"Para todos y para ninguno" F.N. - El Blog de Alirio Pérez Lo Presti - Twitter: @perezlopresti Instagram: perezlopresti
lunes, 21 de diciembre de 2020
AMIGOS por Roger Vilain
martes, 15 de diciembre de 2020
Tres sospechosos
Si tuviese que opinar acerca de cuáles han
sido los tres hombres de pensamiento que más influencia han tenido en la
historia de la cultura occidental desde el siglo XIX hasta el presente, no
dudaría en afirmar que Marx, Nietzsche y Freud son los cabecillas.
“Maestros de la
sospecha” es la célebre expresión que el filósofo Paul Ricoeur utilizó para designar
a estas tres genialidades que siguen dando qué pensar en un siglo que obliga a
replantearse la forma como se conciben las relaciones humanas y los nuevos
cambios que acontecen.
Cada uno de estos pensadores propone
una manera de entender al hombre y a lo que lo circunscribe, pero tal vez lo
más trascendente es que plantean desde ángulos diferentes, estrategias para la
resolución de la dura tarea de “ser un ser humano” en un mundo que cambia de prisa.
Para Marx, son las fuerzas económicas
las que explican la condición humana, siendo el marxismo a fin de cuentas una
propuesta para cambiar el curso de la civilización, en otras palabras, un
método. Los intereses económicos y la recomposición de estos habrían de ser el
camino para la creación de una nueva sociedad. Sin embargo, de esta premisa han
surgido las peores formas de totalitarismo y cercenamiento de libertades. El
fracaso marxista y la testaruda insistencia en retomarlo, sigue dejando huellas
de dolor y desolación, que amenazan con prolongarse en este siglo que va
sumando años.
En Nietzsche, se cuestiona la esencia
misma del hombre, pues plantea una genealogía de la moral que habría
estar “más allá del bien y del mal”. Para
entender a Nietzsche, hay que asumir que expresiones como la de señalar que “la
esperanza es el peor de los males, porque prolonga el sufrimiento humano”,
conducen a tratar de superar nuestra situación de seres vivos por un ser
superior, un “superhombre”, que sería un intento de perfectibilidad de lo que
somos en realidad: Seres signados
por la debilidad y las ataduras de los prejuicios y las creencias atinentes a
lo aprendido para lo cual Nietzsche plantea la idea “política” de crear un
hombre mejor. La exaltación de la conciencia individual por encima del
colectivismo que castra el ingenio es una manera como el pensamiento del alemán
deriva en la construcción de todo un bagaje de ideas que seducen.
Freud pareciera que resucita cada vez
que se le da por muerto. La construcción de un sistema de pensamiento basado en
premisas sin posible altercación hace que el psicoanálisis sea una manera de
entender al hombre. Son las fuerzas más duramente arraigadas en el plano de lo
inconsciente las que determinan la actuación humana. El psicoanálisis estudia
al hombre desde la envidia que lo mueve, que lo marca y necesariamente
envilece. Las fuerzas más oscuras son las que motorizan nuestra especie,
condicionando una forma determinista de conducirse que termina por tratar de
comprender el motivo del triunfo de lo irracional por encima de la
inteligencia; de la barbarie por encima de la humano. Es allí donde entra el
método a través del cual Freud plantea una modificación de las bases de la
condición inconsciente, elevando al plano racional nuestras peores miserias.
Estos tres pensadores europeos siguen
elevando la batuta de las maneras como necesitamos arraigarnos a las creencias
para dar estructura a nuestro modo de pensar. Ahora bien, lo insólito de los
tres no es lo que los diferencia, sino lo que los une. Para los tres, la
conciencia humana es una conciencia falsa. El hombre es en ser desarraigado de
su condición porque no se da cuenta de esta. Para Marx somos seres alienados
porque las fuerzas económicas determinan nuestra vida. Para Nietzsche la blanda
condición compasiva y enclenque hace que seamos desatinados al tratar de
entender el mundo y Freud señala que lo inconsciente es lo que marca el destino
del hombre.
En fin, que lo más atrayente de estas
tres posturas frente a lo que significa la existencia y la condición humana
está marcada por la percepción de estos tres filósofos de que el hombre no
entiende la realidad que vive y difícilmente será capaz de comprenderla por su
incapacidad para darse cuenta de lo que acontece en todo aquello que lo
circunscribe. Tres formas de ver la vida, tres caminos para tratar de generar
cambios, unidos bajo la paradójica visión de que el ser humano es incapaz de
entenderse a sí mismo.
En un siglo que asoma la expansión de
formas de pensamiento primitivo, donde se ha cosechado el fracaso de las
utopías, y la violencia aterroriza a la humanidad, bien vale la pena volcarse
al estudio del pensamiento universal, a sus desatinos y a sus enormes aciertos.
Un tiempo para cultivar la
introspección y entender que, por encima de las diferencias, debe ser el
respeto y la infinita tolerancia al otro lo que marque la civilización y
condicione toda acción humana. Por encima de nuestra incapacidad de comprender
el mundo, lo que une a las personas suele ser saludable y lo que las enfrenta
entre sí tiende a ser malsano.
Publicado en el libro de mi
autoría Para todos y para ninguno y otros ensayos. Consejo de
Publicaciones. ULA. 2015.
martes, 8 de diciembre de 2020
Sobre el tamaño del mundo
En
Curazao, Panamá, Ecuador, Perú, Argentina, España, Italia, Finlandia, Emiratos
Árabes y tantos otros países tengo amistades con las cuales mantengo
comunicación y cultivo afectos. Producto de una diáspora de proporciones
bíblicas, cada cual escribe cada día que pasa la historia de su vida y la de
sus seres queridos. Pareciera que el fenómeno migratorio venezolano está
detenido por la pandemia como si fuese un dique que abrirá sus compuertas al
abrirse las carreteras, los puertos y aeropuertos. La migración de los
venezolanos en el siglo XXI es un hecho que nos marca con nuestras
características, similitudes y disímiles capacidades adaptativas.
Ideítas
e “ideotas”
Nada
mejor que la cantinflesca expresión de dividir a las personas en quienes tienen
ideítas y los que desarrollan “ideotas”. Migrar es asunto serio que requiere de
gran preparación logística, puesto que es muy difícil escapar de algo. De
alguna manera el viaje del migrante no debe convertirse como fin último en una fuga
sino en un intento de encontrar un mejor destino. En ese intento de conseguir
un futuro más amable, cada migrante ha de cargar con su sistema de creencias,
lidiar con lo valorativo de quien lo recibe y tratar de no entrar en conflicto
al tratar de estabilizar las cargas en este acrobático ejercicio. Por eso la
migración y la vida del migrante es difícil. No es lidiar consigo mismo sino
con una triple dimensión de variables. Herederos de todas las razas posibles,
los venezolanos solemos jactarnos de nuestro origen y tendemos a dejar claro de
dónde venimos. Ningún país del Nuevo Mundo tiene un origen histórico tan épico
como el nuestro y ser producto de esa deriva histórica es parte de nuestra
forma de hacernos ver. Es difícil que, en tan complejo trance, nuestra forma de
ser sea comprendida desde otras culturas. Nunca habíamos migrado y la tendencia
a que nos encasillen con una palabra es una manera fácil y reduccionista de
tratar de entendernos.
De
todos los confines
Si me
preguntan: ¿Cómo somos los venezolanos? Seré claro al explicar algunos aspectos
generales, como ser extrovertidos, festivos por naturaleza, con tendencia a
reírnos de nuestras propias desgracias, dados a cultivar la amistad, tendientes
a confiar en la gente, familiares, generosos, dadivosos, incluyentes y
absolutamente directos al expresarnos. Sin embargo, por haber recibido
migrantes de todos los confines, particularmente desde mediados del siglo XX, nuestras
particularidades se van complejizando muchas veces, al punto de terminar siendo
una suerte de fusión de elementos étnicos y culturales que nos vuelven
policromáticos y difíciles de comprender. En lo particular, mi madre es
italiana de Sicilia, lo cual desde que nací me hizo singular, dado que conservo
y cultivo las costumbres del sur de Italia tanto como las de Venezuela. Esa
forma de ser y ver la vida es compartida por el innumerable número de migrantes
que somos mezcla de variados orígenes culturales y tengamos más de una
nacionalidad. De ahí que es dificultoso clasificarnos con un solo término y
cada venezolano será particular dentro de nuestras similitudes, asunto que no
tuviese ninguna trascendencia sino es porque estamos regados por el mundo, como
pocos pueblos en la historia reciente.
Diáspora
de diásporas
Bajo
ningún concepto se justifica que los venezolanos hayamos tenido que emigrar. No
es admisible tamaño desastre en el siglo XXI. Mucho menos después de que fue
derribado el muro de Berlín y la humanidad se preparaba para un mundo sin
chaquetas de fuerzas e ideologías malsanas. Es simple y ramplonamente una
tragedia en la cual cada uno ha quedado marcado por lo que tuvo que vivir en
Venezuela y lo obligó a irse. Las historias que he escuchado de nuestros
connacionales son tan inverosímiles como trágicas o heroicas. En algunos sitios
hemos sido recibidos con respeto, en otros con desconfianza y la xenofobia ha
sido tema de rigor al hablar de nuestro destino. La frase de Nietzsche ya es un
lugar común en cualquiera de mis compatriotas y decimos sin asombro que lo que
no nos destruye nos hace más fuertes. ¿Qué suerte nos espera en un contexto de
incertidumbres?
El
triunfo de la voluntad
Sin dudas, quienes tenemos la voluntad para trabajar intensamente vamos desarrollando resiliencia por segundo. Nadie dice que migrar es fácil, más cuando se nos cierran fronteras o se nos condena por nuestras ideas con las cuales le damos dimensión valorativa a la existencia. Hemos visto a nuestros amigos volverse famélicos por hambre o morir por imposibilidad de adquirir medicamentos en Venezuela. Nuestra dinámica como país es anecdóticamente espantosa y es obvio que no todos podrán conseguir un mejor destino. La necesidad de encontrar formas de emprendimiento honestas, en un sistema que juega en contra del ciudadano es un gran desafío para cualquier connacional que intente resistir en la que una vez fue la nación más asombrosa y próspera de la región.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 08 de diciembre de 2020.
martes, 1 de diciembre de 2020
Pre y post contemporáneo
Por
más que tratamos de entender nuestro propio tiempo, el mismo siempre nos va a
ser ajeno. El hombre no comprende la contemporaneidad en la cual vive por
varias razones:
1.La contemporaneidad
es en esencia cambio en función de presente y esos cambios son de carácter
generacional. Conforme aparecen nuevas generaciones, aparecen nuevas
necesidades. 2.En realidad las generaciones aspiran a los mismos cambios desde
que el mundo es mundo, una apuesta por tener mayores derechos y menos deberes.
3.En la medida que el tiempo va pasando, van surgiendo grietas en el tejido
social que con mucha dificultad somos capaces de percibir. Eso impide que
podamos prever las consecuencias de los cambios y tomemos las medidas
pertinentes para atender las desviaciones sociales a tiempo con el fin de
enmendar lo que tuviese lugar. De ahí que el hombre, en cualquier tiempo ha
sido ajeno a su propia contemporaneidad, más aún en los tiempos que corren con
las variables que modificaron de golpe y porrazo los estilos de vincularnos
entre nosotros en el siglo XXI.
Lo pre
contemporáneo
Lo pre
contemporáneo es lo histórico, que en realidad es historiografía. En otras palabras,
lo que entendemos por historia es la recreación interpretada y potencialmente
adulterada de quienes se consideran que son los guardianes del pasado. De ahí
que no haya una historia sino múltiples maneras de posicionarse ante el pasado,
sea para reverenciarlo, intentar replicarlo, denostarlo, tratar de hacerlo
desaparecer o mutilarlo. El pasado de alguna manera nos persigue, tanto por su
condición inasible como la real. En cualquier
circunstancia, del pasado se podría aprender y del pasado se podría
malinterpretar lo que somos. Lo historiográfico, al adquirir una dimensión
interpretativa, se vuelve subjetivo. Muchas veces hacemos del pasado un reducto
de cómo nos gustarían que hubiesen sido las cosas o expresamos la
disconformidad con las mismas. Lo cierto es que el pasado ya ocurrió y
paradójicamente está siendo recreado cada día con nuevos y extraños alegatos. En
términos generales se esboza la idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”, lo
cual es una generalización que no podía aplicarse en cualquier ámbito, sino en
función de situaciones y lugares concretos.
La post
contemporáneo
Lo
post contemporáneo es el futuro y si hay un oficio especulativo es el de
futurólogo. Podemos esbozar nuestras creencias de lo que va a ser el futuro
basados en premisas que deben tener asidero en la realidad. Por ejemplo,
podríamos hacer ciertas proyecciones de carácter económico para corto y mediano
plazo, pero no a lo largo del tiempo. Así en todos los ámbitos: Relaciones
interpersonales, aspectos de nuestra vida laboral, los temas relacionados con
la salud y, a fin de cuentas, hasta en función de asuntos atinentes a las
costumbres que se asoman por venir. La concreción de todos estos aspectos es
más de carácter etéreo que tangible. Del futuro nos puede esperar cualquier
extraña sorpresa y la muestra más representativa es la pandemia que azota a la
civilización en el año 2020. ¿Quién podía predecirlo? Es la insólita materialización
de todos los potenciales temores que podrían ocurrir en un tiempo determinado. Precisamente
en este terreno de tratar de desanudar lo que no existe y construir a
mandarriazos lo que queremos llegar a ser, se nos va la vida y se cometen los
más estruendosos yerros.
Lo
contemporáneo
Lo
contemporáneo es el tiempo que estamos viviendo y que no podemos comprender.
Carecemos de las piezas completas para armar el rompecabezas del presente y a
duras penas podemos hacer planes puntuales para asuntos atinentes a nuestras
necesidades más prestas. Somos ajenos a lo que ocurre porque generalmente
desconocemos los elementos que se mueven tras los bastidores del gran teatro
que es la vida en sociedad. Han sido muy encomiables los logros civilizatorios
y reivindicaciones en derechos civiles alcanzadas en el siglo XX y lo que va
del XXI en algunos lugares de occidente. En oriente las cosas son distintas al
punto de que en gran parte de la tierra lo religioso y lo político siguen
funcionando en forma similar. Lo que sí creo que tiene cabida en cualquier
tiempo y lugar, sea en relación con el pasado, al presente y al futuro es el
crítico social.
El crítico social es y ha sido (esperemos que lo siga siendo) una suerte de elemento que advierte o trata de hacer entender a los demás los asuntos que potencialmente están mal en el nicho de lo gregario. El crítico social es por antonomasia contracorriente y tiende a alejarse de las manadas. Quien ve a la sociedad con la intención de tratar de comprenderla es siempre un elemento que ha de ver lo oscuro en su ancha plenitud. Potencialmente será fuente de adoración y rechazo simultáneamente y habrá de entrar en una dimensión controvertida con lo mediocre y malsano. Si llegase a desaparecer, se esfumaría la esencia del individuo, de lo más granado de lo civilizatorio.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 01 de diciembre de 2020.