Cada viaje a Margarita era la posibilidad de adquirir las exquisiteces más insólitas. La zona libre permitía disfrutar de un paraíso caribeño a la par de hacer las más estupendas compras. Mi preferida era la de Zaragoza, la cual entraba a competir con la totalidad de las playas de la isla, una mejor que la otra. En un local comercial se podía conseguir cualquier variedad de caviar y cerveza Ámsterdam, de más de 10 grados de alcohol, cuyo vendedor garantizaba que con dos de estas bebidas hasta el más plantado comenzaba a hablar mandarín. Esa posibilidad de disfrutar del caribe en toda su plenitud lo ofrecía la más bella de las islas, la de las legendarias perlas: La isla de Margarita.
El mejor lugar del mundo
Comienzo hablando de Margarita porque es paradisíaca, como lo es la totalidad de mi país, un lugar para amar y conocer, en donde siempre es posible albergar esperanzas y soñar por un futuro mejor. La emergente industria turística venezolana apostó por dar trabajos a infinidad de familias. En una ocasión, en Madrid, una agencia de viajes ofrecía promociones para cualquier parte del mundo. Pregunté por qué no promocionaban a Venezuela y me dijeron que por dos razones: 1. Porque era un destino que se promocionaba solo, sin necesidad de publicitarlo, ya que quienes lo visitaban le hacían la mejor de las propagandas. 2. Porque si promocionaban a Venezuela, se le caían los otros destinos. Venezuela no tenía comparación ya que era el país más hermoso y de los más económicos para visitar. Siempre se ha dicho que la industria del turismo es la más ecologista de todas. En parte es cierto y en parte, es también una amenaza, cuando se aspira al dinero fácil sin ver las consecuencias del daño ambiental en función de futuro. Pareciera que gran parte de la raza humana apuesta por su autodestrucción al irrespetar la naturaleza. Grandes complejos turísticos que maten a la vida silvestre es un escupitajo para arriba. Pan para hoy y hambre para mañana. Al transgredir ecosistemas en nombre del turismo, se apuesta por la vía fácil de la ganancia a corto plazo. ¿Sirve un poco de educación para algo?
Venezuela y su futuro turístico
Sin dudas que la industria turística en un país paradisíaco será siempre una apuesta para ganar dinero. Será interesante ver cómo en los próximos años, cuando se tenga que reconstruir a la nación suramericana, ver los desarrollos turísticos emergentes como una gran posibilidad de tener un mejor país que beneficie a todos. Ojalá no se convierta en un lugar para el turismo sexual, como ha pasado con otros destinos y sea la familia venezolana la que se beneficie. En realidad, existen infinitud de buenas experiencias turísticas en el país del norte del sur del continente. Desde las grandes cadenas hoteleras hasta el sistema de posadas atendidos por sus propios dueños, que hacían que uno se sintiese como en casa, siempre prevaleciendo la legendaria hospitalidad venezolana. Es una mengua irreal que este rubro no sea la gran posibilidad de miles de familias que esperan que quienes dirigen el país hagan los cambios de timón necesarios para que se recupere Venezuela. Ha sido cruel y desgastante el daño que se ha infringido a la nación en nombre de extravagantes idearios políticos que han hecho que seis millones de connacionales estén dando vueltas por el mundo. Es tan irreal que apenas se puede creer. Vemos una dicotomía tan estéril como infantil en una disputa hasta el infinito entre quienes manejan los destinos del país y quienes se le oponen. De mi parte soy uno más de los que forman la gruesa diáspora, abiertos a invertir en Venezuela cuando las condiciones lo permitan. Mientras tanto hacemos lo posible por vivir y disfrutar lo que se pueda de vida.
Pasando las páginas
No entiendo apostar por una causa perdida, toda vez que el cronómetro del existir sigue corriendo. Tomar un poco de distancia del huracán venezolano se me hizo una necesidad imprescindible. Esa distancia me permite ver mejor las cosas. Atrapados en retorcidos sentimientos, es muy ambicioso que Venezuela se recupere. Cuando escucho a fanatizados que me hablan de perseguir y castigar, solo veo cómo sus almas se vuelven tan ruines como a quienes critican. Lo que es una tragedia sin parangón, también es una potencial oportunidad. Salir unos años de Venezuela, conocer otros lugares del planeta y seguir disfrutando de amaneceres con sus atardeceres, buenas cervezas frías y la más variada música sigue siendo parte del arte de la existencia. Creo que la vida tiene un solo boleto, que es el de ida y no se permiten devoluciones. Anclarse en el revanchismo y la obcecación de perpetuar lo malsano me es tan ajeno como distante. Apuesto por un ápice de civilización que induzca a pensar en trabajar por buenas causas. Ojalá se dé el gran viraje que todos esperamos en Venezuela. Mientras tanto disfruto cada instante de la vida, que es en realidad un ejercicio artístico que se me hace irrenunciable.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 01 de junio de 2021.
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