viernes, 14 de octubre de 2016

ARTURO SOSA: ANÁLISIS Y PROPUESTAS EN VENEZUELA/San Cristóbal, 04 de mayo de 2014

Semana de Teología del ITER – 2014


Arturo Sosa A., S.I.
El contexto de este discernimiento son varias décadas de tensiones para comprender lo que se ha vivido y proponer lo que se quiere vivir en Venezuela. Los temas que se abordan no son, por tanto, nuevos; los venimos reflexionando desde hace tiempo en diferentes modos[1]. Volver sobre ellos desde la perspectiva propuesta en esta ocasión es una oportunidad para alimentar el compromiso de evangelizar la vida pública cuando hemos experimentado un comienzo de año en el que está siendo puesta a riesgo la posibilidad misma de la política como el ámbito en el que la sociedad venezolana toma sus decisiones.

En la actualidad, la venezolana es una sociedad herida. Hay heridas sociales del pasado que no han sanado y permanecen como resentimientos sociales más o menos soterrados. La búsqueda de caminos para superarlas más bien ha producido otras, aún abiertas y con tendencia a producir nuevos resentimientos.

Los acontecimientos de este año 2014 indican la aparición de otra etapa en la vida política venezolana en la que se abren posibilidades que pueden significar insistir en el proyecto dominante, repetir el pasado o abrirse realmente a la novedad. Si no se va más allá de la lucha por el poder desnudo para sostener la actual dominación o sustituirla por otra de diverso signo, se produce el estancamiento en lo que ha sido. Descuidar las heridas genera acumulación de resentimientos sociales con efectos negativos en el mediano y largo plazo. Arriesgarse a superar la polarización, atender las heridas antiguas y nuevas con propuestas incluyentes, abriría la posibilidad a una nueva etapa con futuro, es decir, en la que nazca lo que nunca ha sido, reconociendo que existe en los deseos de buena parte de la población.

Desde el futuro que se espera

La invitación a discernir a partir del método de los signos de los tiempos representa un auténtico reto para la Ciencia Política. La desafía a realizar un análisis de la situación política desde una perspectiva nada frecuente, posiblemente considerada inadecuada por buena parte de los analistas.

Reta a situarse en el horizonte que admite la actuación del Espíritu en la historia sin abandonar el rigor propio de la Ciencia Política. En la actual situación de Venezuela aceptar este desafío puede ser una manera de contribuir efectivamente a encontrar ese espacio, tan necesario como difícil de constituir, en el que todos encuentren un lugar. Es un método que exige estar abiertos a la posibilidad de la novedad en la historia y a reconocer los momentos de cambio epocal[2] como ocasión privilegiada para que se produzca.

El evangelio de Marcos nos presenta a Jesús en discernimiento antes de escoger a los apóstoles para convivir con ellos y enviarlos a predicar, con poder de expulsar demonios[3]. Los envía a hacer lo que él mismo hacía: hacerse presente en medio del pueblo para ampliar los espacios de humanidad en la historia[4].  La predicación tiene el efecto de la Palabra efectiva porque coloca el amor, del que nace la fraternidad, en el centro de las relaciones entre los seres humanos expulsando así al odio (demonios), barrera que impide el reconocimiento del otro[5]. Convivir con Jesús y participar de su misión supone adquirir su perspectiva, determinada por la encarnación como pobre entre los pobres, señalando así el lugar del encuentro entre Dios y los seres humanos.

El método de los signos de los tiempos nos exige desarrollar la sensibilidad analítica para percibir las señales de humanización presentes en nuestra historia, incluso en los momentos más conflictivos en los que la humanidad parece esconderse detrás de la exclusión del diverso y de la violencia para eliminarlo. Atender a los signos de los tiempos genera la apertura al debate razonable, al análisis capaz de producir conocimiento, de aprender algo nuevo. Pone las condiciones para que cada uno se disponga a salir de las posiciones iniciales en un auténtico diálogo en el que se puedan imaginar nuevas formas de organizar las relaciones humanas que conforman el espacio común.

De los prejuicios a la toma de posición reflexionada

La mayor parte de los venezolanos se acercan a los análisis políticos con la intención de descubrir la inclinación ideológica que lo orienta y aceptarlo o rechazarlo según el analista se acerque a la posición que ya tiene. Del mismo modo, muchos de los que se presentan como analistas políticos no hacen otra cosa que expresar sus prejuicios sobre la realidad con argumentos más o menos elaborados en una jerga pretendidamente politológica.

Los análisis socialmente útiles son los que propician la reflexión honesta en la que pueda fundarse una toma de posición frente a la realidad y las decisiones para actuar en consecuencia. La neutralidad analítica no es posible ni deseable. El requisito básico de un análisis que propicia la reflexión serena es la honestidad intelectual de quien lo hace al explicitar con transparencia la perspectiva epistemológica asumida, sus premisas y proponiendo una argumentación consistente. Las miradas polarizadas nublan la transparencia y tienden a convertir los análisis en confirmaciones, más o menos sofisticadas, de las posiciones previas que no han sido el resultado de una reflexión honesta y sistemática. Por consiguiente, discernir los análisis en la Venezuela de hoy comienza por examinar la propia mirada para ubicarse conscientemente más allá de la polarización[6]

Es también importante reconocer la mirada del analista para quedarse con los elementos que ayuden a la reflexión serena que lleva a las decisiones y la acción[7].
La caracterización del régimen político de Venezuela en la actualidad es la piedra de toque de cualquier análisis. 

Estamos ante un sistema de dominación resultado de la ausencia de legitimidad política[8], razón por la cual la lucha por el poder desnudo para lograr y mantener la dominación política caracteriza estos largos años del proceso venezolano. Mientras más frágil es el modelo de dominación prevaleciente o sus alternativas, más encarnizada es la lucha por el poder y más cercana la posibilidad de pasar de la política a la confrontación violenta.

El chavista es un sistema de dominación que se define a sí mismo como cívico-militar, por tanto, admite que la lógica militar forma parte de su definición y la posibilidad de su desvío hacia el militarismo[9]. El estatismo es otra característica evidente del sistema de dominación actual. Su principal apoyo económico es la distribución exclusiva desde el Estado de la renta petrolera y una política que reserve al Estado la mayor parte de la actividad económica limitando las posibilidades de la empresa privada[10]. Su eficacia política depende de acentuar el centralismo estatal y subordinar todas las instancias del Estado al Gobierno encarnado en la Presidencia de la República, ocupada por el líder (o sus herederos: el Alto Mando Político-Militar), también comandante de la fuerza militar y jefe del Partido de masas, instrumentos necesarios para preservar el orden interno y lograr la aprobación masiva a través de procesos electorales plebiscitarios. Por el peso del Gobierno en el funcionamiento del Estado y de la Presidencia en el Gobierno mismo, estamos ante un sistema de dominación Presidencialista en el que el Presidente no es sólo la cabeza del Gobierno y del Estado sino también de las organizaciones políticas como el partido y los movimientos sociales que lo apoyan. Un estatismo autocrático presidencialista de esta naturaleza tiende a convertirse en dictadura totalitaria que prescinde o manipula la Constitución y las leyes para mantener o ejercer el poder.

Otra característica que no puede dejarse de lado al describir el sistema de dominación chavista es el apoyo de las masas a través de las elecciones y la participación en movilizaciones, programas y organizaciones políticas o sociales promovidas desde el Gobierno-Estado[11]. El Estado autocrático con respaldo electoral de las masas concentra sus esfuerzos en políticas sociales que benefician a los sectores empobrecidos de la población. A partir de estas características se define como democracia participativa y protagónica[12].

Este conjunto de características es lo que lleva a definir el sistema de dominación chavista como una tiranía de la mayoría que consiste en interpretar los triunfos electorales, aunque sea por márgenes muy estrechos, como licencia para apoderarse de todos los espacios públicos institucionales y subordinarlos a la voluntad del tirano[13]. Desaparecido Hugo Chávez Frías y convertido en el mito que alimenta el proyecto, el tirano pasan a ser los herederos de su personalismo, a saber, el Partido Revolucionario (PSUV), la Fuerza Armada, con las milicias incluidas y los “grupos civiles armados” defensores de la revolución que ellos controlan, representados y dirigidos por el Alto Mando Político-Militar de la Revolución.

La mayoría chavista tiene origen electoral. Para obtenerla se aprovecha la profunda cultura política rentista existente en la población venezolana. El chavismo ha logrado rehacer las ilusiones de la población de mejorar su nivel vida con el apoyo de los recursos públicos y viene realizando una vasta política social, al mejor estilo rentista-clientelar, asociada a la palabra revolución, aunque sea en forma de dádiva asistencialista que busca convertirse en lealtad agradecida al tirano. Es un sistema de dominación en el que las relaciones políticas aceptadas se conciben como asociación incondicional al tirano. No hay posibilidad, por tanto, de tener aliados con cierta independencia de criterio ni diálogo con quien se oponga, aunque sea una minoría muy cercana en tamaño a la mayoría en la que se apoya la tiranía.

La tiranía de la mayoría que ha dominado la política venezolana se aprovecha al máximo de la impresión generalizada, dentro y fuera del país, que asocia mayorías y minorías a los resultados electorales y considera las elecciones la expresión más clara de la existencia de la democracia. Se olvida, sin embargo, que la democracia es un sistema que garantiza el espacio a las minorías.  A las minorías electorales a través del acceso proporcional en los organismos deliberativos que conforman los diversos “poderes” del Estado como forma de garantizar tanto la inclusión participativa como el equilibrio en los procesos de toma de decisiones que afectan la vida de toda la población. Existen, además, en la sociedad otras minorías que un sistema democrático no puede dejar de tomar en cuenta. Minorías que no se expresan electoralmente como tales y no podrán ser nunca mayorías políticas como por ejemplo las etnias indígenas con poblaciones poco numerosas cuyos derechos como pueblos originales requieren ser preservados y sus culturas consideradas como integrantes de la riqueza social de la nación.

Sustituir el modelo de dominación chavista a través de una revolución democrática, o sea, lograr que el Estado se ponga al servicio de la sociedad, constituida por un pueblo de ciudadanos organizados, es un desafío de enorme magnitud. La condición sine qua non es contar con un proyecto de país que encarne las aspiraciones de las mayorías populares, capaz de integrar los intereses de los distintos sectores sociales en un horizonte compartido. Hasta ahora ninguno de los grupos adversos al chavismo ha logrado encarnar algo así. La ausencia de esta condición explica, en buena parte, la dificultad de hacer crecer la fuerza social necesaria para convertirse en mayoría y obtener la necesaria legitimidad política.  

Una de las corrientes adversas al chavismo está convencida de la imposibilidad de sustituir ese modelo de dominación oponiéndole una fuerza social aunque sea suficientemente grande. Por consiguiente, optan por forzar la salida del gobierno, incluso apelando a medios más allá de la política, como condición necesaria para crear las condiciones de un modelo “democrático” de dominación. Este camino llevaría a sustituir una tiranía por otra o directamente a una dictadura. Otra corriente, considera que siendo el chavismo un modelo de dominación con apoyo de masas, no es posible sustituirlo sin sustituir esa base social por una que apoye mayoritariamente el proyecto político alternativo. Esta corriente es consciente, además, de que la construcción de un régimen democrático, sin romper la vinculación entre ética y política, sólo es posible con métodos democráticos[14].

La percepción internacional de lo que se juega en Venezuela es otro campo en el que deben producirse cambios importantes. El chavismo ha logrado crearse una imagen de proyecto orientado a favorecer a las necesitadas mayorías populares, pero encuentra serios obstáculos para realizarlos en las fuerzas conservadoras (derechas) de la sociedad venezolana y el mundo (imperialismo). Si bien la situación económica venezolana y la reacción represiva ante las protestas de los últimos meses han hecho mella en la imagen internacional del chavismo en el gobierno presidido por Nicolás Maduro, la oposición no ha logrado ser percibida en los ambientes progresistas internacionales como un proyecto confiable que busca la democratización política y la justicia social favoreciendo a todos los sectores de la sociedad especialmente a los sectores populares y medios[15].

Reconocer al pueblo en su realidad

Comprender el proceso sociopolítico venezolano parte de reconocer al pueblo que lo vive y la realidad en la que se mueve. La palabra pueblo es usada siempre y por todos sin que se explicite normalmente qué hay detrás de ella. La idea política de pueblo condiciona el modo como se entienden el ejercicio de la libertad política y determina el carácter más autoritario o democrático de los regímenes políticos que se busca implantar. Las capacidades que se reconozcan al pueblo en la idea que se tenga de él, inciden en la configuración de los regímenes y sistemas políticos que se propongan. La pregunta por lo que significa para cada uno de nosotros “el pueblo” es, por tanto, un punto de partida ineludible para poder también entender lo que los diferentes actores políticos y sociales entienden por pueblo.

La idea de pueblo comprende, al menos, dos ingredientes constitutivos en la lógica del pensamiento político: lo que se piensa del pueblo tal como existe en la realidad presente y la propuesta que se hace del pueblo necesario para darle vida al proyecto político que se impulsa. En contextos de transformación social en los que los actores/pensadores políticos se proponen superar una etapa, la realidad presente, para alcanzar otra superior, es especialmente importante considerar estas dos caras de la idea de pueblo. Toda revolución sueña con producir un pueblo de hombres y mujeres nuevos.

La historia de las ideas políticas en Venezuela da cuenta de diversas ideas de pueblo que han incidido en sus diferentes etapas. Por ejemplo, el pensamiento de Simón Bolívar invita a hacerse pueblo, primero luchando por la emancipación de los lazos coloniales y, luego, encarnando al ciudadano republicano que produce y sostiene la República que se pretende construir según sus ideas liberales. Los positivistas salen al paso de las dificultades para consolidar el proyecto republicano subrayando que el pueblo será el resultado de un proceso en el que un césar democrático garantice el orden. Para esta corriente de pensamiento político el pueblo es, por consiguiente, la élite terrateniente, ilustrada, europeizada, propiciadora del progreso moderno, del cual será la principal beneficiaria. El resto de la población se irá haciendo pueblo en la medida en la que se vaya asemejando a ella. Frente a esta idea, los fundadores de los partidos políticos del siglo XX oponen la idea del pueblo capaz de participar en la vida pública a través de la organización política (el Partido), obteniendo como resultado un pueblo encuadrado en las organizaciones partidistas, sindicales, gremiales y dirigido por quienes las encabezan[16]. El proyecto chavista es una variante de esta corriente que subraya la necesidad de dirigir al pueblo para que rompa las ataduras de la situación a la que ha estado sometido.

Entre los falsos dilemas presentes en la situación venezolana, que condicionan la idea de pueblo y la concepción de la democracia, está el de la necesidad de decantarse hacia el socialismo o el capitalismo. Reconocer al pueblo en una situación de cambio epocal invita a ir más allá de ese supuesto dilema. Una cita, un poco larga, de dos pensadores postmodernos puede ayudarnos a entender el desafío que se plantea al tratar de reconocer al pueblo de los nuevos tiempos:

Para poder hablar de una nueva izquierda hoy, es preciso hacerlo, por una parte, en términos de un programa postsocialista y posliberal, basado en una ruptura material y conceptual, una ruptura ontológica con las tradiciones ideológicas de los movimientos obreros industriales, con sus organizaciones y con sus modelos de gestión de la producción. Por otra parte debemos afrontar la nueva realidad antropológica, con la presencia de nuevos agentes de producción y sujetos de explotación que preservan su singularidad. Hay que considerar la actividad de los agentes singulares como la matriz de la libertad y la multiplicidad de cada uno. Aquí la democracia se convierte en un objeto directo. No es posible seguir valorando la democracia al modo liberal, como un límite de igualdad, ni al modo socialista, como un límite de libertad: la democracia debe implicar la radicalización sin reservas tanto de la libertad como de la igualdad. Es posible que llegue el día en que nos burlemos de los viejos tiempos de la barbarie, cuando para ser libres era preciso esclavizar a nuestros hermanos y hermanas, o para ser iguales teníamos que sacrificar inhumanamente la libertad. A nuestro juicio, la libertad y la igualdad pueden ser motores de una reinvención revolucionaria de la democracia.[17]

Reconocer al pueblo requiere, entonces, analizar las ideas de pueblo que se manejan en las visiones de los polos políticos presentes en la Venezuela de hoy para ser capaces de superarlas proponiendo una en la que encuentren lugar todos los integrantes de una sociedad compleja y plural como la venezolana. Una idea de pueblo en la que se funde un sujeto político democrático unido en un horizonte común compartido en tensión con las singularidades que definen a las personas o grupos culturales sin las cuales no puede existir la sociedad.

Mientras no se reconozca la realidad de la ausencia actual de condiciones para la formulación del común, alrededor del cual converjan las voluntades plurales, no será posible pasar de la lucha por el poder para imponer un sistema de dominación a la construcción de la legitimidad política.

Un posible punto de partida en este proceso sería el reconocimiento de la Constitución venezolana de 1999. En el discurso de todas las corrientes de pensamiento actualmente presentes en Venezuela se acepta la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (CRBV). Habría, entonces, que ir más allá del discurso y tomar en serio la CRBV como piso o punto de partida consensual para construir el horizonte común aceptado, condición necesaria para alcanzar la legitimidad perdida. Aceptar ese punto de partida pondría como tarea inmediata la revitalización de las instituciones públicas dándole vida práctica al diseño existente en la CRBV.

Una de las novedades de la Constitución de 1999 es la existencia de cinco poderes públicos con autonomía relativa en lugar de los tres poderes postulados por la tradición democrático liberal. Darle vida real a ese diseño podría convertirse en uno de los fundamentos de un nuevo sistema político que goce de legitimidad[18]. La CRBV define con claridad la función militar. He allí otra área en la que se puede avanzar hacia una concepción compartida, alternativa a lo que fueron las Fuerzas Armadas durante el siglo XX y lo que se ha ido construyendo como Fuerza Armada Nacional Bolivariana (milicias incluidas).

La educación encuentra en la Constitución de 1999 unos lineamientos que podrían potenciarla como palanca de construcción del futuro estable de la sociedad venezolana y no se reflejan completamente en las políticas educativas del actual gobierno ni en las protestas contra ellas. Convertir las formulaciones en materia de Derechos Humanos que contiene la CRBV en inspiración para las políticas económicas y sociales del Estado (que no sólo el gobierno) en el largo plazo es otra dimensión fundamental para la construcción de un sistema político con amplia base social. En el mismo sentido habría que orientar las políticas públicas que aseguren la circulación de la información veraz y oportuna y estimulen la libertad de expresión como condición para la auténtica participación ciudadana en las decisiones públicas. Estos ejemplos, entre otros tantos que podrían escogerse, indican cómo tomarse en serio la CRBV puede ser un camino para recuperar el rumbo del consenso, obviamente sin sacralizar un texto fruto de un momento de la historia política y requiere ser mejorado en muchos aspectos.

Propuestas, disensos o falsos dilemas

Más que propuestas alternativas que ayuden a una discusión socialmente amplia sobre el futuro y tomar decisiones reflexionadas lo que observamos en Venezuela son apuestas ideológicas, pregonadas con lenguaje del pasado, inspiradas en utopías o ilusiones anacrónicas (socialismo del siglo XXI, justicialismo, democracia de partidos…).

La experiencia de estos meses corrobora esta impresión. Desde su trinchera ideológica cada uno de los actores políticos venezolanos insiste en su apuesta, convencido de tener el apoyo de la sociedad. El chavismo en el gobierno no se abre a la posibilidad de reconocer las causas del descontento que se expresa en las protestas, contentándose con achacarlas al imperialismo aliado con la derecha conspiradora. Sólo la presión internacional lo ha movido a sentarse a la mesa con aquellos sectores adversos a los que sus posiciones ideológicas también se lo permitieron[19]. Sin embargo, a pesar de la represión activa y preventiva, la persecución a algunos dirigentes y la presencia policial-militar en ciudades como San Cristóbal, Mérida, Valencia o Ciudad Guayana, no ha logrado detener la protesta.

Los adversarios políticos del chavismo organizados alrededor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) se encuentran atrapados en una tensión entre la estrategia de aumentar su vinculación con la sociedad para convertirse en fuerza política mayoritaria y la presión de quienes empujan un cambio rápido de régimen a través de incrementar la protesta “en la calle” hasta que ceda el gobierno[20]. La MUD ha trabajado desde su fundación en una visión de país y un programa de gobierno que puede convertirse en propuesta en la medida en la que logre ser aceptada ampliamente por la población. Para ello es necesario el trabajo político sistemático e ir más allá de las consignas que han movido las protestas.

Los estudiantes abanderados de la mayor parte de las protestas también apuestan ideológicamente al cambio de régimen como vía a la libertad, la democracia y un futuro mejor sin una propuesta programática. Uno de los desafíos analíticos en estos momentos es describir y comprender el actor social y político conocido como los estudiantes y discernir su papel desde los signos de los tiempos. Para ello hay que ir más allá del lugar común que describe a los estudiantes como expresión de la juventud que se siente sin futuro en las actuales circunstancias y del papel histórico de la juventud, cuya vanguardia son los estudiantes, en las luchas por la libertad en la historia venezolana y muchos otros países. Cada uno de esos momentos y movimientos estudiantiles deben ser comprendidos en su contexto y aludirlos no sustituye la tarea de entender el que se expresa actualmente en Venezuela. Los estudiantes han demostrado en estos meses una gran capacidad de movilización en muchos lugares del país, durante mucho tiempo, incluso en Carnavales y Semana Santa, poco propicios para este tipo de manifestaciones. Su apuesta es seguir en la calle, resistiendo “hasta que recuperemos la democracia, se respeten los Derechos Humanos, liberen a los presos políticos y haya otro gobierno”. No han estado solos en ese esfuerzo. Organizaciones y líderes políticos[21] han apoyado las movilizaciones así como sectores de la población con especial presencia de la llamada “clase media”.

Comprender a los estudiantes comienza por entender a qué grupo de la población expresan quienes participan en la protesta. Los estudiantes expresan un sector del universo estudiantil adverso políticamente al gobierno. Los voceros del llamado Movimiento Estudiantil son estudiantes elegidos por sus compañeros para los órganos de cogobierno de distintas universidades públicas y privadas. Otros son dirigentes de organizaciones estudiantiles que participan en la vida universitaria con diferentes grados de autonomía respecto de las organizaciones partidistas[22]. No es un grupo homogéneo sino plural en el que existen no sólo diferentes posiciones teóricas sino estrategias de acción diferentes. Un análisis, que no estamos en capacidad de hacer en estas líneas, debe llegar a describir cómo se define la estrategia de mediano y largo plazo del movimiento estudiantil, quiénes intervienen en su elaboración y cómo se convierten en un plan de acción en el corto plazo. Hasta el momento ha prevalecido la estrategia de mantenerse en protestas sin aceptar conversar con el gobierno a menos que se cumplan algunas condiciones como la liberación de todos los estudiantes detenidos o bajo régimen de presentación, los presos políticos, regresen los exiliados y la reunión sea trasmitida en directo por televisión.

Un sector adulto vinculado a la “clase media” se siente entusiasmado y “representado” en los estudiantes de esta generación y su terca protesta. Entienden que ellos están haciendo lo que su generación no hizo por haberle dado prioridad a su formación y a la atención de sus proyectos de vida personales, dentro de una mentalidad anti-política. Les parece, por tanto, encomiable que los estudiantes de esta generación pospongan sus estudios, graduación, etc., en aras de la libertad y el futuro. Este razonamiento es una falacia que esconde una nueva versión de la misma actitud anti-política, por la que no lo hicieron en el pasado y ahora tampoco lo hacen, aunque quieren creer que sí lo están haciendo con su apoyo a los jóvenes. Se repite una expresión del pensamiento mágico, ilusionado con la idea de que se trata de una situación que se resuelve en el corto plazo con un cambio de gobierno.

También se ha querido presentar una población dividida entre los “pobres” que sustentan el proyecto chavista y los “ricos” que lo combaten desde una posición de derecha al servicio de los intereses imperiales. Este falso dilema cae por su propio peso al observar con detenimiento la diversidad de las protestas que se realizan en el país desde hace algún tiempo y si se tienen en cuenta las cifras que presentan las encuestas confiables sobre la diversidad social del descontento. Cuando se presenta así se incluye a la llamada “clase media” en el polo de los ricos contra los pobres para descalificar la proveniencia social de los estudiantes y los apoyos que han obtenido de sectores de la población. La definición de “clase media” no es unívoca y depende en buena parte del método que se establezca para la estratificación social. En todo caso puede decirse que está formada por aquel sector de la población que ha superado la condición socioeconómica considerada como “pobreza”[23]. En la “clase media” abundan las posiciones cercanas a la anti-política fruto de percibir la polarización solo desde la emotividad que lleva irremediablemente al simplismo político.

La legitimidad necesaria para alcanzar la estabilidad política en Venezuela requiere de un cambio político de fondo imposible si no se produce un horizonte compartido entre los sectores populares y los sectores medios. Más aún, esa sintonía es necesaria para construir una fuerza social políticamente mayoritaria que pueda impulsar el cambio en la dirección del proyecto compartido. En los acontecimientos vividos durante este año 2014 se ha evidenciado la enorme dificultad de alcanzar esa sintonía. Si bien los problemas derivados de la situación como el desabastecimiento, la inflación y la desmejora de los servicios públicos afectan a todos los sectores, incluso con más fuerza a los sectores populares, no se ha logrado, desde los adversarios al chavismo, conseguir una visión política en la que los sectores populares se sientan incluidos y cómodos.

Como nunca antes se ha usado la palabra paz y la necesidad de consolidar una cultura de paz como parte del horizonte común del futuro que se espera. Ese deseo puede interpretarse como sintonía con un signo de los tiempos. Sin embargo, hemos visto con estupor muchas caras de la violencia en la experiencia de estos meses. Ha existido la protesta pacífica y también sus derivaciones violentas en confrontaciones, obstaculización de vías públicas en numerosas ciudades, acompañadas de acciones armadas de grupos irregulares[24] y hamponiles, así como excesos preocupantes, por provenir de instituciones del Estado, en la acción represiva policial, militar e incluso judicial[25]. Algunas acciones violentas que se han vivido pueden calificarse de terroristas y, en efecto, han causado temor en la población.

Salir al encuentro

Avanzar hacia una legitimidad política requiere tomar la iniciativa de salir al encuentro de quienes deben formar parte de la sociedad que se espera y del esfuerzo por hacerla posible. La polarización ideológica lleva en la dirección contraria: al sectarismo que sólo reconoce al que piensa, habla y se viste del mismo modo. La polarización construye trincheras en lugar de caminos convergentes; por eso hace falta descongelar las relaciones entre los venezolanos saliendo al encuentro.

Salir al encuentro parte del respeto del otro como ciudadano corresponsable de la sociedad en la que todos pueden habitar. Salir al encuentro es la disposición a hacer juntos una historia en la que no hay un lado o un sendero correcto y otro equivocado. La historia humana resulta de las decisiones libres de personas que deciden hacer camino, conscientes de la posibilidad de hacer nacer algo nuevo, distinto y mejor al presente y al pasado. Salir al encuentro es la condición para producir los cambios políticos necesarios para superar la situación actual.

Superar la cultura rentista es una tarea ineludible para crear algo nuevo. La nueva época a la que se abre humanidad se caracteriza por la conversión de las relaciones con la naturaleza y el mejor aprovechamiento de la inteligencia humana a través de las tecnologías. Para la sociedad venezolana es la oportunidad de rehacer sus relaciones con el petróleo como recurso natural importante para su desarrollo sostenible. Al cambiar esa relación de manera que sea el trabajo productivo y creativo el motor de la economía se hace posible el fortalecimiento de una sociedad en la que un pueblo de ciudadanos organizados tenga al Estado al servicio del proyecto compartido de sociedad[26]. Superar el rentismo es la vía para que las instituciones del Estado cumplan las funciones asignadas de modo autónomo, para que el gobierno sólo gobierne, el Parlamento sea espacio de deliberación social, legisle y controle las acciones del gobierno y la institución judicial garantice la Justicia y el Derecho a todos, sin distinciones, con imparcialidad, mientras el poder Electoral garantiza consultas electorales plenamente confiables y el poder Moral los Derechos de todos sin distinción.

Superar la cultura rentista abre las posibilidades de tener un pueblo de ciudadanos como sujeto de la vida social y política, con el acceso a la educación que le facilite hacer su mejor aporte a la producción de lo necesario para la vida de todos, con la información apropiada para participar en las decisiones y exigirle rendir cuentas  a los gobernantes. Superar la cultura rentista hará posible hacer  que el petróleo y los beneficios de su explotación se conviertan en instrumento de la democracia y la justicia social, en lugar de la palanca para mantenerse en el poder de alguna parcialidad que logre hacerse con el Estado-Gobierno.

Una consecuencia de las heridas abiertas en la sociedad venezolana es la desconfianza entre los ciudadanos y entre los actores políticos. El discurso se usa más para esconder la realidad y los objetivos particulares que se pretenden, o para acusar al adversario de lo que sucede, que para reconocer los problemas, sus causas y ponerse a buscar la mejores vías de solución. Recuperar la confianza entre quienes forman parte del mismo sujeto político y social para hacer de la palabra el instrumento de entendimiento, en lugar del arma afilada para descalificar y desconocer, es una tarea urgente que atañe a todos los ciudadanos pero muy especialmente a quienes gobiernan o pretenden hacerlo. Recuperar la confianza en los otros es la única manera de poder hablar el mismo idioma y usar la palabra para conversar reconociendo la realidad como es. Recuperar la confianza crea también las condiciones para que las diferencias propias de una sociedad plural, como es y quiere seguir siendo la venezolana, se conviertan en oportunidades de crear eso que llamamos “futuro”. La confianza entre quienes forman parte de la sociedad con todas sus diferencias es la única garantía de cumplimiento de los acuerdos que se expresen en la Constitución, leyes y normas formales e informales de funcionamiento de la vida pública.

Desde la confianza recuperada y la palabra transparente es posible perderle el miedo al diálogo como el espacio y el modo de confrontarse políticamente. No es verdad que “o dialogamos o nos matamos”, pues ya nos estamos matando de varias formas como la inseguridad que no distingue ideologías ni clases sociales o el desconocimiento y exclusión de los distintos. La pregunta es cuándo empezamos a dialogar confiadamente para minimizar los costos humanos, económicos y políticos de posponerlo indefinidamente. Sobre qué dialogar ya se sabe[27]. Entre tantos ejemplos a nuestro alrededor miremos hacia las negociaciones en curso entre la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Estado colombiano. Han hecho falta varias décadas de confrontación armada, con costos humanos impresionantes, para alcanzar la confianza necesaria y convertir la disposición a superar el conflicto armado en una agenda precisa con un modo de negociación del que no se han salido las partes, al tiempo que se realiza el proceso social, político y jurídico para que los acuerdos sean cumplidos. A nadie se le escapa la complejidad de este proceso y las posibilidades de que fracase. Aun así, intentarlo honestamente es el mejor camino hacia el futuro.

En términos políticos lo que llamamos diálogo es la manera de aceptar entrar en una negociación en la que todas las partes cederán parte de sus posiciones iniciales para llegar a una posición distinta, aceptable para todos.

Estamos ante un proceso que involucra a la ciudadanía no solo a algunos. Hace falta un diálogo transparente al interno del chavismo, a partir de la escucha sincera del pueblo al que se quiere favorecer, de modo que se pueda ir más allá de los slogans, revisar el camino andado y abrirse a la rectificación necesaria. Es importante el diálogo entre quienes adversan al chavismo en el gobierno, estén o no “en la calle”, empezando por los estudiantes llamados a convertir sus reclamos al gobierno en propuestas para la sociedad. Un diálogo que ayude a transformar las emociones en propuestas viables y haga posible la conversación entre los militantes de las organizaciones chavistas y las organizaciones que proponen alternativas al modelo propuesto por esa corriente. Al interno de la MUD hay que poner todas las cartas arriba de la mesa para consolidar su figura de una unidad política que no sólo no esconde sus diferencias sino que las convierte en símbolo de la sociedad que propone y en el modo de preservar el espacio de oposición ante un proyecto que quisiera poder eliminarlo[28].

En el contexto de la palabra socialmente recuperada y muchos niveles de conversación política en marcha se hace posible el diálogo con resultados entre el Chavismo en el Gobierno y quienes lo adversan desde la oposición política o las alternativas de actuación social. La tendencia epocal hacia la comunidad planetaria obliga también a dialogar en el ámbito internacional. Una dimensión del futuro al que se pretende avanzar desde la confrontación actual es la inclusión en la también compleja realidad internacional que camina hacia unas relaciones multipolares en las que cada pueblo, cultura y nación sea reconocido y pueda formarse una auténtica “comunidad” mundial.

Las heridas humanas, personales y sociales, sanan desde la recuperación de las relaciones fraternas. La garantía real de cualquier acuerdo político es la reconciliación social, proceso que se inicia cuando se dan las condiciones para perdonar y ser perdonado. Estamos acostumbrados a concebir el perdón como algo humanamente rico que se da entre personas individuales. El perdón entre las personas hace posible la vida en comunidad. Si el ser humano es, acudiendo a la manida expresión aristotélica, un animal político porque no vive ni puede vivir aislado de otros seres humanos, sino necesita del espacio común de convivencia, parece inevitable considerar el perdón como un ingrediente de la vida social y política.

La pregunta surge espontáneamente: ¿es posible el perdón en la sociedad venezolana actual? La respuesta está en manos de sus ciudadanos y su compromiso con el futuro como una situación nueva, distinta y mejor a la que se vive y se ha vivido[29]. Lo que aludimos aquí como perdón social es necesario para fundar la legitimidad política pérdida hace varias décadas y alcanzar la paz que hoy todos proclaman como necesaria. Esa es la magnitud del reto.

Perdón y justicia no se excluyen. Por el contrario el perdón es la forma más humana de hacer justicia. En la conocida parábola evangélica del hijo pródigo[30], el hijo menor que se gastó su herencia en vida de su padre decide regresar a su casa esperando que se haga justicia, es decir, que se le admita tan solo como un siervo, no como hijo porque voluntariamente había renunciado a esa condición. Sin embargo, el Padre hace justicia perdonándolo, reconociendo que su condición de hijo no se pierde. El Padre va más allá y se empeña en que el hermano mayor restaure su relación fraterna con quien abandono la casa paterna. Lo invita a participar en la fiesta de la vida fraterna recuperada a través del perdón que hace la auténtica justicia.

La Constitución de 1999 afirma que Venezuela es un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia[31], es decir, entiende que la justicia no se hace solamente con la correcta aplicación de la necesaria normativa legal sino que constituir una comunidad socialmente justa exige ir más allá para lograr la reconciliación sanadora de heridas antiguas y nuevas.

El perdón social requiere la conversión de la lógica del poder dominador a la lógica del poder servicial. Si el poder se concibe como forma de imponer la voluntad de quien lo ejerce sobre los demás lo que genera son súbditos sometidos y poco importa la existencia de una sociedad conformada por ciudadanos solidarios. Por el contrario, el poder concebido como servicio a la consolidación de un espacio público en el que sea posible la justicia social tendrá en el recurso a la reconciliación uno de sus principales instrumentos para sanar las relaciones sociales y resolver los inevitables conflictos de intereses.

La dinámica de la reconciliación arranca por el reconocimiento de lo que hay que corregir y perdonar[32]. Reconocer que se han cometido errores no es espontáneo ni fácil para quienes gobiernan ni para quienes adversan al gobierno. Sin aceptar los errores y sus causas es imposible avanzar en el camino de la reconciliación y la paz, por eso la invitación a salir al encuentro como lo hace el hijo menor de la parábola citada más arriba al reconocer su error, como lo hace el hijo mayor cuando acepta celebrar el regreso de su hermano y lo hace el padre saliendo al encuentro de cada uno para ponerlos en el camino de sanar las heridas y construir la fraternidad, el futuro novedoso.

Para quienes compartimos la fe en Jesucristo el anuncio pascual nos confirma que por el perdón son posibles los nuevos cielos y la nueva tierra.

San Cristóbal, 4 de mayo de 2014





[1] La XXIX Semana de Teología del ITER (2010) es uno de esos intentos, en cuyos materiales publicados (ITER, 54, enero-abril 2011) aparecen bastantes de los temas aquí recurrentes.
[2] Este sería uno de los signos de los tiempos a tener presente en todo discernimiento actual. Existen numerosas reflexiones sobre las implicaciones del actual cambio de época. Desde el punto de vista político habría que señalar la democratización como uno de los signos de las tendencias sociales de la época histórica que se abre paso, considerándola una de las dimensiones necesarias para adquirir y sostener la legitimidad política.
[3] Mc 3, 14-15.
[4] La aceptación universal de los Derechos Humanos como base para la construcción de las relaciones sociales y políticas es otro importante signo de los tiempos que vivimos. El evangelio nos invita a no conformarnos con los mínimos que el respeto a los Derechos Humanos expresaría sino a impulsar la completa humanización de la vida pública.
[5] San Pablo en su carta a los Efesios (2, 13-14) les recuerda: Ahora, gracias a Cristo Jesús y en virtud de su sangre, los que en un tiempo estaban lejos están cerca. Él es nuestra paz, el que de los dos hizo uno, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad (el odio).
[6] A la hora de analizar la realidad venezolana hay que comenzar por examinar la mirada de cada uno siguiendo el consejo evangélico: ¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga en el tuyo? (Lc 6, 41-42).
[7] …”examínenlo todo y quédense con lo bueno”… (1Tes 5, 21)
[8] En este texto apelamos al concepto clásico de legitimidad política como sustento del régimen político vigente compartido por la ciudadanía, fundamento necesario para la estabilidad, legalidad y gobernabilidad de una sociedad. La moda actual de distinguir entre “legitimidad de origen” y “legitimidad de desempeño” sólo es analíticamente útil en condiciones en las que existe la legitimidad a la que se refiere el concepto clásico. La legitimidad de la que hablamos se refiere al sistema político y no sólo al gobierno, al Presidente o alguna otra institución o funcionario público.
[9] A esta lógica responde la insistencia en prepararse para la guerra asimétrica, la llamada “nueva doctrina” militar, la creación de las milicias, etc.
[10] Este modelo puede considerarse una forma de capitalismo de Estado. En la lógica chavista podría derivar hacia lo que algunos llaman el “modelo Chino” en el que funciona la dinámica económica capitalista bajo el control total del Estado dominado por el Partido Comunista, al que Cuba parece querer encaminarse tras las reformas impulsadas recientemente en la economía sin dar espacio a la mínima apertura política.
[11] Hugo Chávez obtiene la Presidencia de la República con el apoyo electoral de buena parte de los sectores medios descontentos con el sistema de conciliación de élites y partidos políticos. Su proyecto político contemplaba la toma del poder sin necesidad de elecciones como se demostró en los golpes de Estado de 1992. El triunfo electoral de 1998 lo lleva a incluir esta dimensión en su proyecto que puede, entonces, presentarse como “democracia” aunque haya que añadirle algún adjetivo como totalitaria, autocrática, neopopulista, absolutista, no-liberal (iliberal), bonapartismo… para diferenciarla de otros modelos conocidos.
[12] Juan Carlos REY en Mayoría o consenso en los modelos de “democracia” en Venezuela durante el siglo XX (2014), señala que la democracia responde a tres dimensiones: quién gobierna o sujeto de la soberanía; cómo se gobierna o los límites, pesos y contrapesos de los gobernantes y para quién se gobierna o los beneficiarios de la acción de gobierno. Siguiendo ese criterio la “democracia” chavista prescinde de las formalidades propias de la democracia representativa y se enfoca preferentemente en la dimensión material que permite medir la “democracia” por los beneficios obtenidos por el pueblo. gracias a la acción del Estado-Gobierno-Presidente.
[13] Resulta imposible no evocar el concepto del cesarismo democrático acuñado por Laureano Vallenilla Lanz para describir la democracia posible a finales del siglo XIX y comienzos del XX en Venezuela. La democracia personificada en el líder que podía garantizar el orden social y las condiciones para el progreso. Así lo describe el propio Vallenilla en su obra Cesarismo Democrático (1952, p. 200): …“la igualdad bajo un jefe; el poder individual surgido del pueblo por encima de una gran igualdad colectiva”…
[14] En aras de hacer uso de la memoria histórica es importante volver a reflexionar desde la perspectiva ético-política la experiencia del golpe de Estado dado por militares y civiles (AD) contra el Presidente Medina Angarita de 1945.
[15] Cfr. Demetrio Boersner, ¿“Progresismo” chavista?. El Nacional, 3 de mayo de 2014.
[16] Sobre variantes de esta idea de pueblo encuadrado, es decir, organizando a través de la estructura, disciplina, ideología y propuesta de gobierno de los partidos, se basó la lucha por la democracia en el siglo XX venezolano que dio lugar al Sistema de Conciliación de Élites y Partidos Políticos que se constituyó en el régimen político legítimo por el que se tomaron las decisiones políticas entre 1958 y 1998.

[17] HARDT, Michael y NEGRI, Antonio. Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, Editorial Random House Mondadori. Caracas, 2004, p. 258
[18] Sobre el tapete de la discusión pública está el nombramiento de los Rectores del Consejo Nacional Electoral y los Magistrados del Tribunal Supremo de Justicia que han culminado sus períodos legales con estricto apego a lo que señala la CRBV. La forma como se realice este proceso será un buen indicador de la disposición a considerar la CRBV como piso aceptado y compartido.
[19] El inicio de un diálogo gobierno-oposición a través de un debate público televisado y sucesivas reuniones privadas ha provocado una amplia polémica en todos los sectores de la sociedad que ponen de relieve el peso de las visiones ideológica prejuiciadas en los polos y fuera de ellos. Esa polémica ha puesto obstáculos a la participación de todos los actores en la búsqueda necesaria de un camino de entendimiento que facilite encontrar el espacio de encuentro en el que pueda construirse un piso común.
[20] Entre los críticos de la participación de la MUD en el debate y diálogo con el chavismo en el gobierno se argumenta que no tiene la representación de la población. El argumento resulta bastante débil a la luz de los resultados electorales de la MUD en abril de 2013 (7.4 millones de votos) o en las elecciones parlamentarias del 2010, fruto de un largo proceso de construcción de una corriente política amplia y plural que pueda presentarse como alternativa real al chavismo.
[21] Destacan Voluntad Popular, Vente, Un Nuevo Tiempo y sus líderes Leopoldo López, Ma. Corina Machado, Antonio Ledezma, entre otros a nivel nacional y sus correspondientes en las regiones.
[22] Al calor de los acontecimientos de febrero de 2014 surgió la llamada Junta Patriótica Estudiantil y Popular como organización que expresa un sector de los estudiantes en alianza con otros grupos sociales. Sus posiciones no siempre coinciden con la expresada por los voceros del Movimiento Estudiantil aunque unos y otros afirman que están unidos en las acciones que adelantan. La organización conocida como Juventud Activa Venezuela Unida (JAVU) formada no sólo por estudiantes también ha tenido una actuación permanente en las protestas de estos meses.
[23] Cfr, Lisette González: http://conjeturasparallevar.blogspot.com/2014/04/la-clase-media-y-la-crisis-politica.html (consulta 2 de mayo de 2014). Según sus cálculos, la “clase media” oscila entre el 19.7% de la población venezolana. Los que viven en situación de pobreza son el 39.9% pues considera al 35,1% como población vulnerable por cuanto tiene actualmente un nivel de ingreso por encima de la línea de la pobreza pero no sostenible en el tiempo por su dependencia del gasto público y la erosión del ingreso que causan los altos índices de inflación.
[24] Se ha puesto de manifiesto la existencia de diversos tipos de grupos armados irregulares: los que apoyan al gobierno, los que se le oponen, los que defienden sus intereses directos en las actividades ilegales grandes o pequeñas. ¿Se quedarán de brazos cruzados estos grupos si la confrontación se convierte en el camino para dirimir los conflictos existentes?, ¿Cuál es el costo social y político de una actuación abierta de estos grupos?, ¿Cómo y quién los desarma?
[25] Llaman la atención varias decisiones judiciales del Tribunal Supremo de Justicia como la condena y destitución de los Alcaldes de San Diego (Estado Carabobo) y San Cristóbal (Estado Táchira) y la 276 del 24 de abril de 2014 interpretando limitativamente el artículo 68 de la Constitución sobre el derecho a la protesta.
[26] En una reciente entrevista (7 de abril de 2014) el historiador Germán Carrera Damas advierte a los promotores del socialismo del siglo XXI que “van a comprobar algo muy duro que les va a costar muy caro: la limosna no genera lealtad. Todo lo contrario, siembra rencor, soterrado mientras dure la limosna. Pero cuando se corta la limosna lo que sale es otra cosa, la dignidad ofendida por la limosna.” Desde los signos de los tiempos esa reflexión vale para lo que ha sido un siglo de dependencia de la renta petrolera en lo económico, político y cultural, por tanto, recalcar la necesidad de superar esa relación rentista para sanar las heridas profundas de la sociedad venezolana.
[27] Los temas de una agenda para la negociación política están bastante claros. Los puntos de largo aliento son la institucionalización del espacio público, las medidas económicas estructurales y la libertad de expresión. La seguridad ciudadana, el desarme y la liberación de los detenidos y enjuiciados son puntos en los que los acuerdos pueden condicionar la gobernabilidad a corto plazo.
[28] Cfr. Fernando Mires, “Venezuela: no habrá salida sin la MUD”, Tal Cual, 3 de mayo de 2014
[29] Para quienes hacen referencia al cristianismo, muchos en la sociedad venezolana, y rezan el padrenuestro perdonar y pedir perdón debería ser una reacción normal.
[30] Lc 15, 11-32. El padre de la parábola hace justicia al repartirle sus bienes y luego saliendo al encuentro de cada uno de ellos para restituir la fraternidad a través del reconocimiento de su condición de hijos.
[31] CRBV, art. 2.
[32] La lectura de los capítulos 58-60 del profeta Isaías es útil en este punto de la reflexión.

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