El impacto de un mensaje a través de
las redes sociales puede llegar a tener resultados inimaginables. Muchas veces
tanto para quien lo emite como a quienes se sienten identificados o denostados
por el contenido. Es que en las redes sociales pululan los más oscuros
sentimientos a flor de piel y un pequeño empujón es suficiente para causar un
auténtico terremoto sociológico.
El inconsciente colectivo
La necesidad de expresar emociones y
puntos de vista tiene libertad casi absoluta en las redes sociales. De esa
realidad se hace uso y por supuesto, abuso, al punto de ser un territorio
minado en donde los peligros asedian. Se pueden destruir reputaciones y hasta
vidas cuando se emiten mensajes con ligereza. Menudo embrollo que nos creamos
en esta contemporaneidad que se va complejizando exponencialmente conforme
pasan los días. Es interesantísimo ver cómo en las redes puede
predominar lo reactivo, lo pulsional, lo que tiene la persona en su sustrato
psicológico. En las redes, queriendo y sin querer, las personas se pueden
mostrar desmedidamente reales. Como son. Eso lleva a que el mensaje valga por
la forma en que se emite y no por el contenido. Volvemos a la manada sin
filtro, a la insondable dimensión de lo más primitivo de lo humano.
El precio de la libertad
De sobrevivir, el escritor Salman
Rushdie probablemente perderá un ojo y quedará con lesiones en un brazo y en el
hígado luego de haber sido apuñalado por un desquiciado. Abanderado de la
libertad, el novelista sigue pagando el duro precio por haber escrito el
libro Los versos satánicos. Fue condenado a muerte en 1989 por el
delito de escribir con libertad y lo está pagando de manera extremadamente
violenta. ¿Acaso quienes lanzan mensajes sin contemplar sus consecuencias están
tan lejos de que le ocurra una tragedia como al escritor Salman Rushdie? ¿Qué
los diferencia? En la infinita ordinariez de las redes sociales, la ausencia de
sentido de responsabilidad en relación con lo que se transmite, convierte a la
libertad en banalidad, vulgaridad o culto a la atrocidad. En Rushdie, por el contrario,
prevalece la inteligencia de quien trata de expresarse asumiendo las
consecuencias de su mensaje. En el caso del escritor recientemente atacado,
prima la inteligencia al servicio de la transgresión por una causa que solo se
sabe apreciar en justa medida cuando se pierde.
Encadenados a la vulgaridad
En las redes social termina venciendo
la vulgaridad. La banalización de la sexualidad, la chabacanería y la violencia
son las tres patas sobre las cuales se sustentan las actuales maneras de
comunicarnos. Paradójicamente nunca había existido tanta sordera frente a lo
comunicacional y abundan falsos maestros y eruditos de lo que sea. En estas y
otros asuntos nos vemos propensos a reflexionar porque es muy difícil dejar
pasar la ocasión de tratar de desenmarañar el presente. De sus setenta y cinco
años de vida, Rushdie ha pasado treinta y tres bajo la amenaza de ser asesinado
por cultivar la idea de que la libertad es un valor absoluto. A la par, una
humanidad sin sentido de la responsabilidad trata de practicar la libertad
absoluta exaltando valores básicos. ¿Es similar la libertad que trata de
promover Rushdie con la que vulgarmente se exhibe en las redes?
Bueno y breve
Los mensajes cuyo contenido es de
carácter audiovisual tienen un poder inmenso sobre las grandes mayorías.
Propensos a responder sin darle muchas vueltas a los asuntos, el carácter
reactivo de nuestro presente es casi alucinante. Como bien se sabe, una imagen
vale más que cualquier cantidad de palabras porque lo que se hace supera a lo
que se dice, al menos en la mayoría de los casos. Cuando aparece un mensaje en
las redes y este es de carácter impactante, el infinito caleidoscopio de las
cosmovisiones responde. De ahí que la manera como nos informamos en el presente
tenga tanta capacidad persuasiva y poco contenido. La forma termina siendo el
mensaje, que en realidad es el triunfo de nuestras más básicas emociones sobre
nuestra capacidad de pensar.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela (16-08-2022) y otros medios de comunicación.
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