domingo, 1 de marzo de 2015

Cosas que pasan

Será Dios que a veces anda ocioso, y permite que existan situaciones o seres que son tan inverosímiles que nadie nos creería si lo contamos. Me voy a atrever a contar lo que todavía no termino de creer. En una oportunidad venía manejando bajo un palo de agua que sólo puede ser producto del mal. Recordemos que San Agustín lo dejó claro: “El mal es la ausencia del bien”. 

Era una de esas noches en que Dios estaba ocupado en otras partes. Como dice la canción “…como Dios en la tierra no tiene amigos, por eso es que se la pasa en el aire…” Andaba solo solito, luego de haber estado en andanzas de trabajo, que me pregunto ahora que lo evoco, si no se trata de una de esas trampas de la memoria o es una situación que algo tiene de parecido con lo creo que ocurrió. Iba por la carretera que lleva de Machiques a Maracaibo. La lluvia arreciaba y la noche se apareció sin que yo la invitase. Como todo el que ha ido de Machiques a Maracaibo sabe, la carretera no tiene huecos sino los huecos tienen trozos de carretera. El sonido del caucho fue indudable. ¡Se espicho de un guamazo!

Como la noche apremiaba, me dispuse a cambiar el caucho espichado con energía y rapidez. Apenas termino de cambiar la llanta, me percato de que estoy rodeado por unos cuatro, tal vez cinco hombres y un perro “cacri” de mediano tamaño que los acompañaba, gruñendo sin parar. Alguno tenía un cuchillo, otro un palo, me pareció que otro cargaba un bate en las manos.
Todo ocurrió muy rápido y la oscuridad y el tremendo chaparrón no me permitían ver con claridad. El que tenía la cicatriz más marcada en el rostro me dijo con tono de disparo a quemarropa: - Deme la cartera y las llaves del  carro.


Creo que se les olvidó que yo cargaba el gato con el cual cambié el caucho en la mano. Sin que ninguno se lo esperase, comencé a disparar certeros trancazos, inicialmente con el gato. Al primero le traqueó la mandíbula y varios de sus dientes volaron por los aires. Quedó como un tronco en el piso. Sentí un batazo en mi espalda, mientras le daba una patada con mis botas a otro en su mero centro de gravedad. Fue entonces cuando el perro me saltó encima y empezó a morderme brazos y piernas. Gato en mano derribé al agresor del bate conectándolo en la frente, mientras con todas mis fuerzas fulminé al perro de un golpe en el hocico.

Una cuchillada logó desgarrarme un tajo de mi pecho; mi reacción fue lanzarle una patada al cuello que sonó como a rotura de tráquea. Sentí un palazo en la cabeza y comencé a trastabillar hasta que llegué a la llave de cruz. La tomé y se la lancé al agresor del palo. Debo haberle fracturado el macizo facial, porque no volvió a levantarse. En medio de la oscuridad, escuché cómo alguien se quejó de dolor mientras yo repartía puños y patadas sin saber a dónde ni de qué manera.

En contexto con la oscuridad y la lluvia, el silencio hizo su aparición. Estaba herido  en el pecho, con múltiples mordeduras en brazos y piernas, la espalda adolorida a más no poder, un chichón en la cabeza crecía con rapidez y la sangre me cubría, mientras mi cuerpo empapado comenzaba a enfriarse. Pude ver a un perro tirado en el suelo y a un grupo de hombres inconscientes o muertos o qué sé yo a mi alrededor.

Con debilidad logré encender el carro y el viaje más largo que recuerde terminó cuando llegué a Maracaibo. Entré en el edificio donde vivo y los vecinos se horrorizaban cuando me veían. Se alejaban de mí… estaba hecho una piltrafa humana. Toqué el timbre de mi casa y mi mujer abrió la puerta. Me miró fríamente de pies a cabeza y soltó su máxima reflexión inquisitorial con los ojos más suspicaces y desafiantes que recuerdo haber visto. Fue entonces cuando con voz aplomada y regia lo sentenció: “YO SABÍA QUE TENÍAS UNA AMANTE”.





Texto tomado del libro de mi autoría Suelo tomar vino y comer salchichón.

2 comentarios:

  1. jajaja. La primera impresión no es lo que parece. No debemos de juzgar a nadie, a pesar de todo Dios estaba contigo en la tierra acompañándolo, no te desamparo EN ningún momento; esto nos enseña a no perder la fe. María Peña

    ResponderEliminar
  2. me gusto mucho este texto ya que a la primera vez que lo leí me dio causo mucha risa porque lo primero que pienso es en las locuras de la vida las cosas que el destino coloca por delante de uno, luego salí compre comida para mi perrito y justamente cae un aguacero y dos personas justo frente mio comienzan a peliar y una señora grita "lo robaron!" me acorde de todo el texto del cual me reí y dije es mejor no reír de los sucesos de los demás ya que por poco y me pasa a mi, me pareció increíble el hecho de como nos defendemos frente a distintas situaciones y como la cuestión de la adrenalina toma forma y hace que todo nuestro potencial salga así no queramos y nos ayuda a seguir.

    ResponderEliminar