"Para todos y para ninguno" F.N. - El Blog de Alirio Pérez Lo Presti - Twitter: @perezlopresti Instagram: perezlopresti
domingo, 30 de agosto de 2020
Apuntes autistas y Alberto Fuguet
Hace poco
terminé de leer el libro Apuntes autistas
del escritor chileno Alberto Fuguet, un talentoso escritor, cineasta,
escritor-cineasta, que trata de desentrañar a través de este texto, múltiples
aspectos atinentes a cuatro actos propios del “buen” (intenso) vivir:
Los viajes,
el disfrute del cine, la experiencia de leer y el arte de narrar.
Fuguet nos
presenta en el texto Apuntes autistas
su vivencia en relación con los viajes. Los mismos lo han convertido en
inmigrante que termina reencontrándose con su chile natal. Además, viaja con
frecuencia por ser experto en cine, haciéndolo proclive a ser invitado como
jurado de eventos, formando parte de la mejor crítica cinematográfica
contemporánea.
De la
experiencia con el cine surge la inevitable inclinación de volverse un
auténtico “cinépata”, que termina haciendo películas, abandonando la inicial
crítica escrita sobre tanta y tanta película vista para transformarse en cineasta.
La doble visión de crítico y posterior realizador de filmes le da una
perspectiva completamente diferente del arte. Una cosa es ver una obra
artística y opinar en torno a la misma y otra es ser artista y “arremangarse
las mangas” para realizar una película. Son dos visiones muchas veces
antagónicas.
Resalta en
este texto su gran admiración por el controversial y “escandaloso” Woody Allen
(Fuguet le realiza una curiosa entrevista al cineasta norteamericano),
surgiendo afirmaciones tajantes en relación a qué ofrece el universo del cine
para quien pueda llegar a disfrutarlo. La “oferta” incluye el goce y la
reflexión.
Es valiosa la
vinculación que hace Fuguet entre el buen cine y “la familia”. La familia como
tema para ser explorado y explotado por lo mejor de la filmografía de todos los
tiempos. Este punto en particular me dejó muy impresionado. Creo que es cierto
y que el tema “Familia-Cine” no sólo marca la historia de la filmografía sino
que de las mejores experiencias de mi vida está la de haber acudido al cine “en
familia”.
En relación
a las lectura y al acto de leer, el escritor chileno llega a un nivel
contagioso de angustia, cuando manifiesta sus ideas en torno al hecho de que
los grandes lectores, los lectores de los grandes libros (los agradecidos por
el arte literario), están desapareciendo irremediablemente para dar paso a
un enjambre de
personas que persiguen la lectura “fugaz”, sin las ambiciones del que
ama con pasión a la palabra escrita.
Son atinadas
las afirmaciones sobre Paulo Coelho, así como lo que opina sobre su paisana:
Isabel Allende. En lo personal comparto con Fuguet la idea de que Paula es una notable novela. Pienso que
es una gran obra literaria, de antología universal, que lastimosamente ha sido
opacada por una crítica que no acepta que un buen escritor sea un vendedor de
libros como si fuese pan caliente. Isabel Allende será inexorablemente recordada
y admirada por Paula. Del resto de su
obra se ocupará el tiempo.
Por último,
y a la vez inmerso en todo el texto, está el asunto de narrar y de la
distinción entre escritor y lector que forma una dupla que casi nunca se
conjugan en un solo ser. Si bien necesariamente se es un gran lector para
escribir, no debería forzosamente plantearse la idea de escribir a quien le
place leer. De hecho, es notable la manera como Fuguet asume el asunto de que
los escritores están desfasados de una realidad que no sólo los hace ajenos a
lo que los circunscribe, sino que cada vez más, el escritor es un disociado.
Este discurso del chileno es propio de quien se dedica a pensar sobre el asunto
de escribir. Sin embargo, aunque suene paradójico, no creo que sea de interés para
quien escribe. El vínculo con la escritura es un acto inevitable. El escritor
se encuentra envenenado por la terrible y demencial atmósfera que embarga a
quien se encuentra atado con la palabra.
La
literatura es, para quien escribe, su hermano inseparable. Incluso un “monstruo”…
pero por encima de todo, un hermano.
Publicado en
el texto de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos.
Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. Mérida. Venezuela.
2015.
jueves, 27 de agosto de 2020
Traiciones de la cotidianidad
Hace
tiempo, un distante conocido me llamó de manera muy protocolar para regalarme
un libro e invitarme a cenar. Fuimos a comer una focaccia, plato gastronómico de elaboración primitiva y origen
antiguo, para exploradores de la gastronomía clásica. La invitación era en
realidad una estratagema para hacerme una consulta que por otros medios tal vez
no hubiese accedido. El hombre, ya viejo y desgastado por tantas horas sin
dormir, me hizo la interrogante cuando le di el primer mordisco a la focaccia servida.
-“¿Cómo haces para
lidiar con la envidia de los demás?”- Fue la pregunta tajante que me lanzó
a quemarropa. Dos fueron mis respuestas cortantes. -Primero, trato de lidiar con mi propia envidia. -Segundo, no me siento
envidiado por nadie. Con cara de haber perdido su inversión en mi cena,
apuró la conversación y tranquilo, terminé por degustar el plato. Más nunca lo
vi y por lo que sé de él, es difícil envidiar su vida, mediocre, opaca, a la
sombra y tratando de impresionar a los demás para intentar generar una buena
impresión.
¿Es la
traición un elemento propio de las relaciones interpersonales? ¿Cómo saber en
quién podemos confiar y en quién no? ¿Debe ser la desconfianza permanente una
manera de conducirse que marque nuestro sino interrelacional? ¿Se puede vivir
con desasosiego, atrapados en una eterna desconfianza que hace sombra?
De tanto
llevar trancazos basados en la confianza interpersonal, terminamos por
desarrollar una especie de Teoría
Universal de la Traición. De no teorizar en torno a este asunto, corremos
el riesgo de tropezar eternamente con el mismo peñasco. Teorizando, podemos
tener claras ciertas posturas y establecer las previsiones de rigor. Cada uno
tenderá a hacer su propio laberinto de respuestas, basadas en la experiencia
particularísima que individualmente vayamos desarrollando y cosechando,
dependiendo de las vivencias que cada uno haya tenido.
En primer
lugar, y en términos generales, es imprescindible confiar en los demás para
poder sobrellevar los asuntos propios de la existencia. Confiando, establecemos
elementos mínimos de certeza, los cuales son imprescindibles para desenvolverse
con cierta soltura. La ausencia de confianza genera de por sí una inestabilidad
de base cuando es mantenida en forma permanente en el curso del tiempo.
Desconfiar eternamente es una forma de amargura.
El problema
radica en que la confianza necesariamente depositada puede o no ser vulnerada.
En la apuesta a la confianza siempre estará presente el sentido común y la
extraordinaria dimensión que llamamos intuición: la intraducible expresión de pensar con “la guata”, como dicen al sur del
continente. La vulneración de la confianza tiende a crear una especie de bola
de nieve de posición en torno a la existencia. Suerte de arena movediza de desconfianzas
crecientes.
En caso de
no ser vulnerada, se corrobora lo bien que hicimos en confiar en el otro, lo
cual hace que los vínculos se fortalezcan y ganamos todos. Pero… cuando la
confianza es vulnerada, la posibilidad de poder generarla nuevamente se vuelve
cuesta arriba y muy difícilmente se puede llegar a reconquistar. Esa confianza
depositada se torna necesariamente en un asidero de buenos deseos que
imperiosamente debe abonarse y bajo ninguna circunstancia romperse, pues las
consecuencias son irreparables.
La confianza
vulnerada es como si se lanzase desde un edificio de 100 pisos un jarrón chino
y nos diesen por tarea el tener que armar los pedazos: muy difícil, por no
decir improbable o sencillamente imposible. De ahí que somos lejanos cuando
generamos confianza y cercanos si somos capaces de construirla.
Desde que
tengo memoria he tenido los mismos amigos de siempre. Seis en total, que el
tiempo y sus circunstancias han hecho que nos vinculemos y nos desvinculemos
conforme pasan los años. ¿Qué ha permitido que sigamos siendo amigos durante
toda una vida al punto de que cada vez que nos reencontramos es como si nos
hubiésemos visto el día anterior? Sin dudas que haber apostado a una confianza
que la vida ha puesto y sigue poniendo a prueba insistentemente, sin que pueda
hacer mella, sin distanciarnos, sin poder generar situaciones de vulnerabilidad
en la cual salgamos lastimados. Así es la vida.
Hay una
desconfianza básica y defensiva, de carácter incluso
animal, que hace que un niño, por ejemplo, a partir de los 8 meses de edad
llore ante el hecho de que un extraño lo tome en brazos. La naturaleza en ese
sentido nos dio la sabiduría instintiva de ser desconfiado ante quienes no son
cercanos.
El trastocar
la confianza y la envidia van de la mano, parejitas como gemelos siameses. La
mejor pizzería del mundo se encuentra en la ciudad de Mérida, Venezuela, en un
local al lado de mi consultorio. Abre de martes a domingo a las 6 de la tarde y
luego de terminar mi jornada laboral, una pizza con la mejor salsa y los
mejores ingredientes me acompañaba cada tarde, en la cual me vencía el apetito.
Publicado en
el diario El Universal de Venezuela el 12 de marzo de 2019.
La fulana contemporaneidad
Si algo
caracteriza al ser humano de inteligencia promedio es la necesidad de tratar de
darle explicación a las cosas, intentar conocer las circunstancias que le
rodean, esgrimir multiplicidad de argumentos que le den sentido a su vida, todo
lo cual conlleva a que termine creyendo en lo que serán las bases del mundo que
lo sostiene. Lo importante es creer, aunque sean falsedades.
A fin de
cuentas, el hombre es, ha sido y será un animal. Es esta su condición básica.
Por razones que no sabemos, desarrolló un lenguaje “hiperelaborado”
que incluso se tradujo en escritura. El desarrollo del signo atinente al
lenguaje es la marca que lo distingue y persigue. Es esta condición dual de
animal-racional, la que ha hecho de nuestra especie un ente difícil de
comprender. Por una parte, está la parte animal, en la que lo pulsional y el
deseo prevalecen; y por otra, la parte racional, preñada de culturización, que
está en conflicto permanente con el deseo. Dura dualidad que coloca a la
persona en un permanente conflicto. Una cosa es lo que se quiere y otra lo que
se debe.
Son muchos
los intentos de tratar de dar una explicación a esta condición que caracteriza
al ser humano. Desde lo religioso hasta lo filosófico, el hombre es para
cualquier estudioso, una tinaja (como la de Pandora), que al abrirla plaga todo
de aparentes contrasentidos y múltiples dualidades.
Pero en su
naturaleza profunda, pareciera que el ser humano abrigar elementos como la
solidaridad, que le permitieron en sus tiempos remotos cazar en grupo, todo
ello para alcanzar el fin último: La supervivencia.
El rito ha
formado parte de la condición humana, apaciguando su ímpetu animal, y si bien
es cierto que pareciera un ser profundamente contrariado por su naturaleza,
también pareciera ser adepto al anhelo de que ocurran cosas que le favorezcan.
Eso ha recibido el nombre de “esperanza”.
Cuando el
hombre se considera ajeno a lo espiritual, tiene la necesidad de racionalizar,
o sea esgrimir argumentos para justificar la ausencia o presencia a medias de
esa función espiritual. Ello conlleva a tener que replantearse la existencia,
apareciendo la política, las ideologías y el auge de extrañas creencias, como,
por ejemplo, ciertos cultos religiosos, como recursos que satisfagan la mengua
aparente de la función espiritual. El hombre tiene la necesidad imperiosa de
creer, o en su defecto, convencerse de su ausencia de creencia, que, aunque
parezcan contrarios, son cabeza y cola de lo mismo. La racionalidad humana ha
llevado a que muchos se consideren incapaces de comprender la dimensión
denominada espiritual, lo cual recibe el nombre de agnosticismo.
Básicamente,
el agnosticismo es la doctrina filosófica que declara inaccesible al
entendimiento humano toda noción de Absoluto, Infinito y Dios. Cuando se asume desde
una actitud positivista circunscribe y se reduce al conocimiento de lo
fenomenal y relativo. El término se debe al biólogo británico Thomas Henry
Huxley y fue adoptado por Darwin y Spencer. Muchos han visto en la filosofía de
Kant (Crítica de la razón pura) una
base para entender el agnosticismo.
Todos son
intentos tímidos que no terminan por descifrar enigma alguno y sólo crean
espejismos que tratan de satisfacer una condición que es consustancial a
nuestro centro íntimo. Con tantos años trajinados, el hombre contemporáneo,
sigue arrastrando todas estas características, con una condición que lo hace aun
más extraño: Es incapaz de comprender su propio tiempo, o sea, el hombre no
tiene la capacidad para comprender el momento que vive, precisamente porque lo está
viviendo. Desconoce los alcances de lo que está haciendo. Motivo por el cual,
de manera paradójica, cualquier hombre de
su tiempo es ajeno a su tiempo. Esa condición lo hace replantear y
cuestionar lo que vive, puesto que su naturaleza hace que sus propias vivencias
le sean ajenas e ininteligibles. De lo contrario, no cuestionaría nada. La
pobre capacidad de entender lo que nos ocurre conlleva al acto filosófico.
En el siglo
que nos ha tocado, el XXI, ocurrió un fenómeno muy curioso y es que ante el fiasco
de la puesta en práctica de múltiples creencias (desde ideologías hasta
religiones tradicionales), se opta por:
1)Mostrarse
distante frente a lo ideológico o religioso. De esta postura surge
multiplicidad de enredos conceptuales en un intento generalmente insulso de
crear una especie de espiritualidad sin bases que la sustenten.
2)Retomar
antiguas creencias, tanto ideológicas como religiosas. Eso explica el hecho de
que algunas ideologías que se consideraban absurdas, puesto que su
implementación en el siglo XX resultaron ser un estrepitoso y sangriento
fracaso, propendan a resucitar. El caso emblemático es, por supuesto el
marxismo que trata de existir, dando las pataletas de rigor.
Todo para
poder tener la sensación de que la función mental-espiritual
esté rellena con cualquier cosa. Sea porque se asumen posturas o se cree que se
rechazan.
Publicado
en el libro de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos.
Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela.
2015.
domingo, 16 de agosto de 2020
PRESENTACIÓN. Saludos a todos. A través de este primer video me presento en este canal que hemos creado en YouTube. La finalidad es compartir textos literarios, filosóficos y humanísticos en general, tanto propios como de otros autores. Esperamos que sea del gusto de ustedes, asumiendo el conocimiento como algo que debe ser placentero. Nuestra premisa es que: “Los placeres compartidos son exponencialmente placenteros”.
Star Wars y Freud
Sigmund
Freud es una de figuras que más ha condicionado la manera de entender al ser
humano y sus vínculos con la cultura universal. Se puede estar de acuerdo o no
con su legado. Lo cierto es que forma parte de la manera en que nos comunicamos
cada día, incluyendo las expresiones coloquiales.
En mi
libro Psicología.
Lecturas para educadores (Consejo
de Publicaciones de la ULA. Reimpresión 2015), expongo mi posición en relación con
las potenciales críticas que desde lo epistémico se pueden hacer al
psicoanálisis. Pocas obras han generado tanto escándalo, polémica, rechazo y
seguidores profundamente convencidos, como las tesis del médico y filósofo
Sigmund Freud.
Lo
“psicodinámico” ya venía sembrado en la civilización desde la existencia del
mito, lo cual nos precede porque se encuentra inserto en la cultura desde que
en la misma surge lo “fantástico”. Además de que es vislumbrado, entre otros,
por filósofos relativamente recientes como Arthur Shopenhauer y Friedrich
Nietzsche. De hecho, el mismo Freud señala que muchos de sus aportes ya habían
sido prefigurados incluso en la cultura popular, como bien aclara al primer
volumen de La interpretación de los sueños, un ícono gráfico
representativo de los más relevantes textos escritos en la historia de la
humanidad.
Es
tanta la influencia del psicoanálisis en nuestra vida cotidiana, que se habla
de aquello que hacemos o decimos “sin querer queriendo”, además de que es
profusa la relación que establecemos cuando señalamos que a veces hacemos o
pensamos en cosas que se encuentran ajenas a la razón, siendo el mundo
“inconsciente” una representación que con frecuencia evocamos, incluso con
mayor convicción que cualquier capítulo de “historiografía” con la cual se nos
intenta hacer comprender el por qué y el sinsentido aparente de las cosas.
De
todos los aportes y señalamientos hacia quien ha sido denominado el padre de la
psicología moderna, sin dudas que el que más controversia genera, entre otros
motivos, por elementos de carácter
epistemológico, es precisamente la tesis del Complejo de Edipo, en la cual se apela a la tradición mitológica
para explicar una determinada propensión (pulsión) que según Freud determina la
estructura de nuestra forma de vincularnos con los demás y de aceptarnos (o
no), con toda la psicopatología que habría de acompañar al bípedo que de manera
torpe ha intentado y sigue intentando dominar la naturaleza.
No podía escapar a una de las producciones cinematográficas que más dinero ha generado en la historia de la industria del denominado “séptimo arte”, el épico final en donde el hijo y el padre se enfrentan en combate mortal, Luke Skywalker derrotado en desigual contienda por su padre biológico Darth Vader, en clara representación de la dimensión “edípica” de confrontación y eterna vinculación de amor y odio entre padres e hijos, que incluso en las aparentemente banales películas de Hollywood, así como en las telenovelas latinoamericanas, aparece y reaparece con el consiguiente impacto que lo mítico garantiza.
Desde El derecho de nacer, en la cual el joven doctor Albertico Limonta decide donar su propia sangre a Don Rafael, quien quería su muerte para evitar una vergüenza en la familia, hasta Star Wars, el asunto de enfrentamientos con elementos de carácter parricida y filicida, es una constante que hace su aparición con una frecuencia que no sólo es seductora sino que es incomparablemente escandalosa.
Para
Freud es la idea de incesto-envidia,
el elemento clave, determinante, que condiciona, marca y fija la visión del
mundo para cada uno de los que en buena lid lograron o no pudieron cerrar el
ciclo vital en donde lo edípico hace su aparición.
Edipo Rey de Sófocles, junto con Medea de Eurípides, constituye los mitos más severos de lo que se
conoce como la “tragedia griega”.
Desde
lo freudiano se ratifica que los
hombres no somos capaces de entender la realidad que vivimos, porque
no somos conscientes de ella, como no lo fue Edipo, quien en su esplendor como
rey de Tebas y esposo de Yocasta, trata de conseguir un remedio contra la “enfermedad” que asola a la
ciudad. Al investigar la muerte del rey anterior (Layo) descubre la verdad: Edipo es el asesino que él
mismo busca, Layo era su padre y esposo de Yocasta, quien es al mismo tiempo su
actual esposa y madre. Yocasta se suicida y Edipo se ciega como castigo.
En
Star Wars o en El derecho de nacer, cuando la relación de extrema tirantez hacia
lo que representa la figura parental hace su aparición, quedamos deslumbrados
como espectadores de un “teatro” que en realidad forma parte de la vida y de
nuestros más profundos temores y rechazos que han estado vinculados con la
civilización, no sólo desde lo mitológico, sino desde el seno del más
tradicional pensamiento occidental, sea para refutarlo por abominable o para
aceptarlo como una fuerza que se relaciona con el destino, que al parecer de
muchos, luce inexorable.
Publicado
en el libro de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos.
Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela.
2015.
sábado, 15 de agosto de 2020
Babel a ras del suelo
Cargado
de simbolismos “castellanos”
y aderezado con militarismos americanos, a duras penas y con mucho esfuerzo
entendemos la lengua con la cual tratamos de defendernos día a día, eso sin
ceñirnos a la obligante moda discursiva impuesta por el hampa internacional y
los íconos juveniles que trastocan el lenguaje de manera exponencial.
Creo
que gran parte de lo existente “en
lo discursivo” se maneja a nivel de estafa, de embuste, de mentira, de falsear
el sentido, de contrariar a través de lo retórico la esencia misma de lo real.
De ahí un elemento atinente al éxito de lo humano en su sentido “humanístico” clásico
y de ahí su trágico destino.
¿Quién,
siendo venezolano, comprende el idioma “español”? Comenzando por esa tontería
llamada gramática que, como bien han dicho tantos antecesores, es una excusa
para explicar los sinsentidos del lenguaje. ¿Cómo justificar que la letra “h” es muda y paradójicamente pretender que escribe
correctamente quien la usa? En Madrid, una que otra vez
algún colega llegó a decir que mi castellano era arcaico y que desconocía el
significado de lo que a su parecer era el habla coloquial castiza americana.
Durante
algunos años me dediqué a estudiar griego antiguo y descubrí que las raíces de
casi cualquier cosa que dijera venían de ese sustrato que no sólo nos vincula
con una cultura, sino que nos permite tratar de interpretar aquello que
tratamos de decir. La sensación que me quedó es la misma que la que viví siendo
niño en Nueva York:
Sólo conoce una lengua quien es artífice de la cultura de quien la practica.
El
conocimiento de idiomas en general es imposible a menos que nos hagamos
copartícipes y creadores de la cultura en la cual nos zumbamos de cabeza. Si
interpreto un simbolismo azteca es interpretación por encima de cualquier cosa,
porque nada me es más ajeno que el preciso hecho de ser azteca. A lo sumo soy
merideño de Mérida y puedo vincularme con alguien de mi propia ciudad. A veces,
cuando viajo a Margarita, necesito pedir explicación de lo que me dicen porque
me es ajena la forma de hablar del oriental, ya que sustancialmente no formo
parte de esa cultura. -¿Cómo está todo?, -Todo bien-, respondemos sin ambages
en estas serranías, aunque la vida se nos esté haciendo migajas, puesto que es consustancial
al hecho de ser andino el tener propensión a “no soltar prenda” acerca de
nuestro mundo interior.
Si,
como venezolano, me es ajeno mi vecino connacional, ¿cómo podría pretender
atreverme a entender lo que quiso decir Homero? ¿O Plinio? O, siendo crudo,
Heráclito o Parménides.
Soy de
los que piensa que quien no pertenece a la cultura de la lengua de un
determinado lugar y momento, necesariamente es ajeno a ello. Por eso un
traductor es simplemente un intérprete y un filólogo es un malabarista del
lenguaje que inexorablemente miente.
¿Quién
puede decirme qué significa la cólera de Aquiles a menos que sea un
contemporáneo griego? Lo dice quien se debate en el duro tránsito citadino, ha
vivido en unos cuantos lugares, maneja alguna lengua y maltrata una que otra
jerga. Lo dice quien ha intentado traducir a Aristóteles a “mandarriazos” y ha leído
decenas de traducciones de Saint-Exupéry que se contradicen una tras otra. Lo
digo desde la perspectiva del lector que se ha acercado a las versiones
bíblicas tan contradictorias como ridículas.
¿Cómo
entender que hay centenares de maneras de entender a Friedrich Nietzsche
dependiendo del traductor o miles de formas de replicar lo que dice Dostoievski?
A esta edad de mi vida creo que no hay mayor estafa que la interpretación
llamada traducción. Bien lo dice el adagio italiano traduttore, traditore, lo cual no pasaría de ser una frase ingeniosa
si no fuese por la enorme tragedia que en ella está implícita.
Para
los colombianos, el realismo mágico “garciamarquiano” es una fiesta. Para los
rusos es un drama. Para los latinoamericanos, Crimen y castigo es una
novela, mientras para los rusos se trata de una obra filosófica sobre la moral
y uno de los aspectos filosóficos más trascendentes: La ética.
Total,
que en pleno siglo XXI la “comunicación”
sigue distanciándonos, con traducciones Google
y todo, porque el lenguaje no tiene absolutamente nada que ver con la manera de
decir las cosas, sino con la forma en que estructuramos la vida, la existencia
y la totalidad de la cultura de la cual somos partícipes. El lenguaje es la
representación del pensamiento que surge de la civilización a la cual
pertenecemos. Por eso nos es tan propio el nuestro y distante el que proviene
de otro origen.
Me dediqué a los idiomas para alejarme de Ramos Sucre. Me acerqué a los idiomas para aproximarme a la gran comparsa de farsantes que creen que lo filológico es posible. Tratar de entender el origen mismo de aquello que nos proponemos es como hacer historiografía o declarar ciencia a la política. Un timo más, como decía mi admirado y ajeno Nietzsche, inherente a lo humano, demasiado humano para mi gusto.
Publicado en el libro de mi autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos. Consejo de Publicaciones de la Universidad de Los Andes. Mérida, Venezuela. 2015.
lunes, 10 de agosto de 2020
Todos somos venezolanos
Hay
muchos que presumen el haber tenido una abuela sabia que dejó un legado lleno
experiencias que nutren y cohesionan a los miembros de la familia. En mi caso
tuve la fortuna de haber tenido dos abuelas que imprimieron sus palabras a sus
descendientes y cada día que pasa solemos recordar sus enseñanzas. En este
texto me referiré a una de las muchas cosas que aprendí de mi abuela materna.
Venía
del horror de la segunda guerra mundial en donde ya se había vuelto costumbre
el abrir la puerta de la casa con una escopeta en la mano, ‘sólo por precauciones mínimas’. El
abuelo había estado en el frente de guerra desde 1939 hasta 1945, pero además
había servido cuatro años antes en Libia, lo que sumaba once años de
beligerancia en la vida de un hombre que murió alrededor de los cincuenta años
de edad.
Se
trataba de una familia que llegó al mejor país del mundo llamado Venezuela, en
donde se abrían todas las puertas del futuro y esperanza para quienes huían de
la muerte, la ruina y la desventura. Soy descendiente de la estirpe de
emigrantes que formamos parte del universo de interrelaciones culturales y
étnicas que nos hacen copartícipes de una sola manera de ver la vida y entender
que los seres humanos solamente podemos ser de un tipo y las divisiones no
tienen cabida. Somos hijos de los sobrevivientes de las causas perdidas que una
y mil veces han trastocado los destinos de la humanidad.
Cuando
un pueblo es perseguido o amenazado, sencillamente siento que pertenezco a ese
pueblo, porque en mis raíces parentales la supervivencia es el fin último de
todos los proyectos trazados. Resulta que el tío Pepe, recientemente fallecido,
siendo el mayor de los hijos de mi abuela, se vio forzado a trabajar a mediados
del siglo pasado en las tortuosas rutas comunicacionales del estado Lara,
manejando camiones desde que era apenas un muchacho, con un permiso especial,
llevando mercancías desde Quíbor hasta Humocaro Alto, pasando por Cubiro,
Sanare y pernoctando incluso en las tierras portugueseñas de Chabasquén y
Biscucuy. Quiso la mala fortuna que con un camión recién comprado y esquivando
una roca en tan intrincadas carreteras, se volcó al precipicio y quedó
guindando de la rama de un árbol por el ruedo del pantalón.
Pasaban
y pasaban los viajeros que con temor se asomaban a ver al muchacho colgando a
punto de perder la vida. Se iban amontonando al borde del abismo a mirar lo que
sería un trágico e inexorable desenlace, hasta que un par de robustos jóvenes,
acaso un tanto mayores que mi tío y que apenas hablaban español, se lanzaron
amarrados de una larga soga arriesgando sus vidas para rescatarlo. El tío Pepe
salvó la vida de esta forma y cuando el par de hermanos llegó a la casa de mi
abuela después haberlo socorrido, el decreto de la nonna, luego de conocer su procedencia, no se hizo esperar: “En esta
familia todos somos sirios”.
Desde
ese día, unos europeos llegados a América de los cuales soy descendiente, hicieron
amistad, cultivaron el respeto e incluso el parentesco con árabes provenientes
de Siria. Siendo fieles al legado de mi abuela, no sólo cultivamos el aprecio
por quienes son mis hermanos anímicos, sino que comparto su sufrimiento, porque
no se es humano si no se es solidario con el dolor de quien por desventura le
toca vivir la trágica experiencia de la guerra y el peregrinaje como emigrante
que busca un mejor porvenir para su descendencia.
Desde
lo ético, que es el ejercicio intelectual que está por encima de la moral,
somos venezolanos porque nos solidarizamos con el que es perseguido por la
barbarie y a duras penas sobrevive a un “viaje” injusto. Desde nuestros más
originarios confines espirituales somos universales porque descendemos de la
misma tradición que señaló que sólo existe un Dios y que está representada en
la misma raíz que es Abraham, que es el profeta que une el judaísmo, el
cristianismo y el islam. Desde lo fraternal, porque mi padrino es sirio y es
uno de los ciudadanos más correctos y ejemplares que he conocido en mi vida.
Somos
de todos lados, porque somos cosmopolitas y revisando mi árbol genealógico
hasta donde se pueda, mi Péres es en realidad con “s” y no con “z” en un
intento de mis predecesores judíos sefardíes que trataban de ocultar su origen
cambiando la última letra del apellido para protegerse de las persecuciones
religiosas.
En
lo particular soy islámico, judío y cristiano, porque soy venezolano, porque
sólo se puede ser una persona honesta cuando no relegamos a nadie por su
origen. Menos aun siendo procedente de todas las maneras étnicas de expresarse
un mestizaje infinito, sin posibilidades de desligarme de cualquier manifestación
de lo que pretenda ser humano.
Ser
ciudadano, a veces, necesariamente implica no pertenecer a una ciudad o a un
país en particular. En ocasiones ser ciudadano de cualquier parte es un asunto “supramoral”. Un imperativo
categórico que está por encima de cualquier posible diferencia aparente.
Publicado
en el diario El Universal de Venezuela el 06 de noviembre de 2018.
Enlace:
https://www.eluniversal.com/el-universal/24998/todos-somos-venezolanos
domingo, 9 de agosto de 2020
jueves, 6 de agosto de 2020
La inteligencia se llamaba Juan Nuño
Una de
las fortunas con las cuales ha contado nuestro país, es la de haberse nutrido
de infinidad de inmigrantes europeos que arribaron a nuestra tierra como
consecuencia de tragedias bélicas ocurridas a lo largo y ancho del siglo XX.
Son
muchos los extranjeros que hicieron de nuestra nación su propia patria, al punto de
tener descendencia en Venezuela y facilitar un mestizaje que día a día trata de
seguir construyendo el país que tenemos. Grandes las personalidades y múltiples
los nombres de los cuales Venezuela se logró enriquecer. Desde la presencia de
temperamentos vinculados con la dinámica económica, hasta lo más relevante del
pensamiento venezolano, particularmente en el campo de la filosofía. Uno de
esos hombres que dejaron un legado como maestros de generaciones de
connacionales es el legendario filósofo Juan Nuño, nacido en Madrid el 27 de
marzo de 1927 y arribado en nuestro país como resultado de la terrible guerra
civil española.
En la
década de los años ochenta del siglo pasado, el Servicio de Psiquiatría del
Hospital Universitario de Los Andes, trajo como invitado a Juan Nuño a efectos
de dictar un par de conferencias magistrales en la ciudad de Mérida. Al segundo
día de estar en mi ciudad natal, un grupo de jóvenes entre los que se
encontraban Daniel Márquez Bretto, Jesús Alberto López Cegarra y un servidor,
le hicimos una entrevista al destacado profesor de la Universidad Central de
Venezuela. El encuentro no pudo ser mejor, pues Nuño fue de una amabilidad y receptividad
que se aprecian y recuerdan con frecuencia. En esa época estudiaba medicina y
los amigos de mi generación éramos polémicos entusiastas estudiosos y
devoradores de cuanto libro nos caía entre manos. Fue inicialmente a través de
los conspicuos artículos que semanalmente aparecían en el diario El Nacional
como supimos de la existencia de Juan Nuño y luego nos leímos los textos que
había escrito.
Eran
tiempos turbulentos, marcados por “el eclipse del marxismo”. El partido
comunista italiano, después de haber llegado a ser uno de los más importantes
del mundo se desmoronaba y el muro de Berlín caía estrepitosamente bajo la
mirada estupefacta de quienes creyeron en la farsa que hasta el día de hoy nos
persigue: El marxismo.
Juan
Nuño llegó a representar para toda una generación de venezolanos la
inteligencia puesta al servicio de la crítica a través del ejercicio indómito
de pensar. Nuño simbolizaba lo más granado de la intelectualidad en Venezuela
para la época y sus objetivos de cuestionamiento eran consustanciales a lo que él
consideraba el fundamento del proceder filosófico: La sospecha. Tesis cultivada al extremo por Juan Nuño. La polémica llevada a su máxima expresión.
Inteligencia e ironía, sarcasmo de inmaculado tejido con dominio magistral del
castellano, lo cual no sólo era esplendoroso en sus textos, sino en sus
conversaciones habituales.
En esa
entrevista grabada, nos dijo Juan Nuño que luego de haber ganado el premio
Rómulo Gallegos, Mario Vargas Llosa le manifestó sus deseos de quedarse en la
Universidad Central de Venezuela dando clases y de cómo finalmente tomó la decisión de marcharse. A mi
juicio, Juan Nuño fue una de las mentalidades más claras y honestas con las
cuales hemos contado los venezolanos. Desde lo intelectual, era un crítico
indómito, que fijaba posiciones sin ambages. Conocedor de la criatura, la obra
de Juan Nuño es recurrente en lo que respecta a la posibilidad de que el
marxismo pudiese resurgir; no sólo era la voz de advertencia de un hombre
sabio, sino la preocupación de un hombre ético que sabía el significado y la
maldición inherente a la existencia de los totalitarismos. Nuño era tan
crítico del fascismo como lo fue del socialismo, al cual trataba como agónica
presencia indeseable de un mal que potencialmente podía volver, para tormento
de los seres humanos.
Con
pasión hablaba de sus connacionales Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno. Era
claro que la balanza se iba para el lado del vasco y no del madrileño. Nuño,
así como Unamuno, cultivaban el difícil arte de ir contracorriente. Existe en
toda su obra una propensión a ir “en contra
de”. De Ortega no toleraba las críticas emitidas en relación
a los ingleses. Era de esperar, pues Nuño había conocido en primera fila el
positivismo lógico anglosajón.
En medio de la entronización del fin de las utopías cantada por el politólogo estadounidense Francis Fukuyama y aplaudida por muchos intelectuales occidentales, Nuño repetía que era una visión ajena a la realidad y carente de inteligencia. Pienso que estos son tiempos adecuados para retomar la lectura de los textos que nos dejó como legado el Profesor Nuño, obras en las cuales muestra con claridad su percepción en relación al futuro del hombre. Especialmente de su amor por el conocimiento, por el saber, por la controversia, la palabra escrita y la polémica. Por el cultivo de la Escuela de la sospecha. Fin último de toda filosofía.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela en enero de 2015.
Ilustración de @dumontdibujos
Baker Street
Si hay algo gozoso en la relación que establecemos con los libros es poder es leer lo que a uno le plazca, sin compromiso, sin ataduras y por puro deleite. Arthur Conan Doyle fue un médico nacido en Escocia a mediados del siglo XIX que creó un personaje extraordinario, que no solo fascinó por sus aventuras aparecidas en entregas y en libros, sino que cundió por la cultura universal a través del teatro, el cine, la televisión y un sinfín de manifestaciones artísticas.
El
personaje, más que conocido es Sherlock Holmes; el genio detective capaz de
hacer las deducciones más sorprendentes y descubrir los más brutales y
extravagantes asesinatos a través del desarrollo y puesta en práctica de una
capacidad perceptiva y un manejo de la razón que asombran. La grandeza de
Holmes es mostrada a través de la mirada de Watson, quien no solo es su más
conspicuo admirador, sino que, en la obra de Arthur Conan Doyle, se da una
dupla en la cual un personaje no podría existir sin el otro, en una inseparable
e inigualable amistad. De esa obra magnífica, cada lector señalará cuáles son
sus aventuras preferidas, las cuales van superándose cada una en generar
interés, comparada con la siguiente.
Sherlock Holmes. Muerte y resurrección
Sir
Arthur Conan Doyle, fatigado por escribir en relación a sus dos célebres
personajes, y en uno de los relatos, La aventura del problema final,
contenido en Las Aventuras de Sherlock Holmes, intentó matar a Holmes en
manos de su más inteligente enemigo. Los lectores no lo aceptaron y hasta hubo
protestas populares que obligaron a Doyle a resucitar a su protagonista en la
narración La casa vacía (uno de mis relatos favoritos), incluida en El
retorno de Sherlock Holmes (1903-1904). En La Casa Vacía, Watson
describe: “Tal fue, lectores míos, la historia emocionante que en una noche
de abril oí de aquellos labios que creí mudos para siempre, mientras mis ojos
no se saciaban de contemplar la amada figura de Sherlock Holmes, un poco más
delgada, un poco más vieja pero siempre noble, altiva y fugaz. Cuando terminó
de hablar me tendió los brazos y nos estrechamos silenciosamente durante unos
minutos. Pronto surgió en él la personalidad inquiete y voluntariosa, enemiga
del sentimentalismo y de la ociosidad, y separándose de mí, exclamó: -Ya ve,
querido amigo, cómo el trabajo es el supremo antídoto del dolor. Durante estos
tres años no estuve inactivo un solo día… -Pero esta noche… -Esta noche,
Watson, mucho menos. Hemos de trabajar muy rudamente, y si triunfo (que así lo
espero), bien puede admirarme y bien puedo enorgullecerme de la victoria.
De
esta manera Watson se percata de que Holmes ha vuelto, en un pasaje donde
Holmes “resucita”, cundido de gran afectuosidad y expresión de incomparable
amistad.
La publicación de su primera novela, Estudio en escarlata,
1887, y su consiguiente éxito le reveló que había creado unos personajes que
encantaban a los lectores de las más diversas edades, generando aficiones
variadas entre jóvenes y admiradores cultos que se fascinan con las
emocionantes habilidades de sus personajes y pudo ser reconocido en su tiempo. Conan
Doyle tuvo una vida intensa, la cual conocemos a través de su autobiografía Memorias
y aventuras, publicada en 1924. De esa savia, que es su propia vida, extrae
la materia con la cual es capaz de encantar a sus leedores. Estudió medicina en
la Universidad de Edimburgo y su experiencia como médico en la guerra de los
Boers le permitió escribir La guerra de los Boers, 1900, y La guerra
en Sudáfrica, 1902. Ambas obras le valieron en 1902 el título de Sir.
Grandes amigos. Grandes
enemigos
Sería poco congruente que con una díada como la de
Holmes-Watson, no existiese toda una constelación de fantásticos personajes,
que van desde Lestrade, el inspector mediano de Scotland Yard hasta la dupla
Profesor Moriarty-Coronel Moran. El profesor James Moriarty es la versión
genial pero escalofriante del propio Sherlock Holmes, al cual tradicionalmente
se le ha adjudicado en calificativo de archienemigo del famoso detective. Quizá
Moriarty es más aventajado intelectualmente y de ahí que sea un contrincante
muy difícil. De origen adinerado y prodigiosa inteligencia lógico-matemática es
el adversario perfecto para el gran detective. El coronel Sebastian Moran había
prestado servicio en Las Indias y tenía fama de ser uno de los cazadores más
notables; mejor dicho, el primero en la cacería de tigres. Era la mano derecha
de Moriarty, experto en armas y de una inescrutable crueldad. Sería la
contraparte del bueno y generoso Watson, quien también tenía destacadas habilidades.
La idea amistad es tan propia de la obra de Conan Doyle como lo es la de enemistad. Tal implica cual, y así como Holmes puede jactarse de tener el mejor de los amigos, no menos presuntuoso puede ser al señalar el tipo de persona a quien se enfrenta, en una apología a la eterna lucha entre los polos de la balanza entre el bien y el mal.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 11 de agosto de 2020.
Enlace:
https://www.eluniversal.com/el-universal/77629/baker-street
martes, 4 de agosto de 2020
La nueva Venezuela
En lo
personal me interesa disfrutar la vida, conocer personas, viajar por el mundo y
dedicarme a lo que durante gran parte de mi existencia he hecho: Cultivar una
disciplina de estudio, escritura e investigación, así como aprovechar el tiempo
para conocer lo circundante. He asomado la nariz en cuanto me ha llamado la
atención y no he dudado en expresar mis puntos de vista sin ambages,
especialmente cuando nadie me los ha preguntado. Creo que eso obedece a que soy
venezolano y pude disfrutar de lo mejor de la savia de mi nación porque viví en
su mejor tiempo. Nacido en 1966, soy un venezolano de la edad de oro de mi
país. Ha pasado tanto tiempo desde que Venezuela era un país sosegado hasta el
presente, que lo siento ajeno. A duras penas se puede uno sentar a leer,
estudiar y escribir en un país en el que las preocupaciones más inmediatas se
remiten a satisfacer necesidades básicas para subsistir.
La edad de oro de Venezuela
Como
consecuencia de la renta petrolera, la existencia de la magnífica PDVSA (Petróleos
de Venezuela) y la gigantesca y generosa inversión que hizo en materia
educativa el sistema democrático durante los años prósperos, pude hacerme de
una carrera profesional difícilmente viable en otro lugar del mundo. Gracias a
esa inversión del Estado en educación, he podido seguir mi vida. Habiendo
estudiado en las increíbles Universidades Autónomas, las posibilidades de
sobresalir en el exterior se nos han dado a los venezolanos que tuvimos que
migrar. Los mismos recintos que en la actualidad se caen literalmente a
pedazos, como ocurre con mis dos centros de formación: La Universidad Central
de Venezuela y la Universidad de Los Andes. En ese mundo universitario no solo
me formé profesionalmente, sino que pude desarrollar una carrera como profesor
e investigador que me permitió publicar más de una decena de libros y divulgar
mis trabajos en revistas especializadas de elevado reconocimiento. En esas
aulas de las universidades venezolanas estudiábamos personas procedentes de los
más disímiles orígenes del país y de todas las condiciones socioeconómicas. Uno
de los lugares de mayor igualitarismo que haya conocido en mi vida.
Educación gratuita y obligatoria
Nuestros
prohombres conceptuaron con infinita claridad la instrucción obligatoria hasta
cierto nivel y gratuita en todos sus grados. De esa lucidez pocas veces vista
en nación alguna, muchos pudimos favorecernos y esforzarnos para obtener los
logros que el Estado nos garantizaba sin empeñar un solo centavo. La enseñanza
gratuita, producto de la renta petrolera bien invertida, permitió que muchos
nos formásemos en centros de reconocido prestigio internacional a la par de
generar una movilidad social pocas veces vista y literalmente a través de la
educación. Particularmente la educación que recibimos quienes nos formamos en
casas de estudio Autónomas, en las cuales privaba la Libertad de Cátedra, uno
de los conceptos más avanzados que se puedan concebir en un modelo educativo:
Solo en democracia y solo por la inteligente inversión en materia educativa. Es
frecuente el parricidio entre los humanos y así como doy gracias por la
formación que tengo y quienes me dieron la posibilidad de obtenerla, otros se
dedicaron a acabar con el sistema formativo nacional; particularmente insólito
nos resulta el ataque a las Universidades Autónomas, quizá lo mejor de la edad
de oro de Venezuela.
No creo que se requiera de una inteligencia muy elevada para entender que la situación actual de Venezuela es difícil y el futuro no pinta prometedor. Después de tiempos en los cuales las sociedades logran el máximo grado de desarrollo posible, cosa que alcanzó Venezuela a finales de la década de los años noventa del siglo pasado, se tiende a la degeneración y a la recesión en todos los ámbitos de la sociedad. Lo económico es una obviedad, pero mucho más demoledor y significativo, son consecuencias como: 1. La migración con la insólita fuga de talentos. Mientras puedan, muchos jóvenes venezolanos no tienen mayor aspiración que graduarse (si es viable, en lo que queda de las universidades gratuitas) y marcharse lo antes posible del país en busca de mejores posibilidades de vida y enviar remesas a sus familiares. 2. La ausencia de creación y aporte cultural. En la medida que una sociedad penalice el disenso y se unifique el pensamiento al punto de generar una matriz de opinión uniforme, muere la creatividad y la inventiva. 3. Se disocia el individuo de la realidad universal y el pequeño mundo que ocupa es para invertir un enorme esfuerzo para alcanzar beneficios que en cualquier parte ni siquiera se perciben como algo necesario. Las personas se focalizan en satisfacer las necesidades más básicas. 4. Finalmente se establece lo que los psicólogos llaman indefensión aprendida en la cual se da por hecho que no se tiene la capacidad para cambiar las cosas, aceptándolas de manera pasiva, sin resistencia.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 04 de agosto de 2020.