Todo
comienzo es una oportunidad y cada oportunidad significa la posibilidad de
abrigar nuevas esperanzas. Las estaciones, los cambios de la naturaleza, las
temporadas de lluvias y sequías y el ciclo de la vida del hombre representan
periodos con los cuales se ha de lidiar o de lo contrario vencen las tinieblas.
Así ha sido siempre y cada desafío representa un nuevo chance.
Haciendo
reminiscencias de los asuntos de la infancia sobre los cuales tiendo a
escribir, me parece apropiado contar la siguiente experiencia: De niño entré a
un cuarto de una casona muy grande, propiedad de mi bisabuela, en el estado
Lara. Del techo colgaba una cuerda ancha y en el piso había un tobo. Era “el
cuarto de los partos”. Mi bisabuela había tenido veintiún hijos y no le gustaba
que nadie la ayudase, entre otras razones, porque cada uno de los hijos que
tuvo, los parió de pie, por lo que se había diseñado una habitación para ella
asistirse sola en los momentos de dar a luz. Vivió casi cien años y la última
vez que la visité, había una cola de casi una cuadra de gente esperando para
recibir sus consejos.
Su tono
de voz era apacible y como hablaba bajito, me sentaba muy cerca de ella. Pude
escuchar las preguntas más insólitas por parte de las personas que iban a
consultarle, desde cómo hacer para reconquistar un esposo en malos pasos hasta
cuál era el número de la semana para ganarse la lotería. Uno a uno los atendía
y con una insólita economía de palabras, cada una de sus respuestas era breve y
atinada. La luminosidad en el rostro de quienes hablaban con ella era el único
pago que recibía.
Esa
experiencia vital de haber conocido a personas como ella, moldearon mi vocación
y terminé por hacer lo que actualmente soy. No sé si para bien o para mal, pero
cada aprendizaje de mi vida es en realidad una nueva recreación de las cosas
que tiendo a extrapolar de cuando era apenas un niño. No hay que ser tan
estudiado para entender que las experiencias tempranas, en el curso de la vida,
marcan potencialmente a la persona para siempre. Unos harán buen uso de lo
aprendido y otros torcerán el camino.
Todo
comienzo, por más duro que pueda parecer, representa también un momento que,
como tantos otros, tiene un carácter absolutamente inédito. Cuando uno en la
vida atraviesa por una determinada situación, flaco favor se hace si se planta
ante ello con temor e inseguridad. El arrojo y el impulso son las dos
vertientes de lo humano que van siempre unidas con la idea de vida y se falla
cuando no se cuenta con esta energía.
Muy duro
nos ha tocado y tal vez los desafíos sean más grandes que nunca, pero esta es
una prueba que medirá el talante de varias generaciones de quienes hacemos vida
en estas tierras. Total, que la historia de la civilización es en realidad el
cúmulo de la biografía de los hombres. La historia la hacen los hombres y su
capacidad de afrontar las circunstancias y la importancia de cada historia es
del tamaño de sus personalidades.
Hay un
asunto que desde hace tiempo genera un eco que ensordece y es el concepto de
unidad. A efectos de campear un temporal, la idea de unidad tiene sentido, pero
eso es algo siempre circunstancial. El mejor ejemplo lo representan los
matrimonios. Si en una pareja las cosas no funcionan, separarse es una opción y
sólo en caso de necesidad, puede haber una unificación de propósitos. Algunas
uniones son en realidad un lastre que dificultan el movimiento y entorpecen la
marcha. Generalmente es mejor estar unidos ante la adversidad, pero cuando la
persona con quien se une es la adversidad, esa unión no tiene sentido.
El
maniqueísmo y las dicotomías son al pensamiento un martillazo, pero no para
movilizar sus elementos sino para fulminar el cerebro. De ahí que ante las
adversidades el asunto no es la premisa infantil de estar unidos (sin estarlo)
sino saber con quién y para qué establezco una fusión. ¿Cómo alguien puede
poner a un zamuro a cuidar carne a estas alturas del partido? En la lupa del
paso del tiempo, pocos son los que terminan por pasar el colador. Que después
de haber vivido la misma experiencia varias veces, muchos no atrapen el
aprendizaje, no habla mal de lo vivido, sino del aprendiz.
La
experiencia de la vida hace que algunos terminemos por relativizar las cosas y
cada vez que hago el insólito ejercicio de ponerme en lugar del otro, siento
que se abre una oportunidad para entenderse. La moral es, en definitiva, un asunto
cercano a un tiempo y un lugar determinado, más cercano a la moda que al
sentido común.
Cuando
alguien me pregunta qué hacer para enfrentar el tamaño de los desafíos que la
vida nos pone, una de las cosas que suelo sugerir es rodearse de los mejores,
entendiendo, por supuesto, que vale el adagio de que es mejor estar solo que
mal acompañado. Si de algo me puedo jactar de mi paso por esta vida es de los
amigos que he podido cultivar y mantener. Que lo mejor de cada uno se haga
presente. Ese es mi deseo en este nuevo comienzo.
Twitter: @perezlopresti
Ilustración: @odumontdibujos
Publicado
en el diario El Universal de Venezuela el 02 de enero de 2018
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