Antes de
montarse en el avión, Clint Eastwood compró una caja de puritos. Cuando Sergio
Leone lo vio, quedó fascinado, al punto de que las escenas en las cuales
aparece el actor estadounidense fumando, son un clásico iconográfico de la
historia del cine. En italiano, la película se llamó ‘Il buono, il brutto, il cattivo’ y en español la conocemos el bueno, el malo y el feo, una joya
cinematográfica que muchos consideran película de culto, siendo abultada la
cantidad de cinéfilos que la catalogan como el mejor filme de todos los
tiempos.
Dirigida
por el legendario Sergio Leone, contó con la actuación de los no menos
magníficos Clint Eastwood, Lee Van Cleef y Eli Wallach, participando en el
guion el propio Leone. La espectacular fotografía es de Tonino Delli Colli y
cualquier mortal reconocerá sin titubeos la música impecable de Ennio
Morricone.
El triple
duelo en triángulo, en el círculo empedrado del cementerio, en el cual a punta
de pistola ajustan cuentas el bueno, el malo y el feo es una de las secuencias
mejor logradas del género y la popularidad y trascendencia del filme indujeron
a Clint Eastwood a tratar de superarse a sí mismo casi hasta la obsesión en
otras películas de este modelo.
Cuando
escucho la argumentación tipo “guapo de barrio”, en la cual algunos personeros
hacen alardes de intentar luchar contra el actual sistema de gobierno, no puedo
dejar de pensar en lo irresponsable de las actitudes que se asumen y la falta
de claridad de propósitos planteados. Una de vaqueros es la que se argumenta
cuando se plantea una intervención militar foránea sin decir de dónde ni quién
es ese ejército de salvadores. Como si el contexto en el cual nos movemos no
estuviese signado por la geopolítica y los intereses comerciales de las
naciones.
En una
especie de frenético paroxismo histérico que raras veces se ve en la historia,
con el mayor desparpajo y con una solemnidad que raya en lo más elemental de la
dimensión paralela de lo ridículo, hay quienes han hecho de la causa
guerrerista una obsesión que ha logrado dos cosas contundentes: 1. Sembrar la
idea de que se debe evitar la participación electoral. 2. Hacer creer a la
gente que esa opción guerrerista-militarista foránea es viable.
En vez de
consolidarse en torno a un frente único que establezca una hoja de ruta a
efectos de que el país se encamine por la vía electoral alrededor de un
candidato con liderazgo inquebrantable que nos permita mostrar al mundo lo
indómito que somos los venezolanos, se intenta pedir el socorro de un ente que
nadie conoce, cuando en cualquier lugar y cualquier tiempo son los dolientes
quienes resuelven sus asuntos. En un acto insólito de capitulación de
voluntades, se solicita la asistencia de otras naciones para que nos vengan a
resolver lo que nosotros no podemos. En triste Estado fallido estamos arribando
y en creadores de fantasías emotivas para asomar el sendero de la brega. Es lo
que el mundo percibe.
La única
opción que le queda a Venezuela para salir de su horror y no hay otra vía, es
la de apegarse al más radical orden y la más contundente disciplina de apostar
por el camino electoral y hacer presión para que el árbitro dé unas garantías
mínimas de transparencia. Cualquier otro planteamiento pertenece a las
telarañas mentales de quienes no han comprendido el tamaño que tiene asumir el
reto de hacer política en nuestro país.
En coro,
los más importantes líderes del mundo han rechazado la opción de una salida
guerrerista para Venezuela. “No es no”, ha dicho El Papa, la totalidad de los
presidentes latinoamericanos y hasta los Estados Unidos, que ya había enviado a
su emisario de gira a hablar con los distintos gobiernos para sondear la
opinión de la región. Incluso, el canciller de un país cercano fue contundente
con su diagnóstico psiquiátrico de manual cuando señaló que una intervención
militar foránea era “un delirio”.
Políticos
que no hacen la tarea, liderazgos que no convencen, conductores que no
interpretan, guías que no saben leer el proceso social de los más necesitados y
testarudos fanatizados que invocan el abstencionismo inerte como si fuese un
instrumento de lucha, son la maldición para quienes no merecemos lo que está
ocurriendo en nuestro país, quienes, salvo contados casos, somos la gran
mayoría.
La verdad
suele desanimar a muchos, pero es liberadora. Lo concreto es que se trace el
arduo camino de seleccionar a un candidato al cual se le acompañe en un proceso
de lucha de carácter electoral y de gran participación ciudadana con un árbitro
mínimamente confiable. El grito espasmódico de la demagogia debe ser
empequeñecido.
La idea
de unos desenvueltos pistoleros buenos que se enfrentan a la fealdad y a la
maldad ya fue inmortalizada en el cine. Pero, es el cine, tanto así que la
mejor película vaquera ni siquiera fue filmada en los territorios desérticos de
los Estados Unidos sino en Madrid, Burgos, Almería y Roma y al género se le
conoce como Spaghetti Western.
Ilustración: @odumontdibujos
Enlace: http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/una-vaqueros_684294
Twitter: @perezlopresti
Ilustración: @odumontdibujos
Publicado
en el diario El Universal de Venezuela el 16 de enero de 2018
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