domingo, 20 de febrero de 2022

Arte para la sumisión

 


Hay cosas de mal gusto, como la militancia artística, por ejemplo. Cuando el arte, lejos de subvertir el orden de las cosas, pasa a ser un elemento propagandístico al servicio de una ideología, se desnaturaliza su esencia y neutraliza su potencial. El director de cine español Luis Buñuel se hizo mexicano al terminar la guerra civil y la censura franquista le imposibilitó seguir produciendo obras en España. Su arte es totalmente tendiente al cuestionamiento del orden establecido y lanza certeros ataques a la iglesia, a los políticos que ostentaban el poder, a las normas sociales de la época y toma posición en relación con temas difíciles de manejar. Su obra es por antonomasia un reflejo de arte en contra de. Luis Buñuel es uno de los más grandes directores de cine de todos los tiempos y sin dudas un genio.

Copiar y pegar

Pedro Almodóvar, considerado por muchos un buen director de cine, acaba de mostrar su última obra: Madres paralelas. Desde la comodidad de su hogar, trata de hacer propaganda ideológica a través de un filme que lejos de intentar trastocar el orden establecido, es un ejercicio de genuflexión que exalta los logros sexuales de los movimientos a los cuales pertenece y cultiva la idea de división y venganza desde un puesto de poder. Lo que hace Almodóvar es contrario a la esencia del arte, porque a mi parecer, termina siendo la bandera de expresión de una autoridad que ya controla gran parte de la manera de conducirse del ciudadano de occidente. A mi juicio, inicialmente (siglo XX) Almodóvar era un transgresor. Hoy en día (siglo XXI) solo es un elaborador de panfletos. Queda por resolver el interesante dilema entre lo que es arte y lo que deja de serlo dependiendo del tiempo y el lugar donde se exponga.

Mi lucha

Leí Mi lucha hace mucho tiempo. Fuera de contexto, es una obra que genera emotividad juvenil. En ese momento entendí que lo que decía Fidel Castro con relación a que la historia lo absolvería lo había tomado de Adolfo Hitler. En ese mismo tiempo leí un libro de Federico Nietzsche donde señalaba que algunos lo criticaban porque sus libros eran una suerte de trampa para seducir incautos. Entonces me di cuenta de que, si un arte se precia de serlo, es aquel que es capaz de seducir. Sin ese elemento, no hay arte. La seducción a través de la obra, generalmente se logra porque se está intentando trastocar algo establecido. Exaltar lo establecido no tiene mucho valor. Uno de mis escritores favoritos, Julio Cortázar, a la par de haber escrito genialidades literarias, elabora panfletos que desean imponer un tipo de orden, que en realidad es un intento por tener poderío social. Más descreído de lo habitual, conforme van pasando los años, dejo de creer en lo que me parece obvio y aburrido y sigo deleitándome con lo inusual. Cualquier cuento de Cortázar basta para reconciliarse con el arte. Un panfleto de Julio Cortázar nos recuerda lo humano que es.

Bailando y cazando

Hay artistas que se vuelven polímatas y no hay nada sobre lo cual no tengan una opinión establecida. Eso se alcanza cuando se tiene certeza en relación con las cosas. Para quienes cada día que pasa nos volvemos más descreídos, sabemos que es casi imposible cultivar la coherencia intelectual. Lejos de aferrarnos a pensamientos anquilosados, vamos sembrando dudas por donde pasamos. De ahí que se piensa porque se duda y si lo que existe es pura certeza, ya no tiene mucho sentido hacer el intento de pensar. Pensar es, ha sido y por fortuna, espero que siga siendo, el ejercicio de reformular aquellas cosas que tenemos por ciertas y escrutarlas bajo el lente de la desconfianza. Mi padre, que a sus ochenta años suele jugar con las palabras, compone y canta. En uno de sus ejercicios intelectuales, me formula una pregunta, que lejos de generar una respuesta, termina por transformarse en acertijo. Le contesto que su pregunta no tiene solución para mí, por cuanto la considero un enigma y que tal vez a su edad podría contestarle. Creo que mi padre alcanzó un nivel intelectual al cual aspiro un día llegar. Plantearse el ejercicio de resolver enigmas por gusto es una manera de conducirse que parece divertida.

Amigos enemistados

Tener que migrar forzosamente, enfrentarse de nuevo a la noche y batallar con los eternos lugares comunes pareciera que es un punto de encuentro que compartimos muchas personas. Ese grupo de gente que en realidad somos minoría, constituimos una especie de comunidad marginal, marginada y tendiente a hacerse sentir desde la esquina que ocupamos. La dimensión marginada del migrante es afín a la idea de ver la realidad con lentes propios de quien cuestiona cada detalle que percibe. Lo cuestiona desde el desarraigo, pero también del arraigo que nos genera el hecho de que nos vamos universalizando conforme pasa el tiempo. Ser de cualquier parte para no terminar siendo de ninguna genera una templanza que siempre quise tener. A veces no es bueno que se nos cumplan los sueños.

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 22 de febrero de 2022.

 

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