jueves, 23 de marzo de 2017

Timoncito

Timoncito. 28 de febrero de 2017

 En Timoncito


Timoncito. Llama la atención el color del agua, la cual se congela y descongela permanentemente


  
Abanico. Cara Sur del Pico Bolívar


 
En el centro: El Pico Bolívar visto desde su Cara Sur


Timoncito


Pico Espejo. Desde Timoncito se ve la Estación del Teleférico


Cara Sur del Pico Bolívar


En Timoncito


Timoncito

domingo, 19 de marzo de 2017

Cascada El Duende

El 18 de marzo de 2017 junto con Annabelle Perez Lo Presti fuimos a la Cascada El Duende. 4220 msnm

Al fondo la Cascada El Duende 4220 msnm



Annabelle Pérez Lo Presti en Valle del Muerto. Vía la Cascada El Duende


El camino hacia la Cascada El Duende 


En la Cascada El Duende 


El hermoso ecosistema de la Cascada El Duende


 La ruta hacia Barro Negro
Una selfie en la Cascada El Duende con Annabelle Pérez Lo Presti

El camino hacia el Pan de Azúcar


Hermosa y "amplia" "cueva". De regreso de la Cascada El Duende

El regreso muy nublado


Nos queda el jazz


El escritor británico Graham Greene escribió una obra maestra de la literatura universal titulada El poder y la gloria, siendo su protagonista un sacerdote cundido de infinitud de defectos, el cual es perseguido por los gendarmes mexicanos en la época conocido como la Guerra Cristera, en la cual  el anticlericalismo fue política de Estado en el país del norte de América.

En esta novela, el cura es un hombre que representa simultáneamente lo maltrecho de la condición humana con la santidad propia de las acciones que realiza. Hay una descripción particularmente perfecta en donde el religioso está tratando de tomar vino (uno de sus excesos), cuando aparecen sus perseguidores. La escena literaria no puede ser más inquietante, pues el sacerdote ve cómo brindis tras brindis por parte de sus enemigos, el vino va desapareciendo ante sus ojos. Tal vez la última oportunidad de experimentar un tanto de placer en esa desolada tierra mexicana donde lo violento y lo sublime han ido siempre de la mano.

El autor británico genera una atmósfera intensa que hace de El poder y la gloria una obra excelsa que conjuga el inmaculado arte del escritor con la idea de la relativización de la moral. Además, es de gran interés la propia vida del autor británico, desde su faceta artística hasta la política, incluyendo el espionaje; habiendo inspirado a varios de los exponentes del boom latinoamericano.

Es difícil que esa escena no haga su aparición de vez en cuando entre quienes alguna vez tuvimos oportunidad de tener acceso a ciertos placeres propios del hombre que merece un nivel de confort y bienestar por la jornada de trabajo que realiza. La posibilidad de degustar de un buen vino, luego de una conversación con el maestro Alberto Soria o experimentar los consejos del maridaje (arte de combinar comida y vino) del chispeante Miro Popic, cuando de paella se trata. El estrenar un par de zapatos, el poder comprar un texto con tapa dura en una librería que ofrezca novedades, la adquisición de un nuevo computador, un teléfono acorde con el avance tecnológico o la posibilidad de hacer un viaje al extranjero con el fin de relajarse un poco ante las tensiones de la vida. Nada raro para cualquier persona que viva en una sociedad medianamente equilibrada en donde lo placentero va de la mano con el concepto de trabajo, pero absolutamente imposible para un venezolano trabajador del siglo XXI, dependiente de un salario.

En la Venezuela del presente, lo que enriquece el espíritu pareciera haber  caído en el foso de las reminiscencias y la lucha por adquirir comida ocupa el primer plano de nuestras vidas. Nunca había escuchado tantas veces que las personas se hiciesen eco de la ya célebre pirámide de Abraham Maslow, alegando que la nuestra es una sociedad que no pasa del primer nivel de la misma, en donde a duras penas podemos, “si tenemos suerte”, satisfacer algunas necesidades fisiológicas, como alimentarnos.

Hace poco, un colega a quien su automóvil dejó de funcionar por falta de posibilidades de hacerle el respectivo mantenimiento regular, luego de pedirme que lo dejara en un lugar de la habitual ruta donde conduzco todos los días mi ya destartalado Chevrolet, se asombró por el equipo de sonido que tengo (un Mp3 Sony de 2006). Lo triste no fue que se entusiasmara con el equipo ya pasado de moda, sino que se le desbordaron sin empacho las lágrimas cuando escuchó la impoluta trompeta de Louis Amstrong interpretando Heebie Jeebies.

-“¿Todavía escuchas jazz, Alirio?... yo ni eso”- dijo con voz aterradoramente mustia, mientras el vozarrón de Amstrong ocupaba todos los espacios del universo.

La joya musical West end blues luce siempre lacónica, creando el contexto musical perfecto para cualquier venezolano que sea amante de la melodía, pero particularmente si lo es del jazz, género musical de elevadísimo nivel artístico, cuya preponderancia en el alma de los amantes de lo melódico es sinónimo de buen tono y necesidad de cierto languidecer que nos haga acompañamiento, así como las jugarretas de Louis Amstrong cuando une trompeta pura y dura y contraste de voces construyendo la sinfonía redonda llamada Tight like this: Simplemente sublime.

El sacerdote de El poder y la gloria se apega a lo mundano y a aquello que lo hace defectuoso pero le genera placer. Es así como Graham Greene describe: El cura siguió farfullando: -“El cielo está allí donde no hay jefes, ni leyes injustas, ni soldados, ni hambre. Vuestros hijos no mueren en el cielo”.

Mientras de fondo escucho al gran maestro de la música universal haciendo una especie de remate de virtuosismo cuando interpreta Mahogany hall stomp… me paso de lo previsto y por descuido (en realidad por estar concentrado en la excepcional música) no dejo al colega donde me había pedido. -“Gracias por el aventón, profesor. Ojalá que no le roben el equipo”- me dice al bajarse de mi carro- y sigo la marcha, pensando que a pesar de todo, “por ahora” nos queda el jazz.




Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 14 de marzo de 2017


Ilustración: @odumontdibujos 


domingo, 12 de marzo de 2017

Laguna Verde-Timoncito

El lunes 27 de febrero de 2017 realizamos el recorrido entre la laguna Verde y el sitio conocido como Los Albornoz, a pocos metros de la base del Pico Bolívar por su cara Sur. Luego de la empinada subida del Chomajoma sigue una hermosa travesía que conduce hasta Timoncito. 

Al fondo se ven los picos Humboldt y Bompland. Foto tomada en la travesía que conduce a Timoncito


El camino que conduce a la laguna El Suero. Al fondo se aprecia la laguna Verde 


En la laguna El Suero. El letrero señala el camino al Chomajoma 


Laguna El Suero


Al fondo se aprecia el empinado Chomajoma 


Chomajoma
Desde lo alto del Chomajoma se ve la laguna Verde


Laguna Verde desde lo alto del Chomajoma


Hermosa vista de los picos Humboldt y Bompland desde el camino hacia Timoncito

Pensar y vivir


La posibilidad de haber adquirido a lo largo del tiempo una formación de carácter cultural, es un privilegio del cual algunos nos hemos beneficiado. Las largas horas de esfuerzo casi monástico que significa arroparse con una serie de ideas, darles forma y hacer que adquieran una caracterización personal es una práctica que requiere de toda una vida.

El estudio constante, como si cada día fuese la antesala de tener que prepararse para responder un examen al día siguiente, ha sido la manera como algunos nos hemos conducido y lo seguimos haciendo. La máxima de Francis Bacon al señalar que “saber es poder”, le da la cualidad de fuerza personal y social a quien posee la pericia o el dominio de un arte.

Ese cultivo personal, que pudiésemos llamar intelectual, requiere la conjunción de varios factores, uno de los cuales es que quien se adentra en el mundo de las ideas, queriendo o no, se va vinculando con quienes forman parte de su generación. De ahí la frase implacable de Jorge Luis Borges cuando señala que “nadie quiere deberle nada a sus contemporáneos”, porque las enmarañadas fuerzas oscuras de la envidia enceguecen lo justo: Todos pertenecemos a una generación y de esa generación se van reforzando impulsos que inducen la creatividad.

Es impensable la existencia de un artista o de un pensador sin la preexistencia de quienes han sido sus guías o ejemplos a seguir. De igual manera, es inusual la presencia de un hombre de ideas sin la coexistencia de sus contemporáneos. Estoy agradecido de pertenecer a una generación de pensadores que nos hemos retroalimentado unos con otros, tratando de ganarle la máxima savia al tiempo, intentando sacarle el último filón de oro a la mina que es la vida. 

Mariano Nava Contreras, Ricardo Gil Otaiza y mi persona, vivimos en la ciudad de Mérida, hacemos vida académica en la Universidad de Los Andes, tenemos libros publicados y escribimos en el diario El Universal de Venezuela. Desde hace unos cuantos años seguimos la obra de cada uno, nos reunimos a ver en qué proyecto anda montado cada cual y debatimos en torno a los más variados temas, siempre anclados a la pasión que nos une, que es el hecho de que los tres somos escritores.

La academia nos ha dado mucho y mucho hemos dado a la academia porque en esencia somos representantes de lo más depurado del tradicional concepto platónico de lo que significa ser un académico. Cada uno de los tres somos tendientes por naturaleza al debate, estamos formados en el arte de la retórica y cultivamos la elocuencia. Pero por encima de todo, somos respetuosos con la manera de pensar del otro y de los otros, ya que entendemos que la virtud que está por encima de cualquier otra es la libertad de pensamiento y de acción.

Somos tres escritores crecidos y formados en la ciudad de Mérida, que nos hemos convertido en casi una especie de símbolos de lo universitario. Eso nos ha dado una fuerza moral aplastante y llenado de gratificaciones y de algunas amarguras, cuando nos ha mordido la serpiente de la envidia que causamos en quienes han tratado de adversarnos por nuestra postura ante la vida.

Es difícil que tres personas tengan personalidades tan opuestas. Mariano Nava Contreras cultiva un escepticismo propio de quien no se cree cualquier cuento, blindado de una formación clásica con estudios filológicos en importantes centros educativos de Europa. En uno de los más importantes filólogos helénicos que existe. Ricardo Gil Otaiza no solo tiene el más abultado currículo académico que conozco, sino que su carácter de polígrafo le ha permitido desarrollar una muy prolífica y profunda obra escrita que sigue creciendo cada día. Su pasión ante las cosas de la vida hace que asuma cada compromiso con vitalidad y emotividad. De mí, solo diré que he pasado la vida en los más extravagantes lugares y he conocido a las más controvertidas personas, todo lo cual ha sido parte de la fuente de inspiración para mis trabajos.

Un día, mientras los tres tomábamos café, se nos ocurrió la idea de darle forma a un proyecto que llamamos “Reflexiones filosóficas”. Es así como durante todo 2017 y una vez al mes, nos estamos reuniendo en la prestigiosa “Cátedra Simón Bolívar” de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de los Andes para tratar los más sencillos y peliagudos asuntos propios del pensamiento y de la vida. La idea es darle forma tangible al hecho de que por una serie de causas y de fuerzas que han confabulado para unirnos, logramos en un mismo sitio exponer los más disímiles y apasionantes asuntos propios de quienes pasamos por la vida y terminamos haciendo un poco de ruido. Hemos realizado un esfuerzo por invitar a las más admirables personas que marcan la vida académica en la Universidad de Los Andes y como docentes, inspiran a generaciones de estudiantes provenientes de todos los rincones del país. Una iniciativa encomiable, que debe salir airosa, ante las adversidades propias de los tiempos que corren.


Twitter: @perezlopresti



Ilustración: @odumontdibujos 

viernes, 10 de marzo de 2017

ENTREVISTA: 09-03-2017

El jueves 09-03-2017 a las 11:00 a.m. estuvimos en la 105.3 FM (Mérida), en el conocido programa “Moviendo la cola” conducido por el amigo Rafael Augusto (Tuto) López conversando sobre la actual situación venezolana

sábado, 4 de marzo de 2017

Pico Humboldt

El sábado 25-02-2017 acampamos en la laguna Verde y al día siguiente, antes de las 5:00 a.m. comenzamos el ascenso hacia el Humboldt. Aproximadamente a unas dos horas de comenzar el ascenso, vimos los primeros rayos de sol

En el glaciar del Humboldt


Comienzo del ascenso de madrugada, usando linternas



El Agustin Codazzi. Apenas amaneciendo



A lo lejos se ve el Parque Nacional Sierra de La Culata



El empinadísimo ascenso al Humboldt



El glaciar del Humboldt. Al fondo el Pico Bompland



En el glaciar del Humboldt



Espectacular vista del glaciar



En el glaciar del Humboldt



Raúl Dávila en el Glaciar del Humboldt



Glaciar del Humboldt



Cueva de hielo. Glaciar del Humboldt



En la cueva de hielo. Glaciar del Humboldt



En el Humboldt. A la derecha el ascenso a la cumbre. Al fondo el Agustín Codazzi y más allá el Parque Nacional Sierra de La Culata 



La cumbre del Pico Humboldt



Del otro lado del Humboldt llama la atención la gran aridez



Pico Bompland



Al fondo: Pico Bompland


Pico Bompland