Aunque
toda mi vida he sido un burro para trabajar, resulta que según el horóscopo
chino me corresponde el signo de EL CABALLO. No es que menosprecie al burro
como animal, pues pienso que ningún ser vivo es de segunda, pero es más
glamoroso ser caballo que burro… qué le vamos a hacer.
El caballo
es una maravilla como signo. Representa el valor, el coraje, la lucha, el
temple, la hombría (tanto como el burro),
el sentido del deber, la responsabilidad, la capacidad de generar confianza y
liderazgo. Un sin fin de elementos que hacen dificultoso el desear pertenecer a
un signo diferente al que soy.
Pues entre
chanzas, unos amigos me contaban los signos que le correspondía a cada uno de
ellos y las diferentes características o cualidades que los identifican. A ese
grupo de amigos se incorporó un joven que se parecía tanto a mí, que me cayó como
una patada por el hígado. Era yo mirándome a mí. ¡Qué fastidio!
Como si
las cosas no estuviesen ya mal, se le ocurrió tomarse la conversación para él y
empezó a señalar por qué su signo según el horóscopo chino era el mejor: EL
DRAGÓN. Misterioso, de profundidad abismal, con alta vinculación con las
dimensiones que conducen a instancias místicas, vinculado con la seducción y la
magia, distanciado de lo real, propenso a lo etéreo, etcétera. Total que una
conversa entre amigos se trastocó al punto de convertirse en uno de esos
programas que transmitían por televisión tipo “Orangel” y los doce del signo o qué se yo qué parafernalia fatigosa.Traté de
irme, inventando cualquier excusa, pero la convocatoria a la reunión se hizo
bajo la premisa de despedir a una amiga que se iba de viaje a hacer un doctorado
en Irlanda del Norte y por más que pedí que se me permitiese marchar, mi amiga
me pedía, casi me suplicaba que me quedase, y yo, decoroso al fin, terminé
quedándome.
El fulano “dragón”
comenzó a meterse conmigo y como veía que yo no le respondía a sus intentos de
molestarme y hacer que la pasase mal, terminó por tratar de elogiarme. “El
tipo” conocía todos los libros que he escrito y hasta se sabía algunas frases
de memoria, las cuales él adjudicaba a mi autoría y yo no recuerdo haberlas
escrito.
Lo cierto es que dragón y todo, no era fuego
lo que salía de su boca sino una jaladera de mecate que me hizo pasar una
tarde con final aburrido. Cuando todos nos despedimos, me di cuenta de que ese
que se parecía a mí tenía una enorme diferencia conmigo.
La
diferencia es que se tomó la cosa del
dragón en serio y yo por más que lo intento, no me creo lo del cuento del
caballo. Qué va, no soy caballo
ni nada, sobre todo porque me asfixian las ataduras que dan las etiquetas. No creo ser capaz de satisfacer las
expectativas que mi signo del horóscopo chino plantea.
Lo único
que puedo asegurar es que puedo patear. Patear (no dar puntapiés). Patear.
Patear y
correr… “como” un caballo.
En la vida siempre las personas se van a sentir unos superiores a otros ya que como seres humanos tenemos que competir entres nosotros, aunque a veces en ese camino de la competencia podemos vernos a nosotros mismos y darnos cuenta que podemos mejorar nuestros errores. Maria Peña
ResponderEliminarEn la vida siempre las personas se van a sentir unos superiores a otros ya que como seres humanos tenemos que competir entres nosotros, aunque a veces en ese camino de la competencia podemos vernos a nosotros mismos y darnos cuenta que podemos mejorar nuestros errores. Maria Peña
ResponderEliminarLa envidia mantiene alerta al hombre, el hecho de querer llamar la atención, el envidioso es capaz de ofender con intención luego busca la manera de enmendarlo con risas para que no se note la frialdad. Cada persona se encuentra en situaciones por obligación que no puede escapar, lo mejor es dejar pasar el rato y luego recompensarlo haciendo algo de gustos propios.
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