miércoles, 17 de mayo de 2017

El que tiene la razón


La palabra “hermenéutica”, tan usada en el siglo XXI, se refiere al arte o técnica de interpretar. Para realizar una interpretación se deben considerar dos aspectos: 1. Por usar el lenguaje, básicamente ningún texto es absolutamente claro, por lo que cada lectura será, al menos en parte, interpretación. 2. Un texto puede ser siempre leído o interpretado de diversas maneras, según se privilegien sus aspectos formales y literales o su significado profundo o, incluso, si se buscan posibles mensajes ocultos en metáforas o símbolos.

Cuando trato de recordar a alguien que de manera implacable haya tenido la razón y la intentó plantear en contra de los convencionalismos de su tiempo, suelo evocar a Galileo Galilei (1564-1642). Nacido en Pisa de una familia burguesa (su padre era músico y comerciante), a los diez años se trasladó a Florencia, donde recibió su primera educación. Se inscribió en la facultad de Medicina por voluntad de sus padres, pero no se interesó por estos estudios y no obtuvo el título. Le atraía, en cambio, de manera apasionante, la matemática.

En 1592 se trasladó a la Universidad de Padua, donde residió durante dieciocho años, quizá los más intensos y felices de su vida. En 1610 hizo públicos sus extraordinarios descubrimientos obtenidos con el telescopio en su obra Nunzio siderio, que le proporcionó un reconocimiento inmediato pero que a la postre le acarreó la hostilidad de los teólogos y los astrónomos aristotélicos.

Galileo Galilei representa el clásico problema que se presenta entre la ciencia y la fe. Los profetas, para Galileo, utilizaron una lengua imaginativa para hacerse entender por sus contemporáneos. En las escrituras religiosas se encuentran muchas afirmaciones que, tomadas al pie de la letra, presentan un contenido distinto del auténtico, pero por otra parte están formuladas de esta manera para superar la ignorancia del pueblo; así para los pocos que merecen diferenciarse del pueblo ignorante, es necesario que los glosadores expongan sabiamente el auténtico significado y expliquen asimismo los motivos por los que se ha utilizado aquella forma particular para un determinado contenido.

Para Galileo, tanto la Biblia como la naturaleza son obra de Dios, pero la primera puede ser malinterpretada, mientras que la segunda es estudiada científicamente. Por lo tanto, en caso de contradicción es más razonable fiarse de lo que dice la naturaleza. De ahí que muchos pasajes de la Biblia deben ser interpretados en sentido metafórico. De esta manera, las Escrituras atenuaron sus dogmas fundamentales, llegando a atribuir a Dios condiciones distantes y contrarias a su esencia con la simple finalidad de adecuarse a la capacidad de comprensión de pueblos toscos e incultos.

Dado que dos verdades no pueden ser contradictorias entre sí, es tarea de sabios utilizar la elocuencia y la retórica para adecuar el discurso racional y hacerlo entendible a las multitudes. Este hombre representa la imposibilidad de ponerle límites al ingenio humano y a la imposibilidad de afirmar que en el mundo ya se sabe todo lo que se puede saber.

Filosofar no significaría conceder libre salida a las fantasías metafísicas o concentrarse en la correcta interpretación de un pasaje de alguna autoridad, sino investigar la naturaleza para descubrir las verdaderas leyes. Ello solo es posible adecuando la mente al específico carácter matemático y geométrico con el que el gran libro de la naturaleza fue escrito por Dios. La matemática, por lo tanto, constituye el lenguaje específico de la ciencia.

En su lucha por imponer el criterio de la verificación experimental, Galileo debió combatir no solo a los teólogos sino también a los filósofos aristotélicos. Los primeros negaban la verdad de los descubrimientos obtenidos con el telescopio porque contradecían el dictado literal de la Biblia; los segundos negaban las mismas verdades porque eran contrarias a las doctrinas científicas de Aristóteles.

En Galileo se halla representado el espíritu humano capaz de enfrentarse a los más duras y petrificadas maneras de pensar, ante lo cual, él representa la inteligencia y la dedicación al estudio, pero por encima de todo, el atreverse a superar los atavismos que confinan al hombre a la mediocridad y a la ignorancia. Ese empeño presente en su obra de que se intente adecuar el discurso para hacerlo entendible a una mayor cantidad de personas, es extrapolable a todos los campos del conocimiento humano y de la vida en sociedad. Poco vale una manera de pensar o un descubrimiento si no va de la mano con una contundente demostración. De ahí que el lenguaje de las matemáticas sigue siendo incluso en nuestro presente, el más persuasivo de todos.


Galileo fue convocado por la inquisición y obligado a abjurar. Fue retenido en confinamiento en Villa Médicis y luego en la aldea de Arcetri, donde escribió su última obra, publicada en 1638. Una vida dedicada a mostrar la verdad y asumir el precio de la misma.

Twitter: @perezlopresti

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 25 de abril de 2017

Ilustración: @odumontdibujos   


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