La
suposición principal es que los miembros de todas las especies animales nacen
con varias conductas “biológicamente programadas” que son:
1.
Producto de la evolución.
Muchas
especies de aves, por ejemplo, parece que nacen con una preparación biológica
que les permite ejecutar conductas instintivas como seguir a su madre
(respuesta llamada ‘impronta’ que sirve para proteger a la cría contra los
depredadores y garantizar que encuentre alimento), construir nidos y cantar. A
Konrad Lorenz se le atribuye el haber descubierto el proceso de “improntación”
en sus experimentos con gansos, en los cuales lograba que los siguieran a él y
no a su madre. Se cree que las características biológicamente programadas han
evolucionado mediante el proceso darwiniano de selección natural: A lo largo de
la evolución las aves con genes que favorecen estos comportamientos adaptativos
tenían mayores posibilidades de sobrevivir y de transmitirlos a sus crías que
las que carecían de ellos. A través de muchas generaciones, los genes de las
conductas más adaptativas se generalizaron en la especie, caracterizando a casi
todos sus miembros.
Los etólogos
se concentran en las respuestas innatas o instintivas que:
2. Pueden distinguirlos por vías evolutivas
semejantes.
¿Dónde
buscar ese tipo de conductas y estudiar sus efectos en el desarrollo? Los
etólogos prefieren estudiar los animales en su entorno natural, convencidos
como están de que las conductas innatas moldeadoras del desarrollo humano (o
animal) se identifican y se interpretan más fácilmente al observarlas en el
hábitat donde evolucionaron y han favorecido la supervivencia.
Algunos
etólogos que estudian al hombre, como el caso de John Bowlby, piensan que el
niño muestra diversidad de comportamientos preprogramados. También que todas
ellas favorecen un tipo especial de experiencia que ayudará al individuo a
sobrevivir y alcanzar un desarrollo normal. Por ejemplo, el llanto del niño
sería una “señal de sufrimiento” programada biológicamente que atrae la
atención de los cuidadores. No sólo el niño está biológicamente programado para
indicar su sufrimiento con llanto fuerte y estruendoso, sino que según los
etólogos también los cuidadores tienen cierta predisposición biológica para
reaccionar ante tales señales. Así pues, el valor adaptativo del llanto
garantiza que:
1. Se satisfaga sus necesidades primarias (hambre,
sed, seguridad).
2. Que tenga suficiente contacto con otras
personas para establecer apegos emocionales básicos(Bowlby).
Aunque los
etólogos critican a los teóricos del aprendizaje por prescindir de las bases
biológicas del desarrollo humano, reconocen que éste no se da sin el
aprendizaje. Así, el llanto del infante puede ser una señal innata que favorece
el contacto humano a partir del cual se realizan los apegos emocionales. Pero
no ocurren en forma automática. Antes debe aprender
a discriminar los rostros conocidos y los de los extraños para poder
establecer un vínculo afectivo con el cuidador. Se supone que el valor
adaptativo de este aprendizaje discriminatorio se remonta a un periodo de la
historia de la evolución en que las personas se desplazaban en tribus nómadas
desafiando los elementos.
Algunos
etólogos piensan que los 3 primeros años de vida son un periodo sensible para
que adquieran la responsabilidad emocional y social (Bowlby). Para la etología,
el infante es una criatura intrínsecamente sociable y capaz de iniciar y
mantener interacciones sociales desde el día en que nace. Esta perspectiva
contrasta con la de los conductistas, que describen al recién nacido como una tabula rasa. Para un etólogo, las
personas han evolucionado en formas que las predisponen a aprender y expresar
motivos sociales, entre ellos el ‘altruismo’ que contribuye al bien común y que
nos permite vivir y trabajar en armonía.
A nuestro
criterio, la cantidad de elementos que consideramos culturales puede ser muy
amplia, mas todo elemento asumido como cultural posee un trasfondo, de carácter
biológico, que induce su perpetuación, si es necesario o considerado
beneficioso para la preservación de la especie.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 24 de abril de 2018.
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Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 24 de abril de 2018.
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