martes, 8 de diciembre de 2020

Sobre el tamaño del mundo

 


En Curazao, Panamá, Ecuador, Perú, Argentina, España, Italia, Finlandia, Emiratos Árabes y tantos otros países tengo amistades con las cuales mantengo comunicación y cultivo afectos. Producto de una diáspora de proporciones bíblicas, cada cual escribe cada día que pasa la historia de su vida y la de sus seres queridos. Pareciera que el fenómeno migratorio venezolano está detenido por la pandemia como si fuese un dique que abrirá sus compuertas al abrirse las carreteras, los puertos y aeropuertos. La migración de los venezolanos en el siglo XXI es un hecho que nos marca con nuestras características, similitudes y disímiles capacidades adaptativas.

Ideítas e “ideotas”

Nada mejor que la cantinflesca expresión de dividir a las personas en quienes tienen ideítas y los que desarrollan “ideotas”. Migrar es asunto serio que requiere de gran preparación logística, puesto que es muy difícil escapar de algo. De alguna manera el viaje del migrante no debe convertirse como fin último en una fuga sino en un intento de encontrar un mejor destino. En ese intento de conseguir un futuro más amable, cada migrante ha de cargar con su sistema de creencias, lidiar con lo valorativo de quien lo recibe y tratar de no entrar en conflicto al tratar de estabilizar las cargas en este acrobático ejercicio. Por eso la migración y la vida del migrante es difícil. No es lidiar consigo mismo sino con una triple dimensión de variables. Herederos de todas las razas posibles, los venezolanos solemos jactarnos de nuestro origen y tendemos a dejar claro de dónde venimos. Ningún país del Nuevo Mundo tiene un origen histórico tan épico como el nuestro y ser producto de esa deriva histórica es parte de nuestra forma de hacernos ver. Es difícil que, en tan complejo trance, nuestra forma de ser sea comprendida desde otras culturas. Nunca habíamos migrado y la tendencia a que nos encasillen con una palabra es una manera fácil y reduccionista de tratar de entendernos.

De todos los confines

Si me preguntan: ¿Cómo somos los venezolanos? Seré claro al explicar algunos aspectos generales, como ser extrovertidos, festivos por naturaleza, con tendencia a reírnos de nuestras propias desgracias, dados a cultivar la amistad, tendientes a confiar en la gente, familiares, generosos, dadivosos, incluyentes y absolutamente directos al expresarnos. Sin embargo, por haber recibido migrantes de todos los confines, particularmente desde mediados del siglo XX, nuestras particularidades se van complejizando muchas veces, al punto de terminar siendo una suerte de fusión de elementos étnicos y culturales que nos vuelven policromáticos y difíciles de comprender. En lo particular, mi madre es italiana de Sicilia, lo cual desde que nací me hizo singular, dado que conservo y cultivo las costumbres del sur de Italia tanto como las de Venezuela. Esa forma de ser y ver la vida es compartida por el innumerable número de migrantes que somos mezcla de variados orígenes culturales y tengamos más de una nacionalidad. De ahí que es dificultoso clasificarnos con un solo término y cada venezolano será particular dentro de nuestras similitudes, asunto que no tuviese ninguna trascendencia sino es porque estamos regados por el mundo, como pocos pueblos en la historia reciente.

Diáspora de diásporas

Bajo ningún concepto se justifica que los venezolanos hayamos tenido que emigrar. No es admisible tamaño desastre en el siglo XXI. Mucho menos después de que fue derribado el muro de Berlín y la humanidad se preparaba para un mundo sin chaquetas de fuerzas e ideologías malsanas. Es simple y ramplonamente una tragedia en la cual cada uno ha quedado marcado por lo que tuvo que vivir en Venezuela y lo obligó a irse. Las historias que he escuchado de nuestros connacionales son tan inverosímiles como trágicas o heroicas. En algunos sitios hemos sido recibidos con respeto, en otros con desconfianza y la xenofobia ha sido tema de rigor al hablar de nuestro destino. La frase de Nietzsche ya es un lugar común en cualquiera de mis compatriotas y decimos sin asombro que lo que no nos destruye nos hace más fuertes. ¿Qué suerte nos espera en un contexto de incertidumbres?

El triunfo de la voluntad

Sin dudas, quienes tenemos la voluntad para trabajar intensamente vamos desarrollando resiliencia por segundo. Nadie dice que migrar es fácil, más cuando se nos cierran fronteras o se nos condena por nuestras ideas con las cuales le damos dimensión valorativa a la existencia. Hemos visto a nuestros amigos volverse famélicos por hambre o morir por imposibilidad de adquirir medicamentos en Venezuela. Nuestra dinámica como país es anecdóticamente espantosa y es obvio que no todos podrán conseguir un mejor destino. La necesidad de encontrar formas de emprendimiento honestas, en un sistema que juega en contra del ciudadano es un gran desafío para cualquier connacional que intente resistir en la que una vez fue la nación más asombrosa y próspera de la región. 


Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 08 de diciembre de 2020. 

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