sábado, 24 de enero de 2015

La unidad en Venezuela

Sin unidad, cualquier intento de carácter pacífico por tener un sistema de gobierno diferente, es simplemente arar en el mar.
Para cualquier venezolano medianamente sensato que no esté de acuerdo con el actual régimen, apostar a la unidad de los factores democráticos no sólo se ha venido convirtiendo en un acto de fe sino en una genuina esperanza sobre lo que va a ser su futuro personal. Existen elementos que complican esta unificación de criterios y muchos son los mecanismos que potencialmente podrían hacer viable que la razón se imponga.

Parte A
Comencemos por los primeros:
1) Mientras el PSUV se muestra como una estructura monolítica, los partidos que lo adversan son un amasijo de fuerzas que lucen disociadas unas de otras. A mi juicio pareciera que “hay más caciques que indios”. Si los grupos que pretenden preservar sus espacios de poder no terminan de entender que deben ceder en sus ansias de figurar en la escena política, el paso del tiempo terminará por devorarlos.
2) En una lucha con desatinos, en la cual los egos han sido desafortunados, se ha evitado la posibilidad de fusionar partidos políticos de talante democrático que básicamente comparten los mismos principios que los constituyen. Con tantos partidos políticos adversos al sistema de gobierno, el elector percibe un desorden que le hace sentir poca seguridad por quienes se muestran como los potenciales conductores del futuro de la nación.
4) Los partidos que adversan al actual gobierno subestiman al electorado cuando señalan que lo que espera el colectivo es sólo la solución de los problemas concretos del día a día. Esta premisa es falsa y en ella están atrapados muchos de quienes intentan convencer al ciudadano común. Todo acto político debe ir acompañado de un sistema de ideas que le dé esperanzas a un conglomerado ávido por escuchar formas alternas a lo que se ha venido llamando socialismo del siglo XXI: un modelo fracasado y anacrónico.
5) Ser político implica grandes riesgos y uno de ellos es apegarse a la idea de que “la verdad propende a vencer a la mentira” en el curso del tiempo. En muchos de nuestros compatriotas que fungen como líderes y promueven la idea de un cambio, pareciera que les falta la dosis necesaria de autenticidad. Ser político implica ser sagaz, pero sobre todo, ser auténtico y que esta autenticidad sea percibida como real.
Parte B
Existen elementos a tener en cuenta que pueden literalmente ayudar a “voltear la tortilla”:

1) Siempre se puede vivir en un país mejor. El actual gobierno pasa por su período de mayor fragilidad en lo que se refiere a apoyo popular, lo cual lo ubica en el momento más vulnerable desde su arribo al poder. Independientemente de su investidura, el actual Presidente no es un hombre carismático e intenta con mucha torpeza promover la dicotomía de pensamiento en el ciudadano, sin lograrlo. Es mediano como figura de poder porque no está intelectualmente formado; ni es demócrata ni es un estadista.
2) Si se desea cambiar algo, se le debe dar otra cosa en sustitución al elector. Las trampas psicológicas hacen que en ocasiones se desee “lo malo conocido” ante los riesgos de lo que provoca la incertidumbre. Sin embargo, es posible la sustitución de una figura de poder débil por un ícono que devuelva la esperanza. Los venezolanos idolatramos al “héroe” que se identifique con nuestra identidad. La psicología de masas debe hacer su aparición en este momento y realizar su trabajo.
3) Venezuela no es el país de Nelson Mandela ni el país de Mahatma Gandhi. Es necesario aterrizar y entender que disociarse de nuestra identidad aleja al político del ciudadano común. No somos un pueblo acostumbrado a grandes sacrificios, por lo que el pícaro criollo sigue siendo admirado e idolatrado. El político exitoso en Venezuela debe generar resonancia afectiva sin desvincularse de lo ético, porque lo hundiría y condenaría. Debe ser un maestro en el manejo de las emociones, porque somos un pueblo emotivo, no trágico.
4) La necesidad de cambiar de asesores es urgente. Cuando escuchamos a los políticos tradicionales, vemos la repetición de un discurso mustio y caduco. Es obvio que cambió la manera de hacer política en nuestra nación. Aquí se cumple la fórmula de que “si lo que estás haciendo no da resultados, debes cambiar lo que estás haciendo”. Ergo, el cambio de estrategias y  de mejores consejeros es un reto inmediato.
5) Los procesos sociales comienzan, pero nunca terminan. Es por ello que la política siempre va a existir y va a estar en el tapete de nuestra existencia, siendo más relevante lo propositivo que la negación repetida. Nada seduce más que quien nos pinta un nuevo y mejor escenario. El triunfo del desinterés político (“antipolítica”) será pasajero y la necesidad de instituciones y “estructura nacional” forma parte del espíritu de toda sociedad. No hay forma de detener la historia de los pueblos. Para quienes deseamos un mejor país, seguir adelante unidos es un imperativo.

Twitter: @perezlopresti

4 comentarios:

  1. En Venezuela lidera "el que tenga bolas", así que allí hay una gran posibilidad que por ahora no se percibe en ninguno de los actuales y que líderes de opsición, los más cercanos son MCM y A ledezma. ¿Limitantes? Mujer en el primer caso y de la 4ta en el segundo. El tercero es Leopoldo pero preso no tiene seguidores que se arriesguen... Ese es el panorama que percibo. ¿Puede caer más bajo Venezuela? No hay límites para el soporte de los pueblos, si no vean Somalia o Corea del Norte... Por ello, la aparición de líderes que encabecen los cambios se hace indispensable para que se reviertan las situaciones. ¡Qué le vamos a hacer! Son leyes neurosociales...

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  4. En Venezuela se ha impuesto un modelo político basado en el realismo-fantástico o realismo-mágico. Obviamente, ya no es posible mantener a la población manipulada y lo único que les queda es seguir "sacando recursos" hasta que no puedan sacar más. En una economía de guerra, es imposible resolver los problemas sociales.

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