Por
razones de comodidad, viajo con un morral, buenas botas, ropa de montaña y un
sombrero de tela. Como cualquier montañista, me adentro en cada aventura con
bastantes amuletos y collares. Eso genera la impresión de que vengo de un lugar
como Venezuela, o algo así. Un área especialísima de la cirugía es aquella en
la cual se realizan intervenciones al cerebro, cortando, cauterizando o
modificando ínfimas estructuras o tejidos que llevan consigo conexiones entre
un lado de nuestra parte pensante a la otra. Este tipo de intervenciones las
realizan los neurocirujanos, algunos de los cuales muestran logros
extraordinarios, como minimizar las crisis de epilepsia en casos graves o
intervenir en algunas enfermedades mentales cuya evolución minimiza la
posibilidad del sujeto de hacer una vida medianamente adaptativa en el espacio
y el tiempo que le toca estar.
Cortando
cerebros
El
surgimiento de las especialidades es un asunto propio del avance de lo
civilizatorio, en donde con el tiempo se van generando subespecialidades de las
subespecialidades, configurando expansiones del conocimiento a las cuales le
perdemos la pista. La idea de que una persona dedique su vida a cortar
minúsculas conexiones de partes del cerebro es un asunto que tiende a generar
admiración, temeridad, cuando no cierto halo de desconfianza. Lo cierto es que
ahí estaba de pie el neurocirujano inglés, sonriente y conversador, en un
evento de carácter científico al cual acudí como invitado. Tenía un libro de su
autoría en la mano, cuya casuística era de mil quinientas personas que habían
sido intervenidas quirúrgicamente por él y su equipo. Me encontraba de número cincuenta en la fila
para solicitarle una dedicatoria en su texto. El neurocirujano se había ganado
el reconocimiento o interés por parte de la comunidad científica, además de un
par de premios. Luego de un rato, que se
pasó ligero, por hallarme conversando en la cola con una colega, llegó mi turno
y el inglés con su impoluta pronunciación me preguntó mi profesión y de dónde
era. Me acomodé el sombrero y cuando le dije que era de Venezuela mostró gran
emoción y comenzó a hacerme una serie de preguntas que conforme yo respondía,
más avivaban su curiosidad.
Where
are you frome?
En
muchas ocasiones, durante mis viajes, las personas muestran curiosidad por el
país donde nací y hacen las preguntas más variadas y extrañas. En ocasiones
también son interrogantes francamente desconcertantes. El neurocirujano no fue
la excepción y comenzó a hacerme una gran cantidad de preguntas. “-Por
televisión he visto unas máquinas taladrando el suelo en la parte de atrás de
las viviendas de Venezuela. Entiendo que se llaman balancines petroleros.
¿Usted tiene una de estas máquinas? -Por supuesto, contesté ni corto ni
perezoso. Hay tanto petróleo que allá tenemos de esos balancines en los patios
de las casas.” El hombre se acomodó los anteojos y se mostró muy interesado en
el asunto, por lo que siguió preguntando. “-¿Y cómo le ha ido con eso de tener
un pozo petrolero en su solar? -A lo que le contesté: En realidad es un
problema con los zapatos y la limpieza de la casa- ¿Los zapatos?, interrogó
extrañado. -Sí, porque uno se llena de petróleo cada vez que sale al patio y la
verdad es que es sumamente desagradable. Tengo que comprarme zapatos a cada
rato porque se pega el petróleo en las suelas. Además, la casa siempre está
sucia.” El neurocirujano estaba fascinado con mis respuestas, lo cual le abría
aún más el apetito de su curiosidad y ya yo no podía dar marcha atrás en eso de
generar interés por un lugar que es trascendente por su belleza, su cultura y
sus excepcionales personalidades.
Historias
de la vuelta al mundo
Siguió
preguntando sobre esto y lo otro. Que si es cierto que el calor del petróleo
calentaba tanto el suelo que se podía freír un huevo simplemente colocando un
sartén en el piso, que si lo tequeños eran de mi tierra, que si es verdad que
dormíamos en chinchorros, que si tomábamos el mejor de los Whisky de escocia
con agua de coco, que si bailábamos al aire libre hasta el amanecer, que si las
playas eran las mejores del mundo, que si celebrábamos la vida sin tener un
motivo, que si alguien en mi familia había sido Miss Venezuela, en fin, cada
pregunta tras otra era una puerta que invitaba a imaginarse una especie de
paraíso de curiosidades que estaban ubicadas al norte del sur del continente
americano, con el caribe a boca de jarro y la gasolina más barata que el agua
de grifo. Así nos veía el inglés y no pude sino abonar para que su imaginación
siguiese volando, poniéndole color al asunto, con un nivel de exageración que
visto en el tiempo no era tanto. En fin, que el sujeto se entusiasmó de tal
forma que me dijo que sus próximas vacaciones serían en mi país y nos
despedimos con un fuerte apretón de manos no sin antes pedirme que me tomase
una foto con él, para poder decirle a sus amigos que había conocido a un
venezolano.
Publicado en el diario El Universal de Venezuela el 10 de agosto de 2021.
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