martes, 9 de febrero de 2021

Gran liderazgo y siglo XXI



¿Qué es mejor: ¿Ser querido o ser temido? Recientemente Harvard Business Review Press ha publicado un libro que compila una serie de trabajos producto de nuevas investigaciones sobre el liderazgo, las características de este y algunas sugerencias puntuales para ejercerlo de la manera más adecuada posible, las cuales son de utilidad. No pasaría de ser una investigación más sino es porque hace énfasis en la importancia que tiene Nicolás Maquiavelo sobre este tema y en particular su obra de imprescindible lectura: El príncipe.

Maquiavelo reflexionó sobre este ya clásico “dilema” hace unos quinientos años y prefirió no arriesgarse en su conclusión: “Se puede responder diciendo que uno debería desear las dos cosas”, reconoció, “pero, puesto que es difícil unirlas en una misma persona, es mucho más seguro ser temido que ser querido”.

Liderazgos y el siglo XXI

El miedo puede minar el potencial cognitivo, la creatividad y la resolución de problemas, y hace que las personas se queden bloqueadas e incluso se desalienten. Es una emoción intensa con efectos de larga duración. Se graba en nuestra memoria como no lo hacen las emociones más frías. Sobre este asunto tenemos ya un largo conocimiento que nos lo da el estudio de la historia, en donde independientemente del tiempo y el lugar, líderes malsanos e inductores de terror han impuesto su voluntad con el apoyo de los ciudadanos. Actualmente, ciertas corrientes psicológicas, intentan demostrar que en parte Maquiavelo tenía razón. Cuando tratamos de reconocer a otros, en particular a nuestros líderes, nos fijamos primero en dos características: Lo encantadores que son (su amabilidad, su empatía, su honradez) y lo temibles que son (su fortaleza, su intermediación o su competencia). Aunque hay algunas diferencias sobre la forma adecuada de etiquetar estos rasgos, los estudios coinciden en que estas son las dos dimensiones principales de la opinión social. Así pues, ¿qué es mejor?, ¿ser amable o ser fuerte? En la actualidad, la mayoría de los líderes tienden a enfatizar su fortaleza, su competencia y sus credenciales, siendo coincidentes los expertos en que se trata de un enfoque que debe cambiar. Los líderes que transmiten fortaleza antes de generar confianza corren el riesgo de suscitar el miedo y, con él, una serie de comportamientos disfuncionales.

Atracción fatal

La creencia popular sugiere que la mayoría de los líderes carismáticos son los mejores líderes. Los líderes carismáticos tienen, por ejemplo, la habilidad de alentar a los demás para que tengan un mejor rendimiento y de infundir compromiso, confianza y satisfacción. Como consecuencia de ello, las personas suelen percibirlos como líderes más efectivos, a diferencia de los líderes menos carismáticos. El asunto es que el líder de masas, atribulado de su propio carisma, tiende a decir las cosas que las personas quieren escuchar, lo cual lo va minando en su capacidad de ser objetivo y operativo, estableciéndose una suerte de espiral en la cual mientras más carismático es, más incapaz se va haciendo. No dejan de ser relevantes las respuestas a la clásica pregunta: ¿Qué es lo que impulsa a las masas a unirse en torno a una persona y someterse a sus dictados? Básicamente la proyección de sus anhelos en la persona del líder y la esperanza de que éste los satisfaga. Estos deseos se polarizan en: 1. La búsqueda de seguridad. Se obedece para sentirse protegido. 2. Resentimientos y deseos de revancha. Se unen y obedecen para ser más potentes en la agresión.

El líder por venir

Las actuaciones de los potenciales opresores están deliberadamente embebidas en teatralidad y técnica publicitaria. La necesidad de dotes histriónicas en un líder, no solo político sino religioso, ideológico, etc., explica el que aparezcan como conductores o guías, haciendo propaganda política, personalidades de la farándula como cantantes, actores y periodistas, mostrando sus deseos de aspirar al poder. La utilidad de estos oficios no solo radica en que sean conocidos y populares, sino en la potencialidad de transmitir un mensaje a través de un contagio emotivo que encubre su vacuidad ideológica y su formación cultural. En la maraña de encrucijadas que han marcado el tiempo que corre, considerando que atravesamos una pandemia más una recesión económica, se hace muy difícil que los líderes de los Estados no asuman una posición paternalista con respecto a las grandes masas de seres a quienes representan. Nuestro tiempo estará marcado por la necesidad de atender a grupos vulnerables, los cuales crecerán, dado que, al haber un empobrecimiento general de la actividad comercial, casi todos nos veremos afectados. Es el medio de cultivo ideal para que aparezcan los más desaforados iluminados y vendedores de espejismos que potencialmente se harán del control de grandes masas, de manera irresponsable y ajenos a la forma como debería comportarse quien tenga en sus manos los destinos de una sociedad.

 

Publicado en el diario El Universal de Venezuela y otros medios el martes 09 de febrero de 2021.

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