe sin ser escritores” son los que usan la propaganda como expresión comunicacional.

Ahora bien, han existido grandes creadores de panfletos. De hecho, la lista no sólo es larga sino que en la misma podemos ubicar a talentosos personajes históricos. Karl Marx y Mahatma Gandhi, son dos ejemplos de ello, cuyo valor no requiere de mayores elucubraciones porque el fin de persuadir era propio de los objetivos políticos que ambos se plantearon. Como elaboradores de folletos, llenaron el mundo con sus ideas y llegaron a convencer a muchos de sus partidarios. El estilo literario de Marx, incluso en sus más elementales impresos, es reconocido por críticos literarios.

Están también los creadores de volantes, que siendo talentosos en el arte de juntar palabra, han realizado escritos que han influido a muchos y sirven de ejemplo de cómo se puede “malograr” el talento. Citaré algunos.

Los panfletos de Julio Cortázar contrastan con la limpidez de su obra literaria. Uno se pregunta cómo se puede ser tan inteligente y tan vulgar de manera simultánea. Caso similar ocurre con el francés Jean Paul Sartre que crea una obra filosófica  a la par de deslumbrantes textos literarios, para terminar siendo abucheado cuando leía las terribles y mal escritas consignas políticas de carácter propagandístico que marcaron particularmente el final de su vida.

Otro panfletario sin parangón (tal vez el caso más grave de todos) es Pablo Neruda, quien no sólo universaliza una manera de hacer (ser) poesía y hace que las cosas más sencillas trasciendan hasta hacernos llorar de emoción; para añadir en su voluminosa obra unos textos que particularmente deben ser señalados por su carácter monstruoso-abominable. Uno es “la oda” dedicada a Iósif Stalin, que con todos los intentos por justificarlo, es un panfleto en forma de poema que para rematar está mal escrito. El otro texto de Neruda que da pena ajena es la exaltación al asesinato de un Jefe de Estado. Neruda de manera irresponsable y abyecta habla de “Nixonicidio”, o sea, matar a un ser humano con fines políticos proselitistas. De esta manera se dan los dos fenómenos en el propio Neruda, el de exaltar a través de la poesía a uno de los más grandes genocidas de la historia de la humanidad (Stalin) y promover el asesinato de un Jefe de Estado en un texto “lírico” (asesinar al presidente norteamericano Richard Nixon).

¿Qué lleva a un ser pensante y aparentemente bondadoso asumir posturas colindantes con la crueldad? Son seres humanos, por lo cual la dualidad animal-racional está presente. Es necesario recordar que lo político (así como la religión o el sexo) propende a ser asumido con carácter de valor, por lo que pertenece al centro íntimo de la persona, a su irracionalidad, a lo más profundo, sublime y simultáneamente mísero del inconsciente. Cuando un hombre de ideas promueve la maldad, está siendo guiado por sus más profundos e indómitos prejuicios arraigados en su insondable condición psicológica.

La eterna lucha entre la razón y las pulsiones (lo que se debe y lo que se quiere), nos condena a ser argumentativos y no racionales. Conozco personas que se expresan muy bien y hacen vibrar a los demás con sus palabras, empero se trata de un acto argumentativo y no una instancia que pudiésemos llamar racional. Es esa condición propia de la capacidad de convencer (argumento), lo que en realidad nos aleja de la razón. Somos seres argumentativos y distamos de ser racionales. Lo que es difícil de contrariar es que somos animales.

¿Entonces no somos seres racionales sino seres argumentativos? A duras penas llegamos a ser argumentativos, pues el ejercicio de cultivar la razón no sólo está contrariado con nuestra naturaleza sino con nuestros más profundos deseos, anhelos y debilidades. De ahí que existan seres extraordinarios a quienes solemos admirar, pero simultáneamente, por ser humanos se equivocan y son asaltados por las más oscuras ansias. Nos hace llorar de alegría un artista con su obra y a otros escandaliza con sus acciones. Peor aún cuando nos deslumbra por su obra y a la vez sentimos rechazo y repulsión por lo que deja como faena, como legado con lo cual será irremediablemente recordado.



Twitter: @perezlopresti   


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 17 de agosto de 2015

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