La
palabra “hermenéutica”, tan usada en el siglo XXI, se refiere al arte o técnica
de interpretar. Para realizar una interpretación se deben considerar dos
aspectos: 1. Por usar el lenguaje, básicamente ningún texto es absolutamente
claro, por lo que cada lectura será, al menos en parte, interpretación. 2. Un
texto puede ser siempre leído o interpretado de diversas maneras, según se
privilegien sus aspectos formales y literales o su significado profundo o,
incluso, si se buscan posibles mensajes ocultos en metáforas o símbolos.
Cuando
trato de recordar a alguien que de manera implacable haya tenido la razón y la
intentó plantear en contra de los convencionalismos de su tiempo, suelo evocar
a Galileo Galilei (1564-1642). Nacido en Pisa de una familia burguesa (su padre
era músico y comerciante), a los diez años se trasladó a Florencia, donde
recibió su primera educación. Se inscribió en la facultad de Medicina por
voluntad de sus padres, pero no se interesó por estos estudios y no obtuvo el
título. Le atraía, en cambio, de manera apasionante, la matemática.
En
1592 se trasladó a la Universidad de Padua, donde residió durante dieciocho
años, quizá los más intensos y felices de su vida. En 1610 hizo públicos sus
extraordinarios descubrimientos obtenidos con el telescopio en su obra Nunzio siderio, que le proporcionó un
reconocimiento inmediato pero que a la postre le acarreó la hostilidad de los
teólogos y los astrónomos aristotélicos.
Galileo
Galilei representa el clásico problema que se presenta entre la ciencia y la
fe. Los profetas, para Galileo, utilizaron una lengua imaginativa para hacerse
entender por sus contemporáneos. En las escrituras religiosas se encuentran
muchas afirmaciones que, tomadas al pie de la letra, presentan un contenido
distinto del auténtico, pero por otra parte están formuladas de esta manera
para superar la ignorancia del pueblo; así para los pocos que merecen
diferenciarse del pueblo ignorante, es necesario que los glosadores expongan
sabiamente el auténtico significado y expliquen asimismo los motivos por los
que se ha utilizado aquella forma particular para un determinado contenido.
Para
Galileo, tanto la Biblia como la naturaleza son obra de Dios, pero la primera
puede ser malinterpretada, mientras que la segunda es estudiada científicamente.
Por lo tanto, en caso de contradicción es más razonable fiarse de lo que dice
la naturaleza. De ahí que muchos pasajes de la Biblia deben ser interpretados
en sentido metafórico. De esta manera, las Escrituras atenuaron sus dogmas
fundamentales, llegando a atribuir a Dios condiciones distantes y contrarias a
su esencia con la simple finalidad de adecuarse a la capacidad de comprensión
de pueblos toscos e incultos.
Dado
que dos verdades no pueden ser contradictorias entre sí, es tarea de sabios utilizar
la elocuencia y la retórica para adecuar el discurso racional y hacerlo
entendible a las multitudes. Este hombre representa la imposibilidad de ponerle
límites al ingenio humano y a la imposibilidad de afirmar que en el mundo ya se
sabe todo lo que se puede saber.
Filosofar
no significaría conceder libre salida a las fantasías metafísicas o
concentrarse en la correcta interpretación de un pasaje de alguna autoridad,
sino investigar la naturaleza para descubrir las verdaderas leyes. Ello solo es
posible adecuando la mente al específico carácter matemático y geométrico con
el que el gran libro de la naturaleza
fue escrito por Dios. La matemática, por lo tanto, constituye el lenguaje
específico de la ciencia.
En
su lucha por imponer el criterio de la verificación experimental, Galileo debió
combatir no solo a los teólogos sino también a los filósofos aristotélicos. Los
primeros negaban la verdad de los descubrimientos obtenidos con el telescopio
porque contradecían el dictado literal de la Biblia; los segundos negaban las mismas verdades porque eran
contrarias a las doctrinas científicas de Aristóteles.
En
Galileo se halla representado el espíritu humano capaz de enfrentarse a los más
duras y petrificadas maneras de pensar, ante lo cual, él representa la
inteligencia y la dedicación al estudio, pero por encima de todo, el atreverse
a superar los atavismos que confinan al hombre a la mediocridad y a la
ignorancia. Ese empeño presente en su obra de que se intente adecuar el
discurso para hacerlo entendible a una mayor cantidad de personas, es
extrapolable a todos los campos del conocimiento humano y de la vida en
sociedad. Poco vale una manera de pensar o un descubrimiento si no va de la
mano con una contundente demostración. De ahí que el lenguaje de las matemáticas
sigue siendo incluso en nuestro presente, el más persuasivo de todos.
Galileo
fue convocado por la inquisición y obligado a abjurar. Fue retenido en
confinamiento en Villa Médicis y luego en la aldea de Arcetri, donde escribió
su última obra, publicada en 1638. Una vida dedicada a mostrar la verdad y
asumir el precio de la misma.
Twitter: @perezlopresti
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 25 de abril de 2017
Ilustración: @odumontdibujos
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