Por necesidad humana, a efectos
de dar algún sentido a nuestra existencia, solemos transitar el laberinto de
los idearios. Si no los podemos crear, volvemos a tomar los ya desarrollados,
incluso aquellos que han demostrado varias veces su inexorable fracaso. De ahí
que en el siglo XXI seguimos escuchando cantaletas desvencijadas, las cuales,
cuando ya lucen impresentables se les termina por cambiar solo de formato de promoción.
Vienen con un estuche nuevo. En términos etarios, son maneras de pensar propias
de gente probablemente inmadura. El asunto se hace grave cuando esas banderas
son enarboladas por liderazgos tradicionales. Los lobos suelen disfrazarse de
ovejas y, a fin de cuentas, el camino del resentimiento tiende a ser efectivo.
Atrapados con salidas
A través de la censura, los grupos
que fomentan el radicalismo contemporáneo han logrado apagar más de una voz
lúcida. El fanatismo representa la imposibilidad de pensar y frente a ciertos
alocados desatinos contemporáneos, es de esperar que surjan formas de resistencia,
algunas igualmente fanatizadas. No existe el delito de opinión como tal.
Satanizar el punto de vista del otro es una manera de ahuyentar voces
disidentes que tratan de hacer ver cómo la contemporaneidad va elaborando
discursos mentirosos, disociados de la realidad. El resultado: Una acción conduce
a una reacción y si aparece un radicalismo, suele aparecer su polo más
distante. Esta cosa propia de la dinámica social es más que conocida por los sospechosos
habituales. Bajo la premisa de que fomentar lo radical tiende a ser una postura
triunfadora, se apuesta por esta forma de pensamiento en desmedro de la
convivencia sana.
Fragilidades democráticas
La convivencia democrática es
atacada con furia porque es una forma de vivir en la cual se garantizan las
máximas libertades humanas, incluyendo la libertad de expresarse. El gran salto
cuántico occidental, que lo distancia del fanatismo de pensamiento, está representado
por estirar la línea que mezcla lo religioso con lo político. En su esencia,
son lo mismo. Sin embargo, en occidente se ha realizado un gran esfuerzo porque
lo dogmático sea separado de la convivencia cotidiana, de manera de poder
permitir que las personas piensen y cultiven aquello que les parezca adecuado.
Alejado de esa tentación dogmática, lastimosamente surgen otras formas de rigidez
ideológica que funcionan igual que los pensamientos fosilizados del mundo
oriental, en donde la constitución de los países y los vetustos textos
religiosos son exactamente la misma cosa. Ni siquiera la mitad de los países de
la tierra ha logrado desarrollar sistemas en los cuales la democracia sea lo
preponderante.
Épicas sin gloria
Quienes apuestan por “el
amasijo de idearios”, tratan de mezclar en un solo bloque lo que en cualquier
otro tiempo sería el equivalente de intentar fusionar vinagre y aceite. El
asunto representa tal pereza de ideas que combina cuestiones gastronómicas con
ideologías rancias. Hay fanatismos que se materializan en veganos,
ambientalistas, indigenistas, feministas radicales, perversos sexuales, comunistas
y un montón de etcéteras, los cuales se fusionan en un solo bulto de personas
que trata de crear una falaz épica con relación a luchas falsas que enarbolan
formas de vida que no permiten la convivencia social. Si las desglosamos, cada
una podría tener un fundamento que en su abanico de posibilidades poseería un
lado positivo (intentar construir vidas sanas) y un lado oscuro y negativo (fomentar
prácticas abiertamente enfermas y autodestructivas). El problema de la
contemporaneidad es que estas ideas son proclives a manifestarse juntas y esa
fusión de posturas, que desde lo racional no tienen conexión entre sí, es uno
de los grandes peligros de la contemporaneidad. Prima lo argumentativo sobre la
lógica.
Fanatismo como método
El fanatismo, como expresión
máxima de la barbarie humana, tiende a operar anulando al otro, desconociendo
su punto de vista e incluso negándole la posibilidad de existir. El peor de los
enemigos del ser humano es sin duda la expresión radical de las cosas, sin
considerar las voces disonantes y sin la intención de tolerar la confrontación
de las ideas. El debate es una parte esencial de la vida, porque permite que sea
lo dialógico y potencialmente lo consensuado lo que salga adelante. En la vida colectiva, la única manera que el
ser humano ha logrado desarrollar para cultivar la armonía es la democracia.
Hasta ahora ningún otro invento le aventaja. En democracia, incluso un
nihilista y negador, que no tenga intención de expresar cuanto piensa ni
cambiar lo que le circunda, se puede desarrollar ampliamente en el plano de los
afectos y de los placeres. De ahí que el nihilista podría ser feliz en el único
sistema que le garantiza su paz personal, sea porque tienda a negarlo todo o
porque las prácticas parciales de sus negaciones van a ser respetadas. El
nihilista feliz sabe que ni siquiera su forma de pensar puede ser cuestionada.
Publicado en varios medios de
comunicación a partir del 14 de mayo de 2023.
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