EXHORTACIÓN PASTORAL en
ocasión de la violencia desatada en Mérida el viernes 1 de julio de 2016
ARQUIDIÓCESIS
DE MÉRIDA
EXHORTACIÓN
PASTORAL para ser leída en todas las misas del domingo 3 de julio de 2016 en
ocasión de la violencia desatada en Mérida el viernes 1 de julio
“No a la inequidad que genera violencia”
(Papa
Francisco)
Con inmenso
dolor quiero compartir con toda la comunidad merideña que hoy domingo participa
en la Eucaristía, unas reflexiones ante los bochornosos acontecimientos del
viernes pasado en la ciudad de Mérida. De nuevo, un grupo de colectivos generó
durante varias horas, actos de violencia, agrediendo a las personas que
transitaban por la Avenida Don Tulio y las inmediaciones a las instalaciones
universitarias. Trancaron la vía, quemaron cauchos y troncos, asaltaron y le
quitaron sus pertenencias a los que pasaban, quemaron vehículos, saquearon
comercios, en fin, realizaron a sus anchas actos vandálicos de toda índole.
Cuatro menores
de edad, estudiantes de bachillerato en el Seminario Menor San Buenaventura de
Mérida, se dirigían a clases de inglés en el CEVAM, cuando fueron interceptados
por unos desadaptados quienes los interpelaron “si eran chavistas o de la
oposición”; a lo que estos jóvenes asustados respondieron “somos seminaristas”,
desatándose con mayor ímpetu las iras, golpeándolos, desnudándolos, quemando
sus ropas y amenazando a uno de ellos con rociarle gasolina y quemarlo vivo.
Hasta aquí, escuetamente, parte de los hechos.
Ante ello, nos
preguntamos:
¿Cómo es
posible que durante horas estas hordas generen un caos sin que intervengan los
órganos de seguridad del Estado? No es la primera vez que sucede esto en
nuestra ciudad. No es descabellado pensar que obran así porque tienen la
anuencia de quienes tienen como primera obligación resguardar la vida y los
bienes de los habitantes.
Quiero
resaltar el hecho de que haberse identificado como seminaristas, desató una
conducta más agresiva e irracional. Estamos ante comportamientos fascistas y
comunistas, que irrespetan los valores espirituales, lo cual es inaceptable
desde cualquier punto de visto. La forma como actuaron indica a todas luces que
es gente entrenada, tipo comando, para realizar con destreza este tipo de
acciones. ¿No indica esto que estamos ante una conducta amoral que no puede ser
permitida ni por la sociedad ni por sus autoridades que están puestas para
defender los valores de la misma? Es un pecado que clama al cielo.
“Este tipo de
actos, no perjudica sólo a la Iglesia, como nos lo recuerda el Papa Francisco,
sino a la vida social en general. Reconozcamos que una cultura, en la cual cada
uno quiere ser el portador de una propia verdad subjetiva, vuelve difícil que
los ciudadanos deseen integrar un proyecto común más allá de los beneficios y
deseos personales” (Evangelii Gaudium 61).
Como creyentes
estamos llamados a ser constructores de paz y esperanza. No hay lugar para el
desánimo o la desesperación; al contrario, es una oportunidad de oro para la
creatividad, el noble ejercicio de una ciudadanía que no se deja robar sus
valores más queridos.
En la segunda
lectura de hoy, el apóstol Pablo nos invita a vivir en libertad, a no
someternos de nuevo al yugo de la esclavitud. “Nuestra vocación es la libertad:
no una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, seamos esclavos
unos de otros por amor”. Por eso, la invitación a redoblar la oración, a buscar
con insistencia los caminos que nos conduzcan a superar la terrible crisis que
vive el país. A hacerlo con racionalidad y respeto, pero con valentía y coraje,
que nace del amor que Jesucristo nos da.
Como bálsamo
refrescante dejo constancia de los centenares de mensajes recibidos de nuestra
feligresía, de la ciudad, del país y del extranjero, expresando su pesar y
ofreciendo la solidaridad que nace del amor fraterno y de la necesidad de
superar la maldad. Sacerdotes, religiosas, instituciones eclesiales y civiles,
obispos y personas de la más diversa índole, condenan de forma contundente
estos abominables episodios. Nos duele constatar no haber recibido ni una
palabra de parte de las autoridades oficiales. Es un silencio que cuesta
asimilar.
Que el Señor
Jesús y María Santísima nos haga reflexionar, superar la indignación y buscar
conjuntamente la paz y la convivencia fraterna de la que está necesitada
nuestra patria.
Con nuestra
bendición, pidiéndoles que oremos los unos por los otros, y sobre todo, por
nuestra juventud, merecedora de un mejor presente y futuro.
+ Baltazar Enrique Porras Cardozo
Arzobispo Metropolitano de Mérida
+ Alfredo Enrique Torres Rondón
Obispo Auxiliar de Mérida
Fuente: Diario Frontera de Mérida. 03 de julio de 2016