Para Gandhi, la idea es llevada a acto y el acto siempre es un “acto
político”. De allí la máxima en donde señala que: “aquellos que sostienen que la
religión nada tiene que ver con la política, no conocen el significado de la
religión”. En su extraordinaria autobiografía Mis experiencias con la verdad, Gandhi explica cómo su actitud ante
la existencia va cambiando conforme experimenta vivencias, desde haberse
graduado de abogado en Inglaterra, hasta la manera como llegó a trabajar para
una compañía con su “profesión” en Suráfrica. Toda esta formación intelectual
convertida en praxis, se tradujo en una expansión de su pensamiento que lo
indujeron a volverse cada vez más “mediático”, conforme transcurría el tiempo.El pensamiento de carácter “espiritual” desarrollado por Gandhi es producto
de innumerables lecturas; desde La Biblia
hasta Así hablo Zarathustra de
Friedrich Nietzsche. Lecciones a su vez acompañadas de la puesta en práctica de
aquellos elementos con los cuales se sentía identificado y consideraba
apropiados para sus propósitos, entre los que se encuentran algunas prácticas
yoguis extraídas de diversos libros hindúes. Por cierto, León Tolstói figura
entre los escritores que lo impresionaron profundamente.
Suele decirse que tal situación o tal persona es “un asunto de carácter
mediático” y en lo particular, siempre me ha llamado la atención esa expresión
que con frecuencia se usa para intentar descalificar a alguno. La frase
repetida hasta el infinito requiere de cierto detenimiento. Los grandes
fenómenos sociales históricamente han ido de la mano con elementos de carácter
propagandístico, por consiguiente, elementos inherentes a los métodos de
propaganda, o sea, a “lo mediático”; lo cual se encuentra estructuralmente
unido a la historia. Los discursos, las conferencias, las proclamas, los
panfletos, la prensa, la radio, el cine, la televisión y el sinfín de nuevas
tecnologías, van juntos con la historia de la civilización, como bien lo diría
el profesor Marshal McLuhan (quien se
antepuso a desarrollar el concepto de aldea global).
Para Gandhi, la necesidad de implementar su proyecto, lo condujo a dirigir
múltiples diarios que circularon por gran parte del mundo, con una complicación
inusual, y es que ante el hecho de que en su entorno no existía una sola
lengua, cada diario aparecía con un dialecto o idioma que obligaron a Gandhi a
estudiar las distintas hablas que lo circundaban. El estudio del Sánscrito era
el que mayores penosos esfuerzos le exigía. Era uno de los hombres más
“mediáticos” de su tiempo y supo aprovechar los recursos comunicacionales de su
época.
Consideraba que los cristianos no entendían el cristianismo, porque a su
juicio hacían caso omiso de “poner la otra mejilla”, lo cual constituía para él
la base de la actitud cristiana. Debemos recordar que las religiones más
importantes tienen una raíz asiática, incluyendo, por supuesto al cristianismo,
por consiguiente al catolicismo. Cristo y sus enseñanzas son originariamente
asiáticas, de allí que en Mateo
5,38-39, Cristo señala: - Se
dijo además “Ojo por ojo y diente por diente” En cambio yo les digo: No
resistan a los malvados. Preséntale la mejilla izquierda al que te abofetea la
derecha (…), y en Lucas 6,27-31 “Pero yo
les digo a ustedes que me escuchan: Amén a los que los odian, bendigan a los
que los maldicen, rueguen por los que los maltratan. Al que te golpea en una
mejilla, preséntale la otra. Al que te arrebata el manto, entrégale también el
vestido. Da al que te pida, y al que te quita lo tuyo, no se lo reclames.
Traten a los demás como quieren que ellos les traten a ustedes.” Para
Gandhi esta es la premisa fundamental del cristianismo, la cual, a su parecer,
los seguidores de Cristo no logran comprender.
La Biblia es uno de los íconos universales más emblemáticos de “lo
mediático”. Las traducciones más popularizadas y difundidas de La Biblia se encuentran llenas de
simbolismos, contradicciones y paradojas, elaboradas para canalizar las
inquietudes “espirituales” de una sociedad y de un tiempo, siendo la traducción
de San Jerónimo (denominada “La Vulgata”), un ejemplo de ello. Es relevante y sano
reconocer que la relativización de la moral bíblica está presente tanto en el
antiguo como el nuevo testamento (más en este último).
Cuando se estudia la obra de Mahatma Gandhi y se cavila en relación a las
múltiples reflexiones expresadas en su autobiografía, no se puede sino sentir
una abismal compasión por el ser humano. El ser como estructura potencialmente
indómita que es vapuleado por las tormentas inherentes al hecho de existir.
Gandhi representa el simbolismo inherente a la exaltación de la vida y por él
sentimos una profunda fe en el hombre como ente individual, capaz de fungir de
motor inicial de fenómenos y transformaciones históricas. Un prohombre ante el
cual es difícil permanecer impasible, pero dolorosamente es un ícono de la gran
tragedia humana.
Twitter: @perezlopresti
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 16 de febrero de 2015
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