Con
frecuencia me intereso en lo que señalan los analistas de los fenómenos de
carácter internacional. Se hacen llamar expertos en temas de geopolítica y los
más atrevidos usan directamente el calificativo de “analistas
internacionales”. Siempre me ha parecido
que esa área no sólo es una de las más complicadas para entender, sino que
francamente hay que tener presente que la mayor cantidad de información de
carácter internacional se encuentra archivada y clasificada como
“confidencial”. Pertenece al submundo de los secretos de los Estados y sus
infinitas componendas.
Con el escándalo que se desarrolló por la información que fue filtrada y divulgada por Julian Assange a través de WikiLeaks, dos cosas parecen claras. La primera es que los secretos entre las naciones son infinitos y segundo, que hasta la propia WikiLeaks se vio conminada a limitar la información que maneja, porque ocultar información se convirtió en un requisito para poder sobrevivir, cumpliéndose la premisa que confirma que en muchas ocasiones el callar una verdad equivale a mentir.
Me impresiono cuando escucho a “avezados” expertos, explicando de manera tajante los alcances de ésta o aquella toma de decisiones de carácter internacional y sus potenciales secuelas. Es jugar a predecir el futuro en un campo minado de incertidumbres.
Los llamados secretos de Estado en realidad son mucho más enrevesados de lo que creemos, porque van desde el chisme hasta la toma de decisiones retorcidas de un grupo de naciones en contra de otras. De hecho, la política internacional es un hervidero de tramoyas y componendas, que a quien no le dan mareos termina por darle náuseas, dada lo pedestre y feroz que es, pues a fin de cuentas se trata de una creación humana.
En general suelo ser cuestionador en relación a la rama del conocimiento que llamamos historia (en realidad tenemos acceso es a la “historiografía”). Incluso puede ser mucho más complicado el pretender comprender el propio tiempo en que vivimos y los alcances de lo que ocurre en nuestro entorno inmediato. Por eso, se nos hace incomprensible entender un análisis sobre cómo funcionan las cosas en el planeta, cuando la mayoría de ellas son secretos más que ocultos, por no decir francamente inconfesables, dado su carácter ruin y ajeno a lo moral.
Si bien es cierto que los secretos de las naciones son imprescindibles (que sean confidenciales para la realización de los distintos objetivos planteados), no menos cierto es que mucho de lo que se hace llamar “análisis internacional” no pasa de ser especulación, así como la información en general busca como fin último el persuadir al individuo de que un fenómeno es de una determinada manera.
¿Cómo llegar a conocer lo que se acuerda en una mesa de negociación si no somos los actores participantes de la misma? ¿Quién puede saber realmente lo discutido en las recientes conversaciones entre Estados Unidos y Cuba, en las cuales de manera “oculta” intervino El Vaticano? ¿Quién sabe realmente en qué términos se dio lo acordado entre Estados Unidos y la fallida Unión Soviética cuando la crisis de los misiles? ¿Quiénes planificaron y ejecutaron los horrorosos magnicidios cometidos contra los hermanos John y Robert Kennedy? Son sólo algunas interrogantes que señalo a manera de ejemplo para ilustrar lo que en realidad está vetado para el hombre común y a lo cual no tiene y probablemente jamás tendrá acceso.
Son trampas propias de la historia, que hacen que una personalidad pase de ser un ser estudioso, para peligrosamente transformarse en una especie de oráculo que anuncia afirmaciones con carácter profético, más cercanas al pensamiento mágico que a la realidad.
Como cualquier generalización, hay excepciones. Existen aquellas personas que sin dejar lo especulativo, son mentalmente más aventajados y no caen en la trampa de ser categóricos ni radicales al realizar alguna interpretación. Son los que tratando de comprender el mundo en que vivimos, usan los términos “condicionales” para expresarse, como por ejemplo “si tal cosa ocurriese o tal otra pasase...” De esta forma un análisis, al estar precedido por un condicional, suele ser más atinado.
En el segundo grupo de aventajados que intenta pelar mandarinas y mostrarnos aquello que desconocemos en relación a lo que nos circunscribe, están los que usan las “opciones”. Por ejemplo, “si pasase tal cosa podría ocurrir esto, y si ocurriese esta otra, pues ocurriría lo otro”. Así minimizan el margen de yerro.
Independientemente de que se muevan en escenarios en donde lo especulativo es propio de las afirmaciones que suelen manejar, los analistas de los fenómenos que ocurren en el mundo no dejarán de hacer sus respectivas interpretaciones, porque es un tema cautivante, en donde la paradójica posibilidad de conocer realmente lo que está pasando es de infinito interés para quien lo cultive. Terreno donde lo cercano se vuelve curiosamente inalcanzable y obviamente más atractivo.
Twitter: @perezlopresti
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 24 de agosto de 2015
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