La
historia de la Autonomía Universitaria posee un origen puntual de tipo
primigenio que tiene la semilla que condiciona las reglas de juego de la
Academia tal como la conocemos en Occidente, la cual antecede casi en medio
siglo a la aparición del cristianismo.
Profundamente afectado por la condena que recibe Sócrates de suicidarse
mediante envenenamiento en el año 399 antes de Cristo, Platón, su principal
discípulo, decide crear una institución en donde se permita predicar lo que se
piensa sin correr el peligro de ser asesinado. Platón, como heredero de las
enseñanzas de Sócrates, había hecho suya la causa de la exigencia ética y la
búsqueda conceptual.
El
juicio a Sócrates se desencadenó por razones políticas, ya que algunos de sus
discípulos estuvieron vinculados con la tiranía oligárquica y las autoridades
democráticas creyeron oportuno alejarlo de la Polis. Se le acusó de defender el
ateísmo, de pervertir a los jóvenes y, paradójicamente, de introducir nuevos
dioses, todo lo cual queda expuesto en los diálogos
de Platón. Se pidió la pena de muerte
porque, según el derecho ateniense, el acusado podía optar por un castigo
alternativo como el exilio, que era lo que esperaba la mayoría de sus
perseguidores. Para sus propios verdugos, el asunto se enreda y Sócrates
expresó que o bien era culpable y merecía la muerte, o bien no lo era, y debían
por esta última razón ser reconocidos sus servicios a la sociedad. Rechazó la
posibilidad del exilio y en el juicio llegó a ironizar sobre la idoneidad de
los jueces. Al ser condenado a tomar una copa de veneno, aceptó la sentencia
con dignidad y murió sin sobresaltos.
Platón,
escandalizado y emocionalmente muy afectado por el proceso a su maestro y
preocupado por lo que consideraba una crisis moral y política ateniense, puso
todas sus fuerzas en tratar de establecer entre sus conciudadanos un ideal de
justicia y de respeto por la verdad. Para ello, fundó su célebre Academia,
destinada a dar educación filosófica a los futuros políticos y gobernantes. En
el año 388 antes de Cristo funda en Atenas lo que se podría considerar la
primera universidad de Europa, base de todas las academias occidentales y,
conceptualmente imbricadas con la Universidad Autónoma. Por estar ubicada cerca
del santuario consagrado al héroe Academo recibió el nombre de “Academia”,
concurriendo a ella jóvenes de Atenas y de otras ciudades para aprender no sólo
filosofía sino también matemáticas, astronomía, ciencias físicas y naturales.
La influencia de Platón se encuentra en todo el pensamiento y en la vida
intelectual y colectiva de Occidente y junto con Cristo, ninguna persona ha
tenido una influencia más profunda, duradera y extensa, siendo el creador de la
Academia tal como la conocemos en nuestro bastión civilizatorio.
Luego
de la muerte de Platón y el fin de la Academia original, surgen múltiples
escuelas y centros de pensamiento como el Liceo, de Aristóteles, siendo el
financiamiento de los mismos un asunto de primordial importancia.
Esta
vinculación entre los centros de estudios y las fuentes de la cual obtienen sus
ingresos ha sido motivo de explicación de los múltiples altibajos que
inevitablemente han tenido los centros académicos en el curso del tiempo. De
tal relevancia es esta cuestión, que la aparición o desaparición de
instituciones que cuiden el pensamiento libre ha fluctuado con relativa
frecuencia en el curso de la historia. Llama la atención el particular manejo
que se hace sobre el conocimiento en occidente durante la Edad Media, tiempo en
el cual la Iglesia es el mentor de los centros de estudio, su custodio y por
supuesto su censor.
En la
baja Edad Media se van a cimentar las bases de lo que más adelante habrían de
ser la Universidades como las conocemos a nivel mundial, y en un tiempo
reciente se habrían de convertir en las novedosas, desafiantes y libres
Universidades, con independencia del control de otros organismos, sin necesidad
de la aprobación de la estructura de poder gubernamental para modificar las
reglas de funcionamiento interno de la institución, siendo el grupo de las universidades
autónomas latinoamericanas las abanderadas en la formación del talento humano
que ha dirigido gran parte de los lineamientos sociales en nuestros pueblos tan
carenciales.
En el
caso venezolano, esa autonomía va a estar imbricada con la renta petrolera. De
ahí que en la búsqueda de mantener esa Autonomía, el Estado benefactor de la
democracia participativa invierte importantes sumas de dinero en las
universidades del país, con las inevitables controversias y enfrentamientos con
gobiernos y gobernantes de turno, pero con la tutela del Estado. A fin de
cuentas, independientemente del valor que se le quiera dar a la autonomía para
decidir cómo invertir el dinero recibido por el Estado, el fin último de la
Academia reposa en la libertad de cátedra que es el derecho a no morir por dar
clases, precepto platónico por antonomasia.
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