jueves, 12 de febrero de 2015

La rebelión de las masas


Hace 25 años leí por primera vez el libro del filósofo español José Ortega y Gasset titulado La rebelión de las masas. En el prólogo para los franceses el autor señala que se trata de un libro “demasiado humano para que no le afecte demasiado el tiempo”. Frase que obedece al hecho de que Ortega pertenece a un prototipo egregio de escritor que va difundiendo sus trabajos a través de la prensa escrita y luego recopila sus publicaciones en textos.

Esta tradición ha sido particularmente relevante en Hispanoamérica y la importancia de la prensa en esta labor ha sido fundamental para poder entendernos como sociedad. En las páginas de opinión de la prensa escrita de Hispanoamérica brilla el talento y deslumbran los intelectuales. Para ejemplo basta con señalar la obra en artículos de opinión construida por hombres de la talla de Miguel de Unamuno, Francisco Umbral, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa sólo para citar algunos.

La rebelión de las masas es uno de esos libros ante los cuales es difícil permanecer “neutral”, puesto que no sólo conmina a la reflexión sino que induce a que se tome partido con respecto a las propuestas del talentoso filósofo madrileño.  Para Ortega, la misión del llamado “intelectual” es, en cierto modo, opuesta a la del político. “Ser de la izquierda, es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras de ser un imbécil: Ambas, en efecto, son formas de la hemiplejía moral”. La política es una manera de vaciar al hombre de soledad e intimidad, y por eso la predicación del politicismo integral es una de las técnicas que usan para socializarlo.

Por mi parte siento que independientemente de los grados de conflictividad política que una sociedad pueda presentar, forzosamente muchos habrán de culpar a la política y a los políticos de sus desafueros y falta de “asertividad” en el plano personal. A fin de cuentas siempre es más fácil culpar a otros de nuestras miserias. Un amigo me preguntaba qué podía hacer para cambiar la dinámica nacional además de votar el día convenido y mi respuesta es la vieja fórmula con la cual tratamos de mantenernos más o menos adaptados y productivos. Le dije: - Si sientes que no puedes cambiar a tu país,  por lo menos haz lo posible para que el país no te cambie a ti. Necesario es tener presente que la vida pública no es sólo política, sino a la par y aun antes, intelectual, moral, económica; comprende los usos colectivos e incluye desde el modo de vestir hasta la forma como nos divertimos. 

La rebelión de las masas comenzó a publicarse en un diario madrileño en 1926,  y cuando el autor trata del tema americano, a mi juicio tiene tanta vigencia como cuando fue editado. América, lejos de ser el porvenir, es, en realidad un remoto pasado porque sigue representando el primitivismo, como bien lo dijo Ortega en su intento acrobático por tratar de comprender su propio tiempo. La tesis de Ortega sobre el hombre-masa cobra más vigencia conforme va pasando el tiempo, constituyendo un eje central de la obra, desarrollando la premisa de que la vulgaridad sobresale como un derecho.

Fue en La rebelión de las masas donde entendí que la famosa frase “cualquier tiempo pasado fue mejor” no sólo es desatinada, sino que representa una gran mentira. Lo que sí parece sensato es que el pasado no nos dice lo que debemos hacer pero sí señala lo que debemos evitar. A veces, la opinión pública no existe. Una sociedad polarizada dividida en grupos discrepantes, cuya fuerza de opinión queda recíprocamente anulada, no da lugar a que se constituya un mando. Y como a la naturaleza le horripila el vacío, ese hueco que deja la fuerza ausente de opinión pública se llena con la fuerza bruta. A lo sumo, se adelanta ésta como sustituto de aquella.

Otro elemento a destacar el la obra del español es la capacidad de poner al alcance de grandes mayorías, asuntos aparentemente complicados y viceversa: Es capaz de hacer que las banalidades muestren sus más profundos aspectos y  en lo cotidiano logra desentrañar profundidades abismales.

Como buen pensador que escribe, Ortega posee el brío temerario para exponer sus ideas, pudiendo caer en alguna contradicción; mas siempre he sostenido que el hombre carente de “espíritu contradictorio” debe ser un fanático. Ni más ni menos, la ausencia de espíritu contradictorio es sinónimo de ausencia de inteligencia. Por la capacidad de convencimiento de Ortega y su brillantez estilística, dejó una huella imborrable en hombres que manifestaron públicamente su admiración, como nuestros connacionales Ludovico Silva y Arturo Uslar Pietri.

Ante la preocupación de la decadencia o muerte de la filosofía, ocupación inherente a la misma, Ortega lo deja claro: La filosofía no necesita protección, ni atención, ni simpatía de la masa. Cuida su aspecto de perfecta inutilidad, y con ello se libra de toda supeditación al hombre medio.

A la postre, La rebelión de las masas es “un ensayo de serenidad en medio de la tormenta”.



Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 09 de febrero de 2015. 

1 comentario:

  1. Lo que pasa realmente, es que la gente no sabe que la "derecha " y la "izquierda" no existen...existen es: "arriba" y "abajo".
    Claro que en algún momento, podríamos decir un: " éramos felices...y no lo sabíamos"

    ResponderEliminar