Estaba buscando específicamente un
libro de Paul Auster y las tres librerías que visité estaban a reventar de
gente. No conseguí La Trilogía de Nueva York, pero salí con un montón de
textos que son de mi interés, no los había leído y me han mantenido atento, de
cabeza en la lectura. En las noches sigo soñando conque estoy en una playa del
Caribe, por los lados de Morrocoy. En los sueños aparece una mujer que no logro
distinguir. Se muestra amable y me sirve el desayuno. Antes de despertarme casi
logro distinguir su rostro y me despierto sin haberla reconocido. Creo que es
una mesera que conocí en Brasil. No sé todavía. Una vez fuera del sueño y en
este mundo real, una buena mesa de fines de invierno hace que me despierte con
un buen café caliente, de origen italiano.
Mérida, mi amor
Nací en la ciudad de Mérida, en
Venezuela, al graduarme de médico me fui y regresé para establecerme
definitivamente casi una veintena de años después de haber partido. Circunstancias
forzosas me llevaron a tener que migrar y sigo tratando de reconducir mi vida
desde Chile, en la ordenada ciudad de Santiago. Acá he tenido contacto con
mucha gente, de lo cual ya he podido escribir y sigo escribiendo, pero no puedo
ser ajeno al fenómeno de la migración de mis compatriotas, lo cual, a mi
parecer, seguirá empeorando conforme pase el tiempo. Una vez expulsados del
paraíso, la posibilidad de conseguir sosiego se dificulta. En la frente tenemos
la marca de Caín.
Remesas y un puñado de dólares
Con la escandalosa y vergonzosa diáspora
venezolana, muchos connacionales envían remesas con las cuales sobreviven sus
allegados en el país del norte de Suramérica. Por otra parte, la economía cogió
su cauce natural y ante una moneda sin valor, se dolarizan las transacciones
cotidianas. Quedarme en Venezuela no era una opción para mí. Cada cual tendrá
su propia historia qué contar. En mi caso, la aquiescencia es sinónimo de
pérdida de libertad y condenamiento del espíritu. El movimiento tiende a
definir las acciones de mi vida. Ese carácter trashumante es parte de mi
naturaleza y como tal lo asumo. A fin de cuentas, siempre se puede conseguir un
buen rincón para seguir escribiendo y una buena taza de café.
Un día a la vez
La imposibilidad de planear la vida tal como nos gustase que fuera hace que seamos recurrentes con la idea de vivir un día a la vez, sin saltarse ninguno, tratando de sacarle a la savia de la vida hasta la última gota de lo que nos pueda ofrecer. Con esa mentalidad más o menos vamos conduciendo la barca, que por necesidad apunta a ser la de la cordura y lo tendiente a lo concreto. Tratamos de vivir un día a la vez, con sus horas, minutos y milésimas de segundos, porque así nos ha tocado o simple y llanamente porque nos lo merecemos.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela (y otros medios de comunicación) el martes 20 de septiembre de 2022.
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