domingo, 3 de junio de 2018

Predictibilidad es el arte



En el último vagón de la noche, una joven asustadiza me mira a los ojos como si me estuviese preguntando: “-¿Es seguro ir a esta hora?”, a lo que yo le respondo moviendo la cabeza de manera afirmativa. La joven me regala una sonrisa y relajada, viaja a mi lado. El viaje se transforma y siento que estoy en otro tiempo. 

“-¿Es posible vivir en la desesperación y no desear la muerte?”, es la frase de Goethe que marca la novela 1934 y esa dirección es la que orienta la extraordinaria obra del escritor italiano Alberto Moravia, cuando el protagonista de un viaje a Capri se consigue con una hermosa joven en un pequeño barco, quien desde la distancia lo mira a los ojos mientras él se encuentra ensimismado en su pensamiento recurrente: “-¿Es posible vivir en la desesperación y no desear la muerte?”. La joven asiente con la cabeza y se desarrolla la trama de una de las más grandes genialidades escritas sobre el fascismo italiano y de cómo afecta la vida del común de las personas.  

Una suerte de virtud ilumina a unos y deja sin entendimiento a la gran mayoría. Los clásicos lo llamaron sentido común y para un andino es la marca propia del hombre de la sierra. Para alguien con cierta suspicacia sería la paranoia y para quien cree en lo esotérico o lo religioso es el designio divino que acompaña a unos cuantos elegidos. 

Se requiere de predictibilidad para poderse anteponer a los movimientos del otro y esa posibilidad de predecir se encuentra en cada ámbito de lo humano, como por ejemplo en las relaciones interpersonales, o en las habilidades requeridas para seleccionar la pareja que de manera anticipada nos da una serie de señales para sugerirnos que vamos en buen camino. Predictibilidad para no exponernos ante circunstancias comprometidas o para ser capaces de advertir un potencial peligro. Se necesita predictibilidad para vivir. 

De alguna manera el predecir marca el terreno de ciertas genialidades, como la fortuna para hacer negocios, la pertinencia de una toma de decisión personal en particular, el ser asertivo al inter-vincularnos con los otros y en saber en quién se puede confiar. Predictibilidad es lo que da el cuño del buen sentido de orientación cuando como sociedad nos movemos hacia una meta y es la esencia de lo político, así como de saber, por el aroma, cuando la torta en el horno se encuentra bien cocida. 

Porque si lo vemos con detenimiento, los grandes aciertos o los más funestos yerros con mucha frecuencia tienen que ver con no haberle hecho caso a esa parte de nuestro entendimiento que se encuentra más cerca de lo animal y lo potencialmente ajeno a la razón que a aquellas cosas que le damos una estructura de carácter más lógico. 

La joven viaja a mi lado en un vagón lleno de la más disímil fauna nocturna y tiene depositada la confianza en mí. ¿Qué hace que sea capaz de generar confianza en una desconocida? ¿Acaso mi actitud, mi manera de caminar, mi forma de vestir, lo que no digo, la posibilidad de traspasar muros con la mirada o intentar hacerlo? 

A dos grados de temperatura y abrigado enteramente le pregunto sin rodeos: “-¿Por qué confías en un desconocido?” y la respuesta no puede ser más avasallante. “-¿Acaso no es usted el personaje de la novela de Alberto Moravia? ¿No es usted el protagonista de 1934?”

Desconcertado por mi falta de predictibilidad o tal vez por exceso de ella, a estas alturas la confusión me embarga y lo único que tengo claro es cómo las grandes transformaciones históricas y particularmente las políticas, nos ponen en los escenarios más insólitos al punto de que una multitud de ciudadanos vamos de un lado a otro enarbolando las mismas banderas sin percatarnos plenamente de ello. Situaciones que se repiten una y otra vez, sin escrúpulos en el confín de todos los tiempos, como si de nada sirviese aprender si no es precisamente para cultivar el arte de predecir lo que con mucha seguridad va a ocurrir. 

 “-¡Prooooooofe…! ¿no se acuerda de mí? -Hola, Doctor, desde cuándo vive por acá… Saludos Alirio, ya decía que en cualquier momento me iba a encontrar contigo”; son las frases de rigor con las cuales me deslumbro cada vez que me topo con una persona en cada viaje, posada, aeropuerto, autobús, restaurante o taguara de mala muerte, de este mundo que en ocasiones se antoja pequeño.

Atajos, formas inadecuadas de tratar de resolver los problemas, ausencia de ciudadanía, falta de compasión y las más erráticas percepciones de cuanto acontece, son apenas pequeños peldaños que debemos librar en esta intrincada carrera laberíntica que es la vida. 

La esencia de conceptuar la vida, en mi caso, se encuentra de la mano con el sentido de la aventura, lo inesperado, lo que nos hace cambiar el sendero que creíamos seguro, pero por encima de cualquier cosa, con el desenfado que nos hace vivir para sortear cada paso que nos conduce a la desolación. La aventura, como el amor, protegen del abismo y las tinieblas.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el martes 29 de mayo de 2018.

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