He estado comprando nuevos equipos para subir montañas. Frente a la enorme ciudad de Santiago, la Cordillera de Los Andes invita a recorrer uno y otro espacio que nos transporta a nuevas cumbres, a inmensidades desconocidas que cada día nos hacen la invitación para adentrarnos en ellas y ante las cuales es difícil no sucumbir. Como la cabra, que tiende al monte, de esa misma manera, ciertas aficiones o pasiones nos atraen y seducen de manera recurrente, sin poder negarnos a descubrirlas, una y otra vez, en cada una de sus singularidades. La pasión por subir y bajar montañas me viene de muy temprana edad, al igual que la propensión a viajar y adentrarme en los maravillosos laberintos de la lectura. En esa trilogía de opciones: Montañas, libros y viajes, invierto buena parte de mi vida.
Botas nuevas y un par de libros para viajar
Necesitaba unas botas nuevas a las cuales se les pudiera acoplar unos buenos crampones y las conseguí luego de una acuciosa cacería. En el mismo centro comercial y ante la inminencia de un viaje, necesitaba un par de libros que me acompañasen en esta nueva aventura. Escogí dos textos para releer, en ediciones reconocidas, tapa gruesa y buena letra: La Odisea de Homero y El Príncipe de Maquiavelo. ¿Cómo no sentirse acompañado de la primera novela moderna, que antecede al propio Quijote, en la cual un héroe tiene que sortear las más enredadas aventuras para regresar a su hogar, luego de haber destruido a una ciudad? Más o menos de eso trata La Odisea, además de recrear las vivencias de un migrante que se encuentra completamente desarraigado en un lugar en el que no desea estar, acompañado de personas con las cuales se encuentra forzado a compartir su tiempo, que le está siendo robado, amilanándose sus energías.
Grandes luchas cotidianas
¿De qué tratase la esencia del arte de vivir si no tuviésemos esos espacios necesarios para hacer lo que nos place? ¿Qué fuese de la vida si además de pesadumbres no tuviésemos la posibilidad de ser los dueños de un pedacito de nuestros destinos, por más trabas que pareciera ponernos el caudal de la vida? La Odisea representa muchas aristas de tantas posibilidades en las cuales la tragedia da paso a la victoria y al amor. Del Ulises vencedor de Troya al hombre de familia que quiere volver a su hogar con Penélope, la mujer amada y Telémaco, su aguerrido hijo solo existe la delgada línea divisoria, que no es tal entre el héroe y el hombre, que mientras más humano se va haciendo, más brilla su heroísmo. La partida y regreso a Ítaca es una hazaña, como también es una metáfora perfecta, con moraleja incluida sobre la grandeza humana y las míseras formas de enfrentar lo cotidiano con altivez, astucia e inteligencia. ¿No somos todos Ulises de una u otra forma cada vez que ponemos nuestro empeño en conquistar una causa?
Manual para cruzar la calle
El Príncipe de Maquiavelo es un libro para aprender a cruzar la calle. Escrito con la desenvoltura de las grandes genialidades de lo civilizatorio, expone de manera clara y sin ambages el arte de vivir en sociedad, de lidiar con los demás y de conseguir logros. También es la mejor obra que existe sobre el poder, la posibilidad de alcanzarlo, el arte de dominarlo y divide la historia de la vida común en un antes y un después. Es muy difícil no fascinarse por su legado, en cada página llena de los más sustanciales preceptos para entender en qué clase de barrio estamos parados. La primera vez que lo leí entendí que se había creado una relación de afecto y gratitud con el genio de Nicolás. De esas relaciones en las cuales se debe volver tarde o temprano, como quien se hace un chequeo oftalmológico para saber si debe cambiar la fórmula de los lentes para ver mejor. De eso va ese texto, que en realidad es un librito o un diminuto manual sobre el arte de vivir de manera salubre, sin posibilidad de dar cabida a sorpresas desagradables o sustos innecesarios.
El próximo vuelo
Homero y Nicolás son reconocidos por exponer los alcances siempre
sorprendentes de las dimensiones de las cosas a las cuales nos atrevemos las
personas. Una partida es también una bienvenida y el último vuelo es el que más
recientemente hicimos, no el que vamos a hacer. Es tan propio de lo humano el
movimiento como el tratar de anclarnos en aquellos aspectos que nos permiten
trascender una y otra vez en nuestro mundo interior, utilizando la excusa del
viaje. Ulises se encuentra con El Príncipe en un avión y conversan sobre los
vericuetos del camino que transitamos, que en realidad no tiene nada de
original, salvo la actitud con la cual acompañamos cada paso que vamos dando.
Conversan apaciblemente, tomando un buen vino que excepcionalmente estaba
destinado para ellos en clase turista. Ulises ordena pescado con frutos del mar
para el almuerzo mientras El Príncipe se decide por un steak pimienta. Debajo,
el mediterráneo se ve inmenso desde las alturas que estos dos hombres son
capaces de alcanzar.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 31 de agosto de 2021.