Existen
innumerables maneras de ganarse la vida. Desde las formas más correctas y
decentes hasta las que transgreden y tienden a generar daño en otros. A raíz de
la expansión de la microtecnología y sus fantásticos efectos en la población
general, se ha creado infinitud de oficios alrededor de la misma, muchos de los
cuales traen consigo una especie de hipervaloración del individualismo en su
sentido más aislado. No es raro que en el siglo XXI surja esta suerte de hombre
de éxito contemporáneo, de cara a una pantalla de un computador o desde un
teléfono móvil, imponiendo tendencias, maneras de pensar, conductas, estilos de
vida y creencias.
Esta
generación de seres que ha crecido en el centro de lo tecnológico es un
fenómeno inédito en el sentido de que usa el ciberespacio como un instrumento
que logra expandir modos de vida y hace de lo virtual una forma de realidad
paralela a lo que nos circunda. Los efectos de esta manera de ser, que está
estrechamente vinculada a ciertos grupos etarios, todavía está por verse.
Adicciones a
los video juegos, alteraciones de los ritmos del sueño y una especial manera de
relacionarse con pares son una parte del mundo occidental que cobra auge, sin
duda genera interés y tiende a autolimitarse en el tiempo, porque si algo
enseña la revisión de la historia es que cuando las sociedades cambian, cada
fenómeno tiende a generar una especie de contra-reacción que lo delimita e
impide su generalización absoluta. Los hijos de los tiempos del interner tienen
sus códigos de relacionarse de los cuales no escapan cosas tan básicas como el
tipo de vínculo que se genera con los padres o el enamoramiento.
El corazón
latiente de un emoji suplanta la
necesidad de un discurso propio del encantamiento amoroso. ¿Es más encantador
el corazón latiente que el relato? Sin dudas que para ciertos sectores, lo
comunicacional, si es prolijo, se vuelve un estorbo y la imagen una vez más
suplanta la narrativa. Es un asunto de transformación comunicacional del cual
nos percatamos cuando ya estamos muy inmersos en el mismo y si lo miramos con
atención, tiene precedentes en el surgimiento del cine y particularmente la
televisión.
El sujeto
anónimo, inmerso en las redes, puede catapultarse a la fama con subir a la red
un video grotesco o una información particular y se crea una iconografía que
termina por ser la expresión más elevada del triunfo del individualismo sobre
las masas. Se repite el eterno círculo de admiración hacia lo que muchos
consideran un talento y sigue la historia de nunca acabar en la cual una
persona se vuelve la tendencia o la pauta a seguir. Es la historia de lo
humano, de lo animalmente humano, solo que trasvolada a las nuevas tendencias
propias de la comunicación.
En realidad
todo este asunto nos lleva a otro y es que para algunos, el fin último de las
nuevas tecnologías es la comunicación interpersonal, mientras que para otros es
el aislamiento y el anonimato. Un asunto marcado por la manera de ser de quien
usa las herramientas virtuales que invita a repensar al ser humano acerca de
que: “el ego es el motor inspirador de grandes cambios civilizatorios”, tanto
en el sentido positivo como en las peores representaciones que podamos
imaginar.
Cuando desde
el ego se intenta generar cambios positivos que beneficien a otros, se
trasciende a través de los demás y lo que la persona hace adquiere un carácter
de autorealización y por lo tanto loable por sus resultados beneficiosos.
Por el
contrario, cuando desde el ego se tiende al aislamiento o literalmente a
generar cambios negativos que afecten la vida de otras personas, el carácter
destructivo hace su presencia y entra en la balanza eterna de los equilibrios
que se suceden en torno a las luchas entre las cosas éticas y las francamente
atentatorias contra la condición humana. En una esquina podemos tomar un café
caliente con la mujer que pretendemos, hablar sobre lo mortal e inmortal y agarrarnos
de las manos o darnos un beso. En un computador, desde la fantasía, todo lo
dicho anteriormente se puede materializar relativamente.
Lo que
tradicionalmente tiende a ser inspirador ante quienes por romanticismo seguimos
insistiendo en lo invaluable de los vínculos interpersonales, es cuando se
logra esa suerte de magia en la cual el medio digital, internáutico o
comunicacional permite que las personas se reencuentren en lo que parece vacío.
Para los que apostamos en la comunicación como una manera de vivir, la
tecnología es el aliado al cual hay que apegarse a efectos de generar bienestar
en la sociedad. Revertir el carácter insulso y generador de esterilidad mental
y transformarlo en un potencial amigo que nos permitirá educar con más fluidez
y permitir que lo formativo y no lo destructivo sea lo que se imponga.
Quienes
apostamos por el modelo educativo como premisa de vida, tratamos de usar la
tecnología que disponemos a efectos de darle el mejor uso posible.
Publicado en
el diario El Universal de Venezuela el 22 de mayo de 2018.
Twitter:
@perezlopresti
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Es totalmente cierto, sobre todo donde usted narra claramente el hecho de que la tecnología ha venido a intentar suplantar las emociones que puede evocar un individuo, a través de un "emoji" en las relaciones amorosas, por citar un ejemplo.
ResponderEliminarA mi entender, las personas cada día se vuelven más autómatas, tanto es así que uno les habla y están literalmente "enterrados" en el móvil.
Muy bien lo dijo Einstein: "Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad; el mundo solo tendrá una generación de idiotas”
Interesante artículo Dr. Alirio.
Muchas felicidades y gracias por ser parte de la verdadera comunicación!