Han sido
muchos los aportes del filósofo alemán Friedrich Nietzsche al pensamiento
occidental. No solo introdujo una serie de elementos de carácter novedoso a
través de su obra, sino que actualmente, en plena contemporaneidad, pareciera
que sus textos hubiesen adquirido más relevancia que nunca. El pensamiento de
Nietzsche ha sido utilizado por los denominados postmodernos como constructo
para intentar explicar sus posturas. Poseedor de un gran talento literario,
huyó de la exposición filosófica sistemática “tipo ladrillo” y de “estilo
científico” y encontró su medio expresivo en una prosa altamente poética.
De los múltiples
elementos que seducen en la obra de Nietzsche y lo hacen propenso a crítica por
parte de sus detractores, es precisamente el tipo de lenguaje que utiliza para
expresar sus ideas (estratagema). Es un lenguaje típicamente
político-proselitista y de ahí su capacidad para cautivar, en aras de lograr
cambios en la forma de pensar de quienes se acercan a sus escritos.
Feroz en
muchas ocasiones, sus textos parecieran una especie de cántico guerrero que
buscase derrumbar murallas intelectuales. Quizás su ambiciosa labor así lo
requería. Al menos Nietzsche pensó que el uso de un lenguaje fuerte y en
ocasiones aplastante era imprescindible para poder contrariar un montón de
ideas previamente elaboradas por filósofos que lo precedieron. Es interesante
el furor con el cual desarrolla la tesis del anticristo y todo lo relacionado
con su énfasis por convencer a los demás de la inexistencia de Dios y de los
postulados valorativos que rodean la idea del dios cristiano.
El
cristianismo es un proyecto político de carácter expansivo concretado en Roma y
ejecutado por el proselitismo instaurado por los seguidores de Pablo. El
ateísmo de Nietzsche busca convencer sobre la potencial posibilidad de
instaurar la tesis del superhombre. Nietzsche predica en sentido contrario al
cristianismo, a favor del surgimiento de un hombre mejor, no cristiano, siendo
el Zarathustra de Nietzsche el
profeta de sus ideas. El lirismo de su obra es intencionalmente confuso y
propenso a lo simbólico e interpretativo, en un afán de crear una “biblia”
anticristiana.
La moral
nietzscheana se basa en el desprecio a la escala de valores de la ética
cristiana, a la que considera propia de resentidos, es decir, de hombres que,
al no ser capaces de realizarse a sí mismos, valoran positivamente la humildad,
la benevolencia, la utilidad, cosas solo propias de esclavos y no de hombres
libres, señores, capaces de llegar a ser superhombres como consecuencia de una
conducta que va “más allá del bien y del mal” y consiste en la afirmación de lo
vital por excelencia: la fuerza, la voluntad de dominio. Todo hilvanado de tal
forma que es planteado como posibilidad factible de realización. De allí que
exaltamos ese elemento político que es propio de la obra del filósofo alemán y
que tiene su punto de partida primigenio en los filósofos preplatónicos.
Paralelamente
a esta visión, opone al ideal del progreso histórico la teoría del desarrollo
humano concebido como una repetición, un eterno retorno; para él, el mundo es
un devenir continuo que no desemboca en un estado final de perfección, sino que
permanece bajo el signo de la contradicción, la lucha y el retorno constante de
lo igual en el ser.
Releyendo
a Nietzsche no dudo en afirmar que su impulso vitalista y transgresor forma
parte de lo más decantado del pensamiento occidental, siendo constantemente
criticado tanto por cristianos como por igualitaristas, comunistas y otras
derivaciones del pensamiento que trata de hacer del hombre un ser homogéneo. En
Nietzsche figura una constante exaltación al individualismo que seduce por su
pasión.
Sin
embargo, no se puede negar que existe un auténtico riesgo de que su obra caiga
en las manos equivocadas y de exaltación del potencial poder de cambio de la
humanidad, se modifique el contenido de su obra y de manera lineal su interpretación
se incline por ser una apología al deseo de tratar de tiranizar a las mayorías.
Odiado, seguido, segregado, amado, ridiculizado, exaltado, criticado,
controvertido, adorado y temido, creo que hizo su tarea como pensador.
Pero no
debe haber Crimen sin castigo para el hombre en una sociedad con bases mínimas
morales y el Rodión Raskolnikov de Fiódor Dostoievski es el más diáfano ejemplo
de cómo quien se creyó con la capacidad de transgredir lo normativo, terminó
por cometer horribles crímenes y fue devorado por la idea de culpa. La enorme
mitología Nietzscheana, llena de fantasías, señala que en cada uno de los
morrales de los soldados alemanes había un libro del Zarathustra. Es de
conocimiento que la propia hermana de Friedrich abrazó el nacionalsocialismo y
en las páginas de La rebelión de las
masas de Ortega y Gasset se encuentra el espíritu de este singular hombre.
El loco
fascinante, harto sospechoso, siempre dará para pensar. Que así siga siendo,
diría Zarathustra.
Publicado
en el diario El Universal de Venezuela el 30 de enero de 2018.