Desde el
balcón del apartamento en donde vivo, en el piso diez, veo de frente el Edificio
Costanera Center. De tres cuadras de altura, luce francamente imponente en la
ciudad de Santiago. Es sin dudas un símbolo que marca a este país ubicado cerca
del fin del mundo. En estos días la hora se cambió y la nación entera se prepara
para gozar de sus Fechas Patrias. Muy, pero muy detrás de ese gigantesco edificio,
al norte, se encuentra el Mar Caribe. También Mérida, el lugar donde nací. De
nostalgias y otras emociones está hecha la vida. También de esperanzas.
Tercera dosis y refuerzos
Mañana me toca la tercera dosis de la vacuna contra el virus que ha acabado con la vida de tantas personas. La muerte nos ha pasado de lado, rozándonos de manera obscena y acechante. Personas de mi mayor afecto han padecido los alcances del virus. En el malabar del arte de vivir, enfrentarse a la muerte en estos días se ha vuelto un asunto cotidiano. La capacidad adaptativa del ser humano es una fortaleza y tal vez su gran debilidad. El ser muy adaptativo, en ocasiones pareciera ser una tara. Sigo cultivando la disciplina de escribir, asunto que es una deriva de dedicarse a la contemplación, al pensar y tratar de ordenar algunas ideas. Aunque parezca desordenado, un hilo fino une cada cavilación de manera que el pensamiento es la sumatoria de múltiples ideas, a las cuales se les intenta dar un orden. De eso más o menos va cualquier disciplina en la que usemos el intelecto. El tiempo que vivimos es una imperdible ocasión para tratar de disecar y comprender cuanto nos rodea. Los escenarios posibles que parecieran estar a la vuelta de la esquina son una invitación para jugar a lidiar con posibles realidades cercanas.
Geopolítica con peras y manzanas
La nación más poderosa del planeta, que en el siglo XX puso fin a la gran guerra mundial con dos bombas atómicas, luego de 20 años de beligerancia en Afganistán hace una retirada pirata y chapucera, que termina convirtiendo la vida de muchas personas en auténticos martirios. Lo que en tiempos modernos sería una equivalencia forzosa con el concepto de imperio, termina por hacer aguas en un acto pragmático propio del arte de la guerra. ¿En manos de quiénes estamos los que tratamos de vivir en este mundo de manera tranquila, minimizando las posibilidades de tener problemas? ¿Acaso estamos condenados eternamente a que sean los malhechores, improvisadores, embaucadores e hipnotizadores de serpientes quienes decidan el destino de nuestra existencia? Pareciera que ese es parte del precio que hay que pagar por estar en esta tierra. Asimilar el asunto de que lo humano y lo monstruoso van de la mano. En ocasiones siento que después de haber caminado un largo trecho, la civilización está condenada a retroceder pisando sus propias huellas ¿Qué vamos aprendiendo? Nada distinto a lo que ya sabemos, con el agravante de que la experiencia pareciera burlarse de nosotros, al no servir lo aprendido.
Mirar para los dos lados al cruzar la calle
“El que va atrás ve pa’lante y el que va alante voltea”, le dice Florentino al Diablo. En el oficioso asunto de lidiar con los demás, la confianza es imprescindible. Saber cuándo y en quién confiar es atinente a lo más básico de la esencia de lo humano. Sin confianza la vida sería ridícula por cuanto lo amatorio y las afectuosidades se basan en depositar la confianza en otros. De eso trata el vincularnos. También de desconfiar juiciosa y razonadamente cuando nuestra intuición nos señala un potencial peligro o una situación de la cual podemos salir mal parados. Ese arte tan difícil que consiste en filtrar aquello que se nos acerca y saber cuándo ponerle le lupa y cuando no, es la esencia del arte de minimizar las contrariedades de la existencia. No por desconfiados podemos perder el buen tono, mucho menos lo vamos a perder por apostar a la candidez. De estar cosas estoy pensando mientras miro hacia el norte, en donde las playas tienen aguas multicolores en donde no falta el turquesa. Incertidumbres y certezas van juntas en el ancho camino que vamos transitando, tanto que una cosa implica la otra.
Aterrizando en lugares comunes
De aprendizajes forzados está cundida la vida de la mayoría de las
personas, por no decir que la totalidad. No nos deja de sorprender que gran
parte de lo que existe ya fue experimentado por personas que nos precedieron.
Desde las enfermedades y sus expansividades hasta la propia guerra. Pasó y no
aprendimos o se nos olvidó el pedacito importante de ese aprendizaje. En la
batalla por la existencia, peces grandes devoran a peces pequeños, quienes
deben desarrollar mecanismos adaptativos para sobrevivir. Nerón Claudio César
Augusto Germánico y su nietecito Cayo Julio César Augusto Germánico, más
conocido como Calígula, ya existieron. En ocasiones, pareciera que la esencia
de lo que representan reaparece una y otra vez en personas de carne y hueso,
algunas en nuestra propia contemporaneidad.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 07 de septiembre de
2021.
Texto que, en lo personal, despierta melancolia. Induce, automáticamente, a la inhalación profunda seguida del suspiro prolongado. Esta vez, aprenderemos o repetiremos? Nuestro proceder histórico pareciera dejar de lado la esperanza. No obstante, hemos ocupado siempre la misma barca. Que esta, a pesar de nosotros, no haya naufragado es alentador... Hay futuro, mejor?
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