Sería
de una rigidez mental extrema pretender que en una sociedad no se den los
respectivos e inevitables cambios. Responden a nuevas necesidades que
conglomerados enteros se plantean como meta, forman parte de la épica de
cualquier generación que desea escribir su propia historia, les permite dejar
su legado sobre la faz de la tierra y se han producido sin parar desde que el
mundo es mundo.
Como
miembros de cualquier sistema, sus integrantes se mueven respondiendo a
inquietudes y aspiraciones inevitables. Entre los polos de aspirar a
transformar la vida de golpe y porrazo a través de acciones revolucionarias y
la actitud propia de quien apuesta por la inflexibilidad (lo reaccionario),
siempre existe un espacio para pensar.
El
triunfo de la política
La
política es el invento que impide que nos matemos unos a otros y el voto de
carácter universal, directo y secreto es la tabla de salvación para quienes
aspiramos a vivir con un poco de sosiego. Aceptar los resultados de cualquier
acto político que se realice de manera limpia en buena lid, es un recurso que
solo puede verse como la materialización de algo elevado que potencialmente
puede traer beneficios para las grandes mayorías de cualquier nación.
Comprender el beneficio del voto como instrumento de convivencia es propio de
gente civilizada. Lo contrario es apostar a la barbarie. Esa misma política que
permite que se plantee la idea de negociar cuotas de poder en la dinámica de
cualquier sociedad, es la que debe propiciar los cambios de la manera más
civilizada posible. No entenderlo es desconocer el principio básico de la
existencia colectiva; sería no aceptar que el hombre es un ser gregario inmerso
en una dinámica en la cual interactúa con personas con intereses distintos.
El
arte de la predictibilidad
Tal
vez de todas las disciplinas, la política es la más difícil de ejercer. No
siempre responde a una lógica, los asuntos que la mueven son parte de nuestro
centro íntimo y la asumimos como algo de carácter valorativo. De ahí que las
posiciones encontradas sean una constante que hace que lo emocional se apodere
de las personas, fluya la irracionalidad y se desaten las más atroces pasiones.
De este fundamento es que puede surgir un liderazgo capaz de entender el
espíritu de su tiempo, oler como sabueso hacia dónde apuntan los rastros de lo
que la gente en general aspira y tratar de concretar los cambios de rigor antes
de que a grandes mayorías las abrume el desespero. La capacidad de predecir es
contraria a la necesidad de convencer a las personas de lo bien que están. Los
numerólogos con sus rimbombantes índices, no pueden persuadir a la gente de lo
bien que vive, aunque se encuentren en un palacio rodeado de lujos. La
percepción de la experiencia de vida es propia. Si alguien dice o siente que la
pasa mal, poco hacemos tratándolo de convencer de lo bien que se encuentra. La
predictibilidad está en cómo generar una percepción de mejoría a través de
cambios tangibles desarrollados a tiempo.
Las
fulanas transiciones
Con
ingenuidad, tratamos de extrapolar modelos de transiciones políticas de una
sociedad a otra. Asunto por demás difícil, puesto que cada sociedad es
diferente. El tejido social que la determina es único y su historia es de
carácter irrepetible y no compartida. De ahí que fallan quienes creen que una receta
es aplicable en un lugar de la misma manera como lo hacen en otra parte. Lo he
experimentado en el Madrid de heridas abiertas y en el Santiago de
sensibilidades a flor de piel. El pasado marca, genera un constructo en el
imaginario de grandes grupos y se desarrolla un discurso que acompaña a cada
acto en la vida cotidiana del ciudadano. Tanto de forma espontánea como
inducida, se va creando una conciencia colectiva, la cual puede desarrollarse
de manera sana, construyendo, o de manera autodestructiva. Venezuela es el caso
de rigor a tocar cuando hablamos de suicidios colectivos.
Ahora
me toca a mí
A la hora de aspirar a la toma del poder, sería propio de mezquinos y vengadores tratar de destruir y no construir. Con una votación en la cual participó menos de la mitad del padrón electoral chileno, se desarrollan unas elecciones en la cual casi 80 % apuesta por una reforma de la constitución (asunto este muy usual y nada extraordinario en América Latina). La clase media asume un rol protagónico y los ajenos a la participación política (más de la mitad) se abstienen. Como toda oportunidad de mejorar las cosas, es un escenario que bien puede ofrecer puertas y ventanas para: Construir una mejor sociedad o la hora de desquitarse de los enemigos reales e imaginarios que forman parte de la vida cotidiana de cualquier grupo humano. Lo sabremos en poco tiempo, porque, así como se fue sensato para transformar la violencia (2019) en política (2020), se requiere de mucha más sabiduría para que la conducción no se transforme en un invento disparatado o en una potencial frustración a futuro. Veremos.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 27 de octubre de 2020.