Como
muchas historias que he escuchado o leído, ésta no escapa al hecho de ser
objeto de múltiples presentaciones versionadas, interpretadas o alteradas. Ésta
es mi versión sobre un relato que con éste, suma una y mil ediciones.
No había
manera de poner a funcionar la fábrica.
Habían traído expertos de varios lugares. Primero un grupo de ingenieros
de la propia ciudad. Luego un equipo multidisciplinario de la capital del país;
después se le pidió ayuda hasta a
quienes operaban la fábrica del grupo competidor. Como nada hacía funcionar las
máquinas, trajeron a los creadores de las mismas: los japoneses ganadores de tantos premios y
reconocimientos que los habían hecho célebres.
Ellos
tampoco pudieron. Los dueños de la fábrica estaban atormentados por la potencial quiebra
económica de la misma, mientras veían
todo su capital desmoronarse frente a ellos, sin poder hacer más de lo
que ya habían hecho. Fue cuando el sindicato comenzó a presionar por los
atrasos en los pagos de la nómina, cuando uno de los asesores le recomendó al
presidente de la compañía que había que llamar “al
hombre del martillo”.
-¿Quién es
ese?- preguntó el enjuto Presidente.
- Es un
tipo realmente inusual – le respondió el asesor- va a ser difícil entender el
método que usa para solucionar los problemas; pero nadie es mejor que él. Nadie
posee su efectividad. Eso sí, cobra más que todos los que han venido a
solucionar el problema. Sus honorarios exceden a los de la suma de todos los
ineficaces expertos que hemos traído.
- No se
hable más, señaló el Presidente – Si es el mejor en lo que hace, ¡Tráigalo!
Lo único
que preguntó el hombre del martillo cuando llegó, fue: -“¿Dónde quedaba la
central eléctrica que ponía a funcionar todo el sistema operativo de la fábrica?”.
Con desconfianza y hasta en son de chanza le indicaron el lugar. El hombre no
ocultaba su seriedad. Corto de palabras usaba un ceñido traje negro que hacía
juego con un fuerte maletín de cuero apretado, del cual extrajo un martillo.
-Con
permiso- dijo, mientras acto seguido le daba un martillazo con mucha fuerza a
una de las esquinas de la central de operaciones. El golpe fue intenso y seco,
haciendo que más de uno de los accionistas de la fábrica pegara un brinco por
el susto.
De
inmediato, para sorpresa de todos, la fábrica entera comenzó a funcionar.
El hombre
guardó el martillo en el maletín y cobró unos abultados honorarios directamente
al Presidente de la compañía, quien no salía de su asombro. Sin chistar, pagó
lo que le habían pedido y “el hombre del martillo” se fue sin despedirse.
Varios
accionistas de la compañía se acercaron al Presidente de la misma para
cuestionarle el hecho de haber pagado una suma tan sustanciosa por un
martillazo. El Presidente se mostró dubitativo, hasta que el asesor que había
propuesto traer al hombre del martillo se dirigió a todos los accionistas y les
dijo:
- El puso a funcionar la fábrica cuando nadie
podía hacerlo. Nos ha salvado de la
ruina. No traten de descalificar el método que empleó. Sólo entiendan que ese
hombre es el mejor de todos; no por haberle dado un martillazo a la central
eléctrica, sino porque es el único que supo dónde había que dárselo. Ese es su
talento. Respetémoslo.
Al día
siguiente otra empresa en problemas llamaba con premura al legendario “hombre
del martillo”. Esta vez se ahorraron el dinero
de traer a otros “expertos”.
El problema no es encontrar al "hombre del martillo", el problema es, de qué lado estará. Del lado del "gerente" ineficiente, de los "obreros" o de la "competencia"...la otra "empresa" jajaja
ResponderEliminarESA ES LA PURITA VERDAD. JAJAJAJA
EliminarExisten muchos métodos que desconocemos, esta de parte de cada uno aprender de ellos y continuar, cometer errores es natural del hombre y esta en nosotros enmendarlos.
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