lunes, 10 de julio de 2023

Trilogías de rigor

 


Una buena saga de aventuras debe tener al menos tres capítulos. También lo digo pensando en una buena construcción de pensamientos estructurados en nombre de la filosofía. Hay novelas que son tan desmedidamente buenas que sus autores las han tenido que dividir en tres toletes. Estaba pensando en esa suerte de posibilidad de plantearse las cosas en tres, cuando llegó a mis manos la trilogía de novelas de aventuras del escritor español Arturo Pérez-Reverte, que me hicieron darle unas vueltas al asunto.

Resulta que los enmarañamientos de algunas tramas literarias tal vez hastiaron a muchos lectores contemporáneos y el éxito de Pérez-Reverte consiste precisamente en contar historias, que sean emocionantes y que tengan un comienzo y un final. Viéndolo bien, es el propósito del artista que sobrepone la historia y su capacidad de entretener por encima de contarla en forma potencialmente más elaborada, incluso rebuscada. En Pérez-Reverte, el afán de contar una buena historia es lo que lo define, al estilo de grandes novelistas clásicos que lo precedieron. Al plantearse una doble forma de interpretar el arte de la novela, se establece de manera falaz, una lucha entre el entretenimiento y la profundidad literaria. Ambas instancias, propias del estilo de quien escribe, son bien apreciadas por quienes tenemos el hábito de la lectura. Pero no se debe equivocar el lector distraído y dejar pasar el hecho de que la literatura, la buena, a fin de cuentas, propende a la transgresión. Y en eso de ser un provocador, Pérez-Reverte es un maestro y logra elevarse con su arte.

La secuencia de novelas en las cuales el personaje Lorenzo Falcó hace de las suyas durante la Guerra Civil Española (1936-1939), nos lleva a asomar la siguiente premisa: Está ambientado precisamente en ese tiempo porque la manera de conducirse del protagonista (la cual apreciamos los lectores) es totalmente fiel a ese tiempo. Se las hubiese visto un poco enredado Pérez-Reverte si ubica un personaje con tales gustos y maneras de ser en la España contemporánea, porque hubiese podido más el mal gusto y la tendencia a lo inquisitorial propio de ciertas corrientes de “pensamiento” de nuestro tiempo y se hubiesen ensañado con el autor, por escribir sobre personajes propios de su mundo literario, como lo es Lorenzo Falcó. Entrenado y dotado de habilidades para la supervivencia en un ambiente hostil, la ubicación temporal y el lugar donde ocurren sus aventuras es una carta blanca que Pérez-Reverte domina magistralmente y hace uso y con buen tino incluso abusa de los alcances del personaje.

Falcó, Eva y Sabotaje son una trilogía de lectura gustosa que deleita al amante de los libros, entendiendo que una aventura bien contada es algo que se agradece. La idea de retomar el arte de contar buenas historias sin dejar de lado la documentación histórica necesaria para abordar circunstancias del pasado, potencialmente generadoras de polémica es un arte en sí mismo. En eso, el español es fiel al legado de la camada de escritores de ese país que en su sino artístico hacen de la provocación la esencia de lo que escriben, bajo la consigna plausible de que el arte muere cuando no se atreve a trasgredir un tanto el orden con que se suelen ver y entender las cosas de la existencia.

Lejos de ver los asuntos de la vida de manera dicotómica, en Pérez-Reverte se mezcla la suciedad humana con su más impoluta condición, lo cual es una aproximación respetable de conceptuar la esencia de lo humano. Esa manera en que el escritor logra elevar a sus personajes a la par de hacerlos menos que abyectos como si de algo natural se tratase, esconde o tal vez exhibe a secas un nihilismo que raras veces podemos apreciar en lo que entendemos por arte. En ese nihilismo destaca la excelsitud de lo contado, porque se hace interesante y atractivo, pero, sin cortapisas y de la mano, también está lo vulgar. No solo la vulgaridad de lo que pudieran mostrar los personajes de las tramas sino la propia vulgaridad del autor, que no se anda con miramientos para exponer la ordinariez de lo que asume como arte sin mucho pudor. De ese nivel de complejidad, a la par de una ligereza pocas veces vista, me ha parecido la obra de Pérez-Reverte. Como si una cosa implicase la otra, en este hombre de letras que ya ha cuajado una muy robusta obra para deleite de multitudes.

El otro tema no menor, es la propensión a la descripción de los acontecimientos que tienden a ser relativamente fáciles de llevar a imágenes visuales claras que tienden a fluir. Eso explica la tendencia de que sus libros hayan ido a las pantallas, sean del cine o de las series de televisión. Ese asunto, el de facilitar la adaptación literaria en un género complejo, como lo es el audiovisual, probablemente esté garantizado en la obra del escritor nacido en la Región de Murcia, cuya obra se ha universalizado al punto que es frecuente encontrarla en los más lejanos rincones y las más modestas librerías. Seguiremos aplaudiendo la escritura, más cuando en la contemporaneidad parecieran presentarse opciones que interfieren el sano hecho de que los libros sean una buena compañía para quienes apreciamos la peripecia de vivir más vidas de las posibles, asunto que muchas veces, es un camino que se transita a través de la literatura.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 10 de julio de 2023.

lunes, 3 de julio de 2023

Espantando zancudos

 


He pasado gran parte de mi vida espantando zancudos. El asunto no tendría mayor relevancia si no fuese porque me ha tocado vivir y trabajar en sitios donde las enfermedades las transmite este vector y algunas pueden costar la vida. En mis días de médico rural, en Abejales, Estado Táchira, recuerdo que los tres colegas que me habían precedido se habían contagiado de malaria (paludismo), y uno en particular presentó secuelas severas. Pude diagnosticar más de doscientos cincuenta pacientes enfermos de paludismo y la posibilidad de enfermarse era tal, que los trabajadores de la oficina de malariología me daban cloroquina para prevenir los síntomas inminentes de llegarme a contagiar. Lo cierto es que salí invicto de esa y el tiempo me ha permitido echar el cuento.

Montones de conocidos han adquirido dengue, leishmaniasis, chikunguña y otras enfermedades, como si de poca cosa se tratara, mientras en mi vida ha habido un halo de mosquitos y zancudos que me han seguido a todas partes y afortunadamente no he adquirido estos potenciales padecimientos. El asunto me lo hizo ver mi abuela cuando yo estaba muy joven, al darse cuenta de que por más plaga que hubiese en el ambiente, ella y yo compartimos la extraña virtud de jamás haber sido picados por esos bichos que van dejando su siniestro legado conforme avanzan en sus vuelos, sean selváticos o citadinos.

Nunca he sido picado por esos insectos, lo cual siempre me ha generado el interés de saber cuál es el repelente natural que llevo conmigo y que debo haber heredado en buena lid de mi abuela materna, como asomé. El asunto es que, gracias a esta suerte de virtud, recorrí sin problemas algunos lugares de Venezuela en donde morir picado por un zancudo es una cosa casi cotidiana. Trabajé en El Cantón en Barinas, y mientras viví en San Fernando y pude conocer el maravilloso Apure, los zancudos me daban vueltas, pero por nada se me acercaban, aunque estuviese en lo más adentro del llano, en un bongo rodeado de agua, contemplando los médanos de esos lugares. Llegué a atender población indígena con dos gramos de hemoglobina a quienes le ponía una malla repelente para que los zancudos no le extrajeran la poca sangre que les quedaba. En una excursión a la Gran Sabana, uno de mis mejores amigos adquirió leishmaniasis mientras andábamos por los mismos montes y caminos. Ir a Brasil manejando y llegar por los lados de Boa Vista, la capital de Roraima, era empaparse de territorio infestado de zancudos. Volví a pasar invicto.

Pero como todo en la vida, hubo dos episodios en que mi talón de Aquiles quedó al descubierto y plagas emparentadas con zancudos y mosquitos hicieron estragos en mi piel. Una de esas ocasiones fue por los lados de Guayanito, cerca del complejo Hidroeléctrico Uribante-Caparo. Andaba cortejando a una hermosísima llanera que era toda sonrisas conmigo y me invitó a un parrando a disfrutar con gente cercana. Me advirtieron que no tomase nada de licor, porque en ese lugar estaban los “coquitos micheros”, capaces de arruinarle la diversión a cualquiera que consumiese una gota de alcohol. Entre danza y buenos pedazos de carne en vara, no faltó quien me pasase un trago de ron y como por arte de magia, cuando sudé, me atacó un enjambre de los fulanos “coquitos micheros” que llegaron a picarme de manera tan alevosa y carnicera que tuve que posponer cualquier intento de seducción que pudiese tener alguna posibilidad de trascendencia con la llanera que esa noche me alegraba la noche, robaba mis sonrisas y me alborotaba con el baile. Ese día perdí mi invicto.

El segundo encuentro en el cual se ensañó la plaga conmigo fue en la Quebrada de Jaspe, por el Estado Bolívar. Yo me había embadurnado con repelente porque me habían advertido que los “puri-puri” son una especie de jejenes que son capaces de dañarle la aventura a cualquiera porque se lanzan sin detenimiento a chupar sangre sin compasión y con esmero. La cosa es que, en un momento, mientras me bañaba plácidamente en la cascada, la totalidad de las personas que ahí se encontraba habían salido corriendo y yo me había quedado solo. Con la fuerza exquisita del agua de la cascada, el repelente había sido barrido por completo de la piel de la gente (incluyéndome) y fue tarde cuando me di cuenta de que me rodeaba una nube negra que me sacaba una y decenas de veces sangre por minuto mientras el repelente iba siendo eliminado de mi cuerpo por acción del agua. No respetaron que todavía estaba en el lecho del río para lanzarse ávidamente contra mi piel y llegué a un sitio seguro lleno de marcas. Era la segunda vez que los bichos me ganaban.

De esas me he salvado y en esas he estado. Los bichos han logrado hacer fiesta conmigo, en esas dos ocasiones que he narrado. Por eso me asusté casi de manera escandalosa cuando iba en mi carro por una avenida de Santiago de Chile en pleno invierno y un zancudo gigante se metió en mi automóvil. Tuve que detenerme para sacarlo, pensando qué clase de monstruo era ese, tan gordo con apariencia de estar bien nutrido. Logré espantarlo y acá estoy. Mientras evoco esos lugares y traigo hoy en día tantos recuerdos en donde las más estrambóticas plagas han estado presentes en mi vida.


Publicado en varios medios de comunicación a partir del 03 de julio de 2023. 

domingo, 2 de julio de 2023

Unos días en Mendoza

 


Me fui unos días a Mendoza, Argentina, y estuve trabajando en una buhardilla, leyendo y escribiendo. Entre medio, pude disfrutar de sus legendarias carnes, sin comparación y del buen Malbec que es una distinción y un regalo de estas tierras, para quien lo pruebe alrededor del mundo. Recuerdo muchas reuniones, en mi Mérida natal, donde más de un invitado hablaba de la grandeza de los vinos de Mendoza, mientras conversábamos sobre las banalidades de la cotidianidad y asumíamos el abismo de la vida con risa y buen tono. El invierno del Sur suele obligar a guarnecerse con buenos abrigos y no pude evitar la tentación de comprar estupendos zapatos, hechos por una familia de fabricantes con larga tradición, cuyo buen gusto sobrepasa cualquier expectativa. Tiendas de talabartería incrustadas en una urbe repleta de restaurantes y cafés hacen que en esta ciudad lo bucólico se siga sintiendo como una atmósfera que la recorre y la inunda de atavismos y buenas historias.

El Paso de Los Libertadores es una ruta que siempre sorprende, porque no es posible que dejemos de ver algo que nos deje sin aliento en cada travesía. La infinidad de cóndores que se ven por estos lados tiende a dejarlo a uno paralizado. La Cordillera parte en mi tierra natal, en los Andes Venezolanos, por lo que recorrer estos lugares es también un viaje al interior de mis recuerdos y andanzas, como lo son la mayoría de los viajes. El Ulises que llevamos dentro se reaviva con prontitud en cada oportunidad que tenemos de ir de un lugar a otro. Ese espíritu aventurero, que parte de una necesidad de recorrer mundo, es una manera de cultivar el propio viaje a nuestro mundo interior. Una y mil veces mil, hasta que se pueda. De descubrimientos interiores está hecha la insulsez de lo humano. Tal vez el gran salto lo damos cuando somos capaces de cultivar lo elemental, lo simple, lo sencillo, incluyendo el gusto por hacer el bien, que, en definitiva, se traduce en hacernos bien a nosotros mismos.

En Mendoza pude leer un libro de aventuras, sin muchas pretensiones literarias diferentes a entretener al lector a través de una historia bien contada, asunto que el autor presenta sin muchos aspavientos intelectuales. También pude acercarme a una trilogía de textos en los cuales, por el contrario a la lectura previa, hay un intento por enmarañar la trama y tratar de conseguir la excelsitud de las letras. No creo que el autor logre alcanzar su objetivo. En esas se me va el tiempo, entre caminatas, análisis de textos, escribir esta columna, que atesoro y hago con esmero, a la par de disfrutar de los incomparables ojos de bife, que, según los entendidos, se extrae de ternera, entre las costillas seis y doce, siendo el Malbec mendocino su acompañante de rigor. Largas y serenas caminatas van a la par de días fríos y otros en los que el sol se asoma de manera divertida, con propensión al juego, haciendo del ambiente de esta región de La Argentina, una zona realmente incomparable por su atmósfera con elementos propios del campo, haciendo amagos por mostrarse como ciudad. En algunos momentos se calienta mucho la buhardilla con la rústica estufa y se me olvida que estoy cerca de la Cordillera de Los Andes, cultivando mi propio espacio de intimidades y cercanías con la infinitud que cada posibilidad de vivir nos ofrece. Creo que tengo una lista de diligencias por hacer antes de marcharme, de manera que la aquiescencia, que en ocasiones es tan valorada por mí, se termina por convertir en amago de movimiento para transformarse en movimiento para luego desembocar en una nueva carrera. 

Las comparaciones no pueden faltar por aquello de que miramos a través del lente de la experiencia. Cada vez que nos asomamos a una nueva dimensión de situaciones, propendemos a compararla con cosas que ya hemos vivido o experimentado antes. A menos, claro, que la experiencia sea tan inédita que se haga incomparable. Estos días en Mendoza fueron una recreación y un nuevo experimentar de emociones y vitalidad a borbotones, porque, a la par de disfrutar de este lugar, también me recordé de mi tierra natal, entre montañas, un lugar en donde pude cultivar la bohemia y la felicidad a la par de materializar esas cosas que tanto me agradan como leer y escribir, así como experimentar los placeres sensoriales de la buena mesa y las mejores compañías. En esa Mérida de los años ochenta y noventa del siglo pasado, escribí un poco y leí mucho. Dejé una obra que perdí en el camino y la cual me conmueve cuando la evoco. La mañana luce despejada y me invita a salir de esta buhardilla. Me preparo, de esta manera, para emprender un viaje de regreso a mis asuntos cotidianos, al trabajo, a las exigencias de la ciudad y la necesidad de cumplir con los deberes de rigor. Bellos días, estos en Mendoza.


Publicado en varios medios de comunicación a partir del 26 de junio de 2023.  










 

lunes, 19 de junio de 2023

Respuestas sin preguntas

 


Hay más respuestas sin preguntas que preguntas sin respuestas. Condicionados a tener que ver solo lo aparente, muchas veces perdemos de vista la parte más importante de cuanto nos pasa por delante. Atar cabos y ver un asunto desde la raíz es un ejercicio intelectual que no podemos dejar de lado. De esos asuntos que nos pasan por el frente, podemos obviar cosas elementales, como las circunstancias que los produjeron. No tratar de entender un problema en toda su dimensión solo perpetuará el problema.

De un lado para otro

Los fenómenos de migración masiva siguen marcando el siglo XXI. Si los elementos que obligan a salir a las personas de sus orígenes para tratar de buscar nuevos destinos se mantienen, entonces las personas seguirán migrando. De ahí que los intentos por tratar de resolver algunos asuntos pareciera que no tuviesen mucha contundencia. Simplemente la raíz de la cuestión no se está modificando. Entonces el problema se perpetúa. Para hacerme un desayuno, salgo a un supermercado en Santiago de Chile o en Mendoza, Argentina y en el pasillo de las harinas conseguiré más variedades de maíz precocido para hacer arepas que las que se podían conseguir en Venezuela en sus mejores tiempos. La migración es un fenómeno de conquista cultural de un pueblo que se incrusta en otro. También es un negocio redondo.

Harina de maíz precocida y personas

Las personas que emigran llevan consigo los elementos que los identifican como grupo cultural. Este contraste y esta manera tan depurada de entender la identidad de un país tiene su versión más descarnada en el migrante. Producto de sucesivas olas migratorias, de Venezuela partieron empresarios, profesionales, gente trabajadora, familias empobrecidas que escapan del hambre y maleantes. Ese conglomerado, que es el interior y el exterior de la ropa que nos ponemos, se aprecia de manera esquelética al migrar. Todo migrante es un soldado de la supervivencia y si no se entiende de esa manera, poco podemos hacer para ponernos en el lugar del desplazado y plantear posibles soluciones a su dinámica.

Planeando aviones, recorriendo caminos

Me voy unos días a Argentina y veo que en sus calles se celebra la llegada y permanencia de venezolanos trabajadores que son un empujón al potencial desarrollo de este país. En Uruguay los venezolanos son mayoritariamente gente con ansias de trabajar, con gran profesionalismo y deseos de superación. Lucen más adustos que los propios uruguayos. Así podríamos ir de país en país, porque en cualquier parte del mundo hay un venezolano de los ocho millones que tuvimos que salir de ese país fallido. Tierra de gracia caída en profunda desgracia. Una amiga me llama desde Finlandia, otra desde Holanda. El mundo es del tamaño suficiente para que quepamos todos. A fin de cuentas, nos lo machacan hasta el infinito, migrar es un derecho. No es justo renunciar a él.

Estilos de vida, clases sociales

En los denominados procesos revolucionarios, una ideología desplaza a la manera como usualmente se pensaba. Las utopías llevan a potenciales y grotescas distopías que se van haciendo realidad. Un sistema de gobierno se pone en lugar de otro y una clase social es sustituida. En esa modificación de clases sociales, las menos favorecidas serán más empobrecidas, los ricos mayoritariamente se irán y los que se quedan formarán un híbrido de ricos con los que vayan emergiendo en el nuevo sistema de gobierno. La clase media, tradicionalmente el corazón de una sociedad y motor principal de una nación será desplazado por otra, con distintas expectativas y una ética y una estética que la definirá. Para muchos, quedarse en Venezuela era igual a pasar una muy larga temporada en el infierno. Otros pudieron adaptarse y seguir adelante pese a las vicisitudes.

Migraciones por minuto

El asunto de los grandes fenómenos migratorios es interesante por muchas razones. A mi juicio, porque es muy obvio que se podía prevenir, hubo un momento en que se pudieron hacer cosas para facilitarla sin el trauma que ha generado en muchas personas y a mi parecer lo más curioso fue que: Era totalmente visible que la estampida de venezolanos se iba a dar de la manera como se dio. Los gobiernos poco previsivos que miraron la desgracia venezolana y voltearon la mirada a otra parte, son copartícipes de un asunto que pudo ser manejado mejor. Son muchas las voces que lo advirtieron y ya es tarde. A efectos de poder dar con la solución de un problema hay dos posibilidades. Algunos problemas son en realidad soluciones, pero eso no lo vemos en el momento que tratamos de analizarlo. La abultada migración venezolana ya ha transformado parte de la identidad de los países a donde ha llegado y así seguirá siendo. Esperemos que la gente de buena fe y mejores intenciones, que es la gran mayoría de venezolanos, logre por su cuenta lo que nadie hará por ellos. Eso es lo que deseo para mis compatriotas y para mí mismo.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 19 de junio de 2023.

lunes, 12 de junio de 2023

Pero existe Messi

 


Hay una constante histórica propia de toda generación que se ve desplazada por los grupos emergentes y es la propensión por creer que “todo tiempo pasado fue mejor”. En realidad, se trata de una manera decadente de asumir los procesos de cambio propios de cualquier época, que se ha repetido de generación en generación hasta el presente. ¿Hay algo de cierto en esta frase? ¿Todo tiempo pasado fue mejor?

Sabores y sinsabores

Luego de haber atravesado una pandemia, que pudo ser atenuada gracias al uso de un recurso tan primitivo como la vacuna, no puedo sino creer que el “todo tiempo pasado fue mejor” es solamente una expresión de intolerancia a los cambios propios de cualquier sociedad. El tiempo pasado, que nos sirve para aprender, no fue ni peor ni mejor, sino diferente. El poder calibrar lo que se gana con cada diferencia es el ejercicio del hombre juicioso que tiene interés en descifrar las entrañas de su propio tiempo.

Tiempo ajeno, tiempo distante

Cuando tratamos de comprender la contemporaneidad, caemos en la paradoja perfecta, en la cual, precisamente por estar inmersos en nuestro propio tiempo, somos incapaces de comprenderlo. No vemos sus alcances ni podemos captar su justa dimensión. El pasado, por el contrario, representa una suerte de zona de confort, puesto que lo pretérito nos da confianza y nos aleja de la incertidumbre. El pasado, contrario al presente, representa la quietud, aquello que es por definición inmóvil, porque ya no existe. El pasado es solo una pieza que forma parte del engranaje de nuestros recuerdos.

Tiempo presente y danza callejera

La contemporaneidad puede llegar a representar la máxima expresión de lo incierto, porque no somos capaces de entenderla. El presente se está moviendo de manera indetenible y no sabemos a dónde vamos. De ahí que lo presente representa la inseguridad y el desasosiego. Un hombre de su tiempo, por estas razones, es en realidad un ser ajeno y distante de su propia contemporaneidad. Un hombre de su tiempo no es capaz de entender la dimensión en la cual pareciera encontrarse atrapado.  Esta es una de las más mordaces paradojas de lo humano, fuente de infortunios y desvelos que, sin mucha sustentación, pero de manera muy comprensible, marcan lo humano de manera transversal y definitoria. Tratamos de bailar al ritmo de nuestro tiempo, pero creemos que es un tiempo que ya no nos pertenece.

Pero nos queda Messi

Un muchacho de provincia aprende a jugar con la pelota y por ser de baja estatura, recibe un tratamiento inyectado para crecer. Es capaz de jugar como nadie y eleva el fútbol a un nivel nunca visto. Eso está ocurriendo en plena contemporaneidad. A la par que la tecnología va ocupando espacios, Messi, a través de su cuerpo, que es una expresión de grandeza biológica, nos recuerda que, en lo esencial, pocas cosas han cambiado. El cuerpo sigue siendo el reducto principal de lo humano y en ese cuerpo se baten de manera incesante emociones y percepciones, que hacen de lo vital, una expresión animal. Somos un grupo abultado de mamíferos desarrollados que estamos aspirando a llegar más allá de lo que nuestra biología es capaz de alcanzar. Por eso apelamos a lo tecnológico. Pareciera que nada nos basta.

Locuras, desvaríos, cordura

Lo humano lucha por no ser etiquetado y al tratar de despegarnos de los demás, terminamos siendo uniformados. No contentos con querer transgredir nuestro presente, caemos en una paradoja producto de una paradoja y es que cuando creemos que grupalmente podemos diferenciarnos del grupo que nos precedió, terminamos por vestir, hablar y pensar de la misma forma. La uniformidad termina por imponerse y de manera lenta, pero puntillosa, la idea de que todo tiempo pasado fue mejor, se va apoderando del espíritu de cada generación. En la feria de las falacias, las nuevas ideas tienen quien apueste por ellas. No hemos terminado de entender una premisa nueva cuando ya hay que darle espacio a la que viene detrás. La carrera intergeneracional no se detiene.

Conservadores y liberales

En esa eterna espiral de elucubraciones que van dando vueltas, los liberales desean que sus ideas se fosilicen y se van transformando en conservadores. Los conservadores quieren que sus maneras de ver y entender la realidad se mantengan inalterables en el curso del tiempo. Ambos grupos terminan remando hacia el mismo destino mientras una nueva generación se abrirá paso e intentará construir una retórica capaz de cautivar y convencer. Cautos, incautos y descreídos hacemos vida en sociedad mientras el tiempo pasa y los mismos atardeceres se repiten una y otra vez. Probablemente hasta siempre. Indudablemente para satisfacción de una eternidad que se jacta de durar. Los malabares de lo real se terminarán por imponer y volveremos a escuchar la desvencijada cantaleta de que todo tiempo pasado fue mejor.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 12 de junio de 2023.

domingo, 4 de junio de 2023

Tecnologías a toda velocidad

 


Parece que el avance tecnológico va a una velocidad fantástica. Tanto, que con mucha dificultad podríamos ponernos al día. Lo normal será que nos quedemos atrás con los cambios tecnológicos. De ahí que me hago la pregunta ¿Qué se gana y qué se pierde con tanta velocidad? A fin de cuentas, la brecha entre personas de los países pobres y de los países ricos se hará más pronunciada y entre jóvenes y adultos mayores se hará infinita. Pero: ¿Qué tan cierto hay en tales aseveraciones? El ser humano, por más intentos que haga por parecer diferente al común de la manada, avanza a una propensión a la masificación general. El hombre masa que tantas veces ha dicho presente en el curso de la historia, tiende a ensanchar su existencia. Esta vez gracias a lo desaforado del avance de las tecnologías novedosas y otras apuestas de mal tono.

La brecha

Sin duda que la tecnología es una manera de condenar a ciertos grupos humanos al aislamiento. Quien no está de la mano con las últimas versiones tecnológicas corre el riesgo hasta de dejar de utilizar adecuadamente sus finanzas. Sin embargo, la apuesta tecnológica lleva una trampa implícita que tal vez la condene. Contrario a lo que pudiese ser y desarrollándose en el contexto de una paradoja perfecta, mientras más parecieran unirnos las tecnologías, más nos distanciamos como miembros de un grupo que necesita interactuar cara a cara. El olor o el calor de una persona no se perciben a través de los celulares. El teléfono móvil como parte del cuerpo (una extensión aparatosa del mismo) llegó para arruinarnos los espacios de potenciales intimidades compartidas. La orgía de la imagen y los nuevos estilos comunicacionales que alardean de su superficialidad avanzan rápidamente.

Bellas falsedades, bondades y maldiciones

Con el auge del montón de plataformas que nos invaden, ha aparecido cualquier cantidad de gurús descerebrados que intentan darnos clases en relación con los asuntos más disímiles de la existencia. La chapucería y piratería de los nuevos modos de comunicación tienden a exaltar la obtención de riqueza sin esfuerzo, la banalidad discursiva como manera de alardear y la falsedad de estados de ánimos aparentemente alegres, que esconden una tristeza agobiante y colectiva que aflora a flor de piel, en un montón de intérpretes de esta farsa comunicacional propia de este tiempo del siglo XXI. Dado que en el fondo es solo una careta que esconde lo que no quieren que veamos, tendrá fecha de vencimiento y a pesar de que veo el presente con ojo de quien presencia el surgimiento de una época, no dejo de pensar que tal vez este tiempo venga con fecha de vencimiento por lo contrahecho de lo cual hace gala. De ahí que no dejo que se esfume mi optimismo.

Contacto sin contacto. Apócope de lo fallido

El intento de generar espacios de comunicación inmediata hace que se banalice el contacto interpersonal al punto de que los encuentros entre las personas terminan por ser desencuentros, donde lejos de conseguir afectuosidad, se apuesta por una rápida resolución de necesidades sexuales que hablan del signo de los tiempos que vivimos. La seducción y el tiempo para conquistar con galantería, buen gusto, placidez y lentitud es desplazado por maneras “flash” de resolver asuntos que si los miramos acuciosamente bien valdría la pena ocupar un buen tiempo en ellos. La palabra amor luce herida de pena y la agonía del amor profundo pareciera que se va a apoderando de los espacios más inverosímiles. Quedamos quienes obstinadamente hacemos resistencia a estos retortijones y pujos generacionales, que lejos de configurar un postulado, encarnan una mala caricatura. En eso va también una apuesta de optimismo, por cuanto trasciende, en términos generales, lo que propende a ser bueno o definitorio para la humanidad.

El amor y la lentitud

El amor y la lentitud suelen ir de la mano. La movilización sentimental propia de lo amatorio, si bien puede pasar por una etapa de desvarío, con el tiempo debe cimentarse para volverse trascendente. Todo esto requiere tiempo y necesita que nos movilicemos con calma y lentitud. Amar es siempre un avance en términos de conquista de espacios afectivos y renuncias a egos soterrados para complacer al ser amado. No pareciera esa la manera como se conceptualiza el amor y mucho menos la forma de practicarlo hoy en día. Tal vez la banalización de lo sexual, lejos de convertirse en una reivindicación, ha terminado por representar una falta de respeto y un profundo desprecio para consigo mismo. La épica de las nuevas generaciones se encuentra con frecuencia con callejones sin salida y preguntas sin contestación posible. Entenderlo y ubicar los problemas contemporáneos en su justa dimensión es hacernos un favor a todos. Tarde o temprano, la realidad, una vez más, se saldrá con las suyas.


 Publicado en varios medios de comunicación a partir del 04 de junio de 2023.

martes, 30 de mayo de 2023

Aquellos días en Mérida



No podré olvidar los días en que me iba caminando de noche desde el Centro Comercial Las Tapias hasta la Hoyada de Milla, allá en la ciudad donde nací: Mérida, la de Venezuela. De ese perímetro de recorridos repetidos he escrito un montón de textos y acumulado un saco de maravillosas experiencias que hacen que los recuerdos de esa ciudad sean un singular regalo de vida. Quisieron las circunstancias que, al graduarme en la Universidad de Los Andes, en 1991, me fuese a recorrer mundo para regresar en 1997 con la idea de establecerme para siempre en esa mágica ciudad en la que me sentí como profeta en su tierra.  En 2017, luego de vivir a plenitud durante veinte años seguidos en Mérida, me tocó emprender rumbo a otras latitudes.

Se migra porque es lo normal

Los fenómenos migratorios son tan propios de lo humano, que negarlo sería un despropósito. El asunto no es si migrar es justo o no lo es. Sería caer en una especie de autoflagelación hasta el infinito. Lo cierto es que un montón de culturas y sociedades que hemos admirado en el curso de la civilización se ha visto obligada al desplazamiento forzado. La estampida de grandes masas humanas de un lugar a otro ha sido una constante en la historia de la humanidad. El siglo XXI pareciera que está marcado por las migraciones. Sobre las razones especulativas por las cuales se termina migrando se dedicarán los historiadores y otros sesudos. Desde lo pragmático, se migra para vivir mejor o simplemente para sobrevivir

También se migra para conquistar

Aun con las mayores desventajas, quien migra lleva consigo costumbres, creencias, formas de comportarse, gustos deportivos, ideas religiosas, simpatías políticas y hasta aficiones culinarias. Por eso todo migrante y más en el caso de las migraciones multitudinarias, queriendo o sin querer, al migrar se está penetrando en el alma de la nación del que recibe al foráneo hasta el punto de que sus propias raíces cambiarán con el tiempo. Toda migración es una conquista. Sea de espacios materiales o espacios culturales. Entenderlo es una manera de facilitar el proceso. Desafiarlo solo retrasará la inevitable fusión cultural propia de cualquier migración.

Impactos y sobresaltos

Las consecuencias de la migración venezolana a nivel planetario siguen aumentando porque los factores que la hicieron posible cada día empeoran. De ahí que es un fenómeno por lo pronto imparable que siempre ha de merecer nuestra atención y por supuesto nuestro serio interés. Desafortunados los liderazgos de los países que reciben migrantes porque en realidad no tienen idea del extraordinario cambio cultural que les espera.

Olas que van y vienen

Así como hay una posible luna de miel con todo grupo humano que comienza a hacer vida en un sitio, de igual manera eso está relacionado con resistencia y potencial rechazo. Son las olas propias que experimentan los migrantes. Más temprano que tarde el tiempo termina haciendo su trabajo y el proceso se materializa de manera resolutiva. Las migraciones, en general, han terminado por ser de los mejores aportes culturales a la historia universal. La miopía de miras que invade a estos procesos en su fase inicial no deja que sean percibidos en su justa y positiva dimensión. Una mala noticia es capaz de opacar a miles de fenómenos positivos que están ocurriendo simultáneamente.

Mestizaje y camaradería

Al final, estos procesos migratorios terminan por fusionar culturas y modificar identidades colectivas, dando lugar a nuevas maneras de ser y replantearse la vida en sociedad. El tema migratorio venezolano apenas está comenzando, para quienes no terminan de asimilar la noticia y entender que son fenómenos que no se pueden detener. Guerra avisada no mata soldado y si lo mata es por descuidado. La migración venezolana estaba cantada y es insólito que los países de la región no se hayan puesto de acuerdo para afrontarla y consensuar las mejores soluciones posibles. En ocasiones, la improvisación parece ser la regla.

Mérida y sus bondades

La ciudad de Mérida no sólo es bella de por sí, sino que se encuentra ubicada frente a la excepcional Sierra Nevada, que es el comienzo de la gran cordillera de Los Andes Suramericanos. La invitación a explorar la cordillera está a flor de piel y tanta montaña ha hecho que los andinos venezolanos tengamos nuestro carácter y hayamos forjado nuestras personalidades de manera muy singular. Entre tantas montañas, el alma de cualquier ser se hace diferente y se va moldeando conforme la experiencia del día a día nos permite transitar caminos de vida que algunos sentimos únicos e incomparables. La cosmovisión de un andino es la que tiene el hombre del páramo, para quien la vida es un reto a la supervivencia cotidiana. De esas y otras cosas propias del vivir en su justa dimensión tiene sentido cavilar un tanto.

 

Publicado en varios medios de comunicación a partir del 29 de mayo de 2023.