sábado, 3 de marzo de 2018

Autonomía universitaria



La historia de la Autonomía Universitaria posee un origen puntual de tipo primigenio que tiene la semilla que condiciona las reglas de juego de la Academia tal como la conocemos en Occidente, la cual antecede casi en medio siglo a la aparición del cristianismo.  Profundamente afectado por la condena que recibe Sócrates de suicidarse mediante envenenamiento en el año 399 antes de Cristo, Platón, su principal discípulo, decide crear una institución en donde se permita predicar lo que se piensa sin correr el peligro de ser asesinado. Platón, como heredero de las enseñanzas de Sócrates, había hecho suya la causa de la exigencia ética y la búsqueda conceptual. 

El juicio a Sócrates se desencadenó por razones políticas, ya que algunos de sus discípulos estuvieron vinculados con la tiranía oligárquica y las autoridades democráticas creyeron oportuno alejarlo de la Polis. Se le acusó de defender el ateísmo, de pervertir a los jóvenes y, paradójicamente, de introducir nuevos dioses, todo lo cual queda expuesto en los diálogos de Platón.  Se pidió la pena de muerte porque, según el derecho ateniense, el acusado podía optar por un castigo alternativo como el exilio, que era lo que esperaba la mayoría de sus perseguidores. Para sus propios verdugos, el asunto se enreda y Sócrates expresó que o bien era culpable y merecía la muerte, o bien no lo era, y debían por esta última razón ser reconocidos sus servicios a la sociedad. Rechazó la posibilidad del exilio y en el juicio llegó a ironizar sobre la idoneidad de los jueces. Al ser condenado a tomar una copa de veneno, aceptó la sentencia con dignidad y murió sin sobresaltos. 

Platón, escandalizado y emocionalmente muy afectado por el proceso a su maestro y preocupado por lo que consideraba una crisis moral y política ateniense, puso todas sus fuerzas en tratar de establecer entre sus conciudadanos un ideal de justicia y de respeto por la verdad. Para ello, fundó su célebre Academia, destinada a dar educación filosófica a los futuros políticos y gobernantes. En el año 388 antes de Cristo funda en Atenas lo que se podría considerar la primera universidad de Europa, base de todas las academias occidentales y, conceptualmente imbricadas con la Universidad Autónoma. Por estar ubicada cerca del santuario consagrado al héroe Academo recibió el nombre de “Academia”, concurriendo a ella jóvenes de Atenas y de otras ciudades para aprender no sólo filosofía sino también matemáticas, astronomía, ciencias físicas y naturales. La influencia de Platón se encuentra en todo el pensamiento y en la vida intelectual y colectiva de Occidente y junto con Cristo, ninguna persona ha tenido una influencia más profunda, duradera y extensa, siendo el creador de la Academia tal como la conocemos en nuestro bastión civilizatorio. 

Luego de la muerte de Platón y el fin de la Academia original, surgen múltiples escuelas y centros de pensamiento como el Liceo, de Aristóteles, siendo el financiamiento de los mismos un asunto de primordial importancia.

Esta vinculación entre los centros de estudios y las fuentes de la cual obtienen sus ingresos ha sido motivo de explicación de los múltiples altibajos que inevitablemente han tenido los centros académicos en el curso del tiempo. De tal relevancia es esta cuestión, que la aparición o desaparición de instituciones que cuiden el pensamiento libre ha fluctuado con relativa frecuencia en el curso de la historia. Llama la atención el particular manejo que se hace sobre el conocimiento en occidente durante la Edad Media, tiempo en el cual la Iglesia es el mentor de los centros de estudio, su custodio y por supuesto su censor.

En la baja Edad Media se van a cimentar las bases de lo que más adelante habrían de ser la Universidades como las conocemos a nivel mundial, y en un tiempo reciente se habrían de convertir en las novedosas, desafiantes y libres Universidades, con independencia del control de otros organismos, sin necesidad de la aprobación de la estructura de poder gubernamental para modificar las reglas de funcionamiento interno de la institución, siendo el grupo de las universidades autónomas latinoamericanas las abanderadas en la formación del talento humano que ha dirigido gran parte de los lineamientos sociales en nuestros pueblos tan carenciales. 

En el caso venezolano, esa autonomía va a estar imbricada con la renta petrolera. De ahí que en la búsqueda de mantener esa Autonomía, el Estado benefactor de la democracia participativa invierte importantes sumas de dinero en las universidades del país, con las inevitables controversias y enfrentamientos con gobiernos y gobernantes de turno, pero con la tutela del Estado. A fin de cuentas, independientemente del valor que se le quiera dar a la autonomía para decidir cómo invertir el dinero recibido por el Estado, el fin último de la Academia reposa en la libertad de cátedra que es el derecho a no morir por dar clases, precepto platónico por antonomasia.

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