martes, 2 de febrero de 2021

Regreso a Bola de sebo


El octavo mandamiento del catecismo católico “no dirás mentiras ni falsos testimonios” se ha transgredido de manera exponencial con el auge de las redes. Ahora lo llaman Fake news y se trata de la normalización de la exposición al escarnio público de personas e instituciones, generando matrices de opinión que son difíciles de erradicar. He sostenido una y más veces que el lenguaje no solo es fuente de malentendidos, sino que construye falsedades al punto de convencer a inmensos grupos poblacionales, permitiendo que la mentira se viralice… literalmente. ¿Cómo lidiar con el estropicio de que una mentira germine y se convierta en una larva en el cerebro de multitudes?

La gran literatura francesa

Guy de Maupassant, escritor francés del siglo XIX, es un cuentista perfecto. Bola de sebo es uno de sus relatos y constituye una excepcional genialidad sobre la moral, los moralismos, lo amoral y la infinita hipocresía humana. Una mujer se sacrifica en su centro íntimo por sus compañeros de viaje. Inicialmente la aúpan para posteriormente denostar de ella. Un sacrificio termina por convertirse en un acto de supuesto libertinaje. El juicio colectivo no flaquea a la hora de atacar con saña al árbol caído y termina por darse por satisfecho cada uno de quienes inicialmente apoyaban a Bola de sebo (el apodo atroz conque llamaban a la mujer), cuando señalan con el largo dedo inquisitorial que no se ha sacrificado por ellos. Es humillada doblemente en nombre de la moral. Cuando leo a grandes escritores no hay manera de que no me cautive su sabiduría. Mucho más cuando ahondamos en sus vidas personales y nos damos cuenta de que vivieron varias vidas posibles en una sola vida. ¿Cómo no admirarlos más cuando más humanos se nos muestran? Cómo me gustaría que, en su afán por conquistar espacios, las nuevas generaciones leyesen un poco más. O simplemente leyesen.

Carpe Diem

Es propio de las nuevas generaciones descalificar a la que le precede. Forma parte de lo humano, de la historia de la civilización y seguirá siendo de esa manera mientras haya gente en el mundo. Cada nueva generación, de acuerdo con el ciclo de la historia que le haya tocado vivir, tratará de hacer épica de su existencia. De ahí que los grupos emergentes, tratando de apoderarse de los roles generales y crear una nueva sociedad, intenten trastocar el orden establecido y fomenten variadas expresiones de caos y anomia que con facilidad se estrellan con la realidad y no emergen o en el peor de los casos ejercen controles sociales irreversibles e intentan cambiar la sociedad, asunto este temerario en cada uno de sus ensayos. Por otra parte, es propio de las generaciones que anteceden a las emergentes el pensar que todo tiempo pasado fue mejor. Idea falaz y fallida, que lejos de generar sana convivencia, se muestra reticente a los cambios inexorables de la existencia y se termina por cultivar un conservadurismo disociado de las dinámicas sociales. Así vamos oscilando y dando tumbos, en los que se intenta descalificar la existencia y presencia del otro, cuando no de llegar al extravío de hacerlo desaparecer. Uno esperaría que entre generaciones se diese una suerte de pacto consensuado de supervivencia y que de vez en cuando se asomase la idea de que aproximarse a una formación cultural es un elemento imprescindible para poder guiar por buen camino a todo un colectivo. Otro asunto de interés es esa idea occidental de que con la vejez se pierde poderío y presencia. Nada más falso. Los reflectores incandescentes convierten a las nuevas promesas del sistema en estrellas fugaces. Ser profundamente superficial no es un talento, a lo sumo una forma de exposición efímera.

El triunfo de Bad Bunny

Las manifestaciones propias de la cultura popular obedecen a un triple juego o a tres actores, si se quiere. 1. El mercader: En su afán de lucro lanza cualquier clase de atractivos para el consumo. Funciona como un pescador inescrupuloso que usa carnadas sin miramientos éticos. Ahí se apuesta a ganar dinero. 2. El consumidor ávido de cosas nuevas. El joven, en su afán de romper con cuanto le precede, está a la espera de novedades. Muchas pasarán por delante de sus ojos y ni siquiera se dará cuenta que existieron. Es un asunto de vinculación con lo que se anhela y no se posee (tampoco se tiene claro qué es). 3. El milagro. Cuando se enlaza aquello que interiormente se desea (romper con las figuras de poder y el orden establecido) y lo que el mercader ofrece. Con apenas 26 años, Bad Bunny es un ícono cultural que muchos jóvenes tratan de imitar, a quien las disqueras exaltan y recibe connotados premios. Las díscolas (atrevidas, vulgares, temerarias, descalificadoras) letras de sus canciones marcan una brecha entre grupos humanos, lográndose el fin último al cual aspiran. Imagino en unas tres décadas a muchas parejas sintiendo nostalgia por nuestro tiempo, emitiendo más de un suspiro cuando escuchen trap latino.

 

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela, el martes 2 de febrero de 2021.

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